El jard¨ªn secreto de Karen Blixen
CUANDO SE piensa en Karen Blixen (1885-1962), resulta dif¨ªcil imaginar otro lugar que no sea aquella granja al pie de las colinas de Ngong. Sin embargo, la casa que marc¨® su vida, en la que compuso gran parte de su literatura, no est¨¢ en Kenia, sino unos kil¨®metros al norte de Copenhague: Rungstedlund. Su antiguo hogar familiar es hoy un museo junto al mar, rodeado de un impresionante parque, en el que se encuentra la tumba de la narradora, custodiada por un haya centenaria. El bosque es tambi¨¦n un refugio de p¨¢jaros, un deseo de la propia Blixen. Sus herederos han conservado la casa como estaba; de hecho, la visita se realiza con patucos blancos, como los que se utilizan en los hospitales, para no da?ar las alfombras o los antiguos suelos de madera. Los recuerdos de la autora de Memorias de ?frica y Siete cuentos g¨®ticos siguen intactos, casi todos en el mismo estado en que ella los dej¨® a su muerte. La escritora era muy aficionada a los arreglos florales y el equipo responsable del museo ha continuado la tradici¨®n, recreando los mismos ramos que constru¨ªa en vida, como si la narradora danesa, cada ma?ana, se ocupase personalmente de ello.
pulsa en la fotoArreglo floral, inspirado en Rungstedlund, compuesto por diferentes tipos de rosas, lilas, nardos y tulipanes, entre otras flores. Tambi¨¦n lleva hojas de magnolio y helecho, y ramas de cerezo. El jarr¨®n es un dise?o de Constance Spry editado por Loewe.Foto: Carlos Rejas / Creaci¨®n floral: Elisabeth Blumen
¡°Es el lugar que me dio ganas de descubrir su vida¡±, explica la autora francesa Dominique de Saint-Pern, autora de una biograf¨ªa novelada de la escritora, Karen Blixen (Circe), recientemente publicada en Espa?a. ¡°En 1995 viaj¨¦ a Copenhague para hacer una entrevista y tengo que confesar que no conoc¨ªa a Karen Blixen. El sal¨®n de la persona que entrevist¨¦ estaba decorado con dos p¨®steres que mostraban a dos personajes africanos. Me sent¨ª muy atra¨ªda por esas dos pinturas. El entrevistado me dijo: ¡®Son dos dibujos de Karen Blixen y se encuentran en su casa museo, que est¨¢ muy cerca de Copenhague. Vaya, merece la pena¡¯. No sab¨ªa nada m¨¢s, pero viaj¨¦ hasta all¨ª. Me baj¨¦ del tren, recorr¨ª el parque arbolado y me top¨¦ con su tumba, que es maravillosa. Me emocion¨® mucho porque no era un cementerio normal, estaba integrado en la naturaleza. Desde all¨ª baj¨¦ a la casa y descubr¨ª un universo proustiano o chejoviano, una forma de vida que ya no existe, aristocr¨¢tica. Parece que ella va a surgir en cualquier momento. Es un espacio que habla. Karen Blixen se pele¨® hasta su muerte para que se conservase. Hay algo muy poderoso en ese lugar. A partir de ah¨ª me pregunt¨¦ qui¨¦n era ella: as¨ª descubr¨ª la pel¨ªcula, Memorias de ?frica, y su vida¡±, prosigue la periodista Dominique de Saint-Pern en una entrevista en el Instituto Franc¨¦s, durante una visita a Madrid.
Apasionada por los ramos de flores, Blixen era dif¨ªcil. Quer¨ªa modelar su mundo y el de quienes la rodeaban.
