Los dukhas, criadores de renos en la taiga
De la conservaci¨®n del bosque boreal a la desaparici¨®n de un pueblo ind¨ªgena en la taiga mongola. Este es el primer episodio de 'Reservados', una serie que explora las relaciones entre la protecci¨®n de la naturaleza y los pueblos aut¨®ctonos

Ganbat y Tumursukh nacieron en el mismo pueblo, en plena taiga, hace 50 a?os. En este bosque nevado, en los confines de Mongolia, a varias decenas de kil¨®metros de Rusia, los alces y los linces parecen m¨¢s numerosos que las personas. Para llegar a su regi¨®n, en el noreste del pa¨ªs, se necesitan tres d¨ªas de viaje desde la capital, Ul¨¢n Bator, decenas de horas de trayecto y atravesar el lago Khovsgol, sin ver ni un alma. Los dos hombres, ahora padres de familia y primog¨¦nitos respetados entre los suyos, han dedicado su vida a esta vasta extensi¨®n de bosque boreal. Les brillan los ojos cuando hablan de ella.
¡°Estoy orgulloso de haber nacido en esta taiga¡±, afirma Tumursukh, sentado a una mesa de caf¨¦ de la capital, a 400 metros del Ministerio donde trabaja. "Mi padre me llevaba all¨ª ya de ni?o, y aprend¨ª a conocerla y amarla. Cuando tuve la oportunidad de marcharme a estudiar a Ul¨¢n Bator, ya estaba deseando volver. He esperado muchos a?os antes de que mi sue?o se hiciese realidad: ser nombrado por el Ministerio de Medio Ambiente responsable de la protecci¨®n de la regi¨®n de Hovsgol. En 1987 pude crear la primera zona protegida y salvar parte de la regi¨®n de la explotaci¨®n minera. Durante la d¨¦cada de 1980, la industria hab¨ªa empezado a instalarse all¨ª. Las empresas empezaron a excavar la monta?a para extraer f¨®sforo. Luchamos por preservar nuestro entorno de estas amenazas. La taiga es preciosa y fr¨¢gil. Alberga flores raras y amenazadas, leopardos de las nieves, alces, ¨ªbices... El Gobierno lo ha entendido y ha empezado a protegerla¡±.
Ganbat, instalado bajo su tipi junto a su esposa, en el coraz¨®n de la taiga, explica con pasi¨®n: ¡°La taiga es nuestra vida. No sabemos hacer otra cosa que convivir con ella. Desde siempre hemos cuidado de la naturaleza, es lo que nuestros ancestros nos han ense?ado. Tenemos la misi¨®n de dar testimonio de nuestro amor y nuestro respeto por ella. Cuidamos de los renos desde mucho antes de que Mongolia existiera, son nuestro orgullo¡±.
La taiga, donde todo parece petrificado en un invierno en suspenso, es fr¨¢gil. Ganbat y Tumursukh son conscientes de ello y ambos luchan cada d¨ªa por su supervivencia. Sin embargo, un abismo separa a estos dos hombres. En la actualidad, hay incluso una aut¨¦ntica guerra fr¨ªa entre ellos.
Tumursukh, que es mongol, la etnia mayoritaria en Mongolia, se fue a la capital a estudiar y se convirti¨® en alto funcionario del Estado. Responsable de las reservas naturales de la regi¨®n, lucha d¨ªa y noche contra las amenazas que vuelven fr¨¢gil la taiga, y es uno de los enemigos m¨¢s ac¨¦rrimos de la extracci¨®n minera. Lo cierto es que Mongolia debe a esta industria el auge econ¨®mico de los ¨²ltimos a?os, que la ha situado entre pa¨ªses con ingresos medios como China e Indonesia. Pero tambi¨¦n le debe la degradaci¨®n del entorno y la tierra devastada para desenterrar el subsuelo.
Ganbat vive sobre este rico subsuelo sin interesarse por ¨¦l. Es un dukha, una de las etnias menos numerosas del mundo, que agrupa a unas 250 personas. Criador de renos, cazador y garante de las tradiciones de su pueblo, se ha quedado en el bosque, donde vela por los suyos y por sus antiguas tierras. Ahora es el hombre de m¨¢s edad de los que viven en el campamento dukha, un sabio respetado y escuchado por el grupo.
