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C¨®mo sobrevivir a vecinos ruidosos (y al ruido en general)

Lecciones para encontrar (y disfrutar) el silencio en las situaciones m¨¢s cotidianas, de la mano de la monja budista Kankyo Tannier que acaba de publicar 'La magia del silencio'

En 'La magia del silencio' la monja budista Kankyo Tannier, m¨¢ster en Derecho p¨²blico y conferenciante TED, nos gu¨ªa para que encontremos (y disfrutemos) el silencio en as situaciones m¨¢s cotidianas. Publicamos en exclusiva el primer cap¨ªtulo del libro:

Son las seis de la tarde. En esta ¨¦poca del a?o, oscurece temprano y el bosque se sume en una suave penumbra. Un viento leve mece los ¨¢rboles, a lo lejos se oye el ta?ido de las campanas de la iglesia y, a continuaci¨®n, las del templo protestante. Los p¨¢jaros han dejado de cantar. Se oyen algunos roces y crujidos que revelan la presencia de animales salvajes. Por estos lares, uno se cruza a menudo con ciervas o jabal¨ªes, adem¨¢s de un sinf¨ªn de aves rapaces, cuervos o gatos salvajes. El atardecer es sosegado, todo est¨¢ como en suspenso: el invierno es tan apacible para quien sabe o¨ªrlo...

Pues de eso se trata: de aprender a o¨ªr de nuevo. O¨ªr el silencio, el espacio entre las palabras, la calma en la tormenta y el paso del tiempo. Aprender a paladear de nuevo: el gusto de un instante, el sabor de un plato, la espuma de los d¨ªas y el calor del fuego.

Aprender a sentir de nuevo: el contacto de las manos, un coraz¨®n palpitante, el espacio que se abre y el tiempo que se detiene... Desde luego, ?se trata de un programa vast¨ªsimo!

Pero, para empezar, como en cualquier materia de estudio, debemos definir el marco. Siempre que el asunto en cuesti¨®n ¡ªel silencio¡ª se muestre conforme, desde luego, pues es un tipo astuto, que no se deja encerrar f¨¢cilmente en una casilla, por suave y mullida que sea. As¨ª que intentemos amansarlo un poco... ?y ya veremos!

Intento de definici¨®n

Esta ma?ana trataba de recordar el lugar m¨¢s silencioso que me ha regalado la vida. Sin duda alguna, fue aquella duna del S¨¢hara, en Marruecos, a donde viaj¨¦ con unos amigos hace a?os. Me levant¨¦ antes del amanecer para presenciar la aparici¨®n del astro solar. No hab¨ªa viento ni ruido; tan solo dunas rojas hasta el infinito. Desde tiempos inmemoriales, los ermita?os y otros buscadores del absoluto se han refugiado en los desiertos. Aquella ma?ana comprend¨ª por qu¨¦. Sentada en la arena, sola, no hab¨ªa nada m¨¢s que hacer. Todo estaba all¨ª, tal cual, sin pasado ni futuro. No ten¨ªa sentido corretear en todas direcciones para demostrar algo, ni perseguir ¨¦xitos ilusorios, ni intentar atrapar la cola de los cometas. Solo cab¨ªa respirar hondo y saborear la paz del instante.

?Y luego qu¨¦? Pues llegaron los dem¨¢s, exclamaron ??Oooh! ?Qu¨¦ bonito! Vamos a hacer un selfie?, y la magia se desvaneci¨®. Instagram acogi¨® nuestras caras de sorpresa con el hashtag #somoszen y el desierto suspir¨® pacientemente ante tanta tonter¨ªa. Yo hab¨ªa recogido a escondidas algunos granos de arena. Y su crujido en mi bolsillo sonaba como un recordatorio: el infinito siempre est¨¢ aqu¨ª, disponible para quien quiera verlo.

El silencio no tiene nada que ver con la ausencia de ruido

Todo el mundo ha experimentado alguna vez lo ilimitado: en el recodo de un bosque, al detenerse repentinamente y quedarse quieto en medio de una muchedumbre en movimiento, volviendo a casa en autob¨²s en plena noche, escuchando ¡ªde lejos¡ª las conversaciones de amigos sin prestarles atenci¨®n... En todas esas ocasiones, el silencio estaba al acecho. Entre las palabras, entre las im¨¢genes habituales o entre las sensaciones familiares, existe un universo paralelo, una calma absoluta y beneficiosa, cuyo acceso est¨¢ celosamente vigilado por los centinelas de la concentraci¨®n y de la plena consciencia. Lo dir¨¦ sin tapujos: el silencio no tiene nada que ver con la ausencia de ruido.

