?Tengo derecho a comer?
A diferencia de la sanidad o la educaci¨®n, ning¨²n pa¨ªs de la UE reconoce expl¨ªcitamente y por ley el derecho a la alimentaci¨®n, lo que hace que la asistencia dependa de decisiones pol¨ªticas o de la caridad
L¨¢stima, indignaci¨®n y, a la vez, tranquilidad. Los tres sentimientos se debaten en el interior de millones de europeos cuando ven en pel¨ªculas o series como las exitosas House o Anatom¨ªa de Grey c¨®mo una familia estadounidense se arruina por pagar el tratamiento de una enfermedad, o directamente no puede costear la cura. L¨¢stima por el drama humano, indignaci¨®n porque no se garantice lo que los ciudadanos de la Uni¨®n Europea tienen interiorizado como un derecho fundamental ¡ªla atenci¨®n sanitaria¡ª y tranquilidad, por tener la certeza de que a ellos, bajo el paraguas del bienestar comunitario, no les podr¨ªa ocurrir algo parecido.
Y, por ahora ¡ªcon las salvedades que se quieran a?adir¡ª es as¨ª. La atenci¨®n sanitaria, como la educaci¨®n, son derechos reconocidos en la mayor¨ªa de las constituciones, regulados por leyes, y que los europeos pueden reclamar ante los tribunales en caso de que se les niegue. Pero lo que muchos europeos ignoran es que hay otra necesidad, m¨¢s b¨¢sica si cabe que las anteriores, ante la que est¨¢n bastante m¨¢s descubiertos: comer.
"No hay ning¨²n pa¨ªs de la UE, ?ninguno! que incluya expresamente el derecho a la alimentaci¨®n en su marco legal", se lamenta Jos¨¦ Luis Vivero Pol, experimentado activista contra el hambre e investigador de la Universidad Cat¨®lica de Lovaina (B¨¦lgica). Pese a que todos los Estados miembros han ratificado un pacto internacional por el que se comprometen a asegurar el derecho de toda persona a "un nivel de vida adecuado para s¨ª y su familia, incluso alimentaci¨®n, vestido y vivienda adecuados", ninguno lo ha desarrollado internamente, a diferencia de la ense?anza o la sanidad.
En Europa hay un miedo sociol¨®gico con la palabra hambre
Es probable que a ese mismo ciudadano europeo que da por sentado que le atender¨¢n si enferma, no le preocupe este punto. Quiz¨¢ porque piense que el hambre?¡ªo la malnutrici¨®n, en cualquiera de sus formas¡ª es cosa de otros continentes, un mal del que ¨¦l y sus vecinos se encuentran a salvo.
"Pero claro que hay hambre en Europa", sentencia Luc¨ªa Lucchini, la encargada del comedor social de la Comunidad de San Egidio, en Roma (Italia), frente a enormes fuentes de fusilli con salsa de tomate que la organizaci¨®n ofrece a los m¨¢s desfavorecidos de la capital italiana. "Quien no lo crea, solo tiene que salir, venir aqu¨ª o ir a la periferia... Es decir, abrir los ojos", reta mientras se?ala a los cientos de hombres y mujeres que acuden en busca de una comida caliente. Y ni mucho menos son solo migrantes, como alguno pudiera pensar. "Vienen personas de m¨¢s de 100 nacionalidades, entre ellos muchos italianos mayores, a los que la pensi¨®n no les llega, y se quitan de comer".
En Espa?a, los bancos de alimentos atendieron en 2015 ¡ªlos datos m¨¢s recientes disponibles¡ª a casi 1,6 millones de personas. Estas entidades, junto a miles de ONG como Cruz Roja, asociaciones vecinales y escuelas y colegios, llevan a?os complementando la dieta de millones de europeos. Y desde la crisis de 2008, estas situaciones de necesidad se han multiplicado exponencialmente por todo el continente. "En los peores momentos, sale lo mejor de la gente: la solidaridad", se felicita Lucchini, relajando por un momento la severidad con que gobierna el comedor social.