Los muebles, las alfombras, su propio escritorio, la vista desde la ventana¡ Todo en Rungstedlund est¨¢ marcado por los relatos de Karen Blixen, que firm¨® gran parte de sus obras como Isak Dinesen. Su mundo literario forma parte de la decoraci¨®n. Pero, por encima de todo, son los ramos impecables los que nos recuerdan que, de alguna forma, sigue viviendo all¨ª. Sus trabajos florales eran tan c¨¦lebres que el arquitecto dan¨¦s Steen Eiler Rasmussen (1898¨C1990), uno de los grandes urbanistas del siglo XX, coordin¨® un libro sobre ellos, Karen Blixen¡¯s Flowers: Nature and Art at Rungstedlund (Las flores de Karen Blixen: naturaleza y arte en Rungstedlund), un ensayo en el que los relaciona con su obra tanto literaria como pict¨®rica. ¡°Los ramos de flores fueron una obsesi¨®n, normalmente eran gigantescos¡±, se?ala Saint-Pern. ¡°Entrevist¨¦ a una persona que conoci¨® a Karen cuando era peque?o, y se acordaba de aquellos ramos enormes¡±. En los salones de Rungstedlund se han convertido en una presencia viva que tiene algo de fantasmal. ¡°La primera vez que fuimos a visitarla ten¨ªa en su casa todo un mercado de flores y vegetales, en cantidades mucho m¨¢s grandes de las que necesitaba para un hogar con tan pocos habitantes¡±, cuenta Steen Eiler Rasmussen en su libro de recuerdos sobre la autora. ¡°Seleccionaba ejemplos perfectos de flores en cada ¨¦poca y hac¨ªa con ellos diferentes composiciones, cada una dise?ada especialmente para una estancia y un jarr¨®n particulares¡±, prosigue el arquitecto, quien considera que ¡°los arreglos eran tan variados y fant¨¢sticos como sus cuentos¡±. Las flores contin¨²an decorando sus habitaciones como si sus palabras siguiesen flotando por Rungstedlund.
En el libro aparecen reproducciones de sus ramos: peon¨ªas, gladiolos, dalias, flores silvestres que surgen de una sopera utilizada como jarr¨®n, rudbeckias, lilas, tulipanes en un impecable vaso blanco¡ Incluso reproduce una foto de la escritora junto a sus flores realizada por Cecil Beaton en 1962. ¡°Como en sus historias, Karen Blixen utilizaba motivos recurrentes en diferentes variaciones¡±, escribe la traductora Lisbeth Hertel. Al igual que la comida en su cuento m¨¢s c¨¦lebre, El fest¨ªn de Babette, sus flores serv¨ªan para romper la espesa atm¨®sfera protestante en la que pas¨® la mayor parte de su vida. Porque Blixen solo vivi¨® en ?frica entre 1913 y 1931. El resto de su existencia la pas¨® en Rungstedlund, entre sus ¨¢rboles y sus flores. Pero aquellos a?os de Kenia se han apoderado del resto de su vida. Es imposible quitarse de la cabeza la pegadiza m¨²sica de John Barry cuando se piensa en ella, mientras que el rostro de Meryl Streep ha reemplazado al suyo (al igual que el de Robert Redford al de Denys Finch, su gran amor africano, cuya foto todav¨ªa decora su escritorio).
Sin embargo, fue un personaje muy complejo y dif¨ªcil. Saint-Pern recuerda que, durante una entrevista con uno de sus sobrinos mientras se documentaba para su libro, le pidi¨® que definiese a su t¨ªa. ¡°Tras pensarlo un poco, me respondi¨®: ¡®Era una bruja¡±. Nada ilustra tan bien su lado oscuro como su historia con el poeta Thorkild Bj?rnvig (1918-2004), que Saint-Pern describe en su novela, al que pr¨¢cticamente Blixen encerr¨® all¨ª durante dos a?os. Cuando ¨¦l ten¨ªa 29 a?os y ella 62, establecieron una relaci¨®n en la que ella le abri¨® las puertas de la literatura, pero ¨¦l debi¨® permanecer atado a Rungstedlund. Un libro del dan¨¦s J?rgen Stormgaard, titulado Blixen y Bj?rnvig. El pacto se rompi¨®, describe la relaci¨®n como ¡°entre poeta y musa, pero tambi¨¦n entre ama y criado¡±. Dominique de Saint-Pern cree que forma parte de algo m¨¢s complejo, de su deseo de modelar el mundo y a las personas que lo habitan a su voluntad. ¡°Asumi¨® el riesgo de hacer de su vida una de sus obras, quer¨ªa que las historias que le rondaban en la cabeza se convirtiesen en realidad, que la gente que la rodeaba se plegase a ese escenario¡±, asegura.
