La hidroel¨¦ctrica que amenaza a 5.000 ind¨ªgenas bolivianos
El proyecto Bala-Chepete desplazar¨¢ a las comunidades nativas y puede acabar con el sue?o de desarrollo del turismo ecocomunitario de la zona
Entre las dos casas de la familia Nay Vargas hay 45 minutos de navegaci¨®n r¨ªo Beni arriba. Una se encuentra en Rurrenabaque y otra en la comunidad tacana de San Miguel del Bala. La primera est¨¢ en la ciudad, con servicios comerciales, m¨¦dicos y de transporte accesibles, mientras que la otra est¨¢ casi a la puerta del Parque Nacional Madidi, uno de los lugares con mayor biodiversidad del mundo. All¨ª cocinan con le?a en el terreno alrededor de la casa de madera, donde crecen los c¨ªtricos y siembran otros cultivos como la yuca o la ca?a de az¨²car. Es su h¨¢bitat; as¨ª lo defienden sus habitantes cuando hablan de las consecuencias del proyecto hidroel¨¦ctrico Bala-Chepete, llamado a ser parte fundamental de la conversi¨®n de Bolivia en ¡°el coraz¨®n energ¨¦tico de Sudam¨¦rica¡± con la construcci¨®n de dos represas en plena Amazon¨ªa.
Camila Nay Vargas no concibe su vida lejos. ¡°No es mi h¨¢bitat. No vivir¨ªa muy feliz¡±, dice. Es una de las 12 hijas e hijos que tienen do?a Benita y don Alfredo, ind¨ªgenas tacanas de la comunidad de San Miguel. Tiene 19 a?os, estudia Turismo en la sede universitaria de Rurrenabaque y trabaja en la empresa comunitaria de San Miguel del Bala. Los ind¨ªgenas involucrados en el ecoturismo est¨¢n entre los primeros que entraron en alerta por el proyecto hidroel¨¦ctrico, una megaobra cuyo coste se cifra en casi 7.100 millones de euros en diversos documentos de estudio previo elaborados por empresa italiana Geodata a petici¨®n de la estatal de energ¨ªa ENDE. El proyecto, cuyas obras comenzar¨ªan en 2018, prev¨¦ la construcci¨®n de dos represas que inundar¨ªan 661,9 kil¨®metros cuadrados, una extensi¨®n algo m¨¢s grande que todo el municipio de Madrid. Entre afectados directos ¡ªlos que viven en zonas que se prev¨¦ inundar¡ª e indirectos ¡ªquienes habitan ¨¢reas colindantes a los embalses¡ª, la construcci¨®n de ambas represas implicar¨ªa el desplazamiento forzoso de m¨¢s de 5.000 personas. El segundo embalse ¡ªcreado por una represa un par de kil¨®metros r¨ªo abajo del angosto del Bala¡ª inundar¨ªa la comunidad de San Miguel, seg¨²n su ficha ambiental, sin que se conozcan los planes para reubicar a sus 251 habitantes censados en 2012.
La comunidad se encuentra muy cerca de la entrada al Parque Nacional Madidi, una de las ¨¢reas de mayor biodiversidad del mundo, donde est¨¢n presentes el 9% de las especies de aves del planeta. Seg¨²n el estudio Identidad Madidi, se estiman alrededor de 8.000 especies de plantas vasculares y al menos 2.100 de vertebrados. Algunas de ellas, como el venado andino o el jaguar, est¨¢n amenazadas a nivel continental.
A pesar de ello, la afluencia de turistas es relativamente modesta. En 2016, un total de 6.957 personas entraron en el Parque Nacional, seg¨²n datos proporcionados por su direcci¨®n. De ellos, 6.125 fueron extranjeros. En los ¨²ltimos a?os, la cifra ha oscilado entre los 8.518 visitantes de 2013 y los 5.334 de 2009, aunque el gasto por persona y d¨ªa es m¨¢s alto que en otras zonas del pa¨ªs, acerc¨¢ndose a los 100 euros.
