Un viaje hacia la nada
Europa a¨²n es sin¨®nimo de salvaci¨®n para muchos refugiados, pero m¨¢s de 62.000 siguen hoy bloqueados en Grecia
Imad no escatima en detalles cuando explica por qu¨¦ ha recorrido miles de kil¨®metros hasta llegar a las playas de la isla griega de Lesbos. Se baja sin pudor sus bermudas naranjas y muestra el arbitrario mapa de cr¨¢teres que le recorren el muslo. Antes de hablar se pasa la mano por la frente y mira hacia el cielo, como paladeando de nuevo la angustia de ese momento. ¡°Todo parec¨ªa tranquilo. Yo estaba trabajando como cada d¨ªa¡±, dice con el gesto estremecido, ¡°y entonces not¨¦ ese calambre en mi espalda. Sent¨ª como un electroshock¡±. R¨¢pidamente, los vecinos le tumbaron sobre una de las carretas de verduras. ¡°La gente sabe c¨®mo actuar en esos momentos ya que las ambulancias suelen tardar mucho¡±, aclara resignado.
Trabajar cargando mercanc¨ªas sobre una carretilla en el mercado de Karaj-Al-Hajz, una de las avenidas m¨¢s comerciales de Alepo, es trabajar con un ojo puesto en la carga y el otro chequeando la incertidumbre a cada paso. La avenida hac¨ªa frontera entre dos bandos en conflicto: el de las tropas gubernamentales y el de las milicias del Ej¨¦rcito Libre.
Cuando parece que va a perderse en el dolor del recuerdo, Imad (35 a?os) vuelve y explica: ¡°Un disparo es como una descarga el¨¦ctrica. La bala del francotirador me entr¨® por el gl¨²teo y me sali¨® por la ingle¡±. Y a?ade con la mirada perdida: ¡°Me destroz¨® la pelvis y el f¨¦mur¡±. Tras siete operaciones en Turqu¨ªa, los m¨¦dicos le pusieron varias pr¨®tesis de metal. Pero no puede apenas andar. ¡°Necesito una operaci¨®n m¨¢s, porque esta pierna es cinco cent¨ªmetros m¨¢s corta¡±, explica. ¡°Espero poder operarme en Europa¡±.
Europa es sin¨®nimo de esperanza y salvaci¨®n en el brillo de los ojos de Imad. Y tambi¨¦n en los de la mayor¨ªa de refugiados nada m¨¢s tomar tierra, despu¨¦s de cruzar en un bote de pl¨¢stico los 10 kil¨®metros de mar que separan las costas turcas de las playas de Lesbos. Pero tierra adentro, la realidad les golpea y no tardan en cambiar la ilusi¨®n por el asombro cuando descubren que no se destinan apenas recursos para acogerlos.
Lo que dicen las cifras
Este abandono lo podr¨ªan confirmar los m¨¢s de 62.000 refugiados todav¨ªa hoy bloqueados en tierras griegas, hacinados en centros de acogida o a la fr¨ªa intemperie bajo una carpa de tela. Y lo confirman tambi¨¦n las cifras oficiales, que indican sobre todo un problema de falta de voluntad pol¨ªtica por encontrar soluciones humanitarias a la crisis.
En septiembre de 2015 los pa¨ªses miembros de la UE se compromet¨ªan a redistribuir en dos a?os a 160.000 de los refugiados con derecho a asilo que ya se encontraban en territorio europeo, para as¨ª repartir el esfuerzo. Un a?o despu¨¦s tan s¨®lo se han recolocado a 8.741. Espa?a ha acogido ¨²nicamente a 898 de los 17.300 que se comprometi¨®. En cambio, la UE s¨ª ha tenido una clara iniciativa en dos acciones: por un lado, externalizando el problema a terceros pa¨ªses con dudosa reputaci¨®n en el respeto a los DDHH. Y por otro, construyendo m¨¢s muros.
Si los Gobiernos europeos facilitasen pasos seguros y procedimientos que permitan solicitar asilo desde los pa¨ªses lim¨ªtrofes con las zonas de conflicto, como marcan los tratados internacionales, los refugiados no tendr¨ªan que ponerse en manos de las mafias traficantes y arriesgar sus vidas para cruzar el Mediterr¨¢neo. Seg¨²n cifras de Acnur, en 2015 fallecieron ahogadas en estas aguas m¨¢s de 3.700 migrantes mientras trataban de alcanzar Europa. En 2016 ya han sido m¨¢s de 5.000 los ahogados.