No poseemos nada m¨¢s que los renos, tenemos el deber de cuidar de ellos Oltsen
Originarios de Rusia, y tambi¨¦n llamados tsataan, los dukhas est¨¢n m¨¢s emparentados con los lapones, los criadores de renos del c¨ªrculo polar, que con los mongoles de la estepa que viven en yurtas. Son n¨®madas de las monta?as y desplazan sus tipis en funci¨®n de las migraciones en estos relieves salvajes, el ¨²nico entorno favorable para sus renos, que no resisten el calor de los valles. No practican la agricultura ni la ganader¨ªa, aparte del cuidado de los renos, cuya carne no comen y a los que solo utilizan por su leche y para la trashumancia. Estas diferencias fundamentales los convierten en una etnia diferente, con costumbres y lengua propias.
Durante la Segunda Guerra Mundial, los dukhas se instalaron definitivamente en Mongolia. ¡°Nuestros padres ten¨ªan la costumbre de emigrar adonde deseasen, por toda la taiga¡±, recuerda Buyantogtoh, hermana de Ganbat y decana del grupo. No conoc¨ªamos frontera alguna, e ¨ªbamos all¨ª donde nuestros renos contaban con suficientes pastos. Luego lleg¨® la guerra y los soldados rusos quisieron reclutar a nuestros hombres para luchar lejos de nosotros. Entonces huimos al sur. Despu¨¦s, cerraron la frontera y nos quedamos a este lado, en Mongolia¡±.
De cazadores del Estado a furtivos
La relaci¨®n con el Estado de Mongolia fue al principio positiva seg¨²n relatan los dukhas, que nunca se han mezclado con los pueblos que viven un poco m¨¢s abajo, en los valles. Admirados por su gran conocimiento de la taiga y su destreza para la caza, el Gobierno comunista mongol los contrat¨® de inmediato como "cazadores del Estado" y, de este modo, encontraron su lugar en un sistema productivista y utilitarista.
Oltsen es hoy uno de los mejores cazadores del grupo, capaz de enfrentarse a los osos que amenazan a los renos e incluso a veces a los humanos durante sus viajes de caza a trav¨¦s del bosque. ¡°Mi padre era cazador del Estado. Cazaba, bajaba a los pueblos para llevar la carne y volv¨ªa con verduras, con harina¡±, cuenta con orgullo. ¡°Eso se volvi¨® m¨¢s dif¨ªcil tras la ca¨ªda del comunismo, se qued¨® sin trabajo. Pero segu¨ªamos comerciando, vendiendo pieles y carne, cuando pod¨ªamos. Tambi¨¦n acud¨ªan turistas, y empezamos a fabricar piezas de artesan¨ªa, que les encantaban¡±.
Los dukha forman una de las etnias menos numerosas del mundo:? agrupa a unas 250 personas
La situaci¨®n empeor¨® r¨¢pidamente: sin un lugar en la sociedad, los dukhas, ¨²nicos criadores de renos de Mongolia, se vieron marginados. Sin embargo, hace apenas cinco a?os, en 2011, su vida cambi¨® radicalmente: ¡°Llegaron personas que nos dijeron que hab¨ªan estudiado la taiga durante 10 a?os. Nosotros no las hab¨ªamos visto nunca. Nos explicaron que este territorio se iba a convertir en Reserva Nacional y que se iban a aplicar nuevas normas¡±, explica Oltsen con amargura. ¡°Hab¨ªan decidido que ya no pod¨ªamos cazar y que solo hab¨ªa tres zonas en las que estaba permitido que pastasen nuestros renos. Ya no ten¨ªamos derecho a llevarlos m¨¢s all¨¢ del r¨ªo Tengis ni del valle de Gugned. ?Pero c¨®mo podemos vivir sin cazar? Para asegurarse de que no sal¨ªamos de caza, nos prohibieron utilizar perros para guardar a los renos. Pero hay lobos por aqu¨ª y diezmaron nuestros reba?os. No poseemos nada m¨¢s que los renos, tenemos el deber de cuidar de ellos".
