Helle Thorning-Schmidt: ¡°Las mujeres tenemos m¨¢s posibilidades de fallar¡±
DOS DE cada 10 ni?os sufren acoso escolar en el mundo. M¨¢s de 25 millones de menores est¨¢n en riesgo de exclusi¨®n social en la pr¨®spera Europa. La guerra, la pobreza, la sequ¨ªa y la hambruna se ceban con los m¨¢s peque?os en el Cuerno de ?frica, Siria o Yemen. Son ejemplos de la larga lista de problemas que machacan a los ni?os en los pa¨ªses m¨¢s pobres, pero tambi¨¦n en los m¨¢s ricos. Trabajar para que tengan una oportunidad en la vida es la prioridad de Helle Thorning-Schmidt, directora de la ONG Save the Children. Esta danesa de 50 a?os tiene sobrada experiencia para manejarse en situaciones de crisis: en 2011 se convirti¨® en la primera mujer elegida jefa de Gobierno en su pa¨ªs y naveg¨® por los turbulentos a?os de la gran depresi¨®n econ¨®mica que azot¨® a Europa. Tambi¨¦n tuvo que lidiar con una emergencia menos grave, pero que la hizo mundialmente famosa, cuando se hizo un selfie con Barack Obama y David Cameron en el funeral de Nelson Mandela en 2013. Su actitud alegre y desenfadada en la ceremonia aliment¨® una imagen de l¨ªder excesivamente preocupada por su aspecto.
Ahora ha cambiado de vida. Cuando por la ma?ana sube al metro desde su casa en el noroeste de Londres, la ex primera ministra disfruta de un nuevo anonimato. Tras perder las elecciones en 2015, decidi¨® abandonar una carrera pol¨ªtica de 20 a?os (tambi¨¦n ha sido eurodiputada y, durante una d¨¦cada, presidenta del Partido Socialdem¨®crata). Se postul¨® sin ¨¦xito como alta comisionada de las Naciones Unidas para los Refugiados y, finalmente, desembarc¨® hace poco m¨¢s de un a?o al frente de la organizaci¨®n no gubernamental de defensa de la infancia.
No hay lujo en las oficinas de Save the Children en Londres, a pocos minutos de Trafalgar Square y cerca de la C¨¢mara de los Comunes, donde su marido, el brit¨¢nico Stephen Kinnock, es diputado laborista. Thorning-Schmidt no tiene despacho propio. Solo una mesa junto a una peque?a sala de reuniones acristalada, donde se celebra la entrevista. Grandes fotograf¨ªas de ni?os cuelgan de las paredes de la sede de la ONG que cada a?o ayuda a casi 60 millones de menores. No hace falta esperar mucho para comprobar que, aunque la directora de Save the Children haya dejado la pol¨ªtica, buena parte del tiempo guarda las distancias como lo podr¨ªa hacer una primera ministra y responde como tal. Aunque un rival la apod¨® Helle Gucci hace unos a?os por su supuesta afici¨®n a los complementos de lujo, esta ma?ana no hay ning¨²n bolso caro a la vista.
Thorning-Schmidt no naci¨® en una familia opulenta, sino de clase media. Se crio en Rodovre, cerca de Copenhague. Su madre era una peque?a empresaria, y su padre, profesor de econom¨ªa. Estudi¨® Pol¨ªticas y se mud¨® a Bruselas, donde hace 25 a?os conoci¨® a su marido, con el que ha mantenido una relaci¨®n casi siempre a distancia. Ahora, por fin, comparte casa con ¨¦l a diario en la capital brit¨¢nica. Sus dos hijas, de 20 y 17 a?os, estudian fuera.
De primera ministra a responsable de una ONG. ?C¨®mo ha sido el cambio? Estoy orgullosa de haber sido primera ministra. Disfrut¨¦ en el cargo, sobre todo con el trabajo europeo. En las elecciones de 2015 fuimos el partido m¨¢s votado, pero no lo suficiente para gobernar y tuve que decidir si quer¨ªa quedarme en pol¨ªtica, como l¨ªder de la oposici¨®n y ganar las siguientes elecciones, que probablemente podr¨ªa [r¨ªe], o hacer algo diferente con mi vida. Opt¨¦ por lo segundo.
