¡°Cada vez que mira Internet, muere un sabio¡±
El conocimiento es m¨¢s sesgado y nos hace infelices: algunos de los puntos clave que toca resolver de nuestra relaci¨®n con la Red
La velocidad con la que prende el odio es solo uno de los grandes problemas que est¨¢n arruinando la Red, un invento maravilloso que naci¨® con la pretensi¨®n de poner el mundo patas arriba para convertirlo en un espacio m¨¢s creativo, participativo, igualitario y, en definitiva, mejor.
Andy Stalman, autor del libro Humanoffon, y ponente en las ¨²ltimas jornadas de El Ser Creativo, asegura que estamos en un momento cr¨ªtico en el que todo a¨²n es reconducible: ¡°Internet es una herramienta neutra. De nosotros depende que sea de destrucci¨®n o construcci¨®n masiva. De momento, parece que hemos tomado el camino err¨®neo al optar por la distracci¨®n y la comodidad. Es el miedo al cambio de paradigma. Hay que hacerse nuevas preguntas. Los mapas viejos no valen. Y a¨²n estamos a tiempo. El hombre se bambolea entre trascender y la insignificancia. Debemos decidir qu¨¦ legado queremos dejar¡±, cuenta el experto en marketing humanista.
Estos son algunos de los puntos clave que toca resolver con urgencia: un paseo por el lado m¨¢s oscuro de la Red. Anteriormente, hemos hablado de los trolls, internautas que dan rienda suelta a su ira, la emoci¨®n que con m¨¢s rapidez se propaga por las redes, seg¨²n un estudio de la Universidad de Wisconsin (EE UU). A continuaci¨®n, destripamos otros de los problemas a los que se enfrentan los usuarios de Internet.
La cantidad ha ganado la batalla a la calidad
Jaron Lanier, escritor e inform¨¢tico, autor del ensayo Contra el reba?o digital, afirma que muchos de sus colegas tecn¨®logos rechazan el concepto de calidad: ¡°Una idea en boga en los c¨ªrculos t¨¦cnicos es que la cantidad se convierte en calidad cuando alcanza cierta escala¡±. Esto es: 3.000 millones de fragmentos (es el n¨²mero de internautas en el mundo, seg¨²n el informe 2016 Internet Trends) constituir¨¢n, con el tiempo, una sabidur¨ªa superior a la de cualquier ensayo bien meditado, ¡°siempre que haya algoritmos secretos y sofisticados que combinen bien los fragmentos¡±. El pensador estadounidense se muestra esc¨¦ptico: ¡°No hay pruebas que demuestren que en asuntos de logro humano la cantidad se convierta en calidad¡±. Y Andy Stalman, experto en branding, va m¨¢s all¨¢: ¡°Tener conversaciones profundas en Internet es casi ut¨®pico, del mismo modo que un abrazo off line no podr¨¢ ser reemplazado por uno on line¡±.
Cada vez somos m¨¢s expertos en resolver pruebas abstractas, pero nuestra capacidad para comunicar ideas profundas y explorar pensamientos propios se despe?a. Para nuestro cerebro, no es igual leer un rato en la tableta que volver a intentarlo con Proust
La amateurizaci¨®n de los contenidos (la de los abrazos tambi¨¦n est¨¢ ah¨ª, pero es otro asunto, que narran con tino pel¨ªculas como Her, de Spike Jonze) es una queja constante desde la popularizaci¨®n de Internet a mediados de los a?os noventa. La obra The cult of the amateur: how Internet is killing our culture, de Andrew Keen, reivindica una econom¨ªa en la que hab¨ªa empleos remunerados para redactores, c¨¢maras, verificadores de datos, ingenieros de sonido, m¨²sicos, escritores y fot¨®grafos. Hoy, se?ala el mismo autor, la industria independiente no despega pese a que esos eran los sue?os fundacionales de la Red. ¡°Si un v¨ªdeo gratuito de alguna proeza tonta consigue tantos espectadores como el producto de un cineasta profesional, ?por qu¨¦ pagar al cineasta?¡±, se?ala Lanier. Y este es el criterio de calidad con el que se est¨¢n formando los menores de 25 a?os, que dedican 4,5 horas al d¨ªa al m¨®vil y la tableta, seg¨²n un estudio de la consultora TNS. Ya se habla de dos generaciones casi opuestas: la de antes de Internet (recuerda c¨®mo era la vida sin smartphone y ADSL) y la de despu¨¦s de Internet (ni lo conoce ni lo imagina).
