El terror que financiamos
La Uni¨®n Europea cierra los ojos ante el maltrato que reciben los migrantes en Libia
Al campo clandestino de detenci¨®n en La Plata, Buenos Aires, lo llamaron La Cacha en referencia a la bruja Cachavacha, un personaje de los cuentos infantiles argentinos que hac¨ªa desaparecer a las personas. All¨ª fue llevada Maria Laura Bretal, natural de Buenos Aires, la noche del 5 de mayo de 1978. Seg¨²n su propio testimonio ante el Consulado General de Espa?a en Buenos Aires, Mar¨ªa Laura fue secuestrada por miembros de la Polic¨ªa Federal y Fuerzas Armadas argentinas y llevada a este campo de detenci¨®n, donde permaneci¨® 121 d¨ªas. Durante aquellos meses, Maria Laura, embarazada de cuatro meses, sufri¨® continuas torturas, todo tipo de vejaciones y hasta simulacros de fusilamiento.
Ella vivi¨® para contarlo, pero no tuvieron la misma suerte 30.000 personas que pasaron por campos de detenci¨®n similares a La Cacha que desaparecieron sin dejar rastro. Entre 1976 y 1983, la dictadura de Rafael Videla ejerci¨® una violencia sistematizada hacia sus ciudadanos, haciendo uso del secuestro, la tortura y el asesinato para atemorizar a toda una poblaci¨®n y paralizar todo cuestionamiento a la dictadura militar.
Todos hemos aprendido y reconocemos que lo que ocurri¨® en Argentina con Videla constituye un caso de terrorismo de Estado. Seg¨²n Ruth Blakeley, profesora de Relaciones Internacionales en la Universidad de Kent (Reino Unido), el terrorismo de Estado es un acto deliberado de violencia contra unos individuos que el Estado tiene obligaci¨®n de proteger, perpetrado por actores que act¨²an en nombre de o en colaboraci¨®n con el Estado, incluyendo paramilitares o agentes privados de seguridad. La intenci¨®n de todo acto terrorista es provocar un miedo extremo en una audiencia que se identifica con la v¨ªctima para que, de esta manera, la audiencia de destino se vea obligada a cambiar radicalmente, de alguna manera, su propio comportamiento.
Ahora les propongo volver al presente para analizar bajo estos par¨¢metros el caso de Libia. Libia es un Estado fallido a todos los efectos, donde la violencia y los conflictos armados volvieron a estallar en 2014 entre los grupos que hab¨ªan derrocado a Muamar el Gadafi y donde, adem¨¢s, se practica una violencia sistem¨¢tica hacia migrantes y refugiados que la atraviesan. Las personas son detenidas arbitrariamente, interceptadas en el mar por guardas costeros libios, arrestadas por las calles y trasladadas a centros de detenci¨®n. Una vez all¨ª, se les somete a todo tipo de vejaciones y abusos, e incluso son vendidas como esclavas, seg¨²n el informe realizado por el Gobierno de Angela Merkel el pasado mes de diciembre. Partiendo de esta base, ?puede el concepto de terrorismo de Estado vincular pr¨¢cticas tan alejadas en el tiempo y en el espacio como la dictadura argentina y el trato dado a los migrantes en Libia? Estas cuatro claves muestran que s¨ª:
1. En ambos casos se trata de actos deliberados de violencia contra personas que el Estado tiene obligaci¨®n de proteger, puesto que, de acuerdo con el derecho internacional en materia de derechos humanos, la entrada en un pa¨ªs de manera irregular no exime a un pa¨ªs de proteger los derechos humanos de aquellas personas.
2. Constituyen actos de violencia perpetrados por las fuerzas de seguridad libias, financiados por la Uni¨®n Europea.
3. Con estos actos de violencia no solo se pretende aterrorizar a las v¨ªctimas directas, sino tambi¨¦n a los migrantes en potencia que se identifican con la v¨ªctima.
4. El objetivo de esta violencia es obligar a la audiencia que se identifica con los migrantes a cambiar su comportamiento, es decir, a que decidan no migrar.
Nos encontramos ante una violencia estructural y sistem¨¢tica, ante un terrorismo de Estado ejecutado hacia personas a las que el propio Estado tiene la obligaci¨®n de proteger. Y la Uni¨®n Europea no solo observa impasible, sino que incluso firma acuerdos en los que Libia recibe dinero y formaci¨®n para seguir cometiendo estos actos de terrorismo, como es el caso de Francia e Italia. De esta manera, estos pa¨ªses, bajo el amparo de la Uni¨®n Europea, se han convertido en estados que financian y apoyan el terrorismo.
A pocas semanas del acuerdo firmado entre el ministro del Interior italiano y el Gobierno libio, el Alto Comisionado de las Naciones Unidas sobre los refugiados ya afirmaba que los desembarcos en Italia se hab¨ªan reducido a la mitad, pasando de 23.000 en julio de 2016 a menos de 11.000 en el mes de agosto. Esta cifra no viene libre de culpa, viene salpicada por un Estado libio que tortura, encierra y asesina a los migrantes y una Uni¨®n Europea que cierra los ojos ante tales ejercicios de violencia, permitiendo que sus estados miembros financien el terror. Esta disminuci¨®n en el n¨²mero de llegadas supone un ¨¦xito para las medidas de control migratorio de la Uni¨®n Europea, y resulta escalofriante pensar que mayor es el ¨¦xito, cuanto m¨¢s se asemeja Libia a la Argentina de Videla.
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