No, no tienes derecho a pegar a tu hijo
Quien defiende la bofetada reivindica su derecho a maltratar a quien cree suyo
Si preguntamos a alguien si le parecer¨ªa delito coger de los pelos a una persona, abofetearla, vejarla y humillarla, estoy segura de que la mayor¨ªa dir¨ªa que s¨ª. Se asume que la violencia hacia los otros debe ser penalizada como delito y que no se puede permitir ni tolerar. Si un hombre le hiciera esto a una mujer o una mujer a un hombre, pocos dudan ya de que se debe denunciar y que se trata de maltrato puro y duro. Entonces, si somos capaces de verlo con esa claridad meridiana en el caso de que el ¡°otro¡± sea un adulto, hombre o mujer, ?c¨®mo es posible que seamos tan ciegos de no querer verlo cuando el agredido es un ni?o?
Los ni?os son personas en igualdad de derechos, acreedor de la misma dignidad y respeto que cualquier otro ser humano, adem¨¢s de la necesidad extra de ser protegidos dada su vulnerabilidad. Tus hijos no son de tu propiedad, no te pertenecen, como no te pertenece tu mujer ni tu marido. Son seres humanos independientes aunque, como en el caso de los hijos, t¨² hayas sido el medio para traerlos al mundo. Pero ese privilegio que te ha dado la vida de poder engendrar o gestar no te confiere derechos sobre ese otro.
Leo horrorizada como las voces procedentes de la caverna machista y adultocentrista, que por desgracia a¨²n abundan, se han echado encima de una adolescente que fue insultada, vejada y golpeada por su padre, porque se atrevi¨® a denunciar, es decir, pidi¨® ayuda. Como antes cuando una mujer se atrev¨ªa a denunciar y era sospechosa de ¡°haber propiciado¡± que su marido la golpease, ¡°algo habr¨¢ hecho¡± dec¨ªan tambi¨¦n las voces cavern¨ªcolas. Pero esta vez un juez ha escuchado a la v¨ªctima y ha aplicado la ley. Y la ley es para todos. Si maltratas es delito y si cometes un delito, debes ir preso. Es lo que dice la ley. La ley no dice que si maltratas a tu hija no es maltrato porque es tu hija, ni dice que tu potestad de padre te confiere el derecho a golpearla e insultarla.
La noticia salt¨® a los medios el pasado hace unos d¨ªas, despu¨¦s de que el Juzgado de lo Penal n¨²mero 1 de Almer¨ªa condenara a siete meses de prisi¨®n a un progenitor por dar bofetadas y agarrar del pelo a su hija de 15 a?os por llegar tarde a casa. Al ser el primer delito y de menos de dos a?os de c¨¢rcel, finalmente, el padre no entrar¨¢ en prisi¨®n. Pero la sentencia dictamina que este no puede acercarse o comunicarse con la menor a menos de 100 metros durante un a?o, siete meses y 15 d¨ªas. El juez consider¨® que hubo una "extralimitaci¨®n en su derecho de correcci¨®n".?
Hablan de educaci¨®n las voces de la caverna, dicen que as¨ª nos va con una sociedad llena de hijos que no han sido golpeados a tiempo, hablan de autoridad y de respeto. El respeto que produce la humillaci¨®n y el golpe, la autoridad de quien es m¨¢s fuerte y por eso se atribuye la potestad de maltratar. Llam¨¦moslo por su verdadero nombre: quien defiende la bofetada a tiempo hace apolog¨ªa del maltrato y reivindica su derecho a maltratar a quien cree suyo.
Hace no tantos a?os, no era delito maltratar a una mujer porque quedaba dentro de la ¡°intimidad de la pareja¡± hasta que alg¨²n juez, con la suficiente empat¨ªa y sensibilidad, aplic¨® la ley. Eran los mismos argumentos: ¡°se lo merece¡±, ¡°me ha llevado al l¨ªmite¡±, ¡°no me ha obedecido¡±.
La autoridad y el respeto est¨¢n en las ant¨ªpodas del maltrato y adem¨¢s no se otorgan por jerarqu¨ªa, se ganan. Los hijos no han venido al mundo a complacerte ni a satisfacer tus expectativas. Tenemos la obligaci¨®n, la responsabilidad de educar que es exactamente lo contrario de maltratar. Educar no es someter. Es acompa?ar, guiar, contener, empatizar, comprender, perdonar, ofrecer alternativas, hacer autocr¨ªtica, negociar, escuchar, y sobre todas las cosas ser ejemplo y modelo de lo que queremos que hagan o sean nuestros hijos.
Los medios se hacen eco de la noticia con titulares sensacionalistas porque saben que muchos se llevar¨¢n las manos a la cabeza cuando escuchen que un padre ha ido preso por dar dos bofetadas a su hija porque esta lleg¨® tarde. Y como siempre, los que defienden su derecho a educar maltratando se quedar¨¢n anclados en el titular para alimentar su perversa creencia. No van a profundizar, no van a escuchar que no fue una bofetada sino una historia de maltrato constante, que la llamaba puta y la vejaba cuando le parec¨ªa oportuno, que nadie merece ser tratado as¨ª y much¨ªsimo menos por quien deber¨ªa respetarte y protegerte y amarte incondicionalmente. A d¨®nde vamos a llegar, dicen, si ya no podemos pegar a nuestros hijos¡para educarles.
La sociedad es violenta porque sigue habiendo una normalizaci¨®n del maltrato, una dosis que nos corre por las venas y que fue inoculada con la permisividad del empuj¨®n, el tir¨®n de orejas, la colleja, el azote y la bofetada. Fue inoculada cuando ante el insulto de un padre o una madre no pudimos ni supimos defendernos, porque era lo normal. La normalidad de la bofetada a tiempo. La normalidad de la violencia desde la cuna.
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