El proyecto hidroel¨¦ctrico supondr¨ªa la creaci¨®n de dos embalses de un ¨¢rea mayor que el municipio de Madrid en plena Amazon¨ªa boliviana, una obra de 7.100 millones de euros que desplazar¨ªa a al menos 5.000 personas
Valent¨ªn Luna es el gerente de la empresa comunitaria donde trabaja Camila y ejerce como presidente de la Mancomunidad de comunidades del R¨ªo Beni y Quiquibey, formada por 17 comunidades ind¨ªgenas y un pueblo en el entorno de influencia directa del proyecto de embalse de El Bala. Explica que, desde la creaci¨®n de las ¨¢reas protegidas del Parque Nacional Madidi y la reserva de la biosfera y Tierra Comunitaria de Origen (TCO) Pil¨®n Lajas entre 1992 y 1997, las comunidades han hecho un esfuerzo por realizar actividades de turismo y aprovechar los recursos naturales de manera sostenible. ¡°Lo que aparece estos ¨²ltimos a?os como una amenaza para nosotros es la construcci¨®n de la represa del Bala, justamente para generar y exportar energ¨ªa al Brasil¡±, dice.
Alfredo Nay, el padre de Camilia, resume las dificultades de ese periodo, donde las medidas de protecci¨®n no siempre fueron acompa?ados de informaci¨®n previa adecuada a las comunidades: ¡°Por ah¨ª se decreta [la creaci¨®n del Parque Nacional] y nos ponen guardaparques por donde nosotros no podemos ingresar¡±. Para entonces algunos de sus paisanos ya trabajaban como gu¨ªas en las primeras empresas privadas de turismo radicadas en Rurrenabaque y esa actividad apareci¨® como una alternativa de desarrollo local. En 2005 terminaron la construcci¨®n de su primer ecoalbergue y comenz¨® la actividad de tur¨ªstica de la empresa comunitaria, con el apoyo de la ONG Conservaci¨®n Internacional.
Antes de eso, ya con el Parque nacional creado, los habitantes de San Miguel accedieron al servicio de agua corriente con la ayuda de la ONG Care Bolivia a condici¨®n de agrupar sus viviendas, hasta entonces dispersas. La casa de don Alfredo, que no se agrup¨®, accedi¨® al servicio a?os m¨¢s tarde, mientras que ahora la mayor parte de las viviendas se sit¨²an en torno a una plaza central donde tambi¨¦n hay tres construcciones que sirven de aulas para el colegio de primaria.
Norman Vald¨¦s, un gu¨ªa que suele trabajar en Madidi y en la Pampa de Yacuma, ind¨ªgena originario de San Jos¨¦ de Uchupiamonas, explica que las actividades tur¨ªsticas implicaron una profunda transformaci¨®n en comunidades como la suya, solo accesible desde Rurrenabaque tras nueve horas de navegaci¨®n por los r¨ªos Beni y Tuichi o por una pista forestal de 33 kil¨®metros desde la carretera m¨¢s cercana.
A ra¨ªz de la creaci¨®n de Chalal¨¢n a mitad de los noventa ¡ªconsiderada la empresa de turismo comunitaria pionera de la zona, radicada en San Jos¨¦¡ª se moderaron las actividades de caza y tala de ¨¢rboles y empezaron a ver la naturaleza como ¡°un socio¡±. Paralelamente a la formaci¨®n de muchos miembros de la comunidad como gu¨ªas, cocineros o administradores creci¨® la agricultura, se redujo la caza e incluso cambi¨® la dieta.
Cuando comenz¨® el proyecto ¡°pro Chan¡±, un estudio dec¨ªa que el 80% de la carne que se consum¨ªa en la comunidad proven¨ªa de la caza, un porcentaje que se ha reducido al 20% o 25% gracias al aumento de los cultivos y el ganado, sostiene Norman. ¡°Ya no es necesario que el desayuno sea un pedazo de carne con arroz y yuca, sino que empieza a variar, a ser un buen men¨²¡±, dice. Adem¨¢s de fortalecer las econom¨ªas locales a trav¨¦s de los salarios, las empresas comunitarias dedican una parte de sus beneficios directamente a proyectos en los pueblos.
Paralelamente al inicio de las actividades de turismo comunitario, se moderaron las actividades de caza y tala de ¨¢rboles y los pobladores empezaron a ver la naturaleza como ¡°un socio¡±
Quienes construyeron el sector hace m¨¢s de 20 a?os temen las represas sobre todo porque El Bala se construir¨ªa entre Rurrenabaque y el r¨ªo Tuichi, donde se encuentran la mayor¨ªa de los albergues. Aunque los documentos del estudio de identificaci¨®n y las fichas ambientales prev¨¦n la construcci¨®n de esclusas para permitir el tr¨¢nsito, pocos se f¨ªan de su eficacia y todos temen por su impacto est¨¦tico. ¡°El turista no va a venir a contemplar un lago artificial¡±, apunta Luna.
