?Estamos tan locos como para provocar nuestra propia extinci¨®n?
El Reloj del Apocalipsis se adelant¨® en enero medio minuto, lo que, seg¨²n los cient¨ªficos que trabajan en este simb¨®lico indicador, nos sit¨²a m¨¢s cerca del Juicio Final
¡°El a?o 2016 pasar¨¢ a la historia como uno de los peores desde que Ad¨¢n y Eva fueron expulsados del jard¨ªn del Ed¨¦n¡±, escrib¨ªa el pasado 28 de diciembre Charles Nevin, columnista de The New York Times. ¡°Tal vez 455, cuando los v¨¢ndalos saquearon Roma, pudo ser peor, pero eso depende de tus niveles de tolerancia a la destrucci¨®n y el pillaje¡±. Nevin hac¨ªa un repaso a todo lo que hab¨ªa ido mal ese a?o (¡°el Zika, Siria, Hait¨ª, Niza, Orlando, Bruselas, David Bowie, Leonard Cohen¡¡±) y, sin aparcar del todo el sentido del humor, apuntaba otras posibles fechas en que se produjeron cat¨¢strofes de muy grueso calado, como 789, el a?o del inicio de las invasiones vikingas.
Sin embargo, Harry Mount, redactor de The Telegraph, argumenta que ¡°tendemos al pesimismo y a la hip¨¦rbole y vivimos un presentismo miope que nos hace olvidar la historia. No tenemos en cuenta detalles como que, hace un siglo, en un solo d¨ªa de julio de 1916, 19.240 soldados brit¨¢nicos murieron en la batalla del Somme¡±. O que la peor emergencia m¨¦dica de la historia, la peste bub¨®nica, ¡°se cobr¨® 200 millones de v¨ªctimas en Asia y Europa entre 1346 y 1353¡±.
¡°Los que padecieron la peste negra en el siglo XIV s¨ª que ten¨ªan razones para pensar que el mundo se acababa¡±, opina el acad¨¦mico sueco Johan Norberg, autor de Progress: Ten reasons to look forward to the future (Progreso: diez razones para esperar el futuro), un libro cuya tesis es que vivimos en la mejor de las ¨¦pocas y que no hay raz¨®n para el ¡°pesimismo secular de cat¨¢strofe inminente¡±. ¡°Ni Siria ni Marine Le Pen ni Kim Jong-un son desastres que justifiquen esa ola de pensamiento apocal¨ªptico¡±.
Al contrario, para Norberg, ¡°la nuestra es una edad de oro¡±. Si pudi¨¦semos elegir el mejor momento para nacer, ¡°la decisi¨®n m¨¢s racional ser¨ªa escoger los ¨²ltimos 25 a?os¡±. En ese periodo se ha reducido la pobreza global a un ritmo sin precedentes, se han extendido la democracia y la alfabetizaci¨®n, ha aumentado la esperanza de vida e incluso disponemos de tecnolog¨ªa eficaz para hacer frente a retos como el cambio clim¨¢tico.
El acad¨¦mico Fernando Gallardo, autor del ensayo Crisis financieras y energ¨¦ticas de ¨¢mbito global (S.A. Ediciones), identifica otro momento en la historia reciente que dio pie a un clima de pesimismo generalizado, el a?o 1973. ¡°Aquella crisis, la del petr¨®leo, tuvo un impacto psicol¨®gico incluso superior al de la crisis de 2008¡±, explica Gallardo, ¡°porque afectaba casi por igual al conjunto de la poblaci¨®n de los pa¨ªses occidentales, no como la gran recesi¨®n moderna, que ha tenido ganadores y perdedores muy claros¡±.
La crisis del 73, consecuencia de un aumento del precio del petr¨®leo propiciado por una OPEP que lideraba Arabia Saud¨ª, ¡°supuso un par¨®n en la larga era de prosperidad y desarrollo que sigui¨® a la II Guerra Mundial, fue una de las causas de la revoluci¨®n conservadora de los ochenta y del abandono gradual de las pol¨ªticas keynesianas y cre¨® un p¨¢nico generalizado y una p¨¦rdida masiva de fe en el futuro¡±.
Sin embargo, a la larga, tal y como cuenta Gallardo, ¡°motiv¨® profundas reformas en el capitalismo global, incit¨® a pa¨ªses como Francia a recuperar la autonom¨ªa energ¨¦tica e impuls¨® el inter¨¦s por las renovables¡±. Seg¨²n Gallardo, esta es la lecci¨®n de esas convulsiones: ¡°Los p¨¢nicos que causan los cataclismos econ¨®micos no son del todo irracionales. Se acaban superando y vuelven a dar paso a periodos de estabilidad y prosperidad¡±.
