Luchadoras en tierra de hombres
Cuatro mujeres egipcias desempe?an trabajos tradicionalmente reservados a varones en uno de los peores pa¨ªses del mundo en igualdad de g¨¦nero
Nour, Gihad, Yara y Hedaya no son solo nombres femeninos. Tambi¨¦n son la cara visible de una sociedad egipcia en la que cada vez hay m¨¢s mujeres que intentan romper con los estereotipos de g¨¦nero y lograr su empoderamiento, aunque a¨²n queda un largo camino por recorrer. Los datos muestran que solo el 26% de ellas trabaja, mientras que la gran mayor¨ªa se dedica exclusivamente a las labores del hogar. La valent¨ªa y el tes¨®n de las cuatro es una fuente de inspiraci¨®n para el resto en la persecuci¨®n de la igualdad en Egipto.
Yara Shalaby, piloto de rallies
La discusi¨®n siempre termina de la misma manera. ¡°Mi madre es la que mejor conduce del pa¨ªs¡±, repite una y otra vez Amen, de siete a?os, cuando habla con sus amigos. Ellos le miran incr¨¦dulos y se r¨ªen. En la tierra de los faraones, parece impensable que una mujer no solo conduzca, sino que incluso sea capaz de ganar a los hombres en ¡°su propio terreno¡±. Pero es lo que lleva haciendo cuatro a?os Yara Shalaby, la primera piloto de rallies egipcia. Su sonrisa y su car¨¢cter tranquilo, ideal para su trabajo como ingeniera en un banco, desaparecen cuando se pone a los mandos de su Toyota y atraviesa el desierto a toda velocidad.
En cada competici¨®n entre las dunas ¡ªesas que conoce desde que era una ni?a ¡ª es donde demuestra que el g¨¦nero no importa en un deporte en el que es pionera. Sus buenas actuaciones han hecho que se gane el respeto de sus rivales, pero no siempre fue as¨ª. Sus dos primeras experiencias, all¨¢ por 2012, fueron un fracaso. Pero Yara no tir¨® la toalla y pronto empez¨® a situarse en los primeros puestos, algo que a sus contrincantes les resultaba desconcertante. ¡°?Seguro que no conduc¨ªa el coche el copiloto?¡±, le preguntaban. Una visi¨®n propia de una sociedad con fuertes ra¨ªces patriarcales que ella intenta combatir siempre. ¡°Odio que digan que las mujeres conducen peor que los hombres. Podemos hacer cualquier cosa si nos motiva. Podemos ser lo que queramos¡±, afirma con vehemencia. Es una de las razones que la han animado a montar su propio equipo, el Gazelle Rally Team, que est¨¢ compuesto exclusivamente por mujeres.
Los rivales preguntaban a Yara Shalaby si no era su copiloto el que conduc¨ªa el coche
Sin embargo, se est¨¢ enfrentando a limitaciones. No es sencillo encontrar a mujeres interesadas en las carreras y, mucho menos, mec¨¢nicas. Por el momento, es una de las profesiones reservadas casi exclusivamente a los hombres en Egipto, algo que Yara pretender cambiar. ¡°Quiero crear una academia en la que las mujeres aprendan a conducir en el futuro. Espero ayudarlas a competir y a ganar¡±, concluye. Antes de marcharse, una ¨²ltima confesi¨®n: ¡°Mi hijo odia que pilote motos porque tuve un accidente. Pero con los coches s¨ª que est¨¢ seguro de que soy la m¨¢s r¨¢pida¡±. Palabra de Amen.
Nour Gaber, taxista
¡°Dame t¨² un trabajo con el que pueda mantener a mis hijos y yo dejo de ser taxista¡±. La escena se ha repetido con excesiva frecuencia en la ¨²ltima d¨¦cada, pero Nour, de 50 a?os, no es alguien que se amilane f¨¢cilmente ante la cr¨ªtica. Mucho menos si los reproches vienen de clientes que no quieren montar en su veh¨ªculo simplemente porque es una mujer, o de otros conductores que se burlan de ella por el mismo motivo. Su reacci¨®n siempre es la misma: se baja del coche con la convicci¨®n y la fuerza de qui¨¦n defiende sus derechos y se pone a discutir hasta que le piden perd¨®n.
