Intrigas palaciegas en Oriente Pr¨®ximo
Luchas palaciegas, intereses cruzados, alianzas inesperadas¡ Las divisiones internas de las seis monarqu¨ªas del golfo P¨¦rsico y sus estrategias en torno a Estados Unidos, Ir¨¢n, Siria o Israel han puesto en vilo a la regi¨®n. Este es un recorrido por las aristas de un conflicto latente de consecuencias imprevisibles.
ES UN CLUB muy restringido. Sus seis miembros visten capas de pelo de camello ribeteadas de oro sobre impolutas t¨²nicas blancas cuyas hechuras, como sus tocados, resultan distintivas de su origen. Aunque en diferentes proporciones, rigen sobre un man¨¢ negro que garantiza su opulencia y les permite ser generosos con sus s¨²bditos. Adem¨¢s, se coordinan para mantener el poder frente a adversarios internos y externos. Tras su ¨²ltimo c¨®nclave, sin embargo, la imagen de fraternidad que proyectaban Arabia Saud¨ª, Emiratos ?rabes Unidos, Bar¨¦in, Qatar, Kuwait y Om¨¢n ha saltado por los aires. La pen¨ªnsula ar¨¢biga no es la tierra imaginaria de Westeros, pero las diferencias entre las petromonarqu¨ªas sobre c¨®mo responder a los cambios sociales y pol¨ªticos del siglo XXI han desatado un peligroso Juego de tronos. El ¨²ltimo rifirrafe estall¨® el pasado junio cuando, tras un supuesto discurso del emir de Qatar, el jeque Tamim, unos ofendidos Arabia Saud¨ª y Emiratos ?rabes Unidos (EAU) cortaron relaciones, secundados por sus ac¨®litos Bar¨¦in y Egipto. De nada sirvieron las denuncias catar¨ªes sobre la inexistencia de dicha alocuci¨®n. El cuarteto, como se conoce la nueva alianza, acusa a Doha de alentar el terrorismo por su apoyo al islam pol¨ªtico y de simpatizar con Ir¨¢n.
El temor a la ¡®primavera ¨¢rabe¡¯ llev¨® a estas monarqu¨ªas a apoyar una contrarrevoluci¨®n
Resulta inaudito que pa¨ªses vecinos que comparten lazos hist¨®ricos y familiares hayan sido incapaces de solucionar sus desacuerdos. M¨¢s a¨²n cuando hace pocos a?os fantaseaban con una eventual uni¨®n en el marco del Consejo de Cooperaci¨®n del Golfo (CCG), el foro que agrupa a los seis reinos de la pen¨ªnsula ar¨¢biga. Sin embargo, todos los intentos de mediaci¨®n han fracasado. Su pr¨®xima reuni¨®n est¨¢ en el aire. Y la guerra de propaganda est¨¢ en marcha.
La Casa Blanca ha atribuido el encono a ¡°un asunto de familia¡±. Sin embargo, numerosos analistas aseguran que Donald Trump, el nuevo inquilino del trono del imperio, desencaden¨® el enfrentamiento cuando se reuni¨® con los miembros del club el pasado mayo y les alent¨® a actuar de forma m¨¢s asertiva con los enemigos.
Salm¨¢n Bin Abdulaziz al Saud, de 81 a?os, rey de Arabia Saud¨ª.
Sucedi¨® a su medio hermano Abdal¨¢ a la muerte de este en 2015. Ning¨²n analista pod¨ªa imaginar entonces que el nuevo monarca iba a dar el salto generacional pendiente para pasar el trono de los hijos a los nietos de Abdulaziz, fundador del reino. Al elegir a uno de sus v¨¢stagos, ha roto adem¨¢s la tradici¨®n de alternancia entre las distintas ramas de la familia real. Esos cambios ejecutados de forma escalonada, pero con firmeza, sustentan la nueva pol¨ªtica saud¨ª.
Los gruesos muros de los palacios que acogen estas versiones ¨¢rabes de los se?ores de Lannister o de Baratheon amortiguaban hasta ahora el ruido de sables. Ha sido la llegada del rey Salm¨¢n Bin Abdulaziz al Saud en 2015 la que ha sacudido Arabia Saud¨ª y toda la regi¨®n. La autoridad que el monarca ha conferido a su hijo favorito, el pr¨ªncipe Mohamed Bin Salm¨¢n, ha convertido a este en heredero y en el verdadero poder detr¨¢s del trono. En menos de dos a?os ha logrado apartar de la l¨ªnea de sucesi¨®n a su t¨ªo Muqrin y a su influyente primo Mohamed Bin Nayef. A principios de noviembre, el joven MBS, como se le conoce, se consolidaba con una purga que, bajo la forma de una campa?a anticorrupci¨®n, le ha permitido quitarse de en medio a dos centenares de altos cargos y hombres de negocios, incluidos una docena de pr¨ªncipes que pod¨ªan cuestionar su proceder.