La Reserva Nacional de Tengis Shishged se rige por las leyes mongolas: se proh¨ªbe la caza, la pesca, la tala, los desplazamientos est¨¢n restringidos para proteger la biodiversidad... Y, recientemente, se han desplegado guardabosques para garantizar la protecci¨®n del lugar. Resulta f¨¢cil imaginar que las relaciones entre los guardabosques, j¨®venes diplomados en Medio Ambiente, llegados de la ciudad, y los dukhas, que viven en estas tierras desde hace siglos, se han vuelto tensas enseguida. ¡°Ya no nos dejan vivir. Nos acosan, est¨¢n encima de nosotros para asegurarse de que nuestros hijos no salen de caza¡±, relata Buyantogtoh, que cocina el pan tradicional en su tipi, mientras fuera el viento sopla a 20 grados bajo cero. ¡°Necesitamos cazar para vivir, cortar madera para calentarnos y acceder a los pastos para alimentar a los renos. Si nos lo proh¨ªben, ya no somos libres¡±. ¡°?Quieren convertirnos en mongoles de las estepas?¡±, pregunta Oltsen. ¡°Yo no s¨¦ hacer otra cosa que vivir aqu¨ª. Pero conozco la taiga mejor que nadie. Conozco cada rinc¨®n de esta monta?a, conozco los animales y nosotros los respetamos, tal como nos ense?aron nuestros padres. Nos comunicamos con la naturaleza. Si salgo a cazar y no veo muchos animales, significa que la naturaleza no est¨¢ dispuesta a d¨¢rmelos, y vuelvo a casa. Porque vamos a perder nuestra cultura si nos quedamos sin la caza y los renos. Tenemos miedo¡±.
En 2014, Mongolia aprob¨® una ley para que las comunidades locales puedan gestionar zonas culturales protegidas
Y con raz¨®n: en 2015, cinco cazadores dukhas, que hab¨ªan salido durante varios d¨ªas para traer a la comunidad algo de alimento, fueron detenidos por los guardabosques por caza furtiva. Un delito punible con cinco a?os de c¨¢rcel y una multa de 9.000 euros por infringir las normas del parque. El responsable del departamento de investigaciones de la polic¨ªa de Murun lo confirma: ¡°La Reserva present¨® una denuncia contra ellos por caza furtiva. Los sorprendieron cometiendo un delito flagrante de caza. Aqu¨ª, en Mongolia, todos tenemos que acatar la ley. Los dukhas no est¨¢n por encima de las leyes mongolas¡±.
Durante varios meses, como consecuencia de esa denuncia, tuvieron que presentarse en la comisar¨ªa de Murun, la capital de la provincia, para que los interrogasen. Una ciudad a la que, desde el campamento de los dukhas, se llega tras uno o dos d¨ªas de viaje en coche, y uno o dos d¨ªas m¨¢s a lomos de renos cuando se encuentran en su campamento de verano, m¨¢s alejado. Una ciudad con sus coches, su animaci¨®n, su econom¨ªa, un calor propio del valle, un idioma distinto; una ciudad donde los se?alan con el dedo por ser "diferentes". Una ciudad que les angustia. Por fortuna, el parque no pudo demostrar que el animal hab¨ªa sido cazado dentro de sus l¨ªmites, y no se conden¨® a los cazadores. Pero estos comprendieron que ahora estaban fuera de la ley: de los grabados tradicionales que hacen en los yugos de sus renos ya ha desaparecido cualquier representaci¨®n de escenas de caza.
Derechos humanos y medioambiente, el eslab¨®n perdido
Parece que estamos ante un di¨¢logo de sordos. ¡°Los dukhas no entienden nuestro trabajo¡±, se lamenta Tumursukh. ¡°Nuestro objetivo es preservar la taiga y crear zonas protegidas estrictas, donde los humanos no puedan destruir la naturaleza. Esos recursos deben preservarse para las generaciones futuras. Si no creamos este parque, sus recursos van a desaparecer. No vamos a permitir que eso pase". Acaba de volver de un viaje a Estados Unidos, donde ha recaudado fondos de donantes privados y firmado un acuerdo oficial de colaboraci¨®n con Yosemite, el parque estadounidense famoso por ser la primera zona protegida de la historia... y por haberse creado sobre los territorios de pueblos ind¨ªgenas hoy desaparecidos.
Nuestro objetivo es preservar la taiga y crear zonas protegidas estrictas, donde los humanos no puedan destruir la naturaleza Tumursukh
Esos donantes bienintencionados se han agrupado bajo el nombre de Rally for Rangers. Su idea consiste en organizar carreras de motos en la naturaleza estadounidense para financiar la compra de otras motos para los guardas de la naturaleza mongola, todo ello para la protecci¨®n del medio ambiente. En su p¨¢gina Web, Rally for Rangers promueve la cultura cham¨¢nica de los dukhas: ¡°El parque de Tengis-Shishged es uno de los pocos lugares del mundo donde sobrevive esta antigua forma de pastoreo y de religi¨®n¡±. No por mucho tiempo, si ya no les permiten practicar sus actividades tradicionales. Por otra parte, los dukhas se muestran esc¨¦pticos respecto a la utilizaci¨®n de motos por parte de los guardas. ¡°Se pasan el tiempo recorriendo la monta?a, asustando a los animales y luego nos acosan todav¨ªa m¨¢s¡±, replica Ganbat. ¡°Queremos que se escuche nuestro mensaje. Deseamos quedarnos en nuestra tierra y vivir libres¡±.
