Carolina de M¨®naco, la princesa m¨¢s medi¨¢tica cumple 60 a?os
La hija de Raniero y Grace ha regresado a Montecarlo donde ejerce un poder en la sombra enfrentada a su cu?ada Charlene
Cuando Carolina de M¨®naco naci¨® se puso de moda el color amarillo para los beb¨¦s. Fue la primera se?al de que acababa de llegar al mundo una princesa diferente que iba a marcar tendencias y a revolucionar los cimientos de las viejas monarqu¨ªas europeas. Su nacimiento supuso, adem¨¢s, todo un revulsivo para el Principado que buscaba afianzarse como Estado tras la boda en 1956 de Raniero con la estrella de Hollywood Grace Kelly.
Los Grimaldi no son lo que se entiende como una familia real al uso, son unos arist¨®cratas de segunda fila que mantienen su posici¨®n por su enorme poder medi¨¢tico y habilidad para hacer negocios. La estrella de la familia es desde hace 60 a?os Carolina. El pr¨®ximo lunes 23 de enero celebra su aniversario y lo hace de manera tranquila lejos de los vaivenes que han protagonizado su existencia. Ha regresado a Montecarlo donde vive con su hija menor Alexandra y presume de su papel de abuela de tres nietos y otro que est¨¢ en camino. A diferencia de otras famosas, ha hecho de sus arrugas una declaraci¨®n de intenciones aunque no ha renunciado a seguir estando en la lista de las mujeres m¨¢s elegantes y a ser la eterna musa de Karl Lagerfeld. Ni su hija Carlota Casiraghi ha conseguido arrebatarle el puesto, y, menos a¨²n, su cu?ada Charlene.
Es un secreto a voces que Carolina y la esposa de su hermano Alberto no se soportan. No lo disimulan, y en cuanto pueden se evitan. Son sonadas las ausencias de una y otra en acontecimientos importantes como el Baile de la Cruz Roja o las bodas familiares. Y cuando salen al balc¨®n de palacio en los acontecimientos importantes ni se cruzan una mirada.
Carolina es elegante, simp¨¢tica, educada pero tambi¨¦n, dicen los de su entorno, ambiciosa, cabezota, altiva y conspiradora. No cree que Charlene est¨¦ a la altura del papel que ocupa. Y si al principio la acogi¨® fue porque pens¨® que pod¨ªa tutelarla, pero la exnadadora sudafricana no se ha dejado. Reafirmada en su puesto de primera dama de M¨®naco tras ser madre por partida doble no admite ingerencias de Carolina. En medio de las tensiones familiares, Alberto ejerce el papel de mediador.
Carolina fue una princesa rebelde que se cas¨® con un playboy ante el disgusto de sus padres, que enviud¨® prematuramente del padre de sus tres hijos mayores, que vivi¨® un sonado romance con el actor Vincent Lindon y que se lio con Ernesto de Hannover, el marido de una de sus mejores amigas. Desde que se separ¨® de Hannover, su tercer marido, no se le ha conocido ninguna relaci¨®n. De hecho, no est¨¢ divorciada por lo que sigue manteniendo su t¨ªtulo de alteza real, que es m¨¢s importante que el que tiene por ser una Grimaldi. Dicen que esa fue una de las condiciones que le impuso al conflictivo arist¨®crata, que batalla con poco ¨¦xito contra sus adicciones.
La princesa rebelde es ahora una mujer madura que disfruta de una intensa vida cultural y apoya a sus hijos en los negocios y en los proyectos solidarios que emprenden. Ella fue la precursora de una generaci¨®n de pr¨ªncipes hippie chic que han entendido la realeza como una manera de vivir m¨¢s que como una tarea de representaci¨®n.
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