?Ser¨ªa demasiado sencillo! Si para saborear el silencio y la paz interior bastara con encerrarnos un par de horas al d¨ªa en un tanque de aislamiento sensorial, ?todo el mundo lo sabr¨ªa! Esta tendencia, que estuvo muy de moda en la d¨¦cada de 1970, ha resurgido recientemente en las grandes ciudades en forma de ?flotaci¨®n amni¨®tica?. No se lo aconsejo a quienes padezcan claustrofobia o tengan un presupuesto ajustado. En las p¨¢ginas siguientes prefiero proponer experiencias m¨¢s po¨¦ticas y completamente gratuitas.

Pero deteng¨¢monos un instante en el o¨ªdo humano. Seg¨²n los cient¨ªficos, empieza a percibir sonidos a partir de 20 hercios. ?Significa eso que las otras frecuencias no existen? Como paso mucho tiempo con gatos y caballos, cuyo o¨ªdo es extremadamente fi no, a veces me sorprendo al ver que aguzan el o¨ªdo sin que yo oiga el menor sonido. Entonces miro en la direcci¨®n a la que apuntan sus orejas y, a menudo, poco despu¨¦s aparece una persona o un perro. Su universo sonoro es de los m¨¢s ricos que existen, y su b¨²squeda del silencio es muy distinta a la nuestra, sin duda. A fuerza de estar en contacto con esos expertos, yo tambi¨¦n aguzo el o¨ªdo con frenes¨ª y curiosidad, en todas direcciones. El hecho de o¨ªr m¨¢s cosas me conecta con el presente y, a fin de cuentas, con el silencio.

Cuando regreso a la ciudad, necesito hacer justo lo contrario. La verdad es que resulta muy dif¨ªcil volver al epicentro sonoro en hora punta tras haber pasado horas y horas desarrollando la sensibilidad auditiva. En ese momento, como por arte de magia, mi cerebro pone en marcha una t¨¦cnica sencill¨ªsima y muy eficaz: el olvido sonoro. En la ciudad, se olvida de escuchar. Deja que los sonidos atraviesen el cuerpo, sin prestarles atenci¨®n. Resulta muy pr¨¢ctico; de hecho, es lo que hace la mayor¨ªa de la gente para sobrevivir al estruendo reinante. A menos que se sufra un gran agotamiento, los sonidos solo nos llegan filtrados, por fortuna, como una especie de insensibilizaci¨®n sonora autom¨¢tica. Desde luego, la capacidad de adaptaci¨®n del ser humano es admirable.

?La buena noticia es que las ciudades tambi¨¦n est¨¢n repletas de silencio y de serenidad! Volver¨¦ a hablar de ello un poco m¨¢s adelante.

El silencio interior frente al silencio exterior

Desde el fondo del silencio, una vocecilla me susurra: ??Haz el favor de hablar de una vez del silencio interior!?. Aunque su impertinencia me deje at¨®nita, no puedo sino constatar que tiene raz¨®n.

El silencio interior, pues. Esa es la clave. Se basa en el sencillo principio de que es dif¨ªcil actuar sobre el entorno y solo perduran los cambios que dependen de nosotros y de nuestro comportamiento. ?Conoces la famosa plegaria que dice ?Conc¨¦deme serenidad para aceptar las cosas que no se pueden cambiar, valor para cambiar las que s¨ª se pueden cambiar y sabidur¨ªa para discernir la diferencia?? Pues partiendo de esta sentencia, si no puedes mandar callar al vecino a las dos de la madrugada o a tus hijos cuando juegan (o m¨¢s bien cuando ?desarrollan su creatividad?, como dicen los pedagogos modernos, sin duda un poco s¨¢dicos), s¨ª que puedes cambiar tu percepci¨®n de la situaci¨®n..., o mudarte..., o vender a tus hijos (ah, no, me recuerdan que la ley lo proh¨ªbe).

El camino de la sabidur¨ªa, pues, radica en el desarrollo del silencio interior, que te permite seguir en paz en situaciones tensas, en universos sonoros sobrecargados o en vuelcos emocionales.

?En qu¨¦ consiste el silencio interior?

