¡®Afrotrap¡¯ para coser las fronteras
El joven rapero franc¨¦s MHD sorprende con sus temas de ra¨ªces guineanas y senegalesas
?frica no es un pa¨ªs, ni siquiera solo un continente. ?frica es tambi¨¦n sus muchas vertientes extracontinentales, con sus primeras generaciones de emigrantes, sus segundas, sus terceras, y lo que les pase a sus hijos en la banlieue de Par¨ªs, en Marsella toda, en los suburbios de Estrasburgo, en el paso de Calais y en Niza. Lo sabemos: los inmigrantes sufren la discriminaci¨®n de los m¨¢rgenes, pero la vida le escapa a la mezquindad y casi siempre se impone. Por eso, en la periferia francesa crecen mestizajes f¨¦rtiles y nuevas comprensiones que alimentan la expresi¨®n art¨ªstica callejera, mucha m¨²sica e invenciones felices como el afrotrap.Su m¨¢ximo exponente actual: MHD, que es la abreviatura de Mohamed y el nombre art¨ªstico de este cultor del trap de reconocibles ra¨ªces africanas pero siempre con el fraseo del rap.
Ida y vuelta, MHD (Mohammed Sylla) sabe que viene de Guinea Conakry, por parte de padre, y de Senegal, por parte de madre, pero es franc¨¦s y en su barrio aprendi¨® a convivir con los vecinos magreb¨ªes (con quienes comparte la espiritualidad del islam y la pasi¨®n por el f¨²tbol, entre otras afinidades). En la esquina de su casa empez¨® a hacer m¨²sica, cuando era casi un ni?o. Arranc¨® con el colectivo 19 reseaux (19 redes), cuyo nombre viene del distrito 19? de Par¨ªs donde viv¨ªa, pero ya desde el a?o pasado rueda solo. Dicen que su rap hibridado con la m¨²sica dance est¨¢ inspirado en los nigerianos Davido y P-Square.
Tiene apenas 22 a?os y es casi sin¨®nimo de Champions League, el nombre de una de sus canciones m¨¢s conocidas y la que todos esperaban el s¨¢bado pasado, cuando se present¨® en un inmenso escenario a orillas del r¨ªo Bouregreg, en Rabat, en el marco del ya instalado Festival Mawazine (a la saz¨®n, el mismo escenario que ha pisado, en estos d¨ªas, Lauryn Hill y desde el que el c¨¦lebre marfile?o Alpha Blondy, despedir¨¢ el megafestival el pr¨®ximo fin de semana).
Lleg¨® MHD al continente de sus padres y los chicos marroqu¨ªes se sintieron inmediatamente parte del asunto. Seguramente tienen horas y horas de Youtube sobre sus espaldas, tarareando?La Moula, aprendi¨¦ndose las coreograf¨ªas de esas nutridas bandas de ni?os y adolescentes de caritas subsaharianas o magreb¨ªes que bailan en sus v¨ªdeos (flow, bang bang bang, ruido de vidrios rotos al final de cada tema y coros futboleros en las calles de alg¨²n extramuros). Su p¨²blico es europeo y africano, tiene su edad y ha ido viendo c¨®mo se engrandec¨ªa ¨Ca la velocidad de la luz¨C la figura del antiguo telonero de Booba: sin ir m¨¢s lejos, MHD particip¨®, el a?o pasado, en la presentaci¨®n de la equipaci¨®n del Real Madrid.
¡°Como ahora el afrotrap es famoso, yo hablo de esto: Par¨ªs es la Champions League /esto es Par¨ªs/la nevera vac¨ªa/ los chicos se matan con droga mala/ la atm¨®sfera es densa como en la transacci¨®n de un kilo/ ?no sabes que no se les pega a los maestros?¡± son algunos de los versos del rapero que da cuenta de su cotidianidad, de la vida de un repartidor de pizza que se queja con su madre, pero que tambi¨¦n honra sus ra¨ªces primeras, celebra a sus hermanos, a los maestros Salif Keita o Youssou N¡¯Dour y a la vida familiar que se cultiva all¨ª donde no hay secretos. Entonces, va a cantar y bailar a las calles africanas, como en Kele N ta.
La escena del hip hop franc¨¦s es la m¨¢s nutrida y prol¨ªfica despu¨¦s de la de Estados Unidos. Sus protagonistas son muy j¨®venes, casi ni?os. No es raro que comiencen a rapear con 12 o 13 a?os y muy pronto ya est¨¢n haciendo videoclips rodeados de sus hermanitos menores, en barrios de bloques, sobre canchas de cemento, en camisetas de f¨²tbol, con bicis y skates. Reclaman sus derechos a la vez que muestran La puissance (¡°la potencia¡±) de la que son capaces.
Habl¨¢bamos de MHD pero pod¨¦is rastrear a los otros franceses del movimiento: he ah¨ª a Salif, descendiente de padres de Mali y de la isla de Guadalupe, que tambi¨¦n comenz¨® en la pubertad a hablar de la juventud del ghetto. O a Mysa, que ir¨®nicamente pide perd¨®n ¡°por ser franc¨¦s¡± y vivir en el territorio en el que naci¨®, en la canci¨®n Je m¡¯excuse. En general, en los clips del hip hop no falta la presencia de Dios ¨Co la menci¨®n de su feligres¨ªa¨C ni los m¨²sculos que ilustran gestos ultraviriles de gangsta franc¨®fonos. Como los de Booba, hijo de madre marroqu¨ª y padre senegal¨¦s, quien tambi¨¦n ha tocado en esta edici¨®n de Mawazine y que insiste en que Dios (Al¨¢) ¡°facilita¡± y es ¨¦l el que mete la pata.
Le cuesta al rap (y sus derivados) desembarazarse de la exhibici¨®n de trofeos hechos de esta mezcla de leg¨ªtima denuncia por lo vivido, burlas a los ¡®envidiosos¡¯ y la celebraci¨®n de los logros nuevos: relojes, coches y/o la chicas blancas ¨Cen modo cheerleaders¨C a sus pies. A esta altura de la Historia, todos pecados veniales frente a las inmensa deuda de empat¨ªa de las sociedades en las que les ha tocado vivir a sus protagonistas. Hay excepciones, por supuesto, como la rapera marsellesa-argentina Keny Arkana (nacida en 1982), que hizo popular La rage (La rabia), una alegor¨ªa altermundista en cuyo video se alternan im¨¢genes de la represi¨®n policial en Argentina con postales suburbanas francesas, por donde se cuela alg¨²n?Inchallah, en ¨¢rabe, el de la calle.
De alg¨²n modo, tambi¨¦n MHD es una excepci¨®n de ternura en un mundo de duros. En sus v¨ªdeos hay chicas de ascendencia africana, en el rol de las amigas, divirti¨¦ndose con ellos, y en su presentaci¨®n de Rabat hizo subir al escenario a ni?a y ni?o para que bailaran all¨ª la canci¨®n Fais le mouv. ?l, como el resto de los adolescentes, sin parar de grabar desde el escenario con su propio m¨®vil, ayudando con cada gesto a suturar esa cisura que suele haber entre los chicos subsaharianos y los que vienen del ¨¢mbito ¨¢rabe-magreb¨ª.
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