Transparencia ?verdad o mentira?
La b¨²squeda de la transparencia ha fascinado a los arquitectos durante generaciones. Ahora que los medios t¨¦cnicos hacen posible incluso la estructural podemos preguntarnos sobre lo que esta revela
La transparencia en arquitectura ha pasado de ser un logro t¨¦cnico a convertirse en una moda que a veces se agota y a veces regresa. Lo que comenz¨® con los muros cortina y lleg¨® a simbolizar el futuro ¨Cde las ciudades- e incluso su progreso, ha demostrado su error de c¨¢lculo cuando hemos asistido a la siembra de rascacielos forrados de muro cortina donde nunca deber¨ªan haberse levantado: en barrios rodeados de desierto o en ciudades en las que las temperaturas invernales aconsejar¨ªan un aislamiento del exterior m¨¢s eficaz.
Hemos sido testigos de c¨®mo la transparencia triunfaba en interiores ¨Ccambi¨® la rotundidad de los edificios bancarios para simbolizar una nueva transparencia que, como tambi¨¦n hemos visto, en realidad no existe. Hemos contemplado las coreograf¨ªas que se desarrollaban en cocinas encerradas detr¨¢s de un muro de vidrio cuando hemos cenado en alg¨²n restaurante con ambici¨®n creativa.
Dos veces por semana paso por delante de una panader¨ªa-cafeter¨ªa que tiene el obrador completamente a la vista. Han hecho del trajinar de los panaderos un reclamo publicitario. Cuando paso, a veces est¨¢n amasando pan, otras veces sacando hogazas del horno y los panaderos ¨Cimpecablemente vestidos de blanco- trabajan sin cesar, como si se sintieran vigilados. Los vidrios tambi¨¦n parecen invitados de piedra en ese escenario: est¨¢n permanentemente empa?ados o salpicados del polvo blanco de las harinas.
El vaiv¨¦n de la transparencia me recuerda al vaiv¨¦n de la exposici¨®n tecnol¨®gica del que ya despertamos y que, sin embargo, ten¨ªa mucho que ver con la ambici¨®n de verlo todo. La construcci¨®n del Centro Pompidou de Par¨ªs desat¨®, en los setenta, una moda que se?alaba y remarcaba los conductos de las instalaciones y las circulaciones. Ese destape de las interioridades de un edificio, se traslad¨® al interiorismo como sin¨®nimo de modernidad e incluso al dise?o cuando muchos relojes de pulsera dejaron ver el mecanismo debajo de la esfera. El problema es que una vez conocido lo que hay bajo la esfera, eso deja de fascinarnos. Una vez sabido c¨®mo funciona una cocina empieza a molestarnos molestar a quienes all¨ª se afanan en preparar los platos.
?Somos m¨¢s aut¨¦nticos cuando estamos desnudos o somos m¨¢s incompletos? ?Necesitamos desnudarnos delante de todo el mundo o solo cuando se da el grado de intimidad que convierte el desnudo en el estado natural? Siento que algo parecido a lo que nos sucede a nosotros les ocurre a los espacios. Por mucho que Walter Benjamin advirtiera sobre la frialdad del vidrio (su falta de aura o su incapacidad para ambicionar una respuesta creativa) y por mucho que incluso Derrida lo tachara de inhumano (olvido del ser humano), el vidrio ha continuado fascinando a arquitectos e ingenieros contempor¨¢neos que han llegado a hacer de ¨¦l un material con capacidad estructural. Poco pod¨ªa imaginar Giuseppe Terragni que las columnas de su Danteum alg¨²n d¨ªa dejar¨ªan de ser un sue?o.
Aun as¨ª, con todos los problemas energ¨¦ticos, de mantenimiento, de convivencia y de relaci¨®n con el espacio que genera la transparencia todav¨ªa contin¨²a fascin¨¢ndonos. Pero m¨¢s all¨¢ del desprop¨®sito energ¨¦tico, que no hace falta verlo todo uno lo aprende con el tiempo. Basta pensar en todo lo que podemos ver y no nos esforzamos en mirar. La excesiva transparencia nos convierte de sujetos en objetos. Transforma una ventana para ver en un escaparate para ser visto. Por eso la transparencia, como la opacidad, hay que sopesarla. Y tambi¨¦n debemos aprender a convivir con la tecnolog¨ªa. Que las cosas sean posibles no significa que debamos utilizarlas hasta el l¨ªmite de sus posibilidades. Porque llegar a ese l¨ªmite puede comportar alcanzar tambi¨¦n el nuestro. Yo no quiero vivir sin sombras, sin intimidad, sin secretos, sin sorpresas, sin desorden. Transparente.
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