?Por qu¨¦ los hombres comen carne y las mujeres ensalada?
Las prote¨ªnas de un un jugoso filete de buey son perfectas para la musculatura masculina... ?o quiz¨¢ esto es solo un mito?
Podr¨ªa parecer un clich¨¦, pero la escena sucede m¨¢s a menudo de lo que pensamos: un hombre y una mujer acuden juntos a un restaurante y piden un chulet¨®n y una ensalada. Cuando llega la comanda, el camarero intuitivamente tiende a dejar la carne ante el hombre y la sana lechuga con tomate frente a la mujer. ?Por qu¨¦? ?No puede ser que la mujer haya pedido un filete de buey a la piedra? ?Tenemos cierto sesgo de g¨¦nero en los h¨¢bitos nutricionales y convenciones sociales?
Seg¨²n un panel de bi¨®logos y nutricionistas de la Autoridad Europea para la Seguridada de los Alimentos (EFSA), no existe evidencia cient¨ªfica que justifique un mayor consumo de prote¨ªnas animales en los hombres. ¡°El ser humano ha evolucionado en un contexto en el que la comida no ven¨ªa etiquetada para hombres o mujeres", explica Luc¨ªa Mart¨ªnez, dietista-nutricionista especializada en Nutrigen¨®mica y autora del libro Vegetarianos con ciencia. "?Diferentes necesidades nutricionales entre sexos? Como mucho, los hombres tienen m¨¢s masa muscular, puede que necesiten m¨¢s calor¨ªas, pero no requieren m¨¢s carne roja por una supuesta necesidad de prote¨ªnas. En cambio, las mujeres en determinados momentos de su vida pueden presentar carencias de hierro, cuando menstr¨²an, o de ¨¢cido f¨®lico, cuando est¨¢n embarazadas, asegura la investigaci¨®n. De hecho, gen¨¦ticamente, la que necesitar¨ªa m¨¢s reservas ser¨ªa la mujer porque asume ese gasto extra en el embarazo y la lactancia, pero su cuerpo ya dispone de las reservas necesarias para afrontarlo. En la actualidad, las diferencias nutricionales entre ellos y ellas no responden a algo biol¨®gico sino cultural, y no existen argumentos gen¨¦ticos que justifiquen esa querencia masculina por la carne o de las mujeres por los vegetales¡±.
Sesgo social y cultural
Si no es una necesidad f¨ªsica puede ser una necesidad creada por los c¨¢nones sociales y culturales que se han ido asentando, al menos en el mundo occidental. En el ¨²ltimo siglo se ha observado la influencia de la publicidad capciosa y el packaging que ofrece alimentos supuestamente saludables a las mujeres, como yogures y cereales para mantener la l¨ªnea, de color rosa y tipograf¨ªas sinuosas. Con el mensaje encubierto de que gracias a estos productos podr¨ªan bajar de peso y ser m¨¢s deseables. Y al mismo tiempo ofrece alimentos procesados, carnes rojas y bebidas alcoh¨®licas o azucaradas al p¨²blico varonil. Si no fuera muy macabro parecer¨ªa que la publicidad alimentaria intenta bajar la tasa de masculinidad en el mundo.
La percepci¨®n de que los hombres de verdad son carn¨ªvoros se ha analizado en una reciente investigaci¨®n de los Pa¨ªses Bajos, donde se preguntaba a j¨®venes holandeses de origen chino o turco frente a nativos holandeses si comer carne era ¡°cosa de hombres¡±. Cuanto m¨¢s tradicional y patriarcal era su cultura, afirman los investigadores, m¨¢s sesgo de g¨¦nero manifestaban. Tambi¨¦n podr¨ªan variar estos estereotipos dependiendo de la categor¨ªa profesional o la formaci¨®n, como recoge otro estudio, en este caso orientado a carpinteros e ingenieros finlandeses. Mientras los primeros alud¨ªan a la carne como fuente de energ¨ªa necesaria para su trabajo f¨ªsico, los ingenieros prefer¨ªan vegetales y disfrutar de la comida como un placer. En cuanto al hecho de cocinar, a los carpinteros no se les pasaba por la cabeza porque lo consideraban ¡°poco masculino¡±, mientras que los otros prefer¨ªan elaborar su propia comida.
