Carlos Magdalena, el resucitador de las plantas olvidadas
HAY UNA COSA m¨¢s bonita que visitar Kew Gardens una soleada ma?ana de verano: visitar Kew Gardens una soleada ma?ana de verano en compa?¨ªa de Carlos Magdalena. Un hombre que conoce estos jardines bot¨¢nicos de Londres mejor que nadie y que, 15 a?os despu¨¦s de convertirlos en su oficina, los sigue viendo con la misma pasi¨®n contagiosa que sinti¨® la primera vez que se present¨® aqu¨ª sin t¨ªtulo universitario, sin apenas m¨¢s experiencia laboral que una temporada de sumiller autodidacta en un restaurante, pero con la convicci¨®n de que hiciera lo que hiciera en su vida, ten¨ªa que ser aqu¨ª.
Imagine el estereotipo de bot¨¢nico ingl¨¦s. Ahora imagine todo lo contrario. P¨®ngale una melena negra hasta los hombros, barba, aros en las orejas, gafas de pasta, una camiseta de tirantes, un cigarrillo de liar entre los dedos y un ingl¨¦s atropellado con acento de Asturias. Se llama Carlos Magdalena. Pero todos le conocen como el Mes¨ªas de las plantas.
Su apodo ¡ªinventado por un periodista asturiano y popularizado por David Attenborough, que se refiri¨® a ¨¦l as¨ª en la BBC¡ª no obedece solo a su look, un tanto en la onda de Jesucristo. Se debe sobre todo a su mesi¨¢nica habilidad para salvar especies de plantas que se encuentran al borde de la extinci¨®n. Es ¨²nico a la hora de insuflar vida en un pu?ado de viejas semillas resecas o salvar de la desaparici¨®n al ¨²ltimo ejemplar de una especie remota incapaz de reproducirse.
¡°Como le dijeron a Luke Sky?wal?ker, puedo sentir la fuerza¡±, bromea, en el h¨²medo interior de la majestuosa Casa de las Palmeras victoriana de Kew, mientras una planta tropical le va lanzando gotas de agua a la cabeza como si tratara de decirle algo. ¡°Con las plantas es como con los beb¨¦s: no hablan y tienes que investigar un poco qu¨¦ les pasa. Lo importante es la pasi¨®n y la obsesi¨®n. Con ellas todo pasa muy despacio. Por eso tiene que ser una obsesi¨®n muy constante. Una especie de enfermedad mental¡±.
Como buen mes¨ªas, Carlos Magdalena (Gij¨®n, 1972) tiene un evangelio que difundir: una de cada cinco plantas est¨¢ en peligro de extinci¨®n, y eso es muy grave porque sin ellas no hay vida. ¡°Vemos a las plantas como un color verde en el paisaje¡±, explica. ¡°Pero realmente son el pegamento que une los ecosistemas mundiales. Si no hubiera plantas, no habr¨ªa ox¨ªgeno respirable. Comemos plantas. Son un recurso econ¨®mico tremendo. Son curativas: tres de cada cuatro medicinas que se descubren proceden de las plantas. Las fibras con las que vestimos, las s¨¢banas en las que dormimos, los papeles en los que escribimos, el caf¨¦ que tomamos por la ma?ana. No tenemos futuro sin ellas, son necesarias para frenar el calentamiento global. Para la supervivencia de las sociedades humanas, las plantas son lo m¨¢s valioso que poseemos. Pero las ignoramos¡±.
Ese es el mensaje de su libro, que se publica el a?o que viene en espa?ol en la editorial Debate despu¨¦s del ¨¦xito de su edici¨®n inglesa, y que tiene el t¨ªtulo de ¡ª?lo adivinan?¡ª El Mes¨ªas de las plantas. Un delicioso relato de sus aventuras por el mundo al rescate de especies remotas, que inevitablemente contagia al lector de esa desaforada pasi¨®n por la naturaleza.
