Un equipo ejemplar
En el barrio madrile?o de Pac¨ªfico entrena un equipo de baloncesto multirracial ejemplo de esfuerzo, constancia y convivencia
Cuando uno entra en Internet y busca informaci¨®n sobre el barrio de Pac¨ªfico, en Madrid, encuentra respuestas inquietantes: ¡°Si alguien alquila una casa que est¨¦ en un entresuelo, aseg¨²rate que tenga buenas rejas en las ventanas¡±.? O: ¡°Durante el d¨ªa es un barrio normal; por la noche, mejor no acercarse¡±.
En ese barrio, junto a las v¨ªas del tren, existe un peque?o parque con poco ¨¢rbol y poco verde. Y entre esa escasez de naturaleza hay una cancha de baloncesto. Cancha descubierta y escasa de luz, muy expuesta a las inclemencias del tiempo en forma de viento, lluvia y fr¨ªo. Me comentan que un grupo de chicos se re¨²ne a partir de las ocho de la tarde para jugar a baloncesto. Un grupo diferente y peculiar. Acompa?ado por una amiga, Laura Sipan, guionista, escritora y buscadora de historias que la llenen y que llenan a qui¨¦n las lee, me acerco a la hora en la que las casas situadas en el entresuelo deben de tener rejas en las ventanas y donde por la noche es mejor no acercarse.
Y all¨ª est¨¢ el grupo de chicos. Y entrenan. Entrenan duro y de una manera seria y profesional. Entrenan para ellos. Entrenan intentando cada d¨ªa ser mejor que el d¨ªa anterior. Entrenan dando lo mejor de cada uno para el ¨¦xito del colectivo. Son un equipo.
Acerc¨¢ndonos al coraz¨®n del equipo algo nos llama la atenci¨®n: sus dificultades para comunicarse, el desconocimiento que unos tienen del idioma de los otros. Acerc¨¢ndonos al alma del equipo vamos sabiendo sus nombres: Lamina Thior, Alfred Lombi, Ezequiel Mel¨¦ndez, Francisco Castillo, Charles Harned, Mohamed Dris, Yuriel Ochoa, Giorgi Gudushauri y Karim Abdulla. Junto a estos, e integrados en el grupo, est¨¢n Roberto, Gonzalo, Ignacio y Juli¨¢n. Dirigiendo est¨¢n Eduardo Rojo y Antonio Agudo como entrenadores y en una esquina, pendiente de todo, Antonio Mill¨¢n, que hace las veces de delegado del equipo.
El equipo va el primero en la liga del barrio
Nos cuentan que hace meses encontraron a un chico entrenando solo. Despu¨¦s fueron dos¡ Y un tercero. Y al final vinieron m¨¢s. Y m¨¢s. Y Eduardo y Antonio, entrenadores, fueron haciendo equipo; buscaron un delegado, Antonio Mill¨¢n, que decidi¨® inscribir al equipo en la Liga Municipal del Ayuntamiento. Ahora compiten.
El duro trabajo f¨ªsico les hace tener unas figuras cuidadas. Son atletas.
Preguntamos por sus vidas. Por sus familias, por sus trabajos¡ por sus papeles. Por su pasado, su presente y su futuro. No todos responden. Las circunstancias de cada uno son muy diversas, pero algo tienen en com¨²n todos ellos: el orgullo de ser un EQUIPO. El orgullo que da la vivencia de compartir una afici¨®n, un deporte. Una vivencia que se transmite en forma de bal¨®n que pasa de mano en mano. Sus silencios hablan comunic¨¢ndonos que las rejas de las casas en el entresuelo del barrio no hacen falta. Sonr¨ªen y se muestran agradecidos por tener esas canchas para hacer EQUIPO. Se muestran agradecidos por sentir el viento, la lluvia y el fr¨ªo. Con todo, ya van primeros en la liga del barrio.
Apoyados en una verja vemos el entrenamiento.
El entrenamiento contin¨²a y por el fondo llega un grupo de chicas entre los 15 y 25 a?os. Otro equipo. Diferente. Con material deportivo m¨¢s escaso y de peor calidad. Las diferencias entre ambos equipos son TODAS: conocimientos t¨¦cnicos, material deportivo, equipaciones y hasta el cuerpo atl¨¦tico de unos no tienen nada que ver con el de las otras. Pero tanto unas como otros han venido a hacer deporte. Y hay una cancha y toca compartir. Hasta hace unos minutos hab¨ªa una cancha, dos canastas y un grupo; a partir de ese momento una cancha, dos canastas y dos grupos. Marchamos antes de que termine la sesi¨®n.
