Elogio a la paternidad imperfecta
El ni?o no es un trofeo deseado y pre-dise?ado para cumplir con los dulces sue?os de una maternidad o paternidad id¨ªlica
Cuando debatimos sobre estilos parentales, tendemos a polarizar el discurso, echando mano de caricaturas como las del cruel padre ¡°tigre¡±, del obsesivo ¡°padre helic¨®ptero¡±, del padre ¡°excesivamente permisivo¡±, del ¡°pasota¡±, para nombrar algunos clich¨¦s. El padre tigre es autoritario y no duda en despertar a sus v¨¢stagos a las 4 de la ma?ana para hacerles ensayar viol¨ªn dos horas, antes de lanzarles para una carrera parecida a la de un peque?o ejecutivo estresado. El padre helic¨®ptero no deja que se suban a un ¨¢rbol o que exploren solos en el bosque, no vaya a ser que se caigan, que se manchen, o que se asusten viendo una ardilla. El padre excesivamente permisivo, se dedica a inculcar a su hijo la idea de que el mundo se ha de comportar como ¨¦l quiere, en caso contrario la culpa es del mundo cruel e injusto que no entiende y no respeta c¨®mo se siente, y el ni?o tiene todo el derecho a rebelarse contra la autoridad, que nunca es leg¨ªtima. El padre pasota es aquel que dedica todas sus energ¨ªas en colocar a sus hijos en manos de terceros el m¨¢s largo tiempo posible, mientras pase la infancia, esa etapa que ¨¦l considera de demasiados dolores de cabeza.
?Con qu¨¦ estilo te identificas? Seguramente con ninguno. Esos estilos de crianza son, en realidad, caricaturas o etiquetas que nos ayudan a entender por qu¨¦ algunos extremos pueden hacer da?o a los ni?os. El problema empieza cuando, por ignorancia, usamos esas etiquetas para describir estilos de crianza que contribuyen al BUEN desarrollo del ni?o. Cuando etiquetamos a padres, asoci¨¢ndoles injustamente con unos u otros de esos estilos de crianza, por sacar algunos elementos fuera de contexto, o por no saber matizar por edad lo que es propio de una etapa o de otra, reproch¨¢ndonos unos a otros de ejercer una paternidad siempre imperfecta. ?Ejemplos?
Acompa?ar a un ni?o ayud¨¢ndole a tomar buenas decisiones no nos convierte necesariamente en padres permisivos. Poner reglas en casa, como por ejemplo que uno ayude a poner la mesa, o que tenga un horario para practicar el piano, tampoco nos convierte en un padre tigre y autoritario. Impedir que un hijo temerario se suba a un ¨¢rbol de 60 metros no nos convierte en padre helic¨®ptero. Dejar que un ni?o de 7 a?os juegue libremente y sin supervisi¨®n en el jard¨ªn de casa mientras hacemos otra cosa, no nos convierte en padres permisivos o pasotas. Dar el pecho hasta los 2 a?os, llevarse al beb¨¦ a todas partes y decidir de no escolarizarle hasta los 6 no nos convierte en madre hist¨¦rica o helic¨®ptero. Exigir que un ni?o sea honesto, amable y no pegue nunca a sus hermanos no nos convierte en padres crueles y jer¨¢rquicos. Y atender a un beb¨¦ que llora, o recoger y dar ¨¢nimo a un ni?o que tiene dificultad en el colegio o que es v¨ªctima de acoso, no es sobreproteger.