En esta degradaci¨®n de la excelencia, generacional o no, hay quien incluso denuncia una prostituci¨®n del t¨¦rmino amistad. Cuando un mont¨®n de avatares digitales se vuelven compa?eros del alma, sucede algo ins¨®lito, subraya Keen: le damos a Mark Zuckerber, creador de Facebook ¨Ca quien sus colaboradores cercanos tachan de ¡°un poco asperger [en referencia al s¨ªndrome] y cero emp¨¢tico¡±¨C la oportunidad de colgarse una medalla curiosa: la de haber creado la maquinaria de conversaciones entre amigos m¨¢s potente de la historia, donde 1.300 millones de usuarios publican 2.460.000 comentarios por minuto. Que estemos todos ah¨ª es el verdadero ¨¦xito; de lo que hablemos, a nadie importa (si acaso, a los creadores de sus algoritmos secretos).
El conocimiento se vuelve sesgado y superfluo
Un art¨ªculo reciente de la revista MIT Technology Review, pon¨ªa a Wikipedia en el ojo del hurac¨¢n al denunciar una ¡°cobertura tendenciosa¡±. Seg¨²n su autor, Tom Simonite, el 90% de los editores de la enciclopedia colaborativa son hombres occidentales, lo que deriva en una sobrerrepresentaci¨®n de art¨ªculos sobre estrellas del porno femenino o el fen¨®meno Pok¨¦mon, frente a una cobertura ¡°muy superficial¡± de mujeres novelistas o pa¨ªses del ?frica subsahariana.
El antrop¨®logo del CSIC Adolfo Estalella advierte de que estas desigualdades ya exist¨ªan antes de Internet, pero la Red tambi¨¦n ha tra¨ªdo novedades en este sentido. Nicholas Carr, escritor especializado en tecnolog¨ªa, recoge muchas de ellas en Superficiales. ?Qu¨¦ est¨¢ haciendo Internet con nuestras mentes? (Taurus), finalista del Premio Pulitzer en 2011. ¡°Los medios no son solo canales de informaci¨®n. Proporcionan la materia del pensamiento, pero tambi¨¦n modelan su proceso. Y lo que parece estar haciendo la web es debilitar mi capacidad de concentraci¨®n y contemplaci¨®n¡±, avanza. Cada vez tenemos menos paciencia para los argumentos largos, trabajados y matizados.
A favor de los chistes y 'memes'
Cada vez que llega a su m¨®vil un montaje fotogr¨¢fico sobre un asunto de actualidad, con una frase ingeniosa que usted distribuye en sus redes (por ejemplo, la presunta alegr¨ªa de Jennifer Aniston cuando Brad Pitt y Angelina Jolie anunciaron su divorcio), est¨¢ participando en la cadena de distribuci¨®n de un meme, pieza de la cultura (baja o alta, qu¨¦ m¨¢s da) contempor¨¢nea que se suele hacer viral por su sentido del humor. Renunciar a la trivialidad ser¨ªa un error, seg¨²n considera el antrop¨®logo del CSIC Aldolfo Estalella: "Pensemos en Anonymous, que nace en un foro dedicado a las bromas pesadas y un humor negro que roza los l¨ªmites de lo tolerable para muchas personas. De un espacio como ese surge, en mi opini¨®n, un movimiento que conecta con el software libre, Wikileaks o los defensores de los derechos digitales. Conviene pensar Internet desde su propia l¨®gica, no desde marcos que ya conocemos". Para el investigador, cargar contra esa frivolidad es no conocer la Red. Por su parte, Jack Cheng, ¨Cescritor de Shangh¨¢i, residente en EE UU, y que representa al colectivo The Slow Internet que ¨¦l mismo cre¨® en 2012¨C, reconoce que hasta las conversaciones m¨¢s banales de Twitter iluminan a muchas personas. Esto no quita que considere urgente repensar nuestra relaci¨®n con la tecnolog¨ªa. "Creemos grupos de reflexi¨®n locales para debatir sobre c¨®mo nos afectan, disfrutemos de un d¨ªa sin Internet a la semana, tengamos temporadas de desconexi¨®n, formemos parte del mundo moderno, pero sin evadirnos de ¨¦l", defiende desde la perspectiva de un apasionado de Internet (y sus chanzas).
