60 a?os de la bola plateada que abri¨® la carrera espacial
La historia de Sputnik est¨¢ muy relacionada con el desarrollo de las armas nucleares sovi¨¦ticas
Hoy se cumplen sesenta a?os del lanzamiento del primer Sputnik, aquella bola plateada que abri¨® la carrera espacial. Su historia, que tardar¨ªa decenios en hacerse p¨²blica, est¨¢ muy relacionada nada menos que con el desarrollo de las armas nucleares sovi¨¦ticas.
En 1953, Estados Unidos ya no ostenta el monopolio de la bomba. La Uni¨®n Sovi¨¦tica hab¨ªa hecho detonar su primer ingenio de fisi¨®n en 1949 y ahora los esfuerzos de ambos pa¨ªses se dirig¨ªan hacia a la bomba de fusi¨®n. Estados Unidos prob¨® la primera en el Pac¨ªfico, en oto?o de 1952; la URSS lo hizo en Kazakst¨¢n nueve meses despu¨¦s.
La bomba sovi¨¦tica ¡°solo¡± desarroll¨® unos 400 kilotones frente a los 10 megatones de la estadounidense. Era un dise?o del f¨ªsico Andrei Sajarov que, pese a su ¨¦xito, estaba condenado de antemano: a diferencia del americano, ¨¦ste no permitir¨ªa aumentar su potencia mucho m¨¢s, aunque eso no se sab¨ªa entonces. Se pensaba que bastar¨ªa con aumentar la cantidad de material fisionable para aumentar de forma proporcional su capacidad destructiva.
A finales de 1953, Sajarov fue convocado a una reuni¨®n del Politbur¨® para responder a una pregunta clave: ?cu¨¢nto pesar¨ªa una bomba de hidr¨®geno cuya potencia pudiera medirse en megatones?
No ten¨ªa ni idea. En base al resultado de su primera bomba, las de mucha mayor potencia deber¨ªan ser tambi¨¦n mucho mayores. ?Dos, tres, cuatro toneladas? Acuciado para dar una respuesta lo m¨¢s r¨¢pida posible, prefiri¨® cubrirse con un amplio margen de seguridad: entre cinco y seis toneladas.
As¨ª se har¨ªa, pues. La URSS se har¨ªa con un misil capaz de enviar esa carga al otro lado del mundo.
Lo malo es que hac¨ªa un a?o que el equipo que dirig¨ªa Sergei Korolev estaba trabajando en un nuevo cohete dise?ado para una carga de s¨®lo 3 toneladas. De repente, sus especificaciones se duplicaron, ante la incredulidad de todos los t¨¦cnicos. Nadie se hab¨ªa planteado nunca semejante reto. Y tendr¨ªa que estar a punto en menos de cuatro a?os.
Se barajaron muchos enfoques: cohetes multietapa, cohetes medianos unidos lado con lado, veh¨ªculos enormes que trasvasaban combustible desde los tanques de reserva al principal en pleno vuelo¡
Finalmente, Valeri Mishin, el segundo de Korolev, dio con la soluci¨®n m¨¢s simple: agrupar cuatro impulsores en torno a un cuerpo central, como un manojo de esp¨¢rragos y encenderlos todos a la vez. Eso implicaba prender a la vez treinta y dos motores, veinte principales y doce de orientaci¨®n. Al llegar a unos 50 kil¨®metros de altura, se desprender¨ªan los cuatro impulsores ya agotados y el central continuar¨ªa viaje.
Un cohete de esas caracter¨ªsticas ya no ser¨ªa un cilindro esbelto, sino una especie de cono de m¨¢s de diez metros de di¨¢metro en la base. Pesar¨ªa, como poco, 250 toneladas y requerir¨ªa instalaciones de lanzamiento inexistentes. Nunca se hab¨ªa visto algo as¨ª
Un cohete de esas caracter¨ªsticas ya no ser¨ªa un cilindro esbelto, sino una especie de cono de m¨¢s de diez metros de di¨¢metro en la base. Pesar¨ªa, como poco, 250 toneladas y requerir¨ªa instalaciones de lanzamiento inexistentes. Nunca se hab¨ªa visto algo as¨ª.