Dar comida a la gente es totalmente diferente a reconocer que esa gente tiene derecho a recibirla
"S¨ª, la solidaridad est¨¢ jugando un papel fundamental. Pero dar comida a la gente es totalmente diferente a reconocer que esa gente tiene derecho a recibirla", apunta Tomaso Ferrando, profesor adjunto de la Universidad de Warwick (Reino Unido). "El objetivo deber¨ªa ser la desaparici¨®n de esos mecanismos, porque es el sistema el que tiene que garantizar que todos comen", argumenta. Ferrando trabaj¨® en la preparaci¨®n en la regi¨®n de Lombard¨ªa (Italia), de la primera ley de la UE ¡ªaunque de rango auton¨®mico¡ª que reconoce el derecho a la alimentaci¨®n. "Hasta ahora, todas las acciones y pol¨ªticas de asistencia tras la crisis se han basado en la caridad", denuncia Vivero Pol. "Es decir, si quiero y tengo dinero, apoyo a los bancos de alimentos o comedores escolares. Y si no, no", ilustra.
Porque es cierto que la mayor¨ªa de las organizaciones ben¨¦ficas o instituciones que prestan estos servicios reciben ¡ªadem¨¢s de las donaciones privadas¡ª financiaci¨®n p¨²blica, ya sea a trav¨¦s de fondos europeos, nacionales o locales. Pero si los Estados decidieran un d¨ªa dejar de aportar esos recursos, ?qu¨¦ podr¨ªa hacer alguien al que no le llega para alimentarse? Reclamar ante la Administraci¨®n o el juez un derecho a comer reconocido ¨²nicamente por el derecho internacional puede ser una misi¨®n imposible, sobre todo con pocos recursos. "Tener una ley nacional facilita todo eso. Porque identifica qui¨¦n es el responsable de que todo el mundo coma, y se?ala a qui¨¦n se le pueden pedir cuentas", defiende Ferrando.
Reticencia a hablar de hambre
Quiz¨¢ por eso haya tanta resistencia por parte de los pa¨ªses a fijar por ley "el derecho universal de acceder a una cantidad suficiente de alimento seguro, sano y nutritivo, como derecho humano fundamental", como hizo Lombard¨ªa. Porque en Europa, a diferencia de otras regiones, la maquinaria judicial y administrativa est¨¢ engrasada, y si se reconoce est¨¦ derecho, habr¨ªa consecuencias.
Consejos vendo que para m¨ª no tengo
Mientras Bruselas y distintos pa¨ªses europeos subvencionan y apoyan proyectos para que otros pa¨ªses reconozcan sus problemas de hambre y elaboren leyes de seguridad alimentaria, no se aplican su propia receta. "No parece que aqu¨ª se adopten esas recomendaciones que siempre hemos pensado que eran muy buenas para todos", reflexiona Juan Carlos Garc¨ªa y Cebolla, l¨ªder del equipo del Derecho a la alimentaci¨®n de la FAO.
"Es una t¨ªpica paradoja que tambi¨¦n observamos en otros ¨¢mbitos, con dobles raseros en muchas regulaciones comerciales, o en la justicia internacional, en las armas nucleares...", comenta Hilal Elver, relatora especial de Naciones Unidas para el derecho a la alimentaci¨®n. "Los pa¨ªses desarrollados, no solo la UE, ponen muchas reglas, pero a la hora de implementarlas son los pa¨ªses en desarrollo los que son sometidos a un mayor escrutinio", opina Elver. "Y la UE se ve a s¨ª misma como donante, ignorando su propio patio trasero", a?ade.
En todo el continente, solo Bielorrusia y Moldavia reconocen expl¨ªcitamente en sus constituciones el derecho a la alimentaci¨®n, que no viene reflejado en la Carta Europea de Derechos Humanos.
"Establecer y reconocer un sistema fuerte de derechos sociales ¡ªno solo civiles y pol¨ªticos¡ª ser¨ªa el primer paso para apuntalar la seguridad alimentaria, pero en la UE los responsables pol¨ªticos no est¨¢n preparados para algo as¨ª", mantiene Hilal Elver, relatora especial de Naciones Unidas sobre el Derecho a la Alimentaci¨®n. Elver coincide con Ferrando y Vivero Pol en que a los Gobiernos no les interesa ese enfoque de derecho, porque les har¨ªa responsables y les obligar¨ªa a actuar. "Y tambi¨¦n hay resistencia por parte de las empresas del sector", observa.