En Europa se han construido 1.200 kil¨®metros de vallas anti-inmigrantes. La mayor parte, antes de 2015
Algunas rutas, como la del Mediterr¨¢neo occidental, se han cerrado tras el acuerdo con Turqu¨ªa o por las vallas levantadas. Pero esto no soluciona el conflicto, s¨®lo lo desplaza a otras zonas. E incrementa las dificultades, las distancias y el riesgo para hombres, mujeres y ni?os, cuyo ¨²nico crimen es buscar una vida mejor o simplemente salvar sus vidas.
¡°Mi sue?o es encontrar paz. Nada m¨¢s¡±
¡°All¨ª cuando sales a la calle nunca sabes si vas a volver a casa. Ten¨ªa miedo de que alguien me matara¡±, dice Halid (48 a?os), que perdi¨® una pierna en Daraa (Siria) al caer una bomba sobre su casa. ¡°Decid¨ª escapar cuando vi c¨®mo otra bomba alcanzaba a 12 personas. Pero lo peor fue que nadie pudo socorrerles porque hab¨ªa dos francotiradores que nos imped¨ªan acercarnos¡±, explica con tristeza. ¡°Varios de ellos estuvieron dos d¨ªas agonizando antes de morir. Ese d¨ªa decid¨ª marcharme. Me di cuenta de que est¨¢bamos perdiendo la humanidad¡±. Halid reflexiona mientras escarba con sus muletas un par de cent¨ªmetros de arena firme bajo los cantos de la playa. ¡°En Siria unos mor¨ªan y otros viv¨ªan, pero los que viv¨ªamos est¨¢bamos tambi¨¦n muriendo poco a poco. Quiero encontrar paz en Europa. Mi sue?o es encontrar paz. Nada m¨¢s¡±.
La guerra ha desplazado de su hogar a 11 millones de sirios, obligando a salir del pa¨ªs a casi cinco millones. La visi¨®n del conflicto que ofrecen los medios parece ce?irse a la lucha de dos bandos principales: el r¨¦gimen y los rebeldes. En cambio, Ahmad, un estudiante de arquitectura sirio de 20 a?os, sostiene tras desembarcar en Europa que en Siria "hay cinco bandos luchando entre s¨ª", y a?ade: "yo no me siento pr¨®ximo a ninguno. Y eso es casi m¨¢s peligroso. Porque entonces te conviertes en sospechoso para todos los bandos. Alepo estaba plagada de puestos de control. Cada vez que cruzaba uno me ped¨ªan mi carnet, me miraban de arriba abajo y me preguntaban:
¡ª ?De qu¨¦ bando eres? Pareces islamista.
¡ª No, yo solo soy estudiante.
¡ª ?Por qu¨¦ no est¨¢s luchando? A tu edad deber¨ªas estar luchando.
¡ª Es que yo s¨®lo quiero ser arquitecto.
En el siguiente puesto de control me paraban los de otro bando y me preguntaban lo mismo. Y as¨ª un control tras otro".
Ahmad reflexiona en alto: ¡°?Por qu¨¦ esta guerra? No lo s¨¦. S¨®lo s¨¦ que la gente se mata porque el odio est¨¢ en sus corazones¡±. Por eso decidi¨® irse a Turqu¨ªa. Encontr¨® empleo en Estambul haciendo zapatos. Pero, seg¨²n cuenta, no le pagaban o le pagaban menos de lo acordado. ¡°Cuando dices que eres sirio, te responden ¡®t¨² no eres nadie¡¯. Te tratan como un esclavo. As¨ª que decid¨ª venirme a Europa¡±.
Externalizaci¨®n, o c¨®mo lavarse las manos
Despu¨¦s del fallido intento de coordinar una respuesta ¨²nica a la crisis de refugiados, la UE parece decantarse por externalizar el problema. As¨ª, en marzo de 2016 firm¨® un tratado con Turqu¨ªa para que ¨¦sta contuviera el flujo de refugiados desde sus costas a cambio de 3.000 millones de euros. En Junio de 2016 la UE tambi¨¦n destin¨® fondos al entrenamiento de la guardia costera libia para que ella misma evitara la salida de barcas desde la costa. Negociaciones con Egipto concedieron tambi¨¦n a este pa¨ªs 12 millones de euros para labores de contenci¨®n. Otro tratado con Afganist¨¢n permitir¨¢ devolver refugiados afganos rechazados en Europa a cambio de cinco millones de euros. La mitad de las provincias de Afganist¨¢n est¨¢n gobernadas por la violencia, seg¨²n un informe de Human Rights Watch (HWR). Gran parte de su poblaci¨®n emigr¨® primero a Pakist¨¢n e Ir¨¢n, pero ambos pa¨ªses se han mostrado hostiles hacia los afganos, haci¨¦ndoles retornar o simplemente neg¨¢ndoles acceso a la sanidad y la educaci¨®n.
