Por qu¨¦ es justo el comercio justo
La azucarera Manduvir¨¢, en Paraguay, es un ejemplo de c¨®mo los campesinos mejoran su vida con este modelo
Esta es una historia sobre justicia. No tiene nada que ver con leyes, sino con explotaci¨®n y derechos. Con unos campesinos paraguayos que un d¨ªa decidieron que ya estaba bien de aguantar que les pagasen una miseria por su ca?a de az¨²car, de no decidir sobre producci¨®n y venta, de no poder llevar una vida digna con su trabajo. Es una historia sobre comercio justo, sobre lo que hay tras un sello que sirve para que los consumidores sepan que est¨¢n haciendo una compra comprometida y sobre las vidas que hay detr¨¢s de ¨¦l.
Las bolsas de az¨²car que la cooperativa Manduvir¨¢ Limitada exporta a Europa tienen impreso un logotipo con las siglas FT (Fair Trade). Es decir, cumple seis criterios fundamentales: los productores reciben un precio justo por su trabajo, cuentan con condiciones laborales dignas y seguras, con comercio directo, pertenecen a organizaciones democr¨¢ticas y transparentes, cuyos beneficios van destinados al desarrollo social y, todo esto, dentro de una pretendida sostenibilidad medioambiental. O, lo que es lo mismo, significa que Alejandra Godoy puede estudiar contabilidad en la universidad, que Eliodoro Moro recibe un sueldo todos los meses despu¨¦s de 17 a?os de incertidumbre, que los hijos de Alba Vel¨¢zquez tienen una beca para material escolar y que Petrona Bernal sabe que si un a?o la cosecha le va mal puede recurrir a un cr¨¦dito que la saque adelante a ella y a su familia.
Todo esto sucede en Arroyos y Esteros, un pueblo de unos 20.000 habitantes a 60 kil¨®metros de Asunci¨®n, la capital de Paraguay. Con un peque?o n¨²cleo urbano en torno a una plaza, con su iglesia, su comisar¨ªa, su Ayuntamiento y su campo de f¨²tbol, la mayor¨ªa de la poblaci¨®n est¨¢ dispersa por el campo, rodeados de plantaciones, sobre todo de ca?a de az¨²car, que es el principal cultivo de estas tierras.
Hasta hace no mucho, un par de empresas se beneficiaban de esta industria: pagaban a los productores lo que consideraban por la ca?a ¡ªsol¨ªan considerar poco¡ª y la convert¨ªan en az¨²car. Muchos de ellos eran cooperativistas de Manduvir¨¢, que naci¨® en el a?o 1975, pero no estaban suficientemente organizados para exigir buenas condiciones y, generalmente, recib¨ªan cantidades rid¨ªculas por su producci¨®n. Ellos se limitaban a llevarla a la f¨¢brica y esperar su compensaci¨®n, que les ingresaban semanas despu¨¦s. ¡°Siempre hab¨ªa una excusa para pagarnos el precio m¨¢s bajo¡±, recuerda Andr¨¦s Gonz¨¢lez, que hoy es gerente de la cooperativa.
Todo esto empez¨® a cambiar a principios de este siglo. Fue el propio Gonz¨¢lez quien encabez¨® lo que denomina una ¡°revoluci¨®n dulce¡±. Primero, se plantaron. M¨¢s de 500 productores se negaron a llevar su ca?a si no les remuneraban mejor. ¡°Hubo nervios, semanas de par¨¢lisis, nos tuvimos que ayudar para salir adelante, pero la empresa no pod¨ªa producir sin nuestra materia prima¡±, relata. Consiguieron un mejor precio, pero ese solo fue el germen de lo que pasar¨ªa despu¨¦s. Se dieron cuenta de que ellos eran due?os de su destino. ¡°El comercio justo nos abri¨® los ojos¡±, asegura.
Pero, ?qu¨¦ es comercio justo?, ?qui¨¦n garantiza que esos seis criterios enumerados al principio se cumplen? Hay varias organizaciones internacionales que se dedican a certificar, mediante auditor¨ªas, que las empresas que llevan su sello respetan estos principios. Fair Trade International es la mayor de ellas y bajo su sello se comercializa la grand¨ªsima mayor¨ªa de estos productos en el mundo. Tras ¨¦l hay m¨¢s de un mill¨®n y medio de trabajadores de 1.240 productoras con unas ventas de m¨¢s de 1.000 millones de euros, seg¨²n su ¨²ltimo reporte anual de 2016. Seg¨²n explica Sergi Corbal¨¢n, director ejecutivo de la Oficina de Incidencia de Comercio Justo, el sello naci¨® para que este sistema no quedase confinado a distribuidores especializados y pudiera llegar a las grandes cadenas de comercializaci¨®n, ¡°lo que es una tendencia en alza¡±. Esto hace que, por ejemplo, en Reino Unido e Irlanda, el Kit Kat tenga el sello, ya que est¨¢ hecho con cacao de comercio justo. Obviamente, las materias primas son m¨¢s caras, pero esta es parte de la gracia. Seg¨²n un Eurobar¨®metro de 2016, el 50% de los europeos est¨¢ dispuesto a pagar m¨¢s por este tipo de productos, una clasificaci¨®n encabezada por Luxemburgo y Suecia, con un 80% de los encuestados favorable a hacer esta contribuci¨®n. Con el sobreprecio se genera lo que llaman una prima o premio (117 millones de euros en 2015), que va parar a los productores para invertirlo como mejor consideren: en mejorar los sistemas de producci¨®n, en beneficios sociales, en una remuneraci¨®n extra a los campesinos¡ Generalmente es una mezcla de todo esto.
