Las africanas que plantan cara a la ablaci¨®n desde Madrid
Las inmigrantes subsaharianas ponen en com¨²n sus preocupaciones sobre c¨®mo acabar con la mutilaci¨®n genital en sus pa¨ªses de origen. En Espa?a hay unas 18.400 ni?as en riesgo de ser mutiladas
Provienen de Nigeria, de Guinea, Gambia, de Camer¨²n... Alguna de Etiop¨ªa y de Somalia, pero las menos. Las rutas migratorias que salen de estos dos ¨²ltimos pa¨ªses no suelen dirigirse hacia Espa?a. Aunque sus or¨ªgenes y edades son variables, la mayor¨ªa comparten un episodio com¨²n en sus vidas: haber convivido con la mutilaci¨®n genital femenina (MGF). Tanto con la amenaza como, en muchos casos, con la pr¨¢ctica infligida sobre sus cuerpos cuando eran ni?as.
Son mujeres africanas, migrantes que hoy viven en Madrid y procedentes de pa¨ªses donde se practica la MGF, tambi¨¦n llamada ablaci¨®n, es decir, la mutilaci¨®n total o parcial de los ¨®rganos genitales femeninos de manera intencionada y, en la mayor¨ªa de casos, debido a tradiciones ancestrales arraigadas en muchas comunidades. En Espa?a existen unas 70.000 f¨¦minas con este perfil, seg¨²n las ¨²ltimas estimaciones de la Fundaci¨®n Wassu-UAB, una organizaci¨®n cient¨ªfica que trabaja desde hace 30 a?os por la erradicaci¨®n de esta costumbre. Entre ellas, unas 18.400 ni?as menores de 14 a?os que ahora viven en Espa?a corren el riesgo de ser llevadas de vuelta a sus pa¨ªses de origen para ser mutiladas.
Se estima que unos 200 millones de mujeres han sido mutiladas en el mundo pese a que la pr¨¢ctica est¨¢ prohibida en la mayor¨ªa de los pa¨ªses en los que se realiza y la ONU la ha reconocido como una violaci¨®n de los derechos humanos de las mujeres y las ni?as. Se produce en al menos 29 pa¨ªses de Asia, Oriente Medio, Am¨¦rica Latina (Colombia) y ?frica, continente donde existe una mayor prevalencia a pesar de que casi todos los Estados la han prohibido. La MGF no produce ning¨²n beneficio para la salud, sino m¨¢s bien al contrario: causa hemorragias graves, problemas a la hora del parto, complicaciones urinarias, infecciones y aumento del riesgo de muerte del reci¨¦n nacido.
En la ma?ana de un mi¨¦rcoles de oto?o, estas mujeres africanas, 15 en total, se apresuran para coger sitio en una de las aulas de la sede de la ONG M¨¦dicos del Mundo en Madrid. Se han decidido a acudir a un curso de dos semanas sobre salud sexual ofrecido por esta organizaci¨®n sanitaria.? La ¨²ltima sesi¨®n se dedica a la ablaci¨®n, un tema que no resulta f¨¢cil de abordar porque existe un gran tab¨². Y pese a ello, ah¨ª est¨¢n. Joan, Rachel, Mama ¡ªla mayor de todas¡ª y hasta Aysha, que acude con su segundo hijo, Ibrahim, de apenas cuatro meses.?
La primera parte de la clase, que dura en total cinco horas, se dedica a la salud sexual. Pr¨¢cticas de higiene, de prevenci¨®n de enfermedades y, por supuesto, de los ¨®rganos genitales masculinos y femeninos. ?Alguien sabe qu¨¦ es el himen? pregunta Teresa Garc¨ªa de Herreros, vicepresidenta y vocal de g¨¦nero y derechos humanos de esta ONG, y profesora del taller. Ninguna parece conocer la respuesta, o quiz¨¢ es que no han entendido la palabra en castellano. Ellas son anglohablantes o francoparlantes, y la diferencia idiom¨¢tica, a veces, complica un poco el di¨¢logo. "?Aaaaaah!", exclaman cuando Teresa lo explica. El h¨ªmen lleva a hablar de la p¨¦rdida de la virginidad, y esta al cl¨ªtoris, otro ¨®rgano sexual que estudiar. ?Y para qu¨¦ sirve? Pues es el ¨²nico de todo el cuerpo que solamente sirve para hacernos disfrutar", dice Teresa. Ellas r¨ªen y comentan que unas necesitan m¨¢s tiempo que otras para lograrlo.