Inmediatamente despu¨¦s de saber que no repetir¨ªa como primera ministra, anunci¨® que dejaba su cargo en el partido. Ha comentado que se sinti¨® vac¨ªa. He estado en pol¨ªtica muchos a?os. Primero como europarlamentaria, despu¨¦s como l¨ªder de mi partido y luego como primera ministra. Cuando dejas todo eso es normal sentirse muy vac¨ªa. Lo primero que hice fue arreglar la bicicleta y salir a pasear por Copenhague, que es una ciudad incre¨ªble. Era algo que como primera ministra no hab¨ªa tenido la ocasi¨®n de hacer. Lo disfrut¨¦ mucho. Era verano. Viv¨ª la ciudad de otra forma. Cuando vas en bici te encuentras con mucha gente por la calle, y puedes parar y charlar. Fue fant¨¢stico. Cuando era jefa de Gobierno llevaba una vida de lo m¨¢s normal: viv¨ªa en mi propia casa, hac¨ªa la compra, la colada, iba a las reuniones del colegio¡ Eso me ayud¨® mucho a adaptarme a la nueva situaci¨®n.
En Espa?a sabemos que es muy habitual que los pol¨ªticos daneses hagan las tareas del hogar por la serie Borgen¡ S¨ª, s¨ª, es verdad [r¨ªe].
Y, acto seguido, nos preguntamos: ?estos l¨ªderes con tanta responsabilidad no tienen cosas m¨¢s importantes que hacer? Lo s¨¦, lo s¨¦. Pero es que ocuparse de esas cosas cotidinas tambi¨¦n es importante. Lavar la ropa, hacer cola en la fruter¨ªa, coger el autob¨²s a veces¡ Tenemos dos hijas y siempre ha sido importante para m¨ª formar parte de sus vidas. Adem¨¢s, es una forma de desconectar durante un rato de la pol¨ªtica y conectar con el mundo real. Hacer cosas normales es muy saludable para un pol¨ªtico, para cualquier persona. Cuando estoy en casa, estoy con mi familia. Para mis hijas no era primera ministra, solo mam¨¢. Ellas no necesitan a una primera ministra.
Despu¨¦s de varios meses alejada de la pol¨ªtica, ?por qu¨¦ se decidi¨® por Save the Children? Me encanta trabajar con ni?os. Es algo muy potente. No puedo pensar ahora mismo en otra cosa m¨¢s interesante. En este mundo de divisiones, de nuevos nacionalismos, reconforta defender un mundo en el que protegemos a los ni?os.
¡°Cuando era primera ministra hac¨ªa yo misma la colada. Hacer cosas normales es muy saludable para cualquier pol¨ªtico. Ayuda a conectar con el mundo real¡±.
?C¨®mo ha sido su primer a?o? ?Qu¨¦ es lo que m¨¢s le ha impresionado? Ver lo que el mundo deja que les suceda es duro. Ellos no pueden escapar. Est¨¢n atrapados. Son los m¨¢s vulnerables. Lo incre¨ªble es que, hasta en los lugares m¨¢s duros, pobres y violentos, siempre hay un poco de esperanza en los ojos de esos ni?os. En Siria, por ejemplo. Pero tambi¨¦n en otros conflictos olvidados, como la guerra en Yemen, o la crisis humanitaria que amenaza el Cuerno de ?frica y Sud¨¢n del Sur. Hay 14 millones de personas en riesgo de morir de hambre, d¨¦jeme repetirlo, de hambre, que no es cualquier cosa. Incluso en los pa¨ªses desarrollados hay temas que afrontar, como la pobreza infantil y el acoso escolar, que ahora tiene nuevas formas por las nuevas tecnolog¨ªas. A los ni?os no solo se les pide que jueguen; tambi¨¦n se les exigen muchos likes en las redes sociales.
No son estos precisamente tiempos de mucha solidaridad. La ayuda humanitaria ha sufrido importantes recortes. Antes de desesperar, destaquemos las cosas buenas. Muchos pa¨ªses europeos siguen contribuyendo y hay miles de voluntarios que quieren ayudar. No me gusta esa idea de que todo el mundo ha perdido su sentido de la solidaridad, su compasi¨®n, porque no es as¨ª. No debemos olvidar que la UE en su conjunto es el mayor donante de ayuda humanitaria del mundo. Aunque es cierto que en el caso de la hambruna en ?frica se est¨¢ reuniendo una financiaci¨®n insuficiente. Y esa crisis se podr¨ªa evitar.
