"Me da verg¨¹enza reconocer que estoy en Tinder"
C¨®mo responder (con datos) al t¨ªpico que dice que las 'apps' de citas son para gente desesperada
"?C¨®mo os conocisteis? ?Seguro que fue muy rom¨¢ntico!¡±. La pregunta ¡ªutilizada como recurso c¨®mico en pel¨ªculas como Matrimonio de conveniencia (1990)¡ª resulta tronchante en la ficci¨®n, cuando la pareja interrogada tiene algo que ocultar. En la vida real, tambi¨¦n es la ¨²ltima que algunos enamorados v¨ªa Tinder (una aplicaci¨®n m¨®vil para ligar) quieren o¨ªr. Dar¨ªan pelos y se?ales si se hubieran conocido en una discoteca, paseando al perro o en el trabajo... Pero lo han hecho a trav¨¦s de una pantalla. Y les da verg¨¹enza admitirlo.
Si bien es cierto que no hay datos de cu¨¢ntas parejas encuentran embarazoso contar su historia de amor virtual, es comprensible que exista, puesto que sigue estando mal visto por un porcentaje considerable de la poblaci¨®n. Y es que seg¨²n una encuesta de 2016, el 23% de los estadounidenses opina que ¡°la gente que usa las p¨¢ginas web de citas en l¨ªnea est¨¢ desesperada¡±. Adem¨¢s, una r¨¢pida b¨²squeda en Twitter con la etiqueta #Tinder depara comentarios como: ¡°Tinder me parece como ¡®estoy desesperado por pillar¡¯¡± o ¡°la superioridad moral de quienes ligamos sin Tinder¡±. Ante tales prejuicios, es normal que algunos prefieran inventarse un idilio alternativo, m¨¢s tradicional.
¡°La verg¨¹enza tiene que ver con sospechar que los dem¨¢s van a pensar algo malo de nosotros¡±, explica Miguel Hierro, psic¨®logo especializado en relaciones de pareja, coordinador de la Unidad de Psicolog¨ªa del Hospital HM Vall¨¦s (Alcal¨¢ de Henares, Madrid) y profesor en la Universidad Aut¨®noma de Madrid. ¡°Este pensamiento tambi¨¦n est¨¢ asociado a que la propia persona opina que la forma ideal de conocer a una pareja es otra. En consecuencia, no quiere que los dem¨¢s sepan que la relaci¨®n ha surgido de esa manera¡±, a?ade.
6 de cada 10 parejas gais se han conocido a trav¨¦s de Internet
El pudor de unos y el rechazo de otros contrasta con una realidad: establecer una relaci¨®n afectiva a trav¨¦s de plataformas en l¨ªnea es algo cada vez m¨¢s frecuente. M¨¢s de un tercio de los matrimonios celebrados entre 2005 y 2012 empezaron de forma virtual, seg¨²n un estudio de la Universidad de Chicago (EE UU). Y de acuerdo con los datos que maneja la Universidad de Stanford (EE UU) en una de sus investigaciones, el 21% de las parejas heterosexuales y el 61% de las homosexuales surgidas en Estados Unidos entre 2007 y 2009 se han conocido por Internet.
Entonces, ?de d¨®nde viene este estigma? El asunto ha interesado a la ciencia desde que la Red se revel¨® id¨®nea para conocer gente. En 2005, un estudio de la psic¨®loga Traci L. Anderson, de la Universidad de Bryant (EE UU), hablaba de ¡°estereotipos¡± seg¨²n los cuales mucha gente asociaba al principio las relaciones en l¨ªnea ¡°con ser un friki, estar desesperado, ser t¨ªmido o un depredador sexual¡±. Y apunta a la supuesta frialdad de estas relaciones como una pega a?adida: ¡°Es plausible esperar que la gente con creencias rom¨¢nticas m¨¢s fuertes pueda percibir estas relaciones de forma diferente a las personas menos intensas¡±.
