S¨ª, es posible adivinar el nombre de alguien solo vi¨¦ndole la cara
Y no tiene nada que ver con la magia. La neurociencia explica el proceso por el que hay quien tiene pinta de llamarse Manolo
Seguramente alguna vez le han presentado a una Roc¨ªo o a un Ferm¨ªn y ha pensado que no le pegaba para nada ese nombre. ?Se ha preguntado por qu¨¦? Al parecer, tenemos algunas ideas preconcebidas de qu¨¦ caras encajan bien o mal con cada nombre. La revista cient¨ªfica Journal of Personality and Social Psychology acaba de publicar un estudio al respecto. El equipo, dirigido por Yonat Zwebner, de la Universidad Hebrea de Jerusal¨¦n (Israel), realiz¨® una serie de experimentos en los que se mostraba una fotograf¨ªa de un rostro a los participantes, y se les ped¨ªa que le adjudicaran un nombre de una lista de 4 o 5 posibilidades. Para sorpresa de los investigadores, consiguieron acertar el nombre real de la persona entre un 30% y un 40% de las veces.
?Casualidad? No, unas cifras de acierto tan altas no son un resultado fortuito. La explicaci¨®n, seg¨²n los expertos, podr¨ªa estar en los estereotipos culturales asociados a los nombres, y el ¡°efecto adivinatorio¡± ten¨ªa mucho que ver con la cultura de los participantes. De hecho, el estudio se hizo conjuntamente con la Escuela de Estudios Superiores de Comercio (HEC) de Par¨ªs (Francia), y los investigadores comprobaron que los participantes galos ten¨ªan m¨¢s facilidad para adivinar las caras y nombres de las fotos de personas francesas, y lo mismo suced¨ªa con los participantes israel¨ªes.
Este mecanismo mediante el cual asociamos nombres y rostros podr¨ªa explicarse gracias a la idea de que las personas, sin ser conscientes, alteran su apariencia para ajustarse a las normas culturales y las se?ales asociadas con sus nombres. En este sentido, los autores del estudio sostienen que los humanos estamos sujetos a la estructuraci¨®n social desde el minuto en que nacemos, pero no solo por nuestro g¨¦nero, etnia y nivel socioecon¨®mico, sino tambi¨¦n por la simple elecci¨®n que otros hacen al darnos nuestro nombre. Es decir, como humanos, no solo tenemos la habilidad de predecir un nombre en base a los estereotipos culturales que nos rodean, sino que somos capaces de adaptar nuestra imagen al nombre que se nos ha asignado, y que viene con unos estereotipos fision¨®micos asociados.
No es magia, son esquemas mentales
David Lagunas Arias, profesor del Departamento de Antropolog¨ªa Social de la Universidad de Sevilla, explica que ¡°la asociaci¨®n entre caras y nombres se relaciona con lo que en psicolog¨ªa y antropolog¨ªa cognitiva se denomina ¡®esquema mental¡¯, que es una modalidad de expansi¨®n de una esfera conceptual, junto con la semejanza y la analog¨ªa¡±. Estos esquemas nos permiten identificar cosas (en este caso, caras y nombres) en base a nuestra memoria y experiencia, por lo que las supuestas habilidades prof¨¦ticas no tienen nada que ver con un mundo m¨¢gico, sino que detr¨¢s de ellas se esconde una explicaci¨®n cerebral.
En este sentido, la neurociencia ha observado que los esquemas mentales ¡°son compatibles con la estructura neuronal, es decir, con la organizaci¨®n reticular de las c¨¦lulas nerviosas¡±, apunta Lagunas. De hecho, investigadores del Hospital General de Massachusetts (EE UU) han conseguido identificar el hipocampo anterior como el lugar de nuestro cerebro donde suceden estos procesos de memoria asociativa. Adem¨¢s de depender de nuestro cuerpo y cerebro, la estructura conceptual tambi¨¦n depende del ambiente externo, lo que Lagunas define como ¡°caracter¨ªsticas bioecol¨®gicas y culturales¡±.