El concepto de ?silencio interior? requiere algunas explicaciones. Lo desarrollar¨¦ en detalle en los cap¨ªtulos siguientes, estudiando distintas situaciones de la vida cotidiana, pero he aqu¨ª algunas pistas.

Retomemos el ejemplo del vecino ruidoso, un cl¨¢sico que hace las delicias de un blog franc¨¦s titulado Queridos vecinos, que publica notas de vecinos pegadas en la porter¨ªa o en el ascensor. Si te ha tocado un vecino grosero, la pr¨¢ctica del silencio interior consiste en recobrar la calma aprendiendo, por ejemplo, a:

? dejar pasar las im¨¢genes mentales de tu querido vecino intentando amargarte la vida a prop¨®sito;

? dejar pasar esa vocecilla interior que te dice: ?Voy a demostrarle c¨®mo me las gasto?;

? estudiar la sensaci¨®n de ira, de humillaci¨®n o de impotencia que surge en ese tipo de situaci¨®n y, una vez identificada, dejar que se apacigu?e por s¨ª misma.

Una vez que hayas establecido esas nuevas modalidades, puede que tu ritmo interior sea diferente, m¨¢s sosegado y propicio a la vida pl¨¢cida. Esos ejercicios de aprendizaje del silencio interior ata?en a las distintas esferas de la percepci¨®n: la vista, el o¨ªdo (a trav¨¦s de las palabras) y el cuerpo.

Dar¨¦ ejemplos precisos de cada una de ellas, adem¨¢s de algunos trucos, con el fi n de guiarte lo mejor posible.

Algunos beneficios de una vida m¨¢s silenciosa

Tiene muchos, much¨ªsimos. Perm¨ªteme que nombre los principales. Algunos conciernen al bienestar individual, otros a la vida social y otros incluso... ?a la paz en el mundo!

Toma distancia y vuelve a centrarte

El hecho de guardar silencio permite integrarse en otro tiempo, m¨¢s lento y mesurado, frente a la agitaci¨®n reinante. Tras los atentados islamistas de 2015, la exageraci¨®n medi¨¢tica tal vez fue m¨¢s responsable del malestar general que los propios acontecimientos. Seguimos la detenci¨®n de los terroristas en tiempo real en todas las cadenas de televisi¨®n, cambiamos la foto de perfil de Facebook por ?Je suis Charlie? y comentamos hasta la saciedad la menor informaci¨®n. Al cabo de unas semanas, recib¨ª muchas consultas, como hipnoterapeuta, de gente que no lograba conciliar el sue?o. Todos presentaban el mismo perfil: se hab¨ªan pasado d¨ªas enteros ante el televisor para no perderse ni una migaja de informaci¨®n. Las im¨¢genes que se hab¨ªan tragado y los mensajes divulgados en bucle en las redes sociales hab¨ªan calado tanto en ellos que formaban un aterrador nubarr¨®n negro que les imped¨ªa pasar p¨¢gina.

La situaci¨®n habr¨ªa sido muy distinta si hubieran practicado el silencio medi¨¢tico, es decir: escuchar las noticias con cuentagotas, no entrar en las redes sociales durante unos d¨ªas y evitar las largas conversaciones ansiog¨¦nicas; algunos gestos de supervivencia mental que me permito recomendar en caso de atentado. As¨ª no se sufre tanto estr¨¦s, tanta inquietud latente y tanta sensaci¨®n de peligro, ni se propaga tanta negatividad por el mundo.

El silencio consentido y la fuga de la agitaci¨®n reinante nos permiten tomar distancia respecto a la situaci¨®n, a la vez que nos ahorran tener que seguir a ciegas los an¨¢lisis de los medios de comunicaci¨®n o de otros supuestos especialistas cuya neutralidad suele ser muy discutible.

La misma regla puede aplicarse a los conflictos que surgen en el trabajo, en la familia o en cualquier otro lugar. Guardar silencio consiste, por ejemplo, en esperar antes de responder un correo electr¨®nico desagradable, dejar pasar la noche y respirar hondo: ?pr¨¢cticas capaces de hacer florecer un zarzal!

Una misi¨®n de inter¨¦s general: contribuye a la paz en el mundo

?Nada menos! Puestos a ser ambiciosos, mejor que sea a lo grande, ?no?