Mirza (26 a?os) es un claro ejemplo de este desamparo. Aunque naci¨® y viv¨ªa en Ir¨¢n, no estaba legalmente en este pa¨ªs, dado que su familia es afgana. Cuenta que despu¨¦s de trabajar toda su vida como sastre en una f¨¢brica de pantalones, Ir¨¢n comenz¨® a negar la renovaci¨®n de los papeles a los afganos de origen, incluso a los nacidos en el propio Ir¨¢n. Por lo que ¨¦l y su familia tuvieron que volver a Afganist¨¢n. ¡°All¨ª la situaci¨®n no es buena¡±, dice. Tras cuatro a?os sobreviviendo sin trabajo y ante la inestabilidad pol¨ªtica, decide marchar a Europa con toda su familia.
Mirza cuenta la etapa final de su viaje hasta alcanzar Grecia mientras la ropa se le seca al sol sobre los duros cantos de piedra de una playa de Lesbos. ¡°Tras cuatro horas de autob¨²s desde Izmir (Turqu¨ªa) llegamos de noche a la costa¡±, explica. Al amanecer los traficantes les juntaron por grupos. ¡°Cuando nos estamos subiendo al bote nos damos cuenta de que no cabemos. La capacidad m¨¢xima de esos botes es de 40 personas, ?y eramos 54!¡±, exclama. ¡°As¨ª que tuvimos que deshacernos de la mayor parte del equipaje porque ve¨ªamos que la barca se hund¨ªa con tanto peso¡±.
?Mis pantalones y mi camiseta son mis ¨²nicas pertenencias. No tengo nada m¨¢s Mirza, refugiado afgano-iran¨ª de 26 a?os.
Algunos padres suplicaron. Necesitaban las mochilas de sus beb¨¦s, por lo que tuvimos que dar prioridad sus equipajes. ¡°Por eso mi mochila se qued¨® en la otra orilla¡±, dice con resignaci¨®n. ¡°Mis ¨²ltimas pertenencias estaban ah¨ª. Y aqu¨ª me ves. As¨ª he llegado a Europa. Mis pantalones y mi camiseta son mis ¨²nicas pertenencias. No tengo nada m¨¢s¡±.
Mirza me explica las t¨¢cticas de la Guardia Costera Turca. ¡°Lo que te voy a contar lo vi con mis propios ojos desde la orilla¡±, aclara. ¡°El bote que nos preced¨ªa fue acosado por la guardia costera. La patrulla turca le pasaba cerca para que las olas de su lancha lo inundaran. Pero como vieron que no daba resultado, se aproximaron al bote y un guardia arrebat¨® a una de las madres el beb¨¦ que ¨¦sta portaba en sus brazos. La patrulla retrocedi¨® hacia las playas turcas con el beb¨¦ secuestrado. La madre gritaba y lloraba de p¨¢nico. Finalmente, la estrategia funcion¨®. El bote de refugiados regres¨® para poder recuperar al ni?o¡±.
Europa, la fortaleza
A pesar de que el derecho internacional obliga a acoger a los refugiados de guerra, no parece que los dirigentes europeos est¨¦n dispuestos a hacerlo. Seg¨²n datos de la agencia Reuters, en Europa se han construido 1.200 kil¨®metros de vallas anti-inmigrantes desde la ca¨ªda del muro de Berl¨ªn. La mayor parte, levantadas a partir de 2015.
El ejemplo lo est¨¢n dando otros pa¨ªses. S¨®lo Turqu¨ªa ha acogido a 2.5 millones de refugiados sirios desde el comienzo del conflicto armado. L¨ªbano, con un territorio tan grande como Navarra, ha acogido a 1.5 millones. A Europa en cambio han llegado un mill¨®n de migrantes en 2015. Lo que tan s¨®lo representa el 0,2% del total de la poblaci¨®n europea.
A estas alturas, cualquiera podr¨ªa preguntarse si los valores de solidaridad sobre los que se construy¨® la UE han llegado a su fin. Si se han convertido en papel mojado. Cuando Europa vive quiz¨¢ el mayor desaf¨ªo desde su creaci¨®n, cualquiera podr¨ªa afirmar que algo se ha quebrado definitivamente en ella. Que su viaje, como el trayecto de las miles de personas que huyen de la guerra, tambi¨¦n fue un viaje hacia la nada.
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