Las caras y nombres son ¡°una expresi¨®n de las identificaciones cotidianas de personas que realizamos con im¨¢genes protot¨ªpicas compartidas¡±, explica el docente, ya que ¡°las personas usan continuamente taxonom¨ªas para organizar jer¨¢rquicamente sus conocimientos¡±. Si nos centramos en los estereotipos culturales, no es de extra?ar que seamos capaces de crear un prototipo fision¨®mico para un Juan, un Manuel o un Pedro. ?O acaso no le resulta f¨¢cil imaginar a un Manolo, el del bar, un Borjamari, una Conchi del 3?A o una Eugenia Mar¨ªa, del club de campo? El antrop¨®logo aclara que esto se debe a la ¡°activaci¨®n y categorizaci¨®n de un esquema protot¨ªpico, que funciona a trav¨¦s de mecanismos cognitivos de codificaci¨®n, interpretaci¨®n y memorizaci¨®n, que pueden ser activados dependiendo del contexto social, cultural y pol¨ªtico. Y as¨ª, cada grupo categoriza a otro grupo en funci¨®n de su cultura¡±.
Las Linas tienen la cara alargada. Los Manolos, redonda
Adem¨¢s de los estereotipos culturales, hay otros factores que influyen en el proceso de atribuci¨®n de nombres a caras. Uno de ellos es la fon¨¦tica, que en psicolog¨ªa experimental se conoce como simbolismo fon¨¦tico. "Ciertos sonidos evocan caracter¨ªsticas f¨ªsicas. Las vocales altas como la ¡®i¡¯ o la ¡®u¡¯ se relacionan con tama?os peque?os y con delgadez; y las vocales bajas, con tama?os grandes y redondez. Por ejemplo: ¡®chiquit¨ªn¡¯ o ¡®gordinfl¨®n¡¯¡±, relata Julio Santiago, del Departamento de Psicolog¨ªa Experimental de la Universidad de Granada. A este respecto, un estudio publicado en Psychonomic Bulletin & Review defiende que somos capaces de recordar mejor los nombres de las personas que ¡°encajan¡± con sus caras. ?Y qu¨¦ quiere decir que encajen? Pues que las letras redondas y bajitas corresponden a caras rellenitas, y las letras alargadas y finas se asocian a caras delgadas. Es decir, nos resulta m¨¢s f¨¢cil recordar a una Lina delgada y a un Manolo rechoncho.
El 'efecto Qwerty'
Si ya puede parecer sorprendente que a uno "le pegue" su nombre en funci¨®n del mundo cultural y social que le rodea, as¨ª como la relaci¨®n entre la fon¨¦tica y su fisionom¨ªa, lo es todav¨ªa m¨¢s que dependa de la disposici¨®n de las letras en los teclados. En efecto, un reciente estudio realizado por el psic¨®logo Daniel Casasanto y publicado en el Psychonomic Bulletin & Review relaciona la preferencia por ciertos nombres al uso del teclado del ordenador. El profesor Julio Santiago lo explica en detalle: "Las personas asociamos el lado dominante (normalmente el derecho) con una valencia emocional positiva, y el no dominante con una valencia negativa. Casasanto se plante¨® si el uso del teclado Qwerty, donde ciertas letras se pulsan con una mano y otras con la otra, har¨ªa que las letras en s¨ª se cargaran de valencia emocional (es decir, tomar¨¢n connotaciones positivas o negativas). En varios estudios comprobaron que esto realmente sucede". Y aunque Santiago recuerda que estos resultados son "correlacionales y hay que interpretarlos con mucho cuidado", desde que se generaliz¨® el uso de teclados Qwerty, en EE UU han aumentado los nombres con mayor cantidad de letras en el lado derecho del teclado.
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