Yo, en la guarder¨ªa; mi hermana, en la escuela
En la aldea bereber de Ait Yakoub (Marruecos) han abierto un centro para librar a las ni?as de la tarea de cuidar de los m¨¢s peque?os y que no abandonen los estudios
Las condiciones de vida en el Alto Atlas marroqu¨ª son muy duras, especialmente para las mujeres. La presencia de una guarder¨ªa en Ait Yakoub, gestionada por la asociaci¨®n El Bassma, ha conseguido liberar a las ni?as de la tarea de cuidar de sus hermanos peque?os mientras sus madres trabajan y as¨ª poder continuar sus estudios.
La guarder¨ªa abri¨® las puertas el pasado noviembre y por el momento intenta ganarse la confianza de los habitantes locales. La peque?a escuela y el jard¨ªn de infancia cuentan ya con 30 ni?os de 20 familias de la localidad y servir¨¢ a El Bassam de puerta para comenzar otros proyectos para mejorar la vida de las mujeres de la aldea.
Cuando se acerca el invierno, las tareas para las mujeres del Alto Atlas se multiplican. Las estufas son las ¨²nicas fuentes de calefacci¨®n en las casas y a los ya pesados trabajos en el campo, a la recogida de agua del r¨ªo (los pueblos carecen de saneamientos) se le suma la del acopio de le?a para alimentarlas. La le?a en invierno tiene m¨¢s valor que el pan y todas las casas tienen un lugar junto a la vivienda para almacenarla. Para Aicha, lo peor del invierno es el barro, porque no les permite salir de casa.
Ait Yakoub, situada entre las monta?as en la provincia de Midelt, pertenece a la etnia bereber o amazihg, como se denomina en su lengua. En este pueblo, existe un dispensario con una enfermera que ¨²nicamente se encarga de poner vacunas. No hay ambulancia, tan solo en los pueblos grandes, y en invierno para las emergencias se avisa a la polic¨ªa y "si hay suerte, acude el helic¨®ptero". Una mujer embarazada falleci¨® recientemente en un pueblo aleda?o al no tener medio de transporte para llegar a un centro sanitario. El Estado ofrece a los habitantes de los pueblos m¨¢s pobres una ayuda para el invierno que consiste en una manta, cinco kilos de arroz y 25 kilos de harina.
En la cultura local, el hombre es el ¨²nico jefe familiar y ejerce el control sobre el resto, pero la mujer lleva el peso de la casa, del trabajo y de la familia. Ellas son las primeras en levantarse, preparar a los ni?os y la casa, acudir a trabajar al campo junto al hombre y regresar para continuar ocup¨¢ndose de los hijos. Sobre ellas recae tambi¨¦n la responsabilidad de mantener el honor de la familia, actuando de una manera prefijada en los c¨®digos de conducta de la etnia, y ser una fiel y fecunda esposa. El list¨®n est¨¢ muy alto y la presi¨®n social exige un esfuerzo continuo.
Han pasado 13 a?os de las reformas y los cambios no se ven reflejados en la sociedad rural
Ese peso las persigue desde ni?as, no solo por el trabajo temprano ayudando a la madre. Para el patriarca suponen un peligro para la p¨¦rdida del honor de la familia y es dif¨ªcil que les permitan alejarse del hogar para terminar sus estudios.
La Mudawana, el C¨®digo de la Familia marroqu¨ª, aborda las cuestiones relacionadas con el matrimonio, el divorcio, la poligamia, herencias y custodia de los ni?os. Gracias al aumento de la atenci¨®n internacional sobre los derechos de la mujer, se cre¨® en Marruecos un Plan de Acci¨®n para la Integraci¨®n de la Mujer en el Desarrollo. En 2003, el rey Mohamed VI form¨® una comisi¨®n para reformar una ley ventajosa para el hombre y liberar as¨ª a las mujeres de las injusticias sociales. Las reformas fueron aprobadas por el Parlamento en 2004 y fueron apoyadas por instituciones internacionales, a pesar de dejar la puerta abierta a justificaciones excepcionales, como la poligamia del hombre si todas las partes consienten que tome una segunda esposa y si puede mantener a las dos familias.