Para Leon Sandler, experto en innovaci¨®n del Instituto Tecnol¨®gico de Massachusetts (MIT), ¡°las ¨²nicas razones verdaderamente s¨®lidas para ser pesimistas provienen de la esfera de la pol¨ªtica: no es f¨¢cil evitar que Corea del Norte siga con su programa nuclear o que un tirano de Asia Central desv¨ªe el curso de un r¨ªo provocando un desastre ecol¨®gico¡±. Al margen de estos imponderables, Sandler opina que ¡°la tecnolog¨ªa ofrece soluciones eficaces para los principales retos del futuro inmediato¡±.
Estamos incluso a tiempo ¡°de moderar muy significativamente los efectos del cambio clim¨¢tico igual que resolvimos el problema del agujero de la capa de ozono, con un pacto pol¨ªtico global no dogm¨¢tico que tenga en cuenta la evidencia cient¨ªfica¡±. Norberg insiste tambi¨¦n, como Sandler, en la importancia del protocolo de Montreal, que fren¨® en 1987 la destrucci¨®n de la capa de ozono. ¡°Ahora mismo, disponemos ya de coches el¨¦ctricos, energ¨ªas limpias y una nueva generaci¨®n de reactores nucleares que van a convertirnos en una especie mucho menos contaminante a muy corto plazo¡±.
Pese al optimismo fundamentado de cient¨ªficos y acad¨¦micos como Sandler o Norberg, hay indicadores que siguen dando p¨¢bulo al pesimismo. En enero, el Reloj del Apocalipsis, indicador simb¨®lico de lo cerca que est¨¢ el g¨¦nero humano de un desastre decisivo (y que viene siendo actualizado desde 1947 por el Bolet¨ªn de Cient¨ªficos At¨®micos de la Universidad de Chicago), fue adelantado 30 segundos: ahora estamos a ¡°dos minutos de la medianoche¡±. Como explicaba en un art¨ªculo reciente Kennette Benedict, coordinadora hasta 2015 del panel de expertos encargado de actualizar el reloj, ¡°el adelanto se debe a que, desde 2007, el indicador tiene tambi¨¦n muy en cuenta las amenazas medioambientales, y nada sustancial se ha hecho desde entonces para combatir el brusco deshielo del ?rtico¡±.
Sin embargo, la propia Benedict recordaba que ¡°el reloj estuvo a dos minutos de la medianoche durante un largo periodo, entre 1953 y 1963, tras los primeros ensayos termonucleares de EE UU y la Uni¨®n Sovi¨¦tica¡±. Entre el 16 y el 28 de octubre de 1962, durante la crisis de los misiles cubanos, ¡°las manecillas no se movieron¡±, siempre seg¨²n Benedict, ¡°porque no ten¨ªamos apenas informaci¨®n de lo tenso que lleg¨® a ser el pulso entre la administraci¨®n Kennedy y el Kremlin y lo cerca que se estuvo de una confrontaci¨®n nuclear, pero con la informaci¨®n de la que disponemos ahora podr¨ªa decirse que el mundo lleg¨® a estar a escasos segundos del desastre¡±.
Para Norberg, la lecci¨®n de esos 12 d¨ªas del a?o 62 ¡°es que el instinto de conservaci¨®n de la especie humana ha hecho que la sensatez se imponga incluso en las circunstancias m¨¢s extremas. Me niego a pensar que la generaci¨®n de mi hijo, la de los nativos digitales extremos, capaces de aprender ingl¨¦s de manera autodidacta a los seis a?os sin m¨¢s ayuda que un iPhone, vaya a destruir el mundo. Al contrario, creo que van a resolver gran parte de los problemas que hemos dejado pendientes gracias a su dominio de la tecnolog¨ªa y al desarrollo de sus enormes capacidades cognitivas¡±.
Por supuesto, una parte al menos de la corriente apocal¨ªptica contempor¨¢nea se basa en el pensamiento m¨¢gico. En una revisi¨®n interesada de las profec¨ªas de Nostradamus y San Malaqu¨ªas que ha querido ver en Francisco I al Papa negro (por el color de su sotana, la de la orden jesuita) ¡°que apacentar¨¢ su reba?o entre m¨²ltiples tribulaciones hasta que la ciudad de las siete colinas sea destruida y el tremendo Juez juzgue a su pueblo¡± (Malaqu¨ªas). Ante semejante profec¨ªa, Harry Mount, que se define como ¡°un optimista cauto¡±, asegura con humor: ¡°Si la hecatombe que nos espera es de tipo espiritual, no hay nada que se pueda argumentar contra eso desde el optimismo informado¡±.
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