Su pasi¨®n procede de una madre florista. Tambi¨¦n tuvo que ver un personaje cat¨®dico que cautiv¨® a muchos ni?os de la ¨¦poca. ¡°Me preguntaban qu¨¦ quer¨ªa ser de mayor y yo no dec¨ªa bi¨®logo. Dec¨ªa F¨¦lix Rodr¨ªguez de la Fuente¡±, asegura. ¡°Investigar, conocer y, lo que es muy importante, divulgar. Hacer que la gente se convierta. ?l lo consigui¨® conmigo. Cre¨® otra persona con las mismas inquietudes¡±.
Carlos Magdalena devoraba de ni?o las enciclopedias de bot¨¢nica que encontraba e, inevitablemente, su singularidad choc¨® con el sistema educativo espa?ol de la ¨¦poca, que resume como ¡°un se?or con un palo diciendo que cantes la tabla del siete¡±. Mientras decid¨ªa qu¨¦ hacer con su vida, mont¨® un bar con unos amigos. Lo vendi¨® y altern¨® trabajos en la noche con chapuzas de jardiner¨ªa. A los 28 a?os, su padre muri¨®. ?l hab¨ªa roto con su novia. Su ¨²ltimo contrato hab¨ªa expirado. As¨ª que decidi¨® emigrar a Inglaterra.
¡°Encontr¨¦ trabajo en un restaurante de lujo y, gracias a mis conocimientos de horticultura, acab¨¦ de sumiller¡±, explica. ¡°Les hablaba a los clientes de variedades de uva, de diferentes suelos, de los taninos del roble de las barricas¡±.
Un d¨ªa de noviembre de 2002 decidi¨® coger el metro hasta Kew Gardens e inmediatamente se sinti¨® en casa. A la vuelta, el Mes¨ªas tuvo una se?al. En un peri¨®dico abandonado en el vag¨®n del metro ley¨® un art¨ªculo titulado La muerta viviente. Contaba los intentos en Kew por salvar a una planta extremadamente rara llamada Ramosmania rodriguesii, una especie nativa de la isla de Rodrigues, en Mauricio, que se daba por extinta hasta que un ni?o hall¨® una por casualidad en 1979.
Los cient¨ªficos llevaban 20 a?os tratando de salvarla. Hab¨ªan logrado reproducirla a partir de esquejes, pero la planta resultante no daba semillas y, sin ellas, no pod¨ªa sobrevivir. Era una planta viva, pero su especie estaba muerta. Carlos Magdalena comprendi¨® que, fuera como fuera, ten¨ªa que ver esa planta.
Consigui¨® que le recibiera un jefazo de Kew, que ley¨® su curr¨ªculum y qued¨® francamente poco impresionado. ¡°T¨² imag¨ªnate que eres Messi¡±, ilustra Magdalena. ¡°Y que, en vez de ponerte a jugar al f¨²tbol, tienes que mandar un curr¨ªculum. Soy Messi, tengo 16 a?os, soy de Argentina y s¨¦ jugar muy bien al bal¨®n¡±.
De alguna manera, el joven asturiano logr¨® convencerlo de que sus conocimientos no encajaban en una hoja de papel y le dieron una oportunidad. Hoy Carlos Magdalena es una pieza clave en la fauna del jard¨ªn bot¨¢nico. Y ha salvado de la extinci¨®n a la Ramosmania rodriguesii.
Resulta inquietante sujetar en las manos una maceta con esa planta resucitada en la enfermer¨ªa tropical de Kew Gardens. Igual que sacar de un caj¨®n del herbario una caja con unas semillas recolectadas por el propio Charles Darwin.
El evangelio del Mes¨ªas de las plantas dice que todos pueden hacer algo para proteger la naturaleza. ¡°Todas las profesiones del mundo tienen que ver con esto¡±, explica. Magdalena no tolera la extinci¨®n. ¡°Cada gen es una palabra; cada organismo, un libro¡±, escribe.
¡°Cada especie de planta que muere contiene palabras que solo han sido escritas en ese libro. Si una especie se extingue, se pierde un libro y todas las palabras y mensajes que conten¨ªa¡±.
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