La paz en el mundo, pues... El ser humano funciona mucho por mimetismo. Cuando llevas unos minutos con una persona sosegada, sueles sentir que tu ritmo interior se modifica, apacigu¨¢ndose. Los estados de ¨¢nimo son contagiosos y permanecer sereno constituye una verdadera misi¨®n de inter¨¦s general. Quisiera dar las gracias, con el coraz¨®n en la mano, a las personas que cada d¨ªa renuncian a a?adir su voz al estr¨¦pito reinante, a las que no dan su opini¨®n, a las que dejan hablar a los otros, a las que prefieren dar un paseo con su perro que tomar el aperitivo con amigos y, por ¨²ltimo, a las que apagan la radio al entrar en el coche: sin duda alguna, ?son los santos del siglo XXI!

Hace poco, me invitaron a un c¨®ctel que se ofrec¨ªa despu¨¦s de una tarde de conferencias. Como todo el mundo, fui pasando de un grupo a otro para charlar un poco, preguntar por las novedades y presentarme. Me encontr¨¦ a much¨ªsima gente, fue un gusto. Sin embargo, a veces las conversaciones parec¨ªan dos mon¨®logos en lugar de un verdadero intercambio de opiniones. Antes del c¨®ctel, uno de los conferenciantes hab¨ªa propuesto un juego: volvernos hacia el vecino y sostenerle la mirada durante medio minuto. ?Medio minuto cara a cara con un desconocido es mucho tiempo! Pero el caso es que aprend¨ª m¨¢s en ese ratito de silencio que en todas las conversaciones posteriores. Clav¨¢ndonos la mirada, algo inc¨®modos al principio, mi vecino y yo nos zambullimos en lo desconocido, sin red de seguridad. Todo eso en una sala repentinamente llena de un silencio religioso roto apenas por algunas risas.

De esa experiencia surgen las siguientes preguntas: ?c¨®mo compartir el silencio con otra persona?, ?c¨®mo estar presente en la sociedad sin recurrir a las palabras?, ?c¨®mo lograr que el cuerpo manifieste serenidad y presencia?

Respondiendo poco a poco a estas preguntas, se abrir¨¢n las puertas de una nueva forma de ser que nos permita contribuir a un mundo mejor.

Un ?peque?o? minuto de silencio

Nada como un peque?o experimento para probar en tiempo real las virtudes del silencio. No s¨¦ d¨®nde est¨¢s leyendo ahora mismo: en el tren (?qu¨¦ felicidad leer en el tren!), en la cama, debajo de un ¨¢rbol, en Espa?a, en Estados Unidos, en Tailandia... Deja el libro un instante y levanta la mirada. Mira el paisaje, toma conciencia de tu cuerpo, de tu respiraci¨®n, y qu¨¦date quieto, sin hacer nada, durante algunos segundos. Apenas sesenta. Un peque?¨ªsimo minuto, mucho m¨¢s alegre que esos minutos de silencio apesadumbrado que compartimos en caso de duelo nacional. Nada que ver, de hecho: aqu¨ª se trata de un minuto de silencio consentido y voluntario, arrancado al paso del tiempo.

Ya ha terminado. Los sesenta segundos han volado. ?Te has dado cuenta? El tiempo no pasa tan deprisa... ?Lo notas? Se abre un espacio distinto. ?Lo ves? Los contornos del mundo son m¨¢s n¨ªtidos... y eso no es nada comparado con todo lo que podr¨ªas descubrir par¨¢ndote de vez en cuando en medio de la vida cotidiana y alzando la mirada hacia el cielo.

El minuto de silencio parece detener el tiempo. ?Es m¨¢gico! Y resulta m¨¢s f¨¢cil de constatar cuando el cuerpo tambi¨¦n permanece inm¨®vil. As¨ª que intenta practicar esos minutos sin moverte: simplemente presta atenci¨®n a lo que cambia y a lo que aparece.

El secreto

Para vivir de lleno la experiencia del minuto de silencio, piensa en la siguiente met¨¢fora. Est¨¢s en la autopista, conduciendo a gran velocidad. El paisaje desfila ante tus ojos, habitual y reconfortante; a veces encuentras alguna curva, pero predominan las l¨ªneas rectas. En la autopista no hay ning¨²n peligro, desde luego, pero corres el enorme riesgo de empezar a aburrirte. No hay gran cosa que ver, las ¨¢reas de servicio son bastante aburridas y el aire del habit¨¢culo se va enrareciendo. ?Y si tomaras la primera salida? ?Y si te aventuraras unos cuantos kil¨®metros por una carretera desconocida? ?Y si te arriesgaras a ?salir de los caminos trillados??