La escasez de productos c¨¢rnicos en algunos lugares del mundo es el motivo que ha encontrado un estudio de la Universidad de British Columbia (Canad¨¢), por el que determinados colectivos tradicionales, como los sij del Punjab emigrados a Canad¨¢, justifiquen sus h¨¢bitos alimentarios de consumo animal como signo de masculinidad. Si ya era una cultura que originariamente consum¨ªa elevadas cantidades de az¨²car e hidratos de carbono para soportar el trabajo en el campo, cuando emigraron a pa¨ªses occidentales y se encontraron barra libre de carne procesada, l¨¢cteos y alcohol ya nada pod¨ªa parar la espiral de alimentaci¨®n poco saludable y supuestamente ¡°masculina¡±.
Menos ¡®paleo¡¯ y m¨¢s verdura
El estereotipo de ¡°hombre-hombre¡± carn¨ªvoro tiene mucho que ver con la interpretaci¨®n que se ha hecho de la Prehistoria y el imaginario donde los neandertales cazadores com¨ªan mamuts, mientras las mujeres cuidaban de sus hijos en la cueva comiendo bayas. Algo que, aunque firmemente asentado en nuestro imaginario, tampoco hay evidencia de que haya pasado as¨ª.
Una investigaci¨®n del Instituto Max Planck de Antropolog¨ªa Evolutiva de Leipzig (Alemania) puso de manifiesto recientemente que los Neandertales podr¨ªan haber consumido m¨¢s vegetales de lo que pens¨¢bamos. Sin embargo, los restos org¨¢nicos de origen vegetal desaparecen y no habr¨ªan dejado huella en vestigios ¨®seos y l¨ªticos. El an¨¢lisis de peque?as plantas fosilizadas halladas en dientes prehist¨®ricos demostr¨® que la recolecci¨®n y alimentaci¨®n omn¨ªvora, no solo carn¨ªvora, habr¨ªa llegado mucho antes a los primeros hom¨ªnidos, e incluso se habr¨ªan automedicado mascando plantas. ?De d¨®nde viene entonces el mito del hombre carn¨ªvoro?
¡°Cuando se empez¨® a explicar el pasado primitivo fue en el siglo XIX, que no destacaba por su feminismo precisamente, y las primeras representaciones identificaron al hombre como gran cazador que garantizaba la especie. Fue en el siglo XX cuando aparecieron nuevas tendencias historiogr¨¢ficas y antropolog¨ªa de g¨¦nero que distingu¨ªan caza y recolecci¨®n y daban m¨¢s importancia al aspecto recolector, en el que las mujeres tendr¨ªan mucho que ver. Es cierto que en su edad reproductiva y etapa de crianza no podr¨ªa participar en las cacer¨ªas, que tampoco ser¨ªan f¨¢ciles para los hombres, pero ?c¨®mo saber el reparto real de roles y de alimentaci¨®n? No est¨¢bamos all¨ª, no hay documentos, no sabemos nada con certeza: solo podemos interpretar y deducir, con un sesgo, a partir de lo que vemos en los restos ¨®seos y la industria l¨ªtica¡±, describe Juanjo C¨¢ceres, doctor en Historia y presidente de la Sociedad para el Estudio Interdisciplinar de la Alimentaci¨®n y los H¨¢bitos Sociales.
C¨¢ceres desarrolla esta desmitificaci¨®n de la Prehistoria hiperproteica en el cap¨ªtulo ¡°Lo que hemos comido¡± del libro M¨¢s vegetales, menos animales, escrito a cuatro manos con el nutricionista Julio Basulto. El experto en nutrici¨®n va m¨¢s all¨¢ y advierte de los riesgos de las paleo dietas que se han puesto de moda, imitando un modelo paleol¨ªtico que no existe.
¡°No tenemos ning¨²n estudio cient¨ªfico que haya constatado las supuestas ventajas de este tipo de dieta y ni siquiera un criterio contrastado que define en qu¨¦ consiste exactamente", se?ala Basulto. "El libro pionero de Loren Cordain sobre paleodieta, para empezar, est¨¢ lleno de patra?as. ?C¨®mo puede decir que se puede comer toda la carne roja que uno quiera, sabiendo que la Organizaci¨®n Mundial de la Salud (OMS) recomend¨® en 2015 reducir su consumo por sus posibles riesgos? La paleodieta para deportistas tambi¨¦n afirma que las legumbres son malas¡ pero si hay algo que tenemos claro y se ha demostrado cient¨ªficamente es que son buenas. Lo que la gente interpreta como dieta paleo, el aumento de consumo de carne, pescado y marisco, puede conllevar serios efectos adversos para la salud y no tiene ninguna base cient¨ªfica¡±. En definitiva, habr¨ªa que lanzar el mensaje de que queremos hombres menos hombres, pero que vivan mucho m¨¢s.
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