Educar no es algo matem¨¢tico. La vida es m¨¢s rica que encasillarse en una u otra categor¨ªa de estilos de crianza. Lo l¨®gico es que encontremos un poco una mezcla de todo y de m¨¢s cosas, adem¨¢s de muchas luces y sombras con las que uno mismo intenta luchar y lidiar cada d¨ªa en el af¨¢n de superarse deseando lo mejor para unos hijos para quienes dar¨ªamos la vida. No, nadie nos dijo que la educaci¨®n de nuestros hijos iba a ser f¨¢cil, y que ¨ªbamos a sufrir tanto por culparnos de todo lo que no sale como estaba previsto. ?Ay!, esa culpabilidad¡ En ella est¨¢ el secreto del ¨¦xito de la ¡°industria del consejo empaquetado¡±. S¨ª, s¨ª, gente a la que se les paga por decirnos exactamente lo que hemos de hacer y lo que no, para que nuestros hijos obedezcan, coman, duerman y, sobre todo, que utilicen la tecnolog¨ªa de forma perfectamente responsable. Lo llaman ¡°manual definitivo de la crianza¡±, como si la crianza fuese un m¨¦todo r¨ªgido, algo cerrado a la libertad del educado. Pues no. Mala noticia para los padres tigres, autoritarios o ¡°que lo saben todo¡±. Pues que se esperen a ver el rebote. No existen padres perfectos, y si nos dicen que existen, yo sospechar¨ªa de ellos, porque si nunca se equivocan, entonces nunca rectifican. Entonces que se preparen para tener ni?os peligrosamente soberbios, lo que es un signo claro de que sus padres no eran perfectos educadores. El manual perfecto de crianza tampoco existe, y por una raz¨®n bien sencilla: las personas que escriben esos libros no conocen a nuestros hijos. ?De verdad que para educar a alguien hay que conocerle? La pregunta puede parecernos surrealista, pero no lo es tanto, en un modelo educativo cada vez m¨¢s digital. La educaci¨®n verdadera empieza, por un lado, con el conocimiento que tiene un padre de su hijo y, por otro lado, por esa sensibilidad parental, que se desarrolla a base de estarse tiempo con ¨¦l. Mala noticia para el padre pasota.
Los consejos gen¨¦ricos que no toman en consideraci¨®n la edad y las circunstancias del ni?o no sirven. Por ejemplo, antes de los dos a?os, una exigencia mal entendida puede interferir con el v¨ªnculo de apego, tan necesario para el buen desarrollo de la persona. Despu¨¦s de los 3 a?os, los padres deber¨ªan empezar a exigir gradualmente, en virtud del v¨ªnculo de apego, que es la base para la confianza, y ¨¦sta es la base para la autoridad. Cuando pretendemos solucionar los problemas a base de consejos ¡°para todos¡±, sin entender a los ni?os en general y en particular, nos perdemos en la mec¨¢nica y nos olvidamos del fin de la educaci¨®n. En definitiva, todo ir¨ªa bastante mejor si nos olvid¨¢ramos del ¡°c¨®mo¡±, del ¡°qu¨¦¡± o de las etiquetas, y empez¨¢ramos a preguntarnos por el ¡°por qu¨¦¡± y el ¡°para qu¨¦¡± de la educaci¨®n. Educar no es conseguir un ni?o a la carta o un peque?o Einstein. El ni?o no es un trofeo deseado y pre-dise?ado para cumplir con los dulces sue?os imaginados de una paternidad o de una maternidad id¨ªlica y ut¨®pica. Si fuera as¨ª, claro que no tardar¨ªamos en arrepentirnos. Dej¨¦monos de utop¨ªas y de dar vueltas como los helic¨®pteros. Educar es ser jardinero. Eso no quiere decir que no haya que podar, quitar algunas malas hierbas de vez en cuando y velar para que no se acerquen demasiado los caracoles de las tiernas hojas¡ Y no quiere decir que no nos vayamos a equivocar jam¨¢s podando demasiado o no suficientemente. Es curioso, porque a pesar de la imperfecci¨®n del jardinero, las hojas siguen creciendo, como el bosque vuelve a explotar en la primavera despu¨¦s de la helada. Educar es ayudar a otro ser libre a desear lo bello, creciendo todo lo que permite su naturaleza, hacia arriba.
Tener un hijo, es una apuesta tan grande como es la libertad del que traemos al mundo. Es dejar entrar en tu coraz¨®n otro ser libre, que puede inundar tu vida de sentido, a la vez que te puede dejar el coraz¨®n patas arriba, o dej¨¢rtelo incluso deshecho a pedazos. Y no me refiero a quitarte calidad de vida, que eso, para quien entiende lo que implica la paternidad, francamente es lo de menos. Tener un hijo es uno de los riesgos m¨¢s maravillosos del mundo. Es la mayor locura que hayamos cometido nunca. Pero nuestra naturaleza es tan curiosamente hecha que volvemos a repetir esa locura, una y otra vez.
*Por Catherine L¡¯Ecuyer, autora de Educar en el asombro. Blog de la autora: http://apegoasombro.blogspot.com.es
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