¡®El gringo loco¡¯: el doctor de los campesinos de Cochabamba
El m¨¦dico italiano Pietro Gamba trata de suplir al sistema sanitario p¨²blico de Bolivia donde no llega
¡°Qu¨¦ pena que esta noche no se vean las estrellas aqu¨ª, en Challviri. Porque con ellas habr¨ªais entendido enseguida toda mi historia¡±. Pietro Gamba se sienta en el suelo en la penumbra de la peque?a cocina, junto al horno de barro. Come sopa de patatas con su amigo Ren¨¦, el due?o de estos tres locales de tierra cruda, sin suelo, alrededor de un patio en el que escarban patos, gatos y ni?os. El fr¨ªo h¨²medo aturde. El cielo es un pa?o de nubes desde esta ma?ana, cuando Pedro condujo durante cuatro horas hasta aqu¨ª arriba, a 3.800 metros, sobre los Andes, oyendo varias veces la canci¨®n Historia de amor, de Adriano Celentano. Una coincidencia rom¨¢ntica, porque precisamente entre las 300 familias campesinas de Challviri diseminadas entre laderas, torrentes y campos de patatas, comenz¨® su historia de amor con Bolivia.
Hoy, este m¨¦dico italiano de 64 a?os al que alguien llam¨® El gringo loco, ha vuelto de nuevo aqu¨ª solo para hacer una visita de cortes¨ªa a sus viejos amigos y, en cambio, ha acabado poniendo inyecciones a la anciana Gertrudis, que llevaba horas esper¨¢ndolo sentada en la hierba, ante la puerta de Ren¨¦; le ha tomado la tensi¨®n a Florencia, que acaba de dar a luz en casa a su octavo hijo; ha revisado los pulmones de don Jos¨¦, un patriarca nonagenario que siempre lo llama Pedrito, y ha distribuido entre los ni?os pomadas para la sarna. Por ¨²ltimo, se ha puesto hecho una furia en el centro de salud estatal por culpa de un tubo de agua que pierde desde hace dos a?os: el Gobierno se ha olvidado, y los pacientes tienen que vadear un reguero de barro bajo la mirada desinteresada de la ¨²nica doctora, que pronto coger¨¢ el permiso de maternidad, de modo que la gente de Challviri tendr¨¢ que volver a viajar hasta el hospital de Cochabamba, a tres horas en coche de aqu¨ª, para ver al m¨¦dico. ¡°?Ves al Evo?¡±, as¨ª llama Pedro a Evo Morales, presidente de Bolivia. ¡°Sobre el papel garantiza servicios a todos, pero la realidad es que los campesinos est¨¢n abandonados¡±.
En 1987, pensando en los campesinos pobres y a menudo analfabetos, el m¨¦dico italiano cre¨® un hospital de excelencia en Anzaldo, un pueblo de 8.000 habitantes en el altiplano central
Alrededor del 38% de la poblaci¨®n boliviana vive por debajo del umbral de la pobreza y en 1987, pensando precisamente en ellos, en los campesinos pobres y a menudo analfabetos, el m¨¦dico italiano cre¨® un hospital de excelencia en Anzaldo, un pueblo de 8.000 habitantes en el altiplano central, entre campos de quinoa color p¨²rpura y bosques ralos de eucalipto. Hoy en d¨ªa, su Fundaci¨®n Pietro Gamba es el punto sanitario de referencia para 100.000 personas entre el departamento de Cochabamba y el alto Potos¨ª. Sin embargo, los pacientes llegan de toda Bolivia, porque saben que el doctor Pedro cobra barato y que, si no puedes pagar, desde luego no va a dejar que te mueras. Ayer, por ejemplo, el joven Javier, llorando, ense?aba al m¨¦dico el historial cl¨ªnico de su esposa: el hospital p¨²blico le ped¨ªa 8.000 d¨®lares por tratarle el coraz¨®n, una cifra que la pareja ni siquiera sabe calcular.
