Entre los beb¨¦s ¡®robados¡¯ y los de ¡®alquiler¡¯

Si la bisexualidad y la transexualidad que van extendi¨¦ndose en nuestra cultura pillaron a Freud con el pie cambiado ¡ª¡°?ni los vio venir¡±, dice el sabio George Steiner¡ª las demandas de un nuevo tipo de paternidad y maternidad nos han pillado a todos sin las leyes suficientes para encajar y ordenar el nuevo paisaje. La sociedad cambia y la pol¨ªtica siempre va detr¨¢s.

Un matrimonio formado por dos mujeres logr¨® inscribir esta semana a su tercer hijo como beb¨¦ de ambas a pesar de que el Registro les exig¨ªa que lo hicieran como hijo biol¨®gico de una de ellas y adoptivo de la otra. Ambas se negaron, alegando con justicia que a una pareja heterosexual no se le exige que explique el proceso biol¨®gico por el que engendraron a su hijo. Y lo consiguieron. Una laguna a¨²n pendiente de la ley del matrimonio homosexual se ha podido salvar en esta ocasi¨®n de esta manera, pero es necesario que ambas madres (o padres) est¨¦n en igualdad de condiciones legales para garantizar al beb¨¦ sendas condiciones parentales.

La maternidad subrogada es otra de las demandas que se abren paso, en este caso con justificada dificultad. Vamos a exagerar: recurrir a otro vientre para gestar a un hijo a cambio de dinero puede estar en ocasiones bastante cerca de lo que hicieron familias pudientes que lograron comprar o conseguir beb¨¦s robados durante el franquismo. La joven Ligia Ceballos Franco ha denunciado ante la fiscal¨ªa mexicana su desaparici¨®n forzada al conocer que sus padres, una pareja de M¨¦rida (M¨¦xico) la consiguieron en 1968 en Espa?a al acudir de parte del arzobispo de Yucat¨¢n.

Ahora salvemos todas las distancias, que las hay: los partidarios de la maternidad subrogada defienden su legalidad como una t¨¦cnica de reproducci¨®n en la que lo que se dona es la propia capacidad de gestaci¨®n. Que exista la posibilidad de una donaci¨®n altruista en la propia familia o entorno puede ocurrir, sin ninguna duda, y la ley debe empezar a contemplar esa realidad. Pero que los casos mayoritarios nos hablen de venta de embarazos por 90.000 d¨®lares en Estados Unidos o el m¨¢s m¨®dico precio de 12.000 en India lo convierte en un tr¨¢fico indeseable en el que cabe escasa o ninguna justificaci¨®n. Nepal se abre paso como mercado emergente.

El derecho a la paternidad o maternidad a costa del cuerpo ajeno, como el derecho al placer sexual a costa del cuerpo ajeno, no existe. Y la l¨ªnea que separa el derecho a decidir sobre el propio cuerpo que esgrimen sus defensores se emborrona cuando esa decisi¨®n est¨¢ marcada por la necesidad. Las indias o nepal¨ªes que alquilan su ¨²tero no lo hacen por ejercer un derecho sobre su cuerpo, sino por ingresar un dinero, como otros venden ri?ones o la mitad de un h¨ªgado para comer. Y es ah¨ª donde no hay enorme diferencia entre la gestante pobre de la India y la de la Espa?a franquista que ced¨ªa, enga?ada o robada, su beb¨¦. La sociedad debe avanzar con leyes, s¨ª, que garanticen los derechos. Tambi¨¦n los de los d¨¦biles. Y los del menor.