El investigador no censura la lectura on line, ¡°nueva y liberadora¡±, con grandes est¨ªmulos de imagen, v¨ªdeo, sonidos e hiperv¨ªnculos; pero s¨ª asegura que este modo de consumir informaci¨®n est¨¢ haciendo mella en nuestro cerebro. ¡°Somos incapaces de atender a algo durante m¨¢s de dos minutos¡±, sentencia. Este abandono de la p¨¢gina impresa (a?o tras a?o decae la venta de libros en todo el mundo) ha llevado a catedr¨¢ticos de la Universidad de Northwestern (EE UU) a afirmar, en la Annual Review of Sociology, que la lectura masiva de novelas ha sido una breve anomal¨ªa de nuestra historia intelectual. ¡°Ese tipo de lectura vuelve a su antigua base social: una minor¨ªa que se perpet¨²a a s¨ª misma, lo que podr¨ªamos llamar la clase leyente¡±.
Orillando argumentos de cierto cariz esnob, docenas de estudios apuntan a una misma conclusi¨®n: cuando nos conectamos a la Red, entramos en un entorno que fomenta la lectura somera y el pensamiento superficial. Definitivamente, no es lo mismo leer un rato en el iPad que volver a intentarlo con Proust. ¡°Porque, si bien es cierto que es posible pensar profundamente mientras se navega por Internet, no es este el tipo de conducta que la tecnolog¨ªa recompensa¡±, sostiene Carr.
Este nuevo comportamiento tiene consecuencias neurol¨®gicas debido a la plasticidad de nuestros cerebros. Una investigaci¨®n publicada en Science, en 2009, lleg¨® a la conclusi¨®n de que ¡°todo medio desarrolla ciertas habilidades cognitivas en detrimento de otras¡±. Como escribe James Flynn, profesor em¨¦rito de Estudios Pol¨ªticos en la Universidad de Otago (Nueva Zelanda) en su libro ?Qu¨¦ es la inteligencia? (Tea Ediciones), cada vez somos m¨¢s expertos en resolver pruebas abstractas y visuales, pero nuestra capacidad para comunicar ideas profundas, explorar nuestros propios pensamientos o enfrentarnos a lecturas complejas ha ca¨ªdo en picado: ¡°No somos m¨¢s listos ni tontos que nuestros abuelos: tenemos cerebros diferentes¡±.
La multitarea tambi¨¦n es otra ventaja evolutiva promovida por las nuevas tecnolog¨ªas, sostiene el neur¨®logo David E. Meyer, de la Universidad de Michigan, que asegura que este revolotear entre bytes de forma r¨¢pida y dispersa nos har¨¢ muy efectivos para mantener 25 conversaciones a la vez. El peaje: una superficialidad que da v¨¦rtigo: ¡°Ya lo dec¨ªa S¨¦neca hace 2.000 a?os: estar en todas partes es como estar en ninguna¡±. Un estudio publicado en Psychological Science dibuja un panorama a¨²n menos halag¨¹e?o: cuanto m¨¢s distra¨ªdos nos volvemos, menos capaces somos de experimentar emociones sutiles, como la compasi¨®n y la empat¨ªa. O lo que es lo mismo, perdemos humanidad.