El Gobierno mongol ha escuchado las quejas de los dukhas y ha tomado una medida: a partir de ahora, recibir¨¢n un ¡°salario gubernamental¡± mensual de 70 d¨®lares por persona. Una pobre compensaci¨®n, si pensamos que el parque les priva de alimento que cazar, de madera con la que construir sus tipis, de pastos para sus renos y de lugares sagrados donde honrar a sus ancestros. En otras palabras, de lo que los convierte en dukhas. Para ellos, el mensaje est¨¢ claro: ¡°No quieren que sigamos cazando, nos quieren sedentarios y cerca de los pueblos, y que compremos all¨ª la comida¡±, suspira Buyantogtoh. Aunque los dukhas se alegran por este dinero que, de hecho, los ayuda a sobrevivir, no lo ven sin embargo de la misma manera: ¡°No me dan miedo, incluso con sus motos y su parque", dice en tono desafiante y malicioso, desde su posici¨®n de miembro superior del grupo. "Con o sin ellos, conservaremos nuestro bosque¡±.
?Se encontrar¨¢ la soluci¨®n simplemente en el di¨¢logo? Es lo que insin¨²a Ganbat. ¡°?Por qu¨¦ no han venido a vernos para hablar? Les habr¨ªamos dicho qu¨¦ proteger y d¨®nde est¨¢n los animales. Pero tambi¨¦n qu¨¦ tierras necesitamos para los renos. ?Por qu¨¦ no podr¨ªamos trabajar juntos?¡± Este llamamiento coincide con los de numerosas comunidades ind¨ªgenas de todo el mundo. Porque los dukhas no est¨¢n solos: los pueblos ind¨ªgenas representan en total unos 370 millones de personas, repartidas por los cinco continentes. Tienen en com¨²n su fuerte apego a la tierra, pero tambi¨¦n, en la mayor¨ªa de los casos, el hecho de vivir en los paisajes m¨¢s bellos del planeta. Entornos naturales amenazados por la explotaci¨®n y que las ONG de conservaci¨®n y los gobiernos quieren preservar... a veces a costa de los m¨¢s desfavorecidos.
?Las organizaciones internacionales llevan a?os trabajando en el caso de los pueblos ind¨ªgenas tan apegados a sus tierras tradicionales y a sus costumbres. Los casos medi¨¢ticos de los pueblos de la Amazon¨ªa, y sus enfrentamientos con diversas industrias, han servido para que se conozca a estos defensores hist¨®ricos de la selva tropical. Se han firmado convenciones internacionales, algunas de ellas tambi¨¦n ratificadas por Mongolia, en las que se reconocen los derechos espec¨ªficos de estos pueblos, para los que la tierra es la ¨²nica fuente de riqueza. ?Es realmente necesario escoger entre la protecci¨®n del fr¨¢gil entorno de la taiga y la preservaci¨®n de la igualmente fr¨¢gil cultura de los dukhas? ?Es necesario despojarlos de su cultura para que se pueda conservar la taiga?
En 2014, Mongolia dio un paso adelante al aprobar una nueva ley de conservaci¨®n del patrimonio cultural, que abr¨ªa la v¨ªa a zonas culturales protegidas que podr¨ªan estar gestionadas por las comunidades locales y servir¨ªan para preservar su patrimonio cultural ¨²nico. Oyungerel Tsedevdamba, antiguo ministro de Cultura y escritor, ha defendido esta ley sin ayuda: ¡°Mongolia debe preservar su patrimonio cultural y ayudar a los pueblos que as¨ª lo deseen a conservar su modo de vida. En una zona cultural protegida, la caza por ejemplo estar¨ªa permitida, aunque controlada, al tratarse de una pr¨¢ctica cultural". Sobre el papel, la medida parece prometedora. Pero Oyungerel ya no sigue en el Gobierno, y los dukhas parecen haber perdido al ¨²nico aliado que ten¨ªan en ¨¦l. Tres a?os despu¨¦s, la ley todav¨ªa no se aplica, y los dukhas desconocen incluso su existencia. Muchos desaf¨ªos a¨²n que superar para este peque?o grupo de n¨®madas dedicados a sobrevivir en su rinc¨®n de la taiga.
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