El acuerdo de la UE con Turqu¨ªa para la crisis de los refugiados no ha sido calificado precisamente de solidario y no se est¨¢n cumpliendo los cupos de acogida de refugiados. Entiendo que cada pa¨ªs quiera vigilar sus fronteras. Pero no tengo ninguna duda de que ser¨ªa mucho mejor para la UE que sus miembros fueran m¨¢s solidarios los unos con los otros y tener una pol¨ªtica com¨²n de refugiados. Ahora hay pa¨ªses que tienen que soportar una gran carga y otros que no comparten esa carga en absoluto. M¨¢s de un mill¨®n de personas que buscan refugio han llegado a Europa. Parece mucho, pero si todos hubieran cooperado para resolver este asunto nos ir¨ªa mucho mejor.
Estudi¨® y trabaj¨® como diputada en Europa cuando la UE viv¨ªa sus a?os dorados. ?Qu¨¦ recuerda de aquella ¨¦poca? Hay gente que los llama los felices noventa. Hubo un tiempo a partir de 1989, cuando cay¨® el tel¨®n de acero, hasta 2001, con los ataques a las Torres Gemelas, que fue la ¨¦poca m¨¢s optimista. Pens¨¢bamos que pod¨ªamos cambiar las cosas trabajando juntos. Ese fue el motivo por el que me met¨ª en pol¨ªtica y a¨²n creo en ello. Por ejemplo, si tenemos un mercado que falla porque no est¨¢ regulado, podemos regularlo.
?C¨®mo encaja eso con el ascenso de los partidos antiinmigraci¨®n? Nadie niega que hay una nueva tendencia, un nuevo nacionalismo, pero tambi¨¦n veo que hay una nueva conversaci¨®n sobre c¨®mo se puede cooperar y qu¨¦ ganamos cooperando. Ahora, incluso en medio del Brexit, a pesar del incremento del escepticismo, hay signos positivos, como un sondeo que se public¨® hace unos d¨ªas que indicaba que, en muchos pa¨ªses de la UE, el apoyo a la Uni¨®n ha subido en los ¨²ltimos meses.
?Echa de menos la pol¨ªtica? ?No, no! Trabajar para ayudar a los ni?os me hace muy feliz.
Seguro que no a?ora ser el objeto de cr¨ªticas en medio mundo por hacerse un selfie con Obama y Cameron. Fue un momento incre¨ªble y estoy muy feliz de haberlo vivido. Adem¨¢s, me hizo famosa en todo el mundo [r¨ªe]. Pero creo que se exager¨®. Fue un toque humano en uno de sus muchos actos oficiales que comparten los dirigentes pol¨ªticos.
?Cree que se le ha criticado m¨¢s por ser mujer? Las mujeres en pol¨ªtica, incluso al m¨¢s alto nivel, son tratadas de forma diferente. No hay duda. Mira a Hillary Clinton o Angela Merkel. Yo lo fui, ciertamente.
?C¨®mo es ese trato diferente? Las mujeres tienen que cumplir una serie de cualificaciones en un espectro mucho m¨¢s amplio y, claro, hay m¨¢s posibilidades de fallar. Hay un mayor riesgo de fracasar. Siempre se nos pregunta c¨®mo conciliamos familia y trabajo. Si somos buenas madres. Pienso que se nos juzga de forma m¨¢s dura. Lo ¨²nico que podemos hacer es trabajar lo mejor posible cada d¨ªa, lo que no est¨¢ mal, porque incrementa nuestro rendimiento. Pero no creo que nadie dude ya que a una mujer se la juzga de forma m¨¢s dura. Cuando fallamos se nos juzga m¨¢s duramente.
?Cree que apodarla Helle Gucci es una muestra de eso? A los hombres se les ponen motes tambi¨¦n, pero son diferentes. Este era claramente sexista. A la gente le ?encantaba, porque pensaban que era muy apropiado. Poner un apodo as¨ª es creer que a esa persona solo le interesan los bolsos y no tiene nada m¨¢s en la cabeza. Es una manera muy efectiva de encasillar a un rival pol¨ªtico.