¡°Para que una pareja sea viable, tienen que darse varias condiciones, con independencia de que el punto de partida sea Internet o una discoteca. Por ejemplo, que los modelos de pareja o de familia sean iguales para ambos¡± (Esteban Ca?amares, psic¨®logo)
¡°Los mitos del amor rom¨¢ntico siguen estando muy presentes en el imaginario social¡±, opina Patricia Navarro, investigadora y periodista que est¨¢ elaborando una tesina sobre redes sociales, v¨ªnculos afectivos y tecnificaci¨®n de relaciones interpersonales. ¡°Hay una idea muy generalizada de que es el amor el que debe venir a buscarte, tiene que sorprenderte, no eres t¨² quien debe ir a por ¨¦l. Conocerse mediante una aplicaci¨®n de citas pone sobre la mesa un aspecto que se aleja del ideal de pareja que se tiende a presentar, por el cual debemos toparnos con nuestra media naranja de manera aleatoria. El destino y los algoritmos de una aplicaci¨®n m¨®vil que funciona por geolocalizaci¨®n, en el caso de Tinder, no casan demasiado bien¡±. Puede que por todo ello, contemos abiertamente que usamos Internet para buscar trabajo ¡ª¡°que se entiende como un proceso serio y fr¨ªo¡±, a?ade Navarro¡ª pero no para encontrar pareja.
Las p¨¢ginas de contactos de las revistas de anta?o (aquellos impactantes anuncios de ¡°hombre, 40 a?os, 1,70 de altura, deportista, busca mujer de 35 para amistad o lo que surja¡±) y las agencias matrimoniales, antecedentes de este sistema, tampoco gozaban de la mejor de las famas. Aun as¨ª, Patricia Navarro encuentra una diferencia esencial m¨¢s all¨¢ de la gratuidad y el factor visual: ¡°Una agencia matrimonial, por definici¨®n, lo que busca es que dos personas se conozcan y lleguen a mantener una relaci¨®n estable, aspecto que en Tinder es, en la mayor¨ªa de los casos, m¨¢s una consecuencia del uso que una finalidad en s¨ª misma¡±.
Querer estar acompa?ado no es motivo de verg¨¹enza
Dos son las razones principales que conducen a usar este tipo de aplicaciones, y ninguna negativa. ¡°Cuando alguien recurre a estos medios espec¨ªficos para buscar pareja tiene que ver con cierta necesidad y cierta dificultad¡±, se?ala Miguel Hierro. ¡°Por un lado est¨¢ pensando: ¡®Siento que me gustar¨ªa o me vendr¨ªa bien tener una pareja¡¯, y por otro: ¡®En mi vida cotidiana no he encontrado la manera de conseguirla'¡±, matiza.
Aunque como dice Patricia Navarro, este m¨¦todo ¡°da a entender que eres incapaz de conseguir el amor ¡®por ti mismo¡¯, ¡®en vivo y en directo¡¯, con tu encanto natural¡±. Pero sentir la necesidad de estar acompa?ado en ning¨²n caso deber¨ªa abochornarnos. ¡°Hay que comprender la necesidad como algo absolutamente natural¡±, opina Esteban Ca?amares, psic¨®logo especializado en dificultades de adultos y director de EPEC Psic¨®logos (Madrid). ¡°La sociedad siempre ha mantenido el cuento de que estas cosas hab¨ªa que encontrarlas. Igual que reconocemos que tenemos hambre, sed o necesitamos dormir, tampoco deber¨ªa darnos corte decir que necesitamos no estar solos¡±, aclara el experto.
Adem¨¢s, iniciar un idilio cara a cara no siempre es f¨¢cil. ¡°Uno agota sus caladeros¡±, dice Ca?amares. ¡°La gente se relaciona socialmente en su trabajo, en el gimnasio y en la comunidad de vecinos. Y si ah¨ª no surge, habr¨¢ que ampliar el ¨¢mbito en que nos movemos¡±. Un 28% de los usuarios de estas p¨¢ginas tiene m¨¢s de 45 a?os y su utilizaci¨®n se ha duplicado en la franja de 55-64 a?os en la ¨²ltima d¨¦cada.