Pietro Gamba, que conserva la energ¨ªa y el entusiasmo de un joven, siempre consigue cuadrar las cuentas de su hospital, gracias a una red de donantes privados y de amigos solidarios de Italia y Suiza. ¡°Ll¨¢melo suerte, si quiere, yo prefiero llamarlo providencia¡±, sonr¨ªe. Y cuando, durante uno de sus viajes a Italia para visitar a la familia y conseguir fondos, oy¨® que lo comparaban con Albert Schweitzer, un pionero de la medicina misionera en ?frica y Premio Nobel de la Paz, se asombr¨® sinceramente: "No me suban tan alto: si luego caigo, me har¨¦ da?o de verdad¡±. Para ¨¦l, el m¨¦rito del ¨¦xito del hospital es de la gente de Challviri. Y de sus estrellas.
Todo empez¨® cuando Pietro ten¨ªa 20 a?os y dej¨® a su numerosa familia campesina y su trabajo de obrero en la f¨¢brica, cerca de B¨¦rgamo, en el norte de Italia, con el ¨²nico fin de evitar el servicio militar. En aquella ¨¦poca, la ley italiana establec¨ªa penas de prisi¨®n para los que se negasen, por lo que busc¨® la ayuda de un amigo sacerdote, que le ofreci¨® una soluci¨®n: lo mandar¨ªa a Bolivia a condici¨®n de que el joven hiciese voluntariado en una de sus misiones. En 1975, Pietro Gamba embarc¨® rumbo a Sudam¨¦rica, adentr¨¢ndose en la miseria profunda de Challviri durante tres a?os. ¡°Ayudaba a la gente en el trabajo del campo y a construir la escuela¡±, dice. ¡°Ense?aba espa?ol a los ni?os, que solo hablaban quechua, la lengua de los indios. Durante meses com¨ª solo patatas, soport¨¦ el fr¨ªo y la lluvia, mastiqu¨¦ coca para aguantar la altitud, cog¨ª la sarna y, a pesar de todo, aprend¨ª a amar a la Pacha Mama, su Madre Tierra. Me apasion¨® esta comunidad compacta, solidaria, entregada a los valores de respeto, trabajo duro, honestidad absoluta. Andaba durante 12 horas hasta la ciudad y tra¨ªa aqu¨ª medicinas. Un d¨ªa me pidieron que curara el brazo quemado de un ni?o. El curandero, el sant¨®n local, lo hab¨ªa embadurnado de esti¨¦rcol: yo, sin saber medicina, limpi¨¦ la herida y apliqu¨¦ una pomada. Funcion¨®. Empezaron a llamarme doctor, pero segu¨ªa siendo solo un obrero¡±. Cuando una epidemia de sarampi¨®n mat¨® a muchos ni?os, una noche, mientras miraba las estrellas, Pietro sinti¨® que se le cruzaba un pensamiento descabellado: ¡°?Y si me convirtiera en un m¨¦dico de verdad para ayudar a estos indefensos? Cuanto m¨¢s hu¨ªa de la idea, m¨¢s dentro se me met¨ªa. Fue una decisi¨®n muy dif¨ªcil. El ¨²nico consuelo me ven¨ªa de las estrellas, de esa inmensidad inalcanzable: me susurraban que todo en la vida tiene un sentido, y que no eres t¨² quien lo determina¡±.
La Fundaci¨®n Pietro Gamba es el punto sanitario de referencia para 100.000 personas entre el departamento de Cochabamba y el alto Potos¨ª
De modo que Pietro volvi¨® Italia, a los 32 a?os se licenci¨® en medicina con la nota m¨¢s alta y se precipit¨® de nuevo a su Bolivia con 25.000 d¨®lares donados por sus amigos italianos y un pacto no negociable consigo mismo: abrir un buen hospital para los campesinos. Hoy, despu¨¦s de superar innumerables obst¨¢culos, su equipo (tres m¨¦dicos, cuatro enfermeras y los mejores cirujanos bolivianos, que prestan sus servicios para las operaciones m¨¢s delicadas) realiza 160 operaciones al a?o y recibe a 15 personas al d¨ªa, adem¨¢s de las visitas que realiza en el todoterreno ambulancia por los valles del r¨ªo Caine y los rincones m¨¢s escondidos del altiplano, en casas con techo de paja y macizos de dalias rosas a la entrada. Aqu¨ª una de las enfermedades m¨¢s corrientes es el mal de Chagas: causado por un par¨¢sito que se transmite a trav¨¦s de un insecto que vive en los adobes, los ladrillos de barro de las viviendas m¨¢s pobres, que retuerce los intestinos. Y luego la tuberculosis, la malaria y las infecciones causadas por la desnutrici¨®n y la poca higiene.