Siguiendo la nomenclatura de proyectos anteriores, ¨¦ste se denominar¨ªa R-7. La ¡°R¡± era de ¡°raketa¡± ¨C cohete. Pero pronto todo el mundo empez¨® a referirse a ¨¦l con el afectuoso nombre de ¡°Semiorka¡± (¡°el s¨¦ptimo¡±, en ruso).
Para el R-7, Korolev y su equipo desarrollaron t¨¦cnicas ins¨®litas. Por ejemplo, el cohete no descansar¨ªa directamente en la plataforma, sino que estar¨ªa sostenido en el aire sobre un enorme pozo para evacuar los escapes. Cuatro brazos met¨¢licos lo asir¨ªan aproximadamente por la mitad de su altura. Al encender motores y aflojar el peso sobre esos soportes, los brazos se retirar¨ªan autom¨¢ticamente gracias a unos simples contrapesos. La idea fue de Vladimir Barmin, el jefe de dise?o de sistemas de lanzamiento. En principio, Korolev la acept¨® con cierto recelo, desechando la idea de retraer los soportes mediante un mecanismo hidr¨¢ulico, como suger¨ªa una comisi¨®n encabezada por el acad¨¦mico Blagonravov. Eso s¨ª, Korolev amenaz¨® a Barmin con los peores males si el invento no funcionaba. Hoy, sesenta a?os despu¨¦s, el sistema sigue utiliz¨¢ndose.
Otro sistema revolucionario era el m¨¦todo de unir los aceleradores al cuerpo central del cohete: simples r¨®tulas de bola en la parte superior y tiras met¨¢licas para sujetarlos en la inferior. Llegado el momento, unos explosivos romp¨ªan esas tiras y los cuatro impulsores simplemente giraban alrededor de su v¨¦rtice para desprenderse por s¨ª solos. Es un bonito espect¨¢culo ver la separaci¨®n, tan sim¨¦trica que los segmentos forman una cruz alrededor del cuerpo central. Se la llama la ¡°cruz de Korolev¡±.
A medida que el proyecto progresaba, Korolev se dio cuenta de que el nuevo cohete tendr¨ªa capacidad para poner en ¨®rbita cargas de m¨¢s de una tonelada. Consult¨® con Mikhail Tikhonravov, cuyo equipo llevaba a?os trabajando en estudios te¨®ricos y aplicaciones de un hipot¨¦tico sat¨¦lite artificial y as¨ª empez¨® a construirse el ¡°Objeto D¡±. Con un peso total de tonelada y media, llevar¨ªa al espacio trescientos kilos de instrumental cient¨ªfico, quiz¨¢s hasta c¨¢maras fotogr¨¢ficas o una c¨¢psula para animales. Se llamaba as¨ª porque la D es la quinta letra en al alfabeto cir¨ªlico: Las otras cuatro ya estaban asignadas a diferentes tipos de ojivas nucleares.
La reacci¨®n de EE UU
Entretanto, Estados Unidos hab¨ªa anunciado su intenci¨®n de contribuir al A?o Geof¨ªsico Internacional (1957-58) con el lanzamiento de un peque?o sat¨¦lite. La intenci¨®n de Korolev era lanzar el suyo antes de que diera comienzo ese acontecimiento, asegur¨¢ndose una victoria espectacular sobre los occidentales.
Pero ambos proyectos tropezaban con dificultades. El americano, por culpa del lanzador. La administraci¨®n de Eisenhower hab¨ªa exigido que se utilizase un cohete de nuevo dise?o, basado en la tecnolog¨ªa de los cohetes sonda ya existentes. Eso exclu¨ªa al equipo de von Braun, contratado por el Ej¨¦rcito. Se trataba de evitar el empleo de misiles militares para dar al programa un maquillaje puramente civil. Su desarrollo tropezar¨ªa con innumerables dificultades, hasta la cat¨¢strofe final. Pero eso es otra historia.
Por parte rusa, el problema era el sat¨¦lite. Mes tras mes, la fabricaci¨®n del objeto D se iba retrasando, en gran parte por incumplimiento de plazos por parte de diversos proveedores. A primeros de 1957, Korolev decidi¨® cambiar de plan: Intentar¨ªa lanzar un sat¨¦lite mucho m¨¢s simple y ligero. Quiz¨¢s dos. Eso s¨ª: Para evitar depender de otros, se construir¨ªan en su propio complejo industrial, el OKB-1, el mismo en el que se estaba ensamblando el R-7. S¨®lo las bater¨ªas y el equipo de radio se subcontratar¨ªan a otras empresas estatales.