Un minuto de silencio arrancado a un d¨ªa ajetreado es como un riachuelo que empieza a bajar por una colina... ?Ya sabes a d¨®nde llega!

Supera los obst¨¢culos

Volvamos a asuntos m¨¢s serios. No cabe duda alguna, el silencio es de oro, como demuestran todos los fil¨®sofos y los sabios. Si lo sabemos, ?qu¨¦ nos impide practicarlo m¨¢s a menudo? ?Qu¨¦ se opone a que ofrezcamos al mundo el don sublime de nuestro mutismo? Y eso que todos conocemos la advertencia: ?Tiene derecho a guardar silencio. Cualquier cosa que diga podr¨¢ ser utilizada en su contra en un tribunal?.

Reconozc¨¢moslo: el camino del Noble Silencio est¨¢ sembrado de obst¨¢culos. A continuaci¨®n presento una lista de algunos de ellos, no para desalentarte, sino con la idea de que es preferible conocer al adversario antes de hacerle frente.

Peque?a digresi¨®n de paso: ?sab¨ªas que en la lengua de los indios koguis no existe el t¨¦rmino ?enemigo? ni ?adversario?? Resulta muy interesante, en esta ¨¦poca convulsa en la que las ideolog¨ªas se enfrentan encarnizadamente. Si ante m¨ª no se alza ning¨²n enemigo sino ?otro sistema de pensamiento?, si el otro no es un adversario sino alguien con valores distintos, entonces no hace falta combatir nada ni reforzar a nadie por medio de ataques. Y hasta puede ser una buena ocasi¨®n para guardar silencio...

Las carencias

A menudo, el silencio asusta, especialmente, como ocurre hoy en d¨ªa, si estamos bombardeados de ruidos, de im¨¢genes y de sensaciones fuertes. El culto a la emoci¨®n, la obsolescencia r¨¢pida y programada de los jolgorios populares, el paso incesante de una idea a otra... ?Uf ! Ya nos gustar¨ªa respirar un poco. Pero, para ello, hay que apartarse del camino trillado para poder enfrentarse al mayor desaf¨ªo que existe en la vida: la sensaci¨®n de carencia. Hace ya varios miles de a?os, Buda la se?alaba como la fuente del sufrimiento humano: la carencia o la insatisfacci¨®n brotan en cualquier situaci¨®n. Eso no significa en absoluto que todo, en s¨ª mismo, sea negativo o causa de sufrimiento, sino que las situaciones son ?potencialmente? fuentes de carencia o de insatisfacci¨®n.

Dicho de otro modo, a la manera de Blaise Pascal, toda nuestra desdicha se debe al hecho de que no podemos quedarnos sentados disfrutando pl¨¢cidamente una noche de verano con amigos... sin empezar a hacer fotos y a subirlas a las redes sociales. ?Para compartir?, me dir¨¢s, y la intenci¨®n es noble, desde luego. Pero repasemos un instante la escena a c¨¢mara lenta. Son las ocho y media, est¨¢s sentado en una terraza con tus colegas. El ambiente es festivo, es fin de semana, todo deber¨ªa ir viento en popa. Entonces, si te fijas un poco, ?de d¨®nde viene esa sensaci¨®n de aburrimiento, esa agitaci¨®n o esa inquietud que aparece al cabo de unos minutos? ?Qu¨¦ m¨¢s esperas? ?Qu¨¦ habr¨ªa que a?adir al instante presente? Y, sobre todo, ?de d¨®nde viene esa sensaci¨®n de que falta algo? ?M¨¢s ruido, m¨¢s m¨²sica, m¨¢s alcohol, m¨¢s amigos, m¨¢s ambiente, m¨¢s calma o m¨¢s conversaciones interesantes? ?Qu¨¦ es lo que falta?

?Este libro est¨¢ escrito para todos aquellos que alguna vez han dicho ¡°no puedo m¨¢s¡± o ¡°me falta el aire¡± en esta ¨¦poca llena de tensiones en la que todo va demasiado r¨¢pido y en la que no cabe la opci¨®n de parar?, Kankyo Tannier

Desbordados por la falta de tiempo, por la sobreinformaci¨®n y por una vida profesional y personal que a menudo nos exige m¨¢s de lo que podemos dar, a veces explotamos y nos sentimos perdidos, cansados y hartos de todo. ?Y si la soluci¨®n fuera la magia del silencio? Kankyo Tannier, la autora de este libro, es monja budista laica y practica el silencio desde hace varios a?os en una id¨ªlica caba?a en los bosques de Alsacia, en plena conexi¨®n con la naturaleza y los animales. A trav¨¦s de ejercicios sencillos y pr¨¢cticos, Kankyo nos ense?a. (Editorial Planeta, 2017. 250 p¨¢ginas).

