Nadie quiere ser turista
POR FAVOR, un lugar que no sea tur¨ªstico! Esa es la primera indicaci¨®n que das o recibes cuando planeas un viaje en pareja o en grupo. A esa misma hora, es probable que decenas o cientos de personas claven sus ojos en esa misma ruta o destino y piensen lo mismo en voz alta: ¡°?Esta vez vamos a ir a un sitio en el que no haya un puto turista!¡±.
El turismo fue considerado una bendici¨®n en pa¨ªses pobres. En un periodo de la triste historia, en 1959, el gran acontecimiento fue la visita del presidente ?Eisenhower, que le dio el espaldarazo internacional al dictador Franco a cambio de las bases militares, pero la verdadera celebridad popular ser¨ªa el visitante que hizo el n¨²mero de turista 1.999.999, que los contaba Fraga uno a uno. Hab¨ªa una canci¨®n dedicada a esta alien¨ªgena providencial y que se tarareaba como un alegre himno estad¨ªstico. La prueba de que se trataba de una alien¨ªgena era su nombre: El Turista 1.999.999.
Es significativo que un baluarte del poder de la dictadura en los a?os sesenta fuese precisamente el Ministerio de Informaci¨®n y Turismo. El Turismo se convirti¨® en sin¨®nimo de Optimismo. Los telediarios abr¨ªan con esas cifras triunfales del milagro tur¨ªstico, pero nunca aparec¨ªan im¨¢genes del env¨¦s: los trenes atestados de espa?oles en el ¨¦xodo emigrante hacia el milagro ?europeo. Tambi¨¦n exist¨ªa el Emigrante 1.999.999.
El turismo aumenta, pero, a la vez, se ha vuelto algo muy antiguo. Uno de los sitios tur¨ªsticos m¨¢s decadentes son las oficinas de turismo. La gente procurar evitarlas, no vaya a ser que te confundan con un turista. Y si entras, lo har¨¢s con disimulo, como quien se encuentra por azar y de repente en una cueva rupestre con muchos folletos del paleol¨ªtico.
Cuando viajas, puedes huir de muchas cosas, incluso de ti mismo, pero hay algo con lo que de ninguna manera deseas ser identificado. Ser un turista m¨¢s.
Cuando viajas, puedes huir de muchas cosas, incluso de ti mismo, pero hay algo con lo que de ninguna manera deseas ser identificado. Ser un turista m¨¢s. T¨² eres un viajero, no un turista. Cada vez hay m¨¢s turismo, pero nadie quiere ser turista. Por eso hay tantas variantes de turismo que se presentan como no turismo, e incluso contratur¨ªsticas. Pueden contratarse viajes a zonas de alto riesgo o de guerra. Nosotros, no tanto. Pero hab¨ªamos encontrado para la primera semana de julio una alternativa prometedora y cercana. La llamada Rota do contrabando do caf¨¦, en la sierra de San Mamede, entre el Alto Alentejo y Extremadura. Una ruta agreste y con la naturaleza en vilo, en la que el andar se contagia de una memoria trepidante, de huida y vigilancia. Galegos, Pitaranha, Fuente Oscura, La Fonta?era¡ Aldeas fantasmas, ocultas, al acecho. Lo hab¨ªamos conseguido. No nos cruzamos con nadie. Hasta que vimos a una pareja de guardias. Estaban a la sombra de un alcornoque, mientras pas¨¢bamos bajo un sol atroz. Saludaron. Los o¨ªmos murmurar: ¡°?Pobres os turistas contrabandistas!¡±.
El fil¨®sofo Slavoj Zizek sostiene que los zombis son una representaci¨®n de la clase obrera alienada. Creo que la condici¨®n zombi se manifiesta con plena intensidad en el momento de ser turista.
Te ven como turista, pero no lo eres. Y tratas de demostrarlo. Casi todos estamos en ese empe?o imposible. Intentaremos buscar un alojamiento para turistas que no parezca tur¨ªstico. ?Y para comer? Preguntamos, como buenos turistas, por un local de comida t¨ªpica, aut¨¦ntica, adonde, por favor, no vayan los turistas. Estamos atentos a los ¨²ltimos rumores sobre playas. Parece que hay una, algo remota y escondida, donde no han pisado todav¨ªa los guiris. ?Qu¨¦ bien estamos los guiris all¨ª donde no hay guiris!
S¨ª, el turismo de masas, su explotaci¨®n, resulta invasivo y destructivo. Hay lugares en el mundo que un d¨ªa fueron postal tur¨ªstica y que hoy son una piltrafa urbana. Lugares de placer y bullicio, ahora desolaci¨®n. Pero no voy a ser yo quien cargue contra los turistas, esa clase obrera que trabaja tambi¨¦n de vacaciones como turista y en precario. Al contrario, me sorprende y conmueve cada vez m¨¢s ver a un grupo de turistas vestidos de turistas. Comiendo un men¨² tur¨ªstico en un local tur¨ªstico. Recorriendo museos y monumentos. Entrando en iglesias que ni el obispo visita. De estatua en estatua, a la espalda el peso de ser turista.
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