Desde hace a?os ya sabe lo que es enfrentarse a situaciones dif¨ªciles y salir adelante. Lo descubri¨® hace m¨¢s de una d¨¦cada en Dub¨¢i, donde todo se derrumb¨® el d¨ªa en que su marido la abandon¨® con tres ni?os peque?os y una deuda bancaria que ascend¨ªa a casi 40.000 euros. ¡°Me toc¨® empezar de nuevo¡±, cuenta. ¡°Mand¨¦ a mis hijos a Egipto porque no los pod¨ªa mantener y me qued¨¦ tres a?os en Emiratos hasta que pude pagar¡±. De regreso a El Cairo, ning¨²n negocio le dio resultado, hasta que un buen d¨ªa los desplantes de su empleado acabaron con su paciencia: m¨¢s por rebeld¨ªa que por convicci¨®n, decidi¨® coger el volante del taxi de segunda mano en el que hab¨ªa invertido meses atr¨¢s.
Harta de los desplantes de su empleado, Nour Gaber decidi¨® coger el taxi y salir a las calles de Egipto
En ese momento no lo sab¨ªa, pero acababa de convertirse en la primera taxista de la capital egipcia, una barrera infranqueable para las mujeres del pa¨ªs que ella hab¨ªa tirado abajo en un momento de frustraci¨®n y enfado. ¡°Animo a todas las mujeres a hacer los trabajos de los hombres. Tambi¨¦n somos capaces de mantener una familia¡±, reflexiona. Sin embargo, no todo el mundo lo entendi¨® de la misma manera. No lo hizo su familia, ni tampoco los taxistas de su barrio Imbaba, uno de los m¨¢s populares de El Cairo. Pero su respuesta siempre fue la misma: ¡°Mis hijos me necesitan¡±. D¨ªa a d¨ªa, guinea a guinea, lleg¨® la ¨¦poca de la abundancia cuando la revoluci¨®n del 2011 permiti¨® que se convirtiera en la conductora de confianza de organizaciones como Naciones Unidas o Human Rights Watch.
Sin embargo, la alegr¨ªa fue breve y la ca¨ªda del turismo extranjero ha provocado que vuelva a enfrentarse a las miradas sorprendidas, pasajeras habituales cuando se pone al volante. Quiere fundar una asociaci¨®n de mujeres taxistas que recorra las calles de Cairo y cambie la mentalidad de la sociedad, aunque asegura que su hija no ser¨¢ una de ellas, al menos de momento. ¡°Est¨¢ estudiando, pero si alg¨²n d¨ªa no tiene trabajo, ya sabe d¨®nde est¨¢ el taxi¡±. Con estas palabras, Nour se despide y vuelve al asfalto a la espera del siguiente cliente que decida darle el alto.
Gihad Ibrahim, parlamentaria
Sentada en la silla de ruedas en la que lleva desde que ten¨ªa ocho a?os, Gihad Ibrahim mece en sus brazos a Karma, su primera hija, nacida hace apenas un mes. Es una de las 89 mujeres que desde enero de 2016 intentan cambiar un Parlamento egipcio tradicionalmente dominado por hombres y que hasta hace muy poco era uno de los diez menos paritarios del mundo. Sonr¨ªe mirando a la peque?a, mientras explica que el cambio ha tenido m¨¢s que ver con el art¨ªculo 11 de la Constituci¨®n de 2014, que garantiza m¨¢s puestos a las mujeres, que con la conciencia social a la que le gusta apelar. ¡°Realmente yo no quer¨ªa tener este trabajo. Me convencieron de que pod¨ªa transformar la mentalidad de los hombres¡±. Ahora lo intenta a diario; no solo desde su asiento en la C¨¢mara, sino tambi¨¦n en conferencias, en las clases de la universidad, y en esos programas de la televisi¨®n en los que sale desde hace algunos meses.
Sus compa?eros parlamentarios la felicitan por defender tanto los derechos de las mujeres como los de las personas discapacitadas ante la sociedad egipcia, pero Gihad sabe que no es suficiente. ¡°Los hombres creen que no sabemos hacer nada. Pero podemos luchar contra este pensamiento porque somos nosotras las que educamos a nuestros hijos¡±, reflexiona.