Cortar el caudal del r¨ªo tambi¨¦n afectar¨ªa a la agricultura, que aprovecha las inundaciones peri¨®dicas de las tierras ribere?as para renovar la fertilidad del suelo gracias a los sedimentos depositados. Aunque el proyecto de Geodata contempla la construcci¨®n de una ¡°escalera de peces¡±, los pobladores piensan que tambi¨¦n afectar¨ªa a la pesca de especies migratorias como el bagre o el pac¨², que llegan de r¨ªo arriba. Solo la construcci¨®n del Chepete, 50 kil¨®metros r¨ªo arriba del angosto del Bala, har¨ªa uniforme el cauce del r¨ªo, mientras que la ausencia de sedimento lo volver¨ªa m¨¢s erosivo y modificar¨ªa todo el ecosistema r¨ªo abajo, advierte el ingeniero hidr¨¢ulico Jorge Molina, de la Universidad Mayor de San Andr¨¦s en La Paz.
El r¨ªo es la v¨ªa de comunicaci¨®n hist¨®rica y presente entre los pueblos ribere?os. En el ¨¢rea de influencia de las represas proyectadas se encuentran los territorios originarios de ind¨ªgenas lecos, mosetenes, tacanas, uchupiamonas, chimanes y ese ejas, explica ?lex Villca, socio de una empresa tur¨ªstica de la comunidad de San Jos¨¦ donde trabaja Norman Vald¨¦s. Solo con la construcci¨®n de la represa del Chepete, cuyo inicio de obras se prev¨¦ para el pr¨®ximo a?o, habr¨ªa que desplazar a 3.974 personas. Todas las ¨¢reas pobladas a las que afectar¨ªa el segundo embalse, siempre seg¨²n Geodata, son terrenos de titulaci¨®n colectiva que pertenecen a los ind¨ªgenas tacanas, lecos y mosetenes. En noviembre del a?o pasado, las comunidades hicieron una vigilia de varios d¨ªas en el angosto del Bala para evitar la entrada de maquinaria, v¨ªveres y combustibles e impedir as¨ª que siguiera adelante el estudio geol¨®gico para las obras.
Tras las fichas ambientales ¡ªp¨²blicas¡ª y el estudio integral de impacto ambiental ¡ªdeclarado confidencial¡ª, necesarias para obtener una licencia ambiental, la empresa italiana est¨¢ haciendo el estudio a dise?o final, que debe estar listo este a?o. Aunque los lugare?os lograron su objetivo en noviembre, volvieron a denunciar la entrada de maquinaria vinculada al estudio recientemente, mientras critican que el Gobierno no est¨¢ cumpliendo con el derecho de consulta libre e informada que tienen los pueblos ind¨ªgenas ante proyectos de explotaci¨®n de recursos en sus territorios, establecido en la Constituci¨®n.
Villca se muestra muy preocupado por el desplazamiento de personas que generar¨ªa la hidroel¨¦ctrica. ¡°Definitivamente vamos a tener que salir a otros lugares en los que, con el tiempo, tendemos a desaparecer, a mezclarnos con otras culturas y perder nuestra esencia como pueblos ind¨ªgenas¡±, afirma. Tambi¨¦n menciona otros peligros relacionados con la construcci¨®n de carreteras para posibilitar la obra. Esos caminos, advierte, ¡°van a traer gente buscando madera, recursos minerales, gente con pr¨¢cticas de caza y de pesca furtiva, ilegal¡±.
El proyecto suscita tambi¨¦n dudas sobre su viabilidad y rentabilidad econ¨®mica entre quienes han estudiado la informaci¨®n disponible. Una de esas personas es Pablo Sol¨®n, director de la Fundaci¨®n Sol¨®n, que se encarga de la difusi¨®n de la obra de su padre ¡ªel pintor Walter Sol¨®n¡ª y a temas ambientales.
