El m¨¢s torpe del verano
NO S? a qu¨¦ hora empiezan los m¨¢s diligentes porque deben de madrugar mucho m¨¢s que yo, pero entre las nueve y las diez de la ma?ana, cuando me siento a desayunar en el jard¨ªn, todav¨ªa hay un ej¨¦rcito de abejorros que toman las trepadoras por asalto. Los veo moverse de flor en flor, intentarlo con las ipomeas rosas, sus favoritas, en las que ya no queda ni un ¨¢pice de n¨¦ctar que libar, y probar despu¨¦s con las mandevillas blancas, en las que, con suerte, logran quedarse unos segundos, antes de atacar objetivos m¨¢s dif¨ªciles, m¨¢s trabajosos, inflorescencias de muchas florecitas diminutas que los obligan a emplear mucho tiempo para obtener una suma de cantidades muy peque?as. Cada ma?ana los miro, los estudio, intento adivinar sus preferencias y necesidades. No s¨¦ por qu¨¦ prefieren las ipomeas rosas a las moradas y a¨²n no he descubierto si las pasifloras les encantan, y ya las han despachado todas cuando me encuentro con ellos, o no les gustan, y por eso jam¨¢s los he visto encima de ninguna. Pero este verano est¨¢ ocurriendo algo que no ha pasado nunca antes.
No puedo saber si es el mismo o son varios, porque es imposible distinguirlos, pero por la tarde, hacia las siete, a veces hasta despu¨¦s, un solo abejorro aparece en el jard¨ªn. Lo veo volar, moverse sin descanso, siguiendo el mismo itinerario que sus compa?eros han trazado muchas horas antes, de las ipomeas rosas a las moradas, de las mandevillas blancas a esos racimos rojos, tan bonitos, cuyo nombre nunca he logrado aprender. Todas las flores est¨¢n vac¨ªas, pero ¨¦l no se cansa. Se acerca, se asoma, lo intenta y se va a la siguiente, y luego a la otra, y a la de m¨¢s all¨¢, sin obtener premio alguno, sin renunciar jam¨¢s, movi¨¦ndose con una tenacidad que mi imaginaci¨®n humana identifica err¨®neamente con la desesperaci¨®n. As¨ª, un insecto negro, feo, de reputaci¨®n pavorosa, consigue conmoverme.
Buscar trabajo es un trabajo, como lo es luchar contra una enfermedad, esperar, creer, intentar imponerse a cualquier adversidad, desde las m¨¢s triviales.
Pobrecito, pienso mientras acompa?o su esfuerzo con la mirada, te van a echar de la colmena, por ?in¨²til¡ Y desde la silla en la que estoy sentada siento su ansiedad como si ¨¦l pudiera sentirla, y deseo con fervor que encuentre alguna flor donde quedarse. Hasta ahora, mi deseo no se ha cumplido. Los mejores de su especie han liquidado todas las del jard¨ªn, pero mi abejorro torpe, tard¨ªo, sigue esperando un milagro cuando me levanto y me marcho, para ahuyentar la misteriosa amargura que se apodera de mi paladar mientras contemplo su cotidiano fracaso.
S¨¦ que siento de m¨¢s, pero el abejorro que me visita por las tardes encarna el esfuerzo sin recompensa hasta tal punto que ha acabado convirti¨¦ndose para m¨ª en el s¨ªmbolo de una clase peculiar de desdichados. Mientras vuela y vuela, su trabajo sin fruto me recuerda a todos esos ni?os, esas ni?as que pasan el verano encerrados con un profesor particular, machacando una y otra vez lo que no han entendido durante el curso y probablemente siguen sin entender, mientras procuran no pensar en su pandilla, los ba?os y los juegos que se est¨¢n perdiendo hoy y se perder¨¢n ma?ana. Y a todas las personas desempleadas que deambulan con un taco de folios por los bares, las tiendas y los restaurantes del pueblo, para dejar su curr¨ªculum en locales donde ning¨²n cartel indica que se busque personal, madrugando tambi¨¦n, tambi¨¦n cans¨¢ndose de andar y de escuchar que no, un d¨ªa tras otro. Buscar trabajo es un trabajo, como lo es luchar contra una enfermedad, esperar, creer, intentar imponerse a cualquier adversidad, desde las m¨¢s triviales, como la amenaza de repetir un curso de primaria, hasta las m¨¢s graves, ominosas palabras que no quiero escribir hoy aqu¨ª. Por eso, cada tarde me pongo de parte de mi abejorro, le animo en silencio, y he llegado a pensar en comprar un tiesto s¨®lo para ¨¦l, aunque no lo har¨¦, porque la vida es injusta, la selecci¨®n natural implacable, y por mucho que lo escondiera, seguro que los m¨¢s listos, los primeros de la clase de la colmena, se las arreglar¨ªan para llegar antes que ¨¦l.
As¨ª empieza mi verano. Cuando termine, ya les contar¨¦ c¨®mo acaba esta historia. De momento les deseo felices vacaciones a todos y, especialmente, a los abejorros torpes, los m¨¢s tard¨ªos. Ojal¨¢ su trabajo obtenga fruto.
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