Las relaciones virtuales no son menos s¨®lidas
Si el motivo de la verg¨¹enza es la suposici¨®n de que las relaciones forjadas en el mundo virtual son m¨¢s endebles, nada m¨¢s lejos de la realidad. La verdadera miga del citado estudio de la Universidad de Chicago resid¨ªa en este dato de sus conclusiones: los matrimonios cuyos miembros se conocieron a trav¨¦s de Internet son ¡°m¨¢s satisfactorios¡± y ¡°menos propensos a terminar en separaci¨®n o divorcio¡± que aquellos que comenzaron por el m¨¦todo tradicional. Que quienes hayan conocido a su c¨®nyuge por Internet puedan ser m¨¢s impulsivos, estar m¨¢s motivados para formar una familia y hacer una elecci¨®n m¨¢s acertada en funci¨®n de una mayor variedad, son las hip¨®tesis que barajaban los investigadores para explicar los resultados.
¡°Hay una idea muy generalizada de que es el amor el que debe venir a buscarnos, tiene que sorprendernos, no debemos ir a por ¨¦l. Conocerse mediante una aplicaci¨®n de citas pone sobre la mesa un aspecto que se aleja del ideal de pareja que se tiende a presentar¡± (Patricia Navarro, investigadora)
Por su parte, el estudio de 2012 de la Universidad de Stanford, tambi¨¦n mencionado antes, no encontr¨® diferencias en la fuerza o calidad de las relaciones que comenzaron en l¨ªnea. ¡°Para que una pareja sea viable, tienen que darse varias condiciones, con independencia de que el punto de partida sea Internet o una discoteca. Por ejemplo, que los modelos de pareja, de familia o sexual sean iguales para ambos¡±, apunta Ca?amares.
Ante el reproche de que est¨¢n ¡°desesperadas¡±, las personas que han encontrado pareja en Tinder, Meetic, eDarling, Badoo u otras apps podr¨ªan alegar que, si acaso, son pr¨¢cticas. Como dice Ca?amares, ¡°hay un argumento muy importante para usar este tipo de aplicaciones. Antes, en un pueblo de mil habitantes casi te val¨ªa cualquier mozo o moza de tu edad para formar pareja. Actualmente, la variedad social es tan amplia que es muy dif¨ªcil encontrar a alguien de tu cuerda, con tu formaci¨®n, tu mentalidad, tu experiencia¡ Como es tan dif¨ªcil, est¨¢ justificado usar este tipo de herramientas¡±. Lo corrobora un estudio liderado por Eli J. Finkel, de la Universidad Northwestern (EE UU): poder elegir entre m¨¢s gente es de hecho una gran ventaja, no un inconveniente.
Los j¨®venes, m¨¢s abiertos a contar que utilizan 'apps' para ligar
En cualquier caso, todos los expertos coinciden en que este pudor tiene los d¨ªas contados. ¡°A la gente joven le da menos apuro que a los m¨¢s maduros y el complejo va a menos, ya que es una pr¨¢ctica cada vez m¨¢s habitual¡±, dice Ca?amares. Patricia Navarro subraya que ¡°el aura de desesperaci¨®n que envuelve a las p¨¢ginas de citas es cada vez menor¡±. Y Miguel Hierro lo compara con lo que ocurr¨ªa en los ochenta con el divorcio: ¡°Al principio las parejas prefer¨ªan no contar que estaban separ¨¢ndose y los ni?os evitaban hablar de ello de una manera que ahora no pasa. Los adultos se planteaban: ¡®?Qu¨¦ van a pensar, que no he sido buen marido o buena esposa, que me han enga?ado?¡¯¡±.
En definitiva, a quienes les d¨¦ verg¨¹enza, ?deber¨ªan contarlo, o no? Como es obvio, cada uno puede compartir su intimidad en el grado que considere oportuno, pero Miguel Hierro precisa que ¡°mentir implica que una parte de nuestra autoestima est¨¢ diciendo: ¡®No quiero reconocer c¨®mo soy¡¯. Se entiende que es m¨¢s saludable decir: ¡®Prefiero no hablar de eso¡¯, o simplemente contar la verdad. Son mecanismos m¨¢s fortalecedores. Aunque una mentira sobre este tema no hace da?o a nadie y es sobre nuestra vida personal, de modo que no tendr¨ªa una consecuencia relevante¡±, concluye.
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