Mohamed Bin Nayef (MBN), de 58 a?os.
Sobrino del rey Salm¨¢n y apartado de la sucesi¨®n por el ascenso de MBS. El que fuera poderoso ministro del Interior (y apreciado interlocutor de EE UU en la lucha contra el terrorismo) dur¨® 16 meses como heredero designado. A pesar de unas muy difundidas im¨¢genes en las que se le vio jurar lealtad a su joven primo, se intuye que la jugada no le sent¨® muy bien ni a ¨¦l ni al resto de su influyente rama familiar. The New York Times public¨® que permanece bajo arresto en un palacio.
La entrada en escena de MBS ha supuesto algo m¨¢s que un cambio de imagen en la gerontocracia saud¨ª. A sus 32 a?os, la Mano del Rey ha comprendido que, en una ¨¦poca de bajos precios del petr¨®leo, inestabilidad regional y comunicaciones instant¨¢neas, necesita modernizar su pa¨ªs si quiere llegar a reinar. Su modelo est¨¢ en los vecinos Emiratos ?rabes, cuyas exitosas ciudades-Estado de Dub¨¢i y Abu Dabi son visitadas por millones de saud¨ªes cada a?o, algunos incluso varias veces. (Dicen las malas lenguas que les atraen el alcohol y las prostitutas, pero tambi¨¦n actividades tan inocuas como ir al cine o poder sentarse con sus familias en una terraza, algo hasta ahora proscrito en su pa¨ªs). El heredero saud¨ª MBS cuenta con la complicidad del jeque Mohamed Bin Zayed al Nahyan, alias MBZ, pr¨ªncipe heredero de Abu Dabi y hombre fuerte de Emiratos.
Mohamed Bin
Zayed al Nahyan (MBZ), de 56 a?os.
Gobierna de facto Emiratos ?rabes Unidos (EAU) a pesar de no tener ning¨²n cargo oficial m¨¢s all¨¢ de vicecomandante supremo de las Fuerzas Armadas. Lo hace en tanto que hermano y heredero del jeque Jalifa Bin Zayed al Nahyan, de 69 a?os, formalmente emir de Abu Dabi y presidente de EAU, pero apartado del poder desde que sufri¨® un derrame cerebral en enero de 2014. Se le atribuye la mayor implicaci¨®n de su pa¨ªs en los asuntos regionales.
¡°Se ha convertido en su mentor y le ha ayudado a darse a conocer en Washington¡±, asegura un embajador europeo. Con ¨¦l comparte la idea de que el liberalismo autoritario (apertura econ¨®mica y social sin ceder el poder pol¨ªtico) es la f¨®rmula para conservar el trono cuando se termine el petr¨®leo.
A la sinton¨ªa entre ambos herederos se atribuye la dimensi¨®n que ha alcanzado esta vez la disputa con Qatar. Porque las diferencias no son nuevas. Arabia Saud¨ª, el primus inter pares, llevaba tiempo molesto con el desaf¨ªo que el min¨²sculo emirato planteaba a su ultraconservadora visi¨®n del orden regional. Y en 2013, cuando el entonces emir catar¨ª, el jeque Hamad Bin Khalifa al Thani, abdic¨® en su hijo Tamim, ya se rumore¨® que lo hac¨ªa por presiones de sus socios, y no por motivos de salud.
Hamad Bin Khalifa al Thani, de 65 a?os, emir em¨¦rito de Qatar y padre del actual gobernante.
Lleg¨® al poder tras un golpe palaciego contra su padre y se cas¨® en terceras nupcias con la hija de un opositor. Us¨® la enorme riqueza proporcionada por los hidrocarburos para poner a su pa¨ªs en el mapa con el lanzamiento de Al Jazeera y una ambiciosa pol¨ªtica exterior que desbordaba con mucho lo que se esperaba de un pa¨ªs de 11.500 kil¨®metros cuadrados. Las suspicacias que despert¨® no se han apagado con la cesi¨®n del trono a su hijo Tamim.
