Todos somos turistas del mundo
Las pintadas y actos contra los turistas demuestran que no hemos entendido el problema.
Durante el siglo XX, el mundo se moviliz¨® y se acerc¨® gracias a la mejora de las comunicaciones y del nivel de vida de la poblaci¨®n global haciendo que el turismo fuese el fen¨®meno social del siglo pasado. El proceso de intercambio entre pa¨ªses implic¨® la posibilidad de conocer y acercarse a otras ciudades y culturas, enriquecerse de conocimiento adem¨¢s de favorecer el mestizaje. Y para Barcelona, las Olimpiadas del 92 y los posteriores a?os de siglo supusieron su apertura al mundo.
Pero, a d¨ªa de hoy, queda muy poco de esa ciudad que saludaba y acog¨ªa al mundo con un emotivo ?Hola! desde el estadio Llu¨ªs Companys, recibiendo con una gran vocaci¨®n cosmopolita al visitante. Veinticinco a?os despu¨¦s, Barcelona transmite al mundo una imagen ligeramente opuesta en lo que al turismo se refiere.
Recientemente, en distintas fachadas de la ciudad condal se han visto desagradables mensajes pintados como ¡°Tourist go home¡± (Turista vete a casa), ¡°All tourists are bastards¡± (Todos los turistas son bastardos), ¡°Tourist you are the terrorist¡± (Turista tu eres el terrorista) o incluso mensajes como ¡°?Why call it tourist season if we can¡¯t shoot them? (?Por qu¨¦ le llaman temporada tur¨ªstica si no les podemos disparar?)¡ Se ha cruzado la l¨ªnea de la intolerancia hacia miles de personas que, de un modo u otro, lo ¨²nico que quieren es visitarnos.
Como todo, el turismo adquiere sus pros y contras en las metr¨®polis del mundo: definitivamente aporta nuevas ideas, saberes, proyectos, intercambios¡ pero a la vez, el turismo descontrolado destroza y acaba con la cultura local. Y de eso, se encargan las instituciones. No los turistas.
En muchas urbes europeas ya se han propuesto e implementado medidas visibles para reducir el impacto del turismo; en la mayor¨ªa se han estipulado impuestos tur¨ªsticos e incluso se establecen multas para todos aquellos que incumplan las normas c¨ªvicas. Tambi¨¦n se cobra a turistas y residentes por sentarse en fuentes y monumentos conocidos o deleitar los ¡®paisajes estampa¡¯ de la ciudad.
Mientras esto sucede, tambi¨¦n se conceden licencias descontroladas para instalar terrazas en la v¨ªa p¨²blica¨C que mayoritariamente impiden el paso de los peatones por la acera-, se autorizan licencias para pisos tur¨ªsticos, de alquiler de veh¨ªculos y se permite la compra-venta de edificios enteros con el fin de hospedar nuevas residencias para ciudadanos con un poder adquisitivo mayor. Los servicios b¨¢sicos para el residente van desapareciendo mientras incrementan los locales para el ocio, venda de suvenires y disfrute exclusivo para el visitante.
En 2016, unos 1200 millones de personas ¨C seg¨²n la Organizaci¨®n Mundial del Turismo (OMT)- hicieron vacaciones fuera de su lugar de residencia, 46 millones m¨¢s que en 2015. Seg¨²n los autores de la pintada ¡°all tourist are bastards¡± habr¨¢ 1.2 bill¨®n de bastardos en el mundo, excluy¨¦ndose a ellos mismos, que indudablemente son abor¨ªgenes puros de su barrio del que nunca han salido¡ Seguramente los autores estigmatizan al turista como todo aquel que bebe en horas inusuales, ensucia, profana monumentos locales, irrespeta y habita en pisos tur¨ªsticos ilegales. Cabe recalcar que el turista va donde se le facilita y permite ir.
Es doloroso ver que Barcelona se ha transformado en un parque tem¨¢tico y, a la vez, horroriza ver mensajes en las fachadas en contra de simples individuos. ?Como si los turistas, y no quienes fuesen los encargados de las pol¨ªticas urbanas y de desarrollo, fueran los culpables de la situaci¨®n! Los poderes p¨²blicos son los que pueden y deben reestablecer las normas necesarias para asegurar una convivencia digna para todos.
Pero lo que es m¨¢s escandaloso es que a¨²n haya ciudadanos/as que no quieran entender el problema en cuesti¨®n. El problema de Barcelona es el mismo que sufren otras ciudades tur¨ªsticas del mundo y radica en la administraci¨®n del turismo para que siga siendo una ciudad de convivencia entre locales y visitantes.
El aeropuerto del Prat roza el l¨ªmite m¨¢ximo de viajeros y el puerto de cruceros de Barcelona sigue aumentando en capacidad, siendo uno de los puertos m¨¢s ocupados de Europa (actualmente acogiendo el ¡°Harmony of the Seas", el crucero m¨¢s grande del mundo). El peso de los cruceros implica que los visitantes est¨¦n solo 24- 48 horas en la ciudad condal, lejos de explorar otras partes de la urbe y permanezcan, muchas veces, en la zona centro. Se tacha al turista de ¡®borrego¡¯ porque va en masa, porqu¨¦ solo se sube a los buses tur¨ªsticos, no sigue ¡®nuestros¡¯ h¨¢bitos y visita los lugares m¨¢s ic¨®nicos.
Anti-tourist demos spread from Barcelona to Mallorca https://t.co/x5GyPU8ohR pic.twitter.com/zRWXdwtNfq
— euronews (@euronews) August 4, 2017
Cuando el turista viste, come y act¨²a diferente a nosotros, es cuando surge la incomodidad. Hemos llegado a un punto que nos molesta la imagen del turista cargando sombreros mexicanos, bebiendo a horas inapropiadas durante el d¨ªa y dificult¨¢ndonos el descanso y disfrute de la ciudad. Pero, cuando el turista hace un esfuerzo para hablar el idioma y probar la comida local parece que somos m¨¢s receptivos.
Pongamos el foco en los que abren terreno a la especulaci¨®n y en aquellos que fomentan el odio y discriminaci¨®n de cualquier ¨ªndole hacia las personas. Demostremos que somos la sociedad que decimos ser: abierta, contempor¨¢nea, tolerante, acogedora y cuidadora. Al fin y al cabo, todos somos turistas del mundo.
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