Abandono el barrio, con sus rejas en las ventanas de los pisos del entresuelo. Escucho la radio: d¨ªa de nuevo duro para la violencia de g¨¦nero. Tres muertes de tres mujeres a manos de sus parejas. Sigo escuchando: otro d¨ªa duro para los muros que separan los mundos. 500 personas han saltado la valla que separa Marruecos de Melilla.
Vuelvo a mi barrio. Sin rejas en las ventanas y con seguridad de d¨ªa y de noche. El m¨ªo es seguro porque no parece que se acerquen ni Lamine ni Alfred, llegados de Senegal. Ni Ezequiel, llegado de Rep¨²blica Dominicana. Ni Mohamed, llegado de Marruecos. Ni Yuriel, llegado de Cuba. Ni Giorgi de Georgia o Karim de Tanzania.
Preparo mi trabajo dedicado a la educaci¨®n de los ni?os. Ni?os para los que intentamos tener todas las respuestas a sus inquietudes. Ni?os del futuro cuyos educadores, familias y entorno asumen y dan por bueno que haya barrios en Madrid cuyas casas necesitan verjas si son en el entresuelo.
Ni?os que m¨¢s pronto que tarde van a ir cambiando las preguntas. Entonces nos tocar¨¢ ¡°inventar¡± respuestas que les aclaren las dudas sobre qu¨¦ hemos hecho con un mundo en donde en nuestra propia ciudad existen barrios ¡°donde no puedes ir por la noche¡± porque existe el peligro¡ de encontrarte un grupo de emigrantes jugando al baloncesto.
Quiz¨¢ sea verdad que existe un peligro en esos barrios: existe el peligro que los ni?os vean que los adultos hemos acotado un mundo dise?ado para todos arropando y entreg¨¢ndoselo a unos pocos. Que las verjas de las casas del entresuelo habr¨¢ que taparlas en su totalidad para que nuestros ni?os, ni?os del futuro, no vean que en las canchas de Pac¨ªfico est¨¢n jugando unos emigrantes compartiendo pista con unas chicas. Y all¨ª se respeta a la mujer y, sin libros de por medio que expliquen c¨®mo y de qu¨¦ manera hay que organizar este mundo, de manera natural, se CONVIVE. Unos con otros. De all¨ª y de aqu¨ª.
Existe el peligro que los ni?os vean que los adultos hemos acotado para unos pocos un mundo dise?ado para todos ?
Hablo con la direcci¨®n de un colegio privado y propongo llevar una noche al grupo apuntado a la actividad de baloncesto en el colegio a ver, a VIVIR un entrenamiento del EQUIPO de Pac¨ªfico. ¡°No es f¨¢cil¡± obtengo por respuesta. ¡°No todas las familias estar¨¢n de acuerdo¡±. Me temo que es cierto. Las ocho de la tarde es la hora de estudiar en casa. Qui¨¦n sabe si al d¨ªa siguiente toca examen de Conocimiento del Medio. M¨¢s tarde llegar¨¢n las noticias en televisi¨®n: violencia de g¨¦nero y emigrantes¡ Un d¨ªa s¨ª y otro tambi¨¦n. Y despu¨¦s llegar¨¢ el sue?o y la noche.
Y ma?ana ser¨¢ otro d¨ªa. Otro d¨ªa para nuestros ni?os; otro d¨ªa para Lamine, Mohamed y Karim. Y otro d¨ªa con preguntas sin respuestas. Otro d¨ªa bajo un mismo cielo, una misma luna, una misma lluvia y un mismo viento.
Un ma?ana con un mundo hecho para ESTAR TODOS.
Pensar que los ojos con los que ven nuestros ni?os el cielo y la luna o el cuerpo con el que sienten la lluvia y el viento son diferentes a los ojos o el cuerpo de Lamine, Mohamed y Karim es una trampa diab¨®lica. Y el precio a pagar por ese tortuoso mensaje que esta sociedad consiente es enorme; es el precio del coste de un autob¨²s que lleve a nuestros ni?os al barrio de Pac¨ªfico y de la mano de las chicas y los chicos de los equipos de las canchas que hay all¨ª miremos hacia arriba y comprobemos que el cielo y la luna son de todos. Y quiz¨¢ hasta tengamos suerte y elijamos un d¨ªa con lluvia para comprobar que esta moja igual a unos que a otros.
Los ¨²nicos que no se mojar¨¢n nunca son los que pusieron las verjas en las ventanas de las casas del entresuelo.
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