Barcelona somos todos
El fanatismo independentista rompi¨® la unidad imprescindible
La multitudinaria manifestaci¨®n que este s¨¢bado recorri¨® las calles de Barcelona para expresar su repulsa al terrorismo fue, de forma mayoritaria, una exhibici¨®n de unidad y tambi¨¦n una muestra de la capacidad para caminar juntos de una sociedad azotada por los terribles atentados del pasado d¨ªa 17, los peores que ha vivido Espa?a desde el 11 de marzo de 2004. Los cientos de miles de personas que se sumaron a la marcha han comprendido que el verdadero enemigo que altera la convivencia y quiebra el normal entendimiento de los ciudadanos son los terroristas. Agrupados bajo un mismo lema (¡°No tinc por¡±, No tengo miedo), los colectivos sociales, los servicios de emergencias y las fuerzas de seguridad que socorrieron a las v¨ªctimas en los primeros momentos del brutal atropello en La Rambla, han expresado con una sola voz su repulsa al terrorismo yihadista.
Editoriales anteriores sobre el 17-A
Pero, paralelamente, un colectivo menor, aunque muy significativo y muy bien organizado, seguramente con respaldo institucional, ha querido capitalizar esta protesta pac¨ªfica para sacar un rendimiento pol¨ªtico espurio. No solo es lamentable que en unas circunstancias tan marcadas por la conmoci¨®n, hayan intentado convertir la marcha en un acto independentista, sino una prueba m¨¢s y decisiva de hasta qu¨¦ punto la causa del separatismo ha degenerado en la intolerancia y el fanatismo m¨¢s demencial. Los silbidos contra el Rey y contra Mariano Rajoy, que compart¨ªan la segunda cabecera junto a ciudadanos musulmanes, son un hito m¨¢s en la construcci¨®n de un relato falso de victimismo. Ondear esteladas, estrat¨¦gicamente situadas detr¨¢s del jefe del Estado y el presidente del Gobierno, fue un intento bien calculado y perfectamente orquestado de desvirtuar el objetivo de una convocatoria ajena a los vaivenes pol¨ªticos.
Quienes han intentado empa?ar la manifestaci¨®n no dejan de ser un grupo de radicales, desgraciadamente no tan peque?o como una clase pol¨ªtica demasiado complaciente quiere darnos a entender. Pero por pocos que sean, gozan de una gran fuerza al contar con el amparo de la Generalitat, que en ¨²ltima instancia legitima sus acciones. Es necesario cortar de ra¨ªz estos lazos y que las fuerzas moderadas se desmarquen de los sectarios y los intolerantes para recuperar una vida pol¨ªtica sana, donde se anteponga el respeto a la ley y a las ideas. Fue bochornoso observar en las im¨¢genes de los canales de televisi¨®n c¨®mo los mismos que aclamaban a Iglesias portando esteladas, impidieran con sus gritos expresarse a representantes de otros partidos pol¨ªticos.
No solo es dolor lo que se ha atestiguado en Barcelona, sino la necesidad de unidad en la acci¨®n. A las autoridades corresponde recoger ese sentimiento y convertirlo en actuaciones eficaces: desde la promoci¨®n de medidas en el marco del pacto antiterrorista, al que deber¨ªan sumarse Podemos, PDCat, ERC y el PNV, hasta las posibles reformas del C¨®digo Penal o la persecuci¨®n de los nuevos perfiles yihadistas.
Afortunadamente, por ahora, la tentaci¨®n de instrumentalizar la marcha de ayer fue conjurada por los grandes partidos de ¨¢mbito nacional. No deber¨ªa quedar aqu¨ª este esfuerzo. Si algo positivo ha de extraerse de la manifestaci¨®n de ayer es la demostraci¨®n de que en nuestra democracia caben todos. Como todos cupieron en las calles de la ciudad recientemente azotada por el terrorismo, desde el Rey hasta los representantes de todos los partidos de ¨¢mbito nacional y autoridades auton¨®micas y municipales, como todos caben en un Estado de derecho que hace frente sin miedo al terrorismo.
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