La cita de Pascal a la que me refer¨ªa es esta: ?Toda la desdicha humana se debe a una sola cosa, que es no saber permanecer en reposo en una habitaci¨®n?. Jam¨¢s se me ocurrir¨ªa decirte que debes enclaustrarte en tu casa, pero esta frase de los Pensamientos ilustra de maravilla la insatisfacci¨®n y las carencias a las que se refer¨ªa Buda. Seguro que las conoces. Una sensaci¨®n de vac¨ªo en el vientre o el plexo solar, de incomprensi¨®n, de miedo latente, de peligro invisible... No hace falta que lo describa con todo lujo de detalles, porque ya es bastante desagradable por s¨ª mismo, y estoy convencida de que ya lo conoces. ?Continuemos!

Si¨¦ntate en silencio para superar la carencia

Entonces, ?qu¨¦ ocurre a continuaci¨®n? ?C¨®mo se puede escapar a las carencias?

La soluci¨®n n¨²mero uno, adoptada desde tiempos inmemoriales, ?consiste en moverse! El ser humano se marcha de viaje, va al teatro, tiene hijos, crea una empresa, etc¨¦tera, todo ello para escapar al vac¨ªo. Se trata de establecer una especie de sociedad de la distracci¨®n que siempre nos lleva m¨¢s lejos, al exterior de nosotros mismos. Todo parece dise?ado para alejarnos de nosotros mismos, dado que, si alguna vez el ser humano se detiene un momento, si se para en silencio, inevitablemente tendr¨¢ que confrontarse con sus carencias... sin saber demasiado qu¨¦ hacer.

Por suerte, se est¨¢ dando a conocer un camino para los h¨¦roes que se ignoran: ?el de la meditaci¨®n! Sentarse frente a (o m¨¢s bien junto con) las propias carencias, siguiendo un m¨¦todo, claro (si no, la experiencia ser¨ªa una pesadilla). En los cap¨ªtulos siguientes lo describir¨¦ con detalle.

El descubrimiento: las carencias y las emociones no son permanentes

Esa es la clave de todas las explicaciones: el hecho de sentarse en las carencias, de permanecer sentado con las carencias, se basa en el principio de que las emociones no son permanentes. Todo aparece y todo desaparece de manera natural. Todo, incluidas las emociones. Eso s¨ª, a condici¨®n de dejar de darles vueltas y de alimentarlas, como volvi¨® a demostrar un experimento llevado a cabo recientemente en la Universidad de Stanford (Estados Unidos).

Despu¨¦s de colocar unos sensores de actividad en el cr¨¢neo de los voluntarios, los investigadores les ense?aron distintas im¨¢genes para suscitarles miedo, repugnancia o ternura (?seguro que eran de gatitos!). A continuaci¨®n, midieron el tiempo que tardaban los conejillos de Indias en recuperar su estado emocional ?b¨¢sico?. ?Cu¨¢nto tiempo crees que dura una emoci¨®n? Como m¨¢ximo, ?unos minutos!

No obstante, se considera que otras emociones como la tristeza, la culpabilidad o las carencias perduran mucho m¨¢s. Y as¨ª es, puesto que se rumian, se les da vueltas y se mascan como si fueran un hueso viejo. Una emoci¨®n ¡ªun vac¨ªo¡ª que tan solo se observe aparecer¨¢ y desaparecer¨¢ de forma natural. Si se la deja tranquila y se acepta su existencia moment¨¢nea, acabar¨¢ apareciendo la calma.

Es esa experiencia fundacional ¡ªnada dura, tampoco las emociones¡ª la que te permitir¨¢ quedarte sentado pl¨¢cidamente mientras todo se agita y domar el silencio.

