Enganchada a la ¡®webcam¡¯ de la guarder¨ªa
Al observar la imagen el cerebro genera dopamina y acabamos mirando m¨¢s de lo deseado
Confieso que me he pasado un mes y medio pegada a la webcam de la guarder¨ªa a la que ha empezado a ir mi hija de dos a?os y medio. 45 d¨ªas enganchada a una pantalla escudri?ando las cabecitas, rastreando el cabello claro y rizado de mi cachorra.
El primer d¨ªa ni lo mir¨¦. As¨ª de confiada dej¨¦ a mi beb¨¦ en su estreno en la escuela infantil. ¡®Es s¨²per abierta, se adaptar¨¢ en seguida¡¯, pensaba. ?J¨¢! Cuando la fui a recoger, de esa puerta sali¨® un m¨ªsero gui?apo con el coraz¨®n en un pu?o y la mirada perdida, como si la hubiera arrollado un troleb¨²s. ?Lo cu¨¢lo?, rumi¨¦. ?Pero esto qui¨¦n es?
Va en serio: no la reconoc¨ª. Estaba ultrarepeinada y le hab¨ªan plantado un lazo celeste en la cabeza que me confundi¨®. Pero el problema no era ese: mi ni?a no era mi ni?a. Y su angustia fue tambi¨¦n m¨ªa en el acto.
Al d¨ªa siguiente, tras dejar a mi criatura en l¨¢grima viva intentando a la desesperada agarrarse a m¨ª desde los brazos de su profesora, me met¨ª en la cafeter¨ªa de al lado, ped¨ª un caf¨¦, encend¨ª el ordenador y no despegu¨¦ la cabeza durante las cuatro horas siguientes. ?Que qu¨¦ vi? A mi mu?eca de pie, con las manos juntitas, acojonada, esquivando a los ni?os como si fueran muertos vivientes y sufriendo el infierno chico.
Empezaron los lloros: ?No quiero ir al coleeeeee! ?No quiero ir al coleeeeee! Y la lucha cuerpo a cuerpo para ponerle el uniforme. O, peor a¨²n, su pregunta digna de pel¨ªcula de terror, al ver su mochila preparada: ?Voy¡ a ir¡ al¡ co¡le? Empec¨¦ a ponerle la canci¨®n de ¡®Rocky¡¯. ¡®Venga, linda, tananaaaaa¨¢, tananaaaaaa¨¢¡¡±. Y luego, ante la maldita pantalla, hac¨ªa ¡®zoom¡¯ hasta que lo que cre¨ªa que era mi hija queda deformado en un pu?ado de p¨ªxeles grotescos, le gritaba: ¡®?Cari?o, piensa en Rocky!¡±
Mi madre me dijo lo mismo que el 99,99% de mi entorno: ?no mires ese invento del diablo! El neuropsic¨®logo y divulgador ?lvaro Bilbao explica que miramos porque queremos confirmar una idea (mi hija est¨¢ sufriendo en la guarder¨ªa) y el cerebro genera dopamina y acabamos mirando m¨¢s de lo deseado. ?l reconoce que cuando llev¨® a su hijo mayor a la escuela infantil le gust¨® que la que ten¨ªa cerca tuviera webcam y que al principio la mir¨® bastante. Y si a este experto en el cerebro se le fueron los ojos un poco entender¨¦is que yo me haya convertido en una adicta.
Hace una semana, cuando est¨¢bamos ya a punto de borrarla y cesar esta tortura, mi hija dej¨® de llorar. Su padre la llev¨® a la guarder¨ªa y no solt¨® ni una l¨¢grima. Me qued¨¦ at¨®nita cuando me lo cont¨®. Han pasado seis d¨ªas y sigue sin llorar y adem¨¢s nos lo cuenta: "Hoy no he llorado". En mi hogar empezamos a ver el d¨ªa. El viernes pasado ten¨ªa mucha tos y decidimos no mandarla a clase. Y va la t¨ªa y me suelta: ¡°Mam¨¢, quiero ir a la guarder¨ªa¡±.
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