Gihad Ibrahim naci¨® con polio y no tuvo su primera silla de ruedas hasta los ocho a?os
Es precisamente este inconformismo el que la ha guiado en muchos momentos. Por ejemplo, en sus primeros a?os de vida, cuando naci¨® con poliomielitis y su familia no ten¨ªa dinero para comprarle la silla de ruedas. Tambi¨¦n cuando decidi¨® entrar en la universidad a estudiar Literatura y se tuvo que enfrentar a los prejuicios de sus compa?eros, que pensaban que no estaba al nivel simplemente por tener una disfunci¨®n f¨ªsica. Sin embargo, Gihad se convirti¨® en la n¨²mero uno de su clase y obtuvo una plaza como profesora asistente.
Despu¨¦s lleg¨® su especializaci¨®n en desarrollo humano que termin¨® abri¨¦ndole de par en par las puertas de la ense?anza universitaria. ¡°Me cost¨® mucho aceptarme tal y como era. No me sent¨ªa orgullosa de m¨ª misma, pero cuando me di cuenta de mi potencial todas las inseguridades terminaron¡±, confiesa.
Fruto de su ambici¨®n, ya sabe lo que har¨¢ el d¨ªa que abandone el Parlamento. ¡°Quiero convertirme en una experta internacional en desarrollo humano y ser un ejemplo para las mujeres egipcias. No hay nada imposible¡±, concluye mientras acuesta a su ni?a profundamente dormida en el carrito.
Hedaya Malak, medallista ol¨ªmpica en taekwondo
Hedaya Malak a¨²n se sonroja cuando alguien se acerca a pedirle una foto. En esta ocasi¨®n, son tres ni?os peque?os que quieren tener una instant¨¢nea con la deportista, medalla de bronce en taekwondo en los Juegos Ol¨ªmpicos de R¨ªo y orgullo nacional de un pa¨ªs que vio con sorpresa que dos de los tres metales obtenidos ven¨ªan de mujeres.
La joven de 23 a?os no termina de acostumbrarse a ser reconocida por la calle ni a ser un ejemplo para miles de ni?as a las que les gustar¨ªa imitar sus actuaciones en campeonatos internacionales. Simplemente sigue siendo Hedaya, esa estudiante de Finanzas en la universidad que entre clase y clase saca cuatro horas al d¨ªa ¡ªdos por la ma?ana y dos por la tarde¡ª para seguir sus entrenamientos y estar preparada cuando lleguen las grandes competiciones, con la vista fija ya en Tokio 2020.
Es, al fin y al cabo, un hobby que ha estado presente en la casa de los Malak desde que ella era peque?a, cuando acompa?aba a su hermano mayor a las competiciones. Nadie la ha bajado del tatami desde entonces y as¨ª ha desarrollado una carrera que la ha convertido en una de las mejores del mundo en la disciplina, aunque sea imposible poder vivir exclusivamente de ello; el dinero de la medalla apenas cubri¨® los gastos del viaje.
Sus combates, sin embargo, han quedado en la memoria de la sociedad egipcia, en la que defiende la importancia de los derechos de las mujeres. ¡°Con la educaci¨®n se puede cambiar la forma de pensar en Egipto sobre nosotras. No tenemos que quedarnos en casa cocinando o viendo la tele. Tenemos el poder para hacer m¨¢s cosas¡±, explica.
El dinero de la medalla en R¨ªo apenas le sirvi¨® a Hedaya Malak para pagar el viaje a Brasil
Rechaza la pol¨¦mica que ha habido en Europa sobre el uso del hiyab y que tuvo uno de sus momentos ¨¢lgidos en los Juegos cuando se enfrentaron en un partido de v¨®ley una jugadora alemana con poca ropa y una egipcia cubierta con el velo isl¨¢mico. Para Hedaya lo importante es la libertad; que cada mujer elija la vestimenta que quiera sin ser sometida al juicio de la sociedad.
¡°Me gustar¨ªa inspirar a las mujeres egipcias a practicar deporte¡±, concluye antes de hacerse la en¨¦sima foto del d¨ªa, esta vez con un adulto. Despu¨¦s coge sus cosas y se marcha junto con su hermano, el espejo en el que siempre se ha mirado para convertirse en la deportista que es hoy.
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