Dejarnos llevar por nuestros prejuicios nos da placer
La decisi¨®n sobre si una afirmaci¨®n es verdadera o falsa es emocional y eso tiene efectos en la comunicaci¨®n pol¨ªtica o en la facilidad para creernos ciertas cosas
Los musulmanes son terroristas, los comunistas provocan atascos en las ciudades donde gobiernan y las ministras de derechas son capaces de gastarse 4.600 euros en confeti para una fiesta de cumplea?os. Muchas de estas afirmaciones nos resultar¨¢n m¨¢s o menos atractivas dependiendo de nuestra ideolog¨ªa y es probable que las aceptemos o las rechacemos sin prestar mucha atenci¨®n a los hechos. Nuestro cerebro es limitado y tiene que ayudarnos a sobrevivir en un entorno inabarcable, y la vida es demasiado corta para andar comprobando los datos a cada instante. Los prejuicios o las ideas preconcebidas nos ayudan a gestionar la realidad creando una simulaci¨®n con la que salir adelante. Hay individuos con m¨¢s esp¨ªritu cr¨ªtico, pero nadie es inmune a estas tendencias.
¡°Todos estamos atrapados dentro de nuestro cerebro, que es muy limitado y proclive a los errores, analizando un mundo infinito y tratando de entenderlo¡±, explica Andrew Newberg, investigador de la Universidad de Pensilvania y autor del libro Por qu¨¦ creemos lo que creemos. ¡°En ¨²ltima instancia, nunca estamos seguros del todo de si nuestra interpretaci¨®n del mundo es precisa¡±, contin¨²a. ¡°Bas¨¢ndonos en la informaci¨®n que encontramos, desarrollamos creencias sobre el mundo basadas en las funciones de nuestro cerebro¡±, a?ade. ¡°Nuestro cerebro es una m¨¢quina de crear creencias¡±, concluye.
Algunos investigadores plantean que el funcionamiento de esa m¨¢quina y su forma de generar creencias se parece al de otros ¨®rganos que nos ayudan a sobrevivir. Se sabe, por ejemplo, que el sistema que crea los sabores en nuestra corteza cerebral, integrando se?ales procedentes del olfato, la vista o las papilas gustativas, nos ha ofrecido una mayor flexibilidad a la hora de elegir alimentos concretos que nos hacen bien. Cient¨ªficos como Sam Harris, de la Universidad de California en Los ?ngeles, han empleado sistemas de resonancia magn¨¦tica funcional (fMRI) para analizar c¨®mo reaccionaban varios voluntarios ante distintas afirmaciones que pod¨ªan considerar verdaderas, falsas o inciertas. En un art¨ªculo publicado en Annals of neurology junto a otros investigadores, conclu¨ªa que, aunque a la hora de determinar si un argumento es verdadero o falso se ponen en marcha regiones implicadas en procesos cognitivos elevados, la decisi¨®n final depende de un sistema de procesamiento m¨¢s hed¨®nico y primitivo situado en la corteza prefrontal y la ¨ªnsula anterior.
Las redes sociales son mayoritariamente divulgadoras de emociones y la sociedad medi¨¢tica es cada vez m¨¢s una farsa
Como en el caso de un sabor, nuestro cerebro crea una experiencia emocional a partir de las afirmaciones. Lo que nos parece cierto nos genera una respuesta positiva autom¨¢tica y lo falso, disgusto. Y eso tendr¨¢ efectos en el futuro: creemos algo porque nos hace sentir bien. ¡°Cuando la gente desarrolla una creencia particular, incluso una que se contradice con los hechos, su cerebro contin¨²a sustentando esa creencia¡±, se?ala Newberg. ¡°Las neuronas que se activan juntas se conectan. Cuanto m¨¢s creemos algo, m¨¢s fuerte se vuelve la creencia, incluso frente a ingentes cantidades de datos que la contradigan. Y no tiene que ver con la inteligencia¡±, afirma.
?lvaro Rodr¨ªguez-Carballeira, catedr¨¢tico de Psicolog¨ªa Social en la Universidad de Barcelona, no es optimista sobre la posibilidad de que en el debate p¨²blico domine lo racional sobre lo emocional. ¡°Desde el punto de vista de la persuasi¨®n, siempre ha tenido m¨¢s impacto. Convencer con argumentos y con rigor es mucho m¨¢s complicado que hacerlo con emociones, que conmueven y generan ilusi¨®n¡±, afirma. En este sentido, no considera que la situaci¨®n haya cambiado y no le gusta el t¨¦rmino de posverdad para referirse a la devaluaci¨®n de los hechos en la discusi¨®n pol¨ªtica. ¡°El fen¨®meno es cl¨¢sico, aunque ahora las redes sociales lo hayan multiplicado. Pero el Yes we can [s¨ª podemos", de Barack Obama] es puro deseo, pura emoci¨®n, como el Make America great again ["hagamos a Am¨¦rica grande de nuevo", de Donald Trump]. En las redes sociales, todo lo que se hace viral tiene que ver con que produce un impacto emocional, no con que haya detr¨¢s un argumento brillante y coherente que desmonte el de los otros. Las redes sociales son mayoritariamente divulgadoras de emociones y la sociedad medi¨¢tica es cada vez m¨¢s una farsa¡±, asevera.
Junto a la predominancia de aspectos emocionales frente a los racionales, Rodr¨ªguez-Carballeira plantea que nuestra dificultad para aceptar argumentos que no se ajusten a nuestra ideolog¨ªa tiene que ver con ¡°un principio general del comportamiento humano, que es conservador¡±. ¡°La realidad, desde el momento en que la percibes, es una realidad construida, y t¨² te afilias a la construcci¨®n de la realidad que te dan los tuyos¡±, indica. ¡°Esto se conecta con la idea de que ganen los m¨ªos para que lo nuestro perdure, porque as¨ª considero que me ir¨¢ mejor¡±, contin¨²a. ¡°Por eso, lo que va en nuestra l¨ªnea de pensamiento lo aceptamos con m¨¢s credulidad, tragamos much¨ªsimo con lo que reafirma lo nuestro¡±, concluye. Cambiar de idea, sin embargo, es como dejar una droga, porque dejarnos llevar por nuestros prejuicios nos da placer.
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