Y esta es la oportunidad que vieron en Manduvir¨¢ cuando empezaron a emanciparse de sus patronos: un circuito alternativo al convencional que pod¨ªa proporcionarles mejores condiciones de vida. En 2006 se embarcaron en la aventura de producir su propio az¨²car. Dejar de ser solamente agricultores para convertirse en fabricantes y comercializadores; controlar todo el ciclo y comenzar a vender un az¨²car justo. Consiguieron alquilar una f¨¢brica para producir 1.500 toneladas de producto en 2006. Y los contratos llovieron. En 2007 hab¨ªan multiplicado el volumen por cuatro y al a?o siguiente la f¨¢brica ya se les hab¨ªa quedado peque?a. El siguiente paso era un salto mortal: dejar de alquilar y construir una propia. Pero esto eran palabras mayores: necesitaban 15 millones de d¨®lares, algo inalcanzable para un grupo de agricultores de Arroyos y Esteros, por mucho que empe?asen todo lo que ten¨ªan. Pero el ¨¦xito precedente propici¨® que no les faltase financiaci¨®n: de banca local, del Banco Interamericano de Desarrollo (BID), procedente de Europa¡ La construcci¨®n de la nueva f¨¢brica comenz¨® en 2011 y est¨¢ en funcionamiento desde 2014.
Hoy Manduvir¨¢ Limitada es el motor econ¨®mico de Arroyos y Esteros. Tiene 1.500 socios, casi un millar de productores. En ¨¦poca de cosecha hasta 3.000 personas trabajan en los campos de los cooperativistas y, seg¨²n Gonz¨¢lez, el 60% de la econom¨ªa de la zona depende de esta organizaci¨®n de forma directa o indirecta. La mayor¨ªa del az¨²car de la cooperativa se exporta, solo un 5% se queda en el mercado paraguayo. Compiten gracias a la demanda de producto org¨¢nico (sin insumos sint¨¦ticos) fuera de sus fronteras. Como explica el ingeniero Arnaldo Molina, gerente de la planta, ¡°los precios que ofrecen Argentina o Brasil son mucho m¨¢s bajos¡±, pues usan unas tecnolog¨ªas agr¨ªcolas que les permiten sacar ¡°entre 140 y 160 toneladas por hect¨¢rea¡±. Ellos producen unas 60, necesitan mucha m¨¢s tierra para la misma cantidad, pero pueden vender su producto como ecol¨®gico a miles de kil¨®metros a consumidores que est¨¢n dispuestos a pagar esa diferencia. Su principal cliente es Alemania, adonde va a parar un 30% de lo que producen.
Espa?a no es un consumidor demasiado significativo en sus ventas, pero en el pa¨ªs cuentan con uno de sus aliados, la cooperativa Ideas, que apoya a Manduvir¨¢ comprando el az¨²car de ca?a y buscando financiaci¨®n a trav¨¦s de proyectos de cooperaci¨®n internacional que permitan el fortalecimiento de la organizaci¨®n. ¡°Desde que conocimos la historia de lucha, primero por la mejora de los precios de sus productos y despu¨¦s por la autonom¨ªa y soberan¨ªa de sus socios, hemos apoyado este proyecto y lo hemos querido dar a conocer. Nos parece el mejor ejemplo de lo que puede conseguir el Comercio Justo por la mejora de la vida de miles de campesinos¡±, explica Marta Mangran¨¦, coordinadora de Acci¨®n Social y Cooperaci¨®n en Ideas.
Uno de los ejemplos de lo que cuenta Mangran¨¦ es Eliodoro Moro, electricista de la f¨¢brica desde que se abri¨®. Antes trabajaba para la competencia, la empresa que pagaba una miseria a los agricultores por su ca?a. Ha pasado de estar contratado por horas, cuando lo necesitaban, y cobrar unos 800.000 guaran¨ªes al mes (unos 128 euros), a contar con un empleo estable por el que percibe casi cuatro veces esa cantidad. Pero el cambio en su vida va m¨¢s all¨¢ del dinero: ¡°Me asoci¨¦ a la cooperativa cuando vi la posibilidad de hacer algo nuestro, donde nuestra opini¨®n contara. Antes el patr¨®n ni te miraba a la cara, ahora quienes est¨¢n en cabeza de la cooperativa escuchan tus problemas y cuando necesitas algo, te lo facilitan¡±.
Curiosamente, la mayor¨ªa de los socios no viven exclusivamente de la ca?a, que es m¨¢s bien un complemento a sus ingresos. Los precios del mercado siguen siendo demasiado bajos para tenerlos como ¨²nico salario, as¨ª que diversifican con otras actividades: cultivos de vegetales diversos para autoconsumo y venta en el mercado, peque?as tiendas, taxis¡ Y cuentan con ayudas como las becas, los talleres o los pr¨¦stamos que mejoran su calidad de vida. Ahora es m¨¢s justa.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.