Durante la explicaci¨®n, Teresa proyecta en una pantalla varias im¨¢genes de distintos cl¨ªtoris. Est¨¢n alterados porque han sufrido alg¨²n tipo de ablaci¨®n. Y esta es la base que sirve para explicar en qu¨¦ consiste la pr¨¢ctica, por qu¨¦ es perjudicial, cu¨¢ntos tipos de MGF hay... Cuando escuchan que 200 millones de mujeres en el mundo han sido mutiladas, se escuchan resoplidos y expresiones de asombro, de igual manera que cuando se enteran de que uno de los pa¨ªses con mayor prevalencia es Egipto, con un 87% de afectadas. Las nigerianas saltan cuando se menciona su pa¨ªs. "?En Nigeria el cien por cien!", exclama Rachel. Sus compa?eras lo apoyan: "En mi pueblo lo hacen", "En el m¨ªo tambi¨¦n..." cuentan al un¨ªsono. No dan cr¨¦dito al saber que en realidad afecta al 25% de las ni?as.
?La conversaci¨®n prosigue y, cuando se aborda la manera en que se realiza la MGF, todas parecen estar enteradas de este asunto. Por ejemplo, en lo relativo a los materiales empleados. "No son est¨¦riles, es peligroso", asevera la Mama. "Se hace con cuchillas viejas o trozos de vidrio y si no est¨¢ bien afilado cortan a veces lo que no quieren", advierte otra.
Como africanas, nosotras sabemos los motivos, sabemos qu¨¦ pasa y por qu¨¦ pasa
Teresa pregunta por qu¨¦ se hace a ni?as tan peque?as, y r¨¢pido contesta una joven: "Por el dolor. Cuando eres m¨¢s peque?a no sientes. Se lo hicieron a las ni?as de mi hermana, solo les cortaron un poco y, al hacer pis, se les cierra la herida". Otra compa?era a?ade que si se lo intentan hacer a una chica mayor, puede escaparse. "Si yo supiera que me lo van a hacer, me escapar¨ªa", asegura.
Teresa detalla la extensa lista de consecuencias f¨ªsicas y psicol¨®gicas para las que han sufrido la ablaci¨®n. Las inmediatas y las que ocurren a largo plazo, desde las infecciones, el dolor y el sangrado hasta las dificultades para parir y orinar, las f¨ªstulas, la p¨¦rdida de libido... Sobre esto, una joven madre dice que ella solo mantiene relaciones cuando su marido tiene ganas, que ella le quiere mucho, pero el sexo le es indiferente.? Tambi¨¦n se aborda la desconfianza en los padres, la depresi¨®n, la muerte... "Solo por el miedo a que el pis toque la herida, las ni?as se pueden pasar horas sin orinar", advierte una mujer.
"Yo no lo entiendo. De donde yo vengo a todas se lo hacen. Mi hermana tiene marido y dos hijos y no tuvo problemas para dar a luz", dice otra chica. Teresa le explica que no siempre se dan los mismos problemas de salud, pero le aclara que dos de cada cien ni?os mueren en el parto por consecuencias de la MGF y que a quienes se les ha practicado la infibulaci¨®n (extracci¨®n total del cl¨ªtoris y cierre vaginal mediante sutura en el que solo se deja una peque?a apertura para orinar y descargar la menstruaci¨®n) tienen que volver a abrirlas para que puedan dar a luz o tienen que practicarles una ces¨¢rea.
La segunda parte del taller consiste en reflexionar sobre las razones por las que se realiza la MGF. Para ello, la clase se divide en varios grupos de cuatro o cinco alumnas. Rachel no puede escribir nada, se siente descorazonada. "?Qu¨¦ podemos hacer? No podemos hacer nada", lamenta. Hodan, activista contra la MGF en M¨¦dicos del Mundo, le levanta el ¨¢nimo r¨¢pidamente. "?T¨² puedes hacer mucho. Las africanas, precisamente, somos las que m¨¢s podemos hacer! Como africanas, nosotras sabemos los motivos, sabemos qu¨¦ pasa y por qu¨¦ pasa", exclama.