As¨ª naci¨® el PS-1 (¡°Simple sat¨¦lite¡±), una esfera de aluminio pulida con un espejo, del tama?o de una pelota grande de playa de la que sobresal¨ªan cuatro antenas de varilla. El Objeto D tendr¨ªa que esperar al menos un a?o para ir al espacio. Ser¨ªa el tercer Sputnik.
Los tres primeros ensayos del R-7, entre la primavera y el verano de 1957 acabaron en otros tantos fracasos. El primero, explot¨® en vuelo; el segundo no lleg¨® a despegar: hubo que desmontarlo y devolverlo a f¨¢brica para sustituir componentes defectuosos; y el tercero, fall¨® tambi¨¦n al desprenderse los aceleradores antes de tiempo.
Por fin, el 21 de agosto, un nuevo?Semiorka respondi¨® a la perfecci¨®n. Tras un vuelo de 6500 kil¨®metros fue a caer en la pen¨ªnsula de Kamchatka. Cierto que su ojiva se destruy¨® a causa de la fricci¨®n atmosf¨¦rica pero ese era el menor de los problemas. El cohete hab¨ªa funcionado.
Korolev aprovech¨® para proponer un trato a la Comisi¨®n Estatal: Si un segundo lanzamiento ten¨ªa ¨¦xito, el tercero podr¨ªa dedicarse a poner en ¨®rbita un sat¨¦lite. La idea levant¨® dudas entre algunos integrantes de la comisi¨®n, interesados s¨®lo en los aspectos militares del proyecto. Korolev ¨Ctan buen ingeniero como h¨¢bil pol¨ªtico- sugiri¨® elevar la propuesta al Soviet Supremo. Eso despej¨® toda oposici¨®n.
El lanzamiento de septiembre tambi¨¦n tuvo ¨¦xito. Korolev ten¨ªa ya su cohete, su sat¨¦lite y el despegue, alrededor de la Tierra ya giraba una luna artificial.
?Y qu¨¦ pas¨® con la bomba de Sajarov? Al final, se modific¨® su dise?o y acab¨® siendo mucho m¨¢s ligera de lo que el f¨ªsico hab¨ªa estimado. De hecho, la primera pudo lanzarse desde un avi¨®n, como una bomba convencional. Pero gracias a ese error de estimaci¨®n, la URSS se encontr¨® con un cohete de tal potencia que le permitir¨ªa lanzar naves hacia la Luna y los planetas y llevar a Gagarin al espacio. Sesenta a?os despu¨¦s, los descendientes del R-7 siguen transportando astronautas hacia la estaci¨®n espacial internacional.
Nadie se hab¨ªa planteado nunca semejante reto. Y tendr¨ªa que estar a punto en menos de cuatro a?os
El lanzamiento del Sputnik coincidi¨® con la celebraci¨®n del congreso de la Federaci¨®n Astron¨¢utica Internacional en Barcelona. De inmediato, la delegaci¨®n sovi¨¦tica, encabezada por el acad¨¦mico Leonid Sedov se convirti¨® en la estrella del encuentro. Asediado por preguntas de la prensa, Sedov respondi¨® a todos con su mejor sonrisa y evitando por todos los medios dar el m¨¢s m¨ªnimo detalle concreto del sat¨¦lite o su cohete portador.
No es de extra?ar. Ni Sedov ni sus compa?eros de delegaci¨®n sab¨ªan del alcance del proyecto. Y mucho menos conoc¨ªan la inminencia del lanzamiento. Sin embargo, la prensa le atribuy¨® entonces nada menos que la paternidad del sat¨¦lite, un t¨ªtulo que nunca se molestar¨ªa en confirmar. Ni desmentir.
Los verdaderos art¨ªfices del ¨¦xito ruso (Korolev, Thikonravov o Glushko, entre otros) tuvieron que conformarse con el anonimato oficial. El Politbur¨® los consideraba demasiado valiosos como para exponerlos a un secuestro o ¨Cpeor a¨²n- un atentado por parte del espionaje occidental. Sus nombres y el papel que hab¨ªan desempe?ado no se har¨ªan p¨²blicos hasta muchos a?os despu¨¦s. En el caso de Korolev, hasta despu¨¦s de su fallecimiento.
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