Vidas cruzadas
Siempre salvaremos m¨¢s vidas de las que los dementes que conducen camiones siegan
El 23 de mayo pasado, una mujer de 87 a?os llamada Patty Ris se atragant¨® con un buen bocado de hamburguesa que le hab¨ªan servido en el comedor de Deupree House, su residencia de ancianos en Cincinnati, Ohio. Los camareros de Deupree House sab¨ªan muy bien lo que hacer en esos casos, no tan infrecuentes en una residencia de ancianos que sirve hamburguesas paliativas a sus perjudicados clientes. Se llamaba maniobra de Heimlich, y consist¨ªa en agarrar a Patty desde atr¨¢s y presionarla sin complejos en el abdomen hasta que escupiera el mal bocado que estaba a punto de matarla. Pero, de pronto, los camareros se detuvieron al un¨ªsono. Un compa?ero de Patty en la residencia, casi 10 a?os m¨¢s viejo que ella, se les hab¨ªa adelantado con decisi¨®n. Le aplic¨® la maniobra de Heimlich y le salv¨® la vida. Los camareros no se sorprendieron: el tipo era el mism¨ªsimo Heimlich, el cirujano tor¨¢cico que hab¨ªa inventado la maniobra. Fue su ¨²ltima haza?a, porque Heimlich muri¨® el s¨¢bado pasado de un infarto, y contra eso no hab¨ªa maniobras.
Estos d¨ªas andamos sacudidos por la muerte y la destrucci¨®n que puede generar un vulgar cami¨®n en Berl¨ªn, como lo estuvimos antes por otro en Niza, y como lo hemos estado siempre por otros ep¨ªtomes de la estupidez sanguinaria, de la arbitrariedad del destino. Nuestros mercadillos navide?os estar¨¢n esta semana ocupados por maderos de rostro tenso y gatillo f¨¢cil, y hasta los miraremos agradecidos por su alarde de poder destructivo. En el caso de Espa?a no tenemos que preocuparnos por los refugiados ¡ªapenas hay alguno¡ª, pero toda persona de etnia dudosa y piel bruna ser¨¢ objeto de escrutinio, y por tanto de vejaci¨®n. La operaci¨®n de los dementes habr¨¢ entonces alcanzado su fin ¨²ltimo, que es volvernos a todos igual de idiotas que ellos. Y, una vez m¨¢s, nos habremos equivocado.
En los pa¨ªses occidentales, la inmensa mayor¨ªa de la gente sigue muri¨¦ndose de infarto. Y los dem¨¢s se mueren de ictus, c¨¢ncer, neurodegeneraci¨®n y otras secuelas de la edad avanzada o la mala vida. Para un epidemi¨®logo alem¨¢n, la docena de v¨ªctimas de Berl¨ªn no merecer¨¢ ni una nota al pie de su informe semanal. Resulta brutal decirlo, pero es la pura realidad.
Doce muertos. ?Saben cu¨¢ntas vidas salv¨® Heimlich, ese viejo de 96 a?os de la residencia de Cincinnati? Se cuentan por cientos de miles, si no por millones. Los dementes que conducen camiones no pueden ni so?ar con esas cifras. Su irrelevancia estad¨ªstica los convierte en un engorro obsceno y tramposo. Siempre salvaremos m¨¢s vidas de las que ellos siegan.
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