A lo largo del taller se estrechan los lazos y la confianza, y varias mujeres deciden ponerse en pie, situarse en el centro del corro de compa?eras y contar su caso. Una cuenta que ella a su hija no se lo har¨¢ jam¨¢s, y que si alguna vez que viaje con sus hijas a su pa¨ªs de origen, encuentra que su suegra o su madre se lo quieren hacer, se escapar¨¢ con ella. Otra relata que un d¨ªa le pregunt¨® a su madre que por qu¨¦ la mutil¨®. "Por tradici¨®n", obtuvo como respuesta. "Yo le he advertido de que a mi hija no se lo har¨¢n, no me gusta", dice en voz muy alta, y despierta los aplausos espont¨¢neos de toda la clase.
Joan, que tambi¨¦n es nigeriana, opina que el problema est¨¢ en la ignorancia de quienes defienden la pr¨¢ctica. "Son personas no educadas, solo piensan en la tradici¨®n y nada m¨¢s. Si a m¨ª me pasa, si mi familia me dice que quieren hacerla, yo les explicar¨ªa sus consecuencias. Y si insisten, entonces cojo mi ni?a y me voy". Rachel a?ade que en su pueblo la MGF es obligatoria y no puedes elegir. "Est¨¢s t¨² sola con cinco personas sujet¨¢ndote. ?Qu¨¦ puedes hacer? ?Nada!", protesta.
Joan, nigeriana, opina que el problema est¨¢ en la ignorancia de quienes defienden la pr¨¢ctica
Otra mujer nigeriana explica que lleva desde 2001 en Espa?a pero no tiene papeles y su marido ha sido deportado recientemente. Teme que ella tambi¨¦n le manden de vuelta a su pueblo porque tiene dos ni?as y sabe que las querr¨ªan mutilar. "Mis hijas nacieron aqu¨ª", aclara. En este caso, le explican, es posible que pueda pedir asilo por esta raz¨®n.
Una chica con velo y aspecto de ser muy joven reconoce que ella nunca supo lo peligroso que era hasta que vio el documental Flor del Desierto el ¨²ltimo 6 de febrero, fecha en que se celebra el D¨ªa de la Tolerancia Cero con la Mutilaci¨®n Genital Femenina. "Volv¨ª a casa y no pod¨ªa dormir, llor¨¦ mucho esa noche. Esto me ha pasado a m¨ª, y pensaba en c¨®mo fue. Te levantan temprano y vas con muchas chicas, cada una tiene su turno para que le corten. Cuando me toca, me coge mi t¨ªa, me cierran los ojos y, entonces, siento un dolor que a¨²n tengo aqu¨ª", dice se?al¨¢ndose el coraz¨®n. "De ni?a no sabes que es malo, sino al rev¨¦s: te van a dar ropa nueva, dinero... Pero yo no puedo olvidar esto. Hoy tengo dos hijos, pero s¨¦ que, si tengo una hija en el futuro, no podr¨¦ llevarla a ?frica hasta que cumpla los 15 a?os porque en mi pueblo la mutilaci¨®n es obligatoria".
El resto escucha con emoci¨®n contenida y respetuosa; el silencio se ha impuesto de manera impensable despu¨¦s de la algarab¨ªa que reinaba minutos antes. "T¨² est¨¢s dormida y se llevan a tu hija, y t¨² ni te enteras", dice otra mujer. "Te dicen que la ni?a va a estar muy feliz. Si te niegas, la acusar¨¢n de ser sucia. Y a m¨ª no me gusta que hablen mal de ella", lamenta.
?Al final, las cinco horas dedicadas a hablar de la mutilaci¨®n genital femenina pasan volando y en ellas se escuchan muchas ideas, se sabe de muchos obst¨¢culos a los que hacer frente pero, por encima de todo, se palpa una voluntad com¨²n de acabar con esta pr¨¢ctica para que las hijas y nietas de las alumnas presentes no tengan que pasar por ella. Acaba la clase, reciben sus diplomas y se hacen fotos juntas. Surgen planes, como la futura creaci¨®n de una asociaci¨®n de activistas africanas contra la ablaci¨®n. Solo necesitan un poco de su tiempo y todas sus ganas, porque, como dice Hodan, ellas, las africanas, son precisamente las que m¨¢s y mejor pueden librar esta guerra por sus derechos y su dignidad.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.