Somos cada vez m¨¢s infelices
En el primer cap¨ªtulo de la nueva temporada de Black Mirror, la terror¨ªfica serie de Charlie Brooker sobre el precio de dejarse dominar por las nuevas tecnolog¨ªas, los protagonistas son guapos y risue?os, habitan casas de cuento, combinan los colores como nadie, comen galletas con mordiscos sim¨¦tricos y nunca tienen ojeras. Sin embargo, resultan dolorosamente tristes. Tanto, como la vida en Instagram. Tanto, como lo que sugiere el perfil de Kim Kardashian, reina de Internet, que se deja admirar desde su p¨²lpito por m¨¢s de 85 millones de voyeurs, pero tan solo sigue a 105. ¡°Antes, los vac¨ªos existenciales se llenaban con una charla entre amigos. Ahora subes una foto a Instagram o escribes algo en Facebook. Y si entras despu¨¦s y no hay ning¨²n 'me gusta', te vienes abajo¡±, describe Stalman: ¡°Queremos ser escuchados y queridos¡±. A toda costa. Y si es por una Kardashian, mejor.
Sin embargo, buscamos en el tel¨¦fono lo que est¨¢ fuera de ¨¦l. ¡°Las conversaciones humanas son vivas, complicadas y exigentes y las limpiamos con la tecnolog¨ªa. Al hacerlo, ponemos un filtro, editamos una frase, repensamos un saludo, retocamos nuestro cuerpo¡ Es decir, sacrificamos la conversaci¨®n por la conexi¨®n¡±, ilustra Sherry Turkle, psic¨®loga del MIT, en una c¨¦lebre charla TED Juntos, pero solos. Ese decorado Crema o Valencia (nombres de filtros de Instagram), lejos de hacernos felices, fomenta la envidia y la frustraci¨®n, seg¨²n un estudio dirigido por el psic¨®logo Ethan Kross de la Universidad de Michigan. Solo unos pocos privilegiados pueden vivir sin el aplauso de la manada, y son aquellos que han invertido previamente y con ah¨ªnco en su amor propio, como afirman investigadores de la Universidad de Cornell de Nueva York.
¡°Si no tuiteas, no existes¡±, reza un cruel dicho digital. Y pocas son las espaldas que aguantan esta presi¨®n. La vida como un show, como un Factor X permanente, donde una chica de Nueva York, por ejemplo, se atrevi¨® hace un par de a?os a hacerse un selfie en el Puente de Brooklyn con un suicida de fondo para sumar unos cuantos likes. Es el selficentrismo como modo de vida: todo por el ¨²ltimo hit viral. ¡°Aunque nos parezca que a trav¨¦s de Instagram estamos mirando el mundo, es ¨¦l quien nos mira y valora a nosotros¡±, escribe Keen en Internet no es la respuesta (Catedral).
Esta mercantilizaci¨®n de las personas mina la confianza en el pr¨®jimo: ?lo que me cuentas es real o solo un post patrocinado? La generaci¨®n del milenio (j¨®venes de entre 18 y 35 a?os) arrastra unos niveles de confianza m¨¢s bajos que las generaciones anteriores, seg¨²n un informe del Centro de Investigaciones Pew de 2014: solo un 19% de este colectivo conf¨ªa en los dem¨¢s, en comparaci¨®n con el 31% de la generaci¨®n X (nacidos entre 1960 y 1980) y el 40% del baby boom (1945-1965).
Con todo, la soci¨®loga Sherry Turkle ve lugar para la esperanza, reservando espacios en casa libres de narcisismo. Lo explica: ¡°La tecnolog¨ªa digital acaba de arrancar. Tenemos tiempo de sobra para reconsiderar nuestra relaci¨®n con ella. No propongo que nos alejemos de los dispositivos, sino que los usemos de un modo m¨¢s consciente. Recuperemos espacios en el hogar para la charla o gozar de la soledad. Y encontremos la forma de ense?arlo a los hijos. Que el m¨®vil no nos aleje del aqu¨ª y del ahora¡±.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.