La soledad luminosa

He tomado prestado el t¨ªtulo del de una parte de las memorias del escritor chileno Pablo Neruda, tituladas Confieso que he vivido (1974), que recoge sus impresiones de viaje y, en especial, su alegr¨ªa por encontrarse solo. Se trata de un texto breve y sencillo ¡ªque a veces se publica en un peque?o volumen¡ª que te recomiendo de coraz¨®n. Es la clase de libro que puedes devorar en una tarde de verano, con la espalda pegada al tronco de un ¨¢rbol. Desde luego, el silencio y la soledad se llevan bien, como dos voces que, mezcl¨¢ndose, crean una tercera, de resonancia infinita.

Para algunos, estar solo representa el summum, ?un sue?o dorado! Pienso en las madres de familia que han tenido que desterrar esa palabra de su vocabulario. ??Sola? ?Para leer o escuchar m¨²sica? S¨ª, lo hab¨ªa hecho de estudiante, pero ahora...? Para otros, la soledad es algo de lo que huir a cualquier precio: bajo ning¨²n concepto quieren encontrarse consigo mismos, por temor a caer en la depresi¨®n. Esas personas encadenan los planes y las aventuras. Cualquier cosa con tal de no volver a su casa vac¨ªa a ¨²ltima hora de la tarde.

En ambos casos, todo es ¡ªcomo siempre¡ª una cuesti¨®n de perspectiva. Fulanita dar¨¢ un portazo, se quitar¨¢ los zapatos y se tumbar¨¢ en el sof¨¢, suspirando de alegr¨ªa y de alivio. Menganita dejar¨¢ a los ni?os en la escuela y saborear¨¢ el placer de volver a casa sin prisas, paladeando la calma... Solas, en la luz.

Al silencio le encanta desplegarse en la soledad. Por ?soledad? se entiende esa sensaci¨®n de estar ligado a uno mismo. De tener la latitud, el espacio y el tiempo para estar conectado a la intimidad m¨¢s dulce. Conviene hablar, entonces, de una soledad consentida, de una c¨®moda media vuelta hacia el interior, capaz de nutrirte antes de regresar al mundo. Una soledad voluntaria, buscada, en la que aprendes m¨¢s deprisa.

El secreto

A veces basta con programarte algunas horas ?sin hacer nada?, como si fueran momentos robados, para aprender a estar solo y desembarcar en las orillas soleadas de tu verdadero ser, que es mucho m¨¢s vasto de lo que te imaginas.

La regla de las tres ?R? y ?PTPA?

Esta regla esencial la aprend¨ª de mi amigo Salah-Eddine Benzakour, que da conferencias por todo el mundo sobre la econom¨ªa digital. ?Me hizo much¨ªsima gracia! Lo de las tres ?R? y ?PTPA? es muy f¨¢cil: ?Repetir, Repetir, Repetir: ?Parece una Tonter¨ªa Pero es As¨ª!?. En aquella ¨¦poca, Salah-Eddine se encargaba de hacerme de coach para una conferencia TED, cuyo formato ?a la americana? es muy particular. As¨ª que repetimos, repetimos y repetimos la charla... para lograr el resultado que dese¨¢bamos.

Las tres ?R? y ?PTPA?: ?Repetir, Repetir, Repetir: ?Parece una Tonter¨ªa Pero es As¨ª!?. ?Toda la sabidur¨ªa de la humanidad ¡ªo casi¡ª resumida en una frase! El cerebro aprende por medio de la repetici¨®n. El gesto o el acto que repite miles de veces le permite reforzar la conexi¨®n entre las neuronas.

Asimismo, si repites muchas veces los ejercicios de este libro, la configuraci¨®n de tu cerebro acabar¨¢ modific¨¢ndose. Tus nuevos caminos interiores se van a ensanchar poco a poco, llen¨¢ndose de flores. Pero ?eso no es todo! La mente tambi¨¦n funciona en ?arborescencia?: eso significa que todo est¨¢ ligado. Cambiando una sola costumbre (contemplando el cielo m¨¢s a menudo, respirando por el vientre o escuchando los sonidos del mundo), todo el cerebro recibe los influjos del nuevo comportamiento. Al igual que las ruedas de un reloj se arrastran las unas a las otras, o las piezas de domin¨® caen las unas detr¨¢s de las otras..., un peque?o ejercicio modifica la configuraci¨®n del conjunto.

? ?Repetir, Repetir, Repetir: ?Parece una Tonter¨ªa Pero es As¨ª!?

? ?Repetir, Repetir, Repetir: ?Parece una Tonter¨ªa Pero es As¨ª!?

? ?Repetir, Repetir, Repetir: ?Parece una Tonter¨ªa Pero es As¨ª!?

? ... a voluntad...

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