Tampoco hay que olvidar que un movimiento as¨ª supondr¨ªa reconocer que unas pol¨ªticas de protecci¨®n social exitosas como las europeas, presentadas como un modelo para el resto del mundo, ya no funcionan bien, sugiere Juan Carlos Garc¨ªa y Cebolla, experto de la FAO (la agencia de Naciones Unidas para la alimentaci¨®n). "Hasta ahora, la lucha contra el hambre se ha metido dentro de un paquete de acceso a un nivel de vida digno, pero no se ha tratado como una cuesti¨®n aislada", agrega. Se supon¨ªa que con la seguridad social ¡ªque a diferencia de la alimentaci¨®n viene reconocida expresamente en la Carta Europea de Derechos Humanos¡ª y distintas prestaciones, deb¨ªa garantizarse el alimento. Pero la realidad insiste en que eso ya no es siempre as¨ª.
Y admitirlo puede dar v¨¦rtigo. O verg¨¹enza. "En Europa hay un miedo sociol¨®gico con la palabra hambre", opina Vivero Pol. Tras la II Guerra Mundial se puso much¨ªsimo empe?o en acabar con ella y los expertos consultados coinciden en que hay un temor especial a reconocer que sigue entre nosotros. Ese rubor es compartido por los gobernantes y los necesitados, como Enrico (nombre ficticio) un anciano romano que no quiere hablar, ni mucho menos desvelar su edad ni su identidad tras comer fusilli, pollo con patatas y panettone en el comedor de San Egidio en el barrio del Trastevere. La reticencia a hacer p¨²blica esa penuria dificulta la elaboraci¨®n de estad¨ªsticas precisas.
"?Por qu¨¦ no empezamos por poner mecanismos que nos muestren cu¨¢l es la dimensi¨®n real del problema?", se pregunta Garc¨ªa y Cebolla. Solo algunos pa¨ªses como Reino Unido han dado pasos en este sentido. "Hace falta un debate claro sobre qu¨¦ cambios ha habido en los ¨²ltimos 10 a?os, y analizar si estamos preparados para resolver cuestiones como la falta de acceso a la comida", insiste.
?Por qu¨¦ no empezamos por poner mecanismos que nos muestren cu¨¢l es la dimensi¨®n real del problema del hambre?
Porque obviamente una ley no cambia nada por s¨ª misma. Puede ser un acto meramente simb¨®lico. En Lombard¨ªa, por ejemplo, la norma lleva vigente m¨¢s de un a?o y medio con pocos avances. O, por ir al nivel local, en la ciudad de Coventry (Reino Unido, en la que casi dos de cada 10 habitantes recurren a bancos de alimentos) se ha reconocido el derecho, pero en un momento de austeridad y recortes desde el poder central, el Ayuntamiento dispone de poqu¨ªsimos recursos para destinar a estas pol¨ªticas. "Por eso el enfoque legal es necesario, pero no suficiente. Hace falta un compromiso institucional y financiero fuerte si la UE va en serio en este tema", considera la relatora de Naciones Unidas.
Fondos y voluntad pol¨ªtica para asegurar, por ejemplo, que los salarios m¨ªnimos llegan para costearse la canasta b¨¢sica o que cualquiera puede recibir f¨¢cilmente los alimentos o las ayudas que necesite ("los mecanismos complicados para demostrar que eres pobre echan a mucha gente para atr¨¢s, tambi¨¦n por verg¨¹enza", observa Vivero Pol). Pero no solo eso.
"Hace falta una visi¨®n m¨¢s amplia que la de dar comida a quien no la tiene", defiende Ferrando. Porque el derecho a la alimentaci¨®n no solo implica eludir el hambre, si no poder llevar una dieta sana y adecuada a las necesidades nutricionales. Adem¨¢s hay que ir a las causas, y cubrir todos los ¨¢mbitos. Las leyes sobre el asunto ¡ªcomo hace la aprobada en Lombard¨ªa bajo el manto de la Expo 2015 de Mil¨¢n¡ª deber¨ªan proteger los derechos de todos en la cadena de producci¨®n: de los peque?os agricultores a los trabajadores migrantes o los consumidores, para fomentar la participaci¨®n e impulsar los alimentos ecol¨®gicos y de temporada, enumera el profesor de Warwick.
Pero, aun cuando se apruebe una norma as¨ª, quedar¨¢ mucho trabajo para hacerla realmente efectiva, reflexiona Ferrando. "Sin un cambio estructural, no llegaremos a nada. Pero siempre es mejor tener una ley que identifique los problemas del sistema y proponga algunas soluciones, que no tenerla".
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