La nueva ley otorg¨® a la mujer la libertad de elegir marido, elev¨® la edad para contraer matrimonio a los 18 a?os, termin¨® con los matrimonios impuestos, concedi¨® a la esposa el derecho a solicitar el divorcio y proh¨ªbi¨® el repudio por el cual el marido pod¨ªa hacer regresar a la mujer a casa de sus padres y obtener una compensaci¨®n. Han pasado 13 a?os de las reformas y los cambios no se ven reflejados en la sociedad rural.
La falta de conocimiento de la ley y la escasa aplicaci¨®n de la norma por los tribunales permiten que siga existiendo la poligamia, los matrimonios con menores y que la mujer apenas haya mejorado sus condiciones. Se hace necesario un cambio en el sistema judicial y en el C¨®digo Penal para adaptarlo a la nueva Mudawana. Hasta la pasada primavera no se ha aprobado una ley contra la violencia de g¨¦nero. La organizaci¨®n Amnist¨ªa Internacional ha mostrado su preocupaci¨®n ante la ausencia de definiciones exhaustivas de las formas de violencia, la perpetuaci¨®n de estereotipos de g¨¦nero despectivos y por el hecho de no resolver los obst¨¢culos que encuentran las v¨ªctimas para acceder a la justicia.
El tiempo ha demostrado que los cambios han sido superficiales y que nos se ha cre¨ªdo en una reforma completa y real. El fuerte sentido del tradicionalismo y la falta de determinaci¨®n de los estamentos p¨²blicos hacen que las campa?as de concienciaci¨®n no terminen con las desigualdades de g¨¦nero en Marruecos.
En Marruecos solo el 36% de las ni?as contin¨²a en la educaci¨®n secundaria, seg¨²n Unicef
Yassine Ennajari coordina los proyectos de la organizaci¨®n El Bassma desde Madrid. "Entre nuestros proyectos de futuro est¨¢ comprar un autob¨²s que permita a las ni?as trasladarse a la escuela de secundaria en Amugar, sus padres suelen poner la excusa de que no se pueden encargar de trasladarlas y no les permiten continuar con su educaci¨®n", explica. En los pr¨®ximos meses planenan crear un grupo de alfabetizaci¨®n para mujeres utilizando las instalaciones de la guarder¨ªa que pretenden convertir en un centro cultural. Para financiar los proyectos que realizan en El Atlas realizan marchas solidarias y campos de trabajo en la zona.
La escuela de primaria est¨¢ en el pueblo, pero para asistir a las clases de secundaria los estudiantes se tienen que trasladar 30 kil¨®metros, hasta Amugar. En invierno los pueblos se quedan aislados y los ni?os que acuden a la escuela se quedan all¨ª alojados entre semana. Para ir al instituto sucede lo mismo: acuden a Er-Rich, la ciudad m¨¢s cercana, a una hora de carretera. Las familias pagan 10 euros al mes por el alojamiento y la manutenci¨®n en las casas ofrecidas por el Estado. La universidad est¨¢ en Er-Rachida y Mekn¨¦s, pero muy pocas familias rurales se pueden permitir mandar a sus hijos a estudiar all¨ª porque no existen ayudas y una familia puede ganar unos 1.500 d¨ªrhams mensuales (unos 150 euros) si trabaja todo el mes.
En Marruecos solo el 36% de las ni?as contin¨²a en la educaci¨®n secundaria, seg¨²n Unicef. El pasado verano Michelle Obama viaj¨® a Marruecos como parte de su campa?a Let Girls Learn para promover el acceso de las mujeres a la escuela y anunci¨® una inversi¨®n del Gobierno de Estados Unidos de 100 millones de euros en diversos programas para reformar la educaci¨®n secundaria en el pa¨ªs. La Agencia de Estados Unidos para el Desarrollo Internacional (USAID) tambi¨¦n ha prometido donar 400.000 d¨®lares para construir dormitorios para que las ni?as de ¨¢reas rurales estudien en la ciudad. Los programas educativos de esta agencia han conseguido alfabetizar a m¨¢s de 10.000 mujeres y promover el apoyo de los padres a la educaci¨®n de sus hijos, especialmente de las ni?as de las zonas rurales.
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