Esa b¨²squeda del espacio perfecto se percibe en las estancias de Rungstedlund, donde la naturaleza forma parte del entorno: el parque con ¨¢rboles, el viento que golpea las ventanas de madera desde el cercano mar del Norte, que se escucha perfectamente, sobre todo en invierno. La casa, un imponente edificio de madera blanca, est¨¢ marcada por la ausencia de ?frica, de Denys, poblada de recuerdos de otros tiempos. ¡°Cuando regres¨®, tuvo que acostumbrarse poco a poco a la vida burguesa que 17 a?os antes hab¨ªa cre¨ªdo dejar atr¨¢s para siempre, con un suspiro de alivio¡±, escribe el cr¨ªtico literario Frans Lasson en el pr¨®logo de Cartas desde Dinamarca. Correspondencia 1931-1962 (N¨®rdica Libros). En las paredes cuelgan sus dibujos, que tambi¨¦n reflejan personajes y animales africanos. Fue una pintora delicada y h¨¢bil, con el mismo sentido del detalle y de la evocaci¨®n que marca sus cuentos.
Rungstedlund encierra el secreto de blixen: la s¨ªfilis que su marido le contagi¨® en ¨¢frica, y que alter¨® su vida.
Rungstedlund tambi¨¦n encierra sus secretos, y uno por encima de todos ellos: la s¨ªfilis, que sufri¨® despu¨¦s de haber sido contagiada por su marido en ?frica, lo que la oblig¨® a elegir una vida que tal vez no hubiese sido la suya. Esta enfermedad fue revelada muy tarde, despu¨¦s de su muerte, por la periodista estadounidense Judith Thurman en su biograf¨ªa de Blixen, en la que se inspir¨® Sydney Pollack para escribir Memorias de ?frica casi tanto como en los libros de la propia autora. La casa oculta esa profunda contradicci¨®n: Blixen fue una mujer muy mundana, que escrib¨ªa sus libros primero en ingl¨¦s y luego en dan¨¦s, en una segunda versi¨®n corregida, pero que, sin embargo, pas¨® gran parte de su vida en el campo. La enfermedad, y la dureza de los tratamientos que segu¨ªa, que inclu¨ªan cianuro, la dejaron anclada en Dinamarca. ¡°La s¨ªfilis alter¨® sus planes de vida y le hizo sufrir mucho¡±, explica su bi¨®grafa.
En la tienda de recuerdos de Rungstedlund se puede comprar una postal en la que Karen Blixen aparece con Marilyn Monroe durante un viaje a Estados Unidos, al final de su vida, en 1959, cuando las devastadoras consecuencias del ars¨¦nico que tomaba para la s¨ªfilis hac¨ªan estragos en su fr¨¢gil cuerpo. Toda su vida quiso ir a un pa¨ªs que siempre la vener¨® como escritora, pero no lo logr¨® hasta tres a?os antes de su muerte. All¨ª conoci¨® a todo el mundo intelectual ¨Cqued¨® constancia gr¨¢fica de aquella cena con Marilyn; su marido, el dramaturgo Arthur Miller, y Carson McCullers¨C, pero sobre todo fascin¨® a los estadounidenses con su capacidad para contar historias.
Todos los que la conocieron aseguran que Blixen era una narradora oral extraordinaria, una mezcla de las tradiciones africanas y de Hans Christian Andersen. Sus relatos conservan esa oralidad, dejan en el lector la sensaci¨®n de que alguien nos lo est¨¢ contando, prueban que solo la creatividad es capaz de superar el tiempo. Sus ramos siguen ah¨ª para demostrarlo.
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