Adem¨¢s de la envergadura de la inversi¨®n ¡ªalrededor del 23,5% del PIB de Bolivia¡ª, Sol¨®n cuestiona la rentabilidad del proyecto al revisar los costes de la energ¨ªa. En la evaluaci¨®n econ¨®mica y financiera del Estudio de Identificaci¨®n ¡ªun documento confidencial obtenido por su fundaci¨®n¡ª, se calculan los gastos de construcci¨®n, financieros y operacionales a 50 a?os vista. Ese documento concluye que el coste de la energ¨ªa en El Bala, con una potencia instalada de 425 megavatios, es de 79,5 d¨®lares por megavatio. Un c¨¢lculo similar arroja un coste de 54,8 d¨®lares para el Chepete, que tendr¨ªa una potencia instalada de 3.251 megavatios.
En una nota de prensa publicada el 27 de octubre de 2016, el entonces ministro de Hidrocarburos y Energ¨ªa Luis Alberto S¨¢nchez admiti¨® que ¡°el precio de compra en Brasil por generaci¨®n de hidroel¨¦ctricas entre el 2005 a 2016 tiene un precio de 52 d¨®lares por megavatio/hora¡±. Al mismo tiempo, sosten¨ªa que los c¨¢lculos de rentabilidad cuentan con vender la energ¨ªa de 70 d¨®lares el megavatio/hora, sin datos claros que sustenten esa proyecci¨®n. Ni el ministerio de Energ¨ªas ni el de Medio Ambiente y Agua quisieron dar su versi¨®n para este reportaje alegando problemas de agenda.
La idea de aprovechar el elevado caudal del r¨ªo Beni para la generaci¨®n de energ¨ªa el¨¦ctrica es un viejo proyecto de gobiernos bolivianos de todo signo y el primer estudio de viabilidad data de 1955. El Gobierno de Morales lo decret¨® de prioridad e inter¨¦s nacional en 2007, s¨®lo un a?o y medio despu¨¦s de asumir el poder. La capacidad instalada de Bolivia ya excede el consumo el¨¦ctrico interno y no hay proyecciones que muestren la necesidad de construir obras de envergadura para el abastecimiento nacional. Por el contrario, la construcci¨®n del sistema hidroel¨¦ctrico Bala-Chepete es un proyecto emblem¨¢tico del Gobierno para convertir a Bolivia en un centro exportador de energ¨ªa al resto de Sudam¨¦rica. La energ¨ªa generada con esta hidroel¨¦ctrica tendr¨ªa por destino el mercado brasile?o, seg¨²n han declarado siempre las autoridades competentes y a pesar de que no existe todav¨ªa un acuerdo oficial entre los pa¨ªses. Con el fomento de nuevas megaobras ¡ªde las que esta es, junto a Rositas en la cuenca del R¨ªo Grande, la m¨¢s importante en generaci¨®n de energ¨ªa¡ª y el cambio de matriz energ¨¦tica, el Gobierno boliviano pretende encontrar una v¨ªa de entrada de divisas al pa¨ªs que compense la ca¨ªda de precios del gas natural, principal exportaci¨®n de Bolivia destinada a Brasil y Argentina. Actualmente Bolivia trabaja en diversos acuerdos bilaterales con Argentina, Brasil, Per¨² y Paraguay para avanzar en la interconexi¨®n de sus sistemas el¨¦ctricos con el objetivo de exportar electricidad a sus pa¨ªses vecinos.
A pesar de que incluso Geodata recomienda ¡°aplazar¡± el desarrollo de la central hidroel¨¦ctrica El Bala ¡°hasta cuando las condiciones del mercado energ¨¦tico de Bolivia y del exterior indiquen la conveniencia de su puesta en marcha¡±, las autoridades competentes no han descartado construir esa segunda represa. Simplemente sostienen que la prioridad es el Chepete e insisten en que la construcci¨®n del segundo componente no comenzar¨ªa hasta dentro de al menos quince a?os.
A ?lex Villca la dudosa rentabilidad de ambos componentes le ocasiona un miedo adicional: que los dise?os finales puedan ser obras a¨²n m¨¢s grandes y tengan mayores consecuencias medioambientales. Est¨¢ convencido de que la construcci¨®n del proyecto Bala-Chepete ser¨ªa el fin del turismo que se desarrolla ahora, pero sugiere que con los a?os podr¨ªan llegar visitantes para ver los restos de ¡°un desastre ambiental y sociocultural¡±. ¡°Eso es algo que en turismo se llama turismo negro¡±, explica. ¡°Ahora estamos viviendo el boom de un turismo verde, ecol¨®gico. Quiz¨¢s esto nos lleve del turismo verde al turismo negro", ironiza.
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