Los equipos de diagn¨®stico son de segunda mano, procedentes de los hospitales italianos, en muy buenas condiciones. El laboratorio de an¨¢lisis es el reino de Macchi, la incansable esposa de Pietro: Margarita Torrez, boliviana de Oruro. Otra historia de amor florecida en Challviri donde ella, estudiante de bioqu¨ªmica, acab¨® durante una excursi¨®n con amigos. ¡°Nuestra boda, en 1991, la organiz¨® la gente de Anzaldo¡±, recuerda Margarita. Es ella la que se asegura de que se trate a los pacientes con amabilidad y respeto, sin hacer distinciones entre ricos y pobres. Y ella la que lima las asperezas del car¨¢cter de Pietro, que es impulsivo y al¨¦rgico a la paciencia. Silvia, la mayor de sus cuatro hijas, estudia medicina y qui¨¦n sabe si en un futuro ocupar¨¢ el lugar de su padre.
En el hospital de Anzaldo, la sala de espera es una paleta de mujeres con mantas aguayo sobre los hombros, sombreros de paja de ala ancha adornados con flores artificiales y blusas bordadas. Una de ellas llora porque su sexto hijo naci¨® con labio leporino y es incapaz de succionar la leche de su pecho: Pietro la tranquiliza, le dice que alimentar¨¢n artificialmente al beb¨¦, que luego lo operar¨¢n, y que no se ver¨¢ obligada a dejarlo morir, como el m¨¦dico ha visto hacer a tantas madres desesperadas. Pero Pietro est¨¢ preocupado por un caso m¨¢s grave: Ra¨²l, un ni?o de 10 a?os con una osteomielitis que le ha dejado la pierna izquierda m¨¢s corta. ¡°El padre no conf¨ªa en nosotros, prefiere al curandero tradicional. He reunido a toda la comunidad para que lo convenza de que me permita operarlo, pero no ha cedido¡±. A¨²n hoy, despu¨¦s de haber pasado toda una vida en este altiplano, de hablar quechua con fluidez y de conocer ¨ªntimamente el car¨¢cter de los campesinos, Pietro choca contra muros culturales, que son los que hacen m¨¢s da?o. ¡°Tambi¨¦n antes la gente pensaba que la enfermedad de Chagas era provocada por una figura diab¨®lica que llega por la noche para sacar la grasa del recto de la v¨ªctima y hacer hostias de misa, en una mezcla de cristianismo y espiritismo. Pero ahora todos saben que es una enfermedad que se puede tratar. Con el padre de Ra¨²l no he sido capaz de superar la barrera de la superstici¨®n¡±.
Adem¨¢s de la falta de medios y la pobreza, una de las grandes barreras es la cultural: muchas veces las supersticiones privan a los enfermos de tratamientos que podr¨ªan curarles
El peque?o Ra¨²l est¨¢ en la escuela: Pietro va a verlo y lo observa mientras camina torcido, apoyado en una muleta de madera astillada. Decide que seguir¨¢ insistiendo con su padre, ¡°no se puede privar a Ra¨²l de sus derechos¡±. El gringo loco es as¨ª: siempre hacia adelante, con su filantrop¨ªa de misionero cimentada en el orgullo de cient¨ªfico. ¡°No pretendo ser un h¨¦roe, pero quiero ver una chispa de futuro en lo que estoy haciendo¡±. ?Y cu¨¢l es el futuro, doctor Gamba? ¡°Llegar a ser a¨²n m¨¢s hospital de pobres, logrando que nadie tenga que pagar, para que esta gente no sea pasto de quienes se lucran con su salud, incluida la sanidad p¨²blica¡±. Pietro cree en la Providencia, y en una ¨¦tica f¨¦rrea que le impulsa a trabajar sin descanso, con un humor envidiable y una broma siempre a punto. Es la fuerza de ¨¢nimo que absorbi¨® en Challviri en su juventud, ante el espect¨¢culo de las estrellas sobre los Andes que ¡ªest¨¢ convencido de ello¡ª tienen el poder m¨¢gico de guiar a cada persona hacia la aut¨¦ntica meta de su vida.
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