A veces tambi¨¦n se hacen comentarios sobre el estilismo de Angela Merkel, aunque en otro sentido. Vayas como vayas, te critican. Que si la longitud de la falda, el bolso, los zapatos¡ Por eso quiero decir que se nos juzga en un espectro m¨¢s amplio.
Ha contado que a los 12 a?os ya era feminista y desde que lleg¨® a Save the Children ha remarcado su preocupaci¨®n por las duras condiciones de vida de las ni?as. Era feminista a los 12 a?os y a¨²n lo soy. Y por las mismas razones. En cuanto a las ni?as, son m¨¢s vulnerables. Si eres una chica, tienes m¨¢s probabilidades de morir en un conflicto. Cada siete segundos hay una ni?a de menos de 15 a?os que se casa en el mundo. El acceso a la educaci¨®n es m¨¢s dif¨ªcil.
¡°En los Estados de bienestar existe el temor a que la inmigraci¨®n destruya lo logrado. Hay que buscar un equilibrio entre ser abiertos y mantener el sistema¡±.
Dinamarca aparece en los rankings como uno de los pa¨ªses m¨¢s felices del mundo. ?Cree que estas clasificaciones se corresponden con la realidad? Hay una discusi¨®n ahora sobre lo que en realidad hace feliz a la gente, qu¨¦ les satisface de sus vidas. Lo que voy a decir no es nada cient¨ªfico, sino fruto de una observaci¨®n personal. Estoy convencida de que una de las claves es que haya un sistema que promueva la igualdad de oportunidades. Ver que nuestros hijos est¨¢n sanos, tienen acceso a una educaci¨®n de calidad y tienen cubiertas sus necesidades b¨¢sicas, aunque vengan de un contexto familiar dif¨ªcil. Eso hace feliz a la gente. En Dinamarca, por ejemplo, todav¨ªa hablamos de la igualdad de oportunidades y de una globalizaci¨®n justa. Y creo que una de las razones por las que en los pa¨ªses escandinavos tenemos un sistema pol¨ªtico estable es el Estado de bienestar. La mayor¨ªa de los daneses creen que han salido ganando con este modelo y que sus hijos se beneficiar¨¢n tambi¨¦n. No todos piensan igual, claro, pero muchos s¨ª.
Pero en los pa¨ªses n¨®rdicos ha habido un auge destacado de los partidos antiinmigraci¨®n. Los cr¨ªticos dicen que el para¨ªso escandinavo es un mito, que en realidad la gente se siente tan segura y vive tan bien en su burbuja, que se encierra en s¨ª misma y no quiere que nadie vaya a estropearlo. Ese es el lado negativo de los Estados de bienestar fuertes. Existe el temor a que se destruya todo lo bueno que se ha conseguido si viene mucha gente de fuera. Creo que hay que encontrar un equilibrio ¨®ptimo entre estas dos cosas, entre ser comunidades abiertas y conectadas, pero tambi¨¦n mantener nuestro sistema de bienestar.
?Est¨¢ en Londres tan feliz como en Copenhague? Lo estoy, s¨ª.
?Le gustar¨ªa volver a la pol¨ªtica? No. No me veo volviendo. Estoy aprendiendo mucho, y estoy muy orgullosa de este trabajo. Espero estar aqu¨ª mucho, mucho tiempo.
No ser¨ªa un retorno muy f¨¢cil. La socialdemocracia no est¨¢ ahora en su mejor momento. En algunos pa¨ªses lo est¨¢ haciendo mejor que en otros¡ Pero es verdad que la socialdemocracia tiene un gran reto en Europa. Hemos de encontrar un equilibrio entre la econom¨ªa de mercado globalizada y la regulaci¨®n nacional. Tenemos que encontrar nuevas respuestas para un mundo con m¨¢s inmigraci¨®n.
Cuando Reino Unido salga de la UE, ?qu¨¦ har¨¢ Save the Children? Vamos a quedarnos en Londres. Tenemos una organizaci¨®n muy fuerte aqu¨ª y el Gobierno ha renovado su compromiso de gastar m¨¢s del 0,7% del PIB en ayuda para el desarrollo. Que conste que nunca he estado a favor del Brexit. No creo que sea bueno ni para Europa ni para Reino Unido.
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