Los Al Thani son, como los gobernantes saud¨ªes, los Al Saud, originarios del Najd, el interior de la pen¨ªnsula ar¨¢biga donde surgi¨® la austera versi¨®n del islam conocida como wahabismo. Sin embargo, los catar¨ªes han promovido una variante m¨¢s flexible de esa doctrina. A diferencia de Arabia Saud¨ª, Qatar no tiene una polic¨ªa religiosa que vigile la moral p¨²blica de sus habitantes o cierre los comercios a las horas de la plegaria; tampoco ha prohibido nunca que conduzcan las mujeres. Aun as¨ª, no se trata de un enfrentamiento entre autoritarismo y democracia, sino de dos enfoques distintos sobre c¨®mo perpetuar el poder din¨¢stico y de la elecci¨®n de distintos aliados.
Desde que lleg¨® al poder en un golpe palaciego contra su propio padre en 1995, Hamad hab¨ªa roto las reglas no escritas del cen¨¢culo. Empe?ado en poner a Qatar en el mapa, y gracias a disponer de las segundas reservas de gas del mundo, el jeque fund¨® la cadena de televisi¨®n Al Jazeera, inici¨® una pol¨ªtica exterior independiente y a menudo arriesgada, e incluso se pronunci¨® en favor de la democracia, anatema en el c¨ªrculo de monarqu¨ªas absolutas al que pertenec¨ªa, aunque no se aplic¨® el cuento.
Tamim Bin Hamad al Thani, de 37 a?os, emir de Qatar.
Segundo hijo var¨®n del jeque Hamad con su esposa favorita, la medi¨¢tica jequesa Mozah, sucedi¨® a su padre despu¨¦s de que este tomara la inusual decisi¨®n de abdicar en 2013. Se convirti¨® en el monarca m¨¢s joven de la pen¨ªnsula ar¨¢biga y el primero en haber nacido despu¨¦s que su propio pa¨ªs. Contar con las mayores reservas de gas del mundo no le ha evitado problemas con sus vecinos. Tiene fama de pragm¨¢tico, pero carece del carisma de su progenitor.
Con todo, los desacuerdos tienen que ver sobre todo con la supervivencia. Son fruto del colapso del orden ¨¢rabe que, tras d¨¦cadas de declive, cristaliz¨® en las fallidas revueltas populares de 2011. El temor a un contagio de la primavera ¨¢rabe llev¨® a las monarqu¨ªas del Golfo no solo a cerrar filas en defensa de su estabilidad y prosperidad, sino a conjurarse para apoyar una contrarrevoluci¨®n, en especial despu¨¦s de que en Bar¨¦in se reactivara el viejo litigio entre la familia real (sun¨ª) y la mayor¨ªa de la poblaci¨®n (chi¨ª). Al mismo tiempo, se convirtieron en gestoras de los asuntos regionales, desde la respuesta ¨¢rabe al acuerdo nuclear con Ir¨¢n hasta los conflictos que se extend¨ªan desde Libia hasta Yemen, pasando por Siria.
Los petrod¨®lares que a¨²n flu¨ªan en abundancia se pusieron al servicio de dos reyes de fuera del Consejo de Cooperaci¨®n del Golfo, los de Jordania y Marruecos, para prevenir el efecto domin¨®. En el caso de Egipto, hubo una apuesta clara por el golpe de Estado del general Abdelfatah al Sisi frente a Mohamed Morsi, a la saz¨®n miembro de los Hermanos Musulmanes. Solo Qatar se opuso a ese cambio en el trono de los faraones y se aline¨® con el primer presidente elegido democr¨¢ticamente. Los catar¨ªes se desmarcaban as¨ª de la defensa del statu quo de saud¨ªes y emirat¨ªes.
¡°Desde la perspectiva de Riad y Abu Dabi, cualquier presencia de la Hermandad, o su respaldo en el Golfo, constituye un peligro, porque ese grupo ofrece un modelo alternativo de gobierno isl¨¢mico a la monarqu¨ªa hereditaria¡±, explica Christopher Davidson, profesor de la Universidad de Durham y autor de After the Sheikhs (Tras los jeques), un libro que repasa estas luchas de poder. Mientras Qatar ve en la alianza con los Hermanos Musulmanes una forma de frenar a Arabia Saud¨ª, el Reino del Desierto y sus aliados los consideran una amenaza como la que en 1979 supuso la revoluci¨®n iran¨ª. Poco importa que las ideolog¨ªas subyacentes pertenezcan a dos ramas enfrentadas del islam. Mientras Ir¨¢n se ha erigido en faro del chiismo, una confesi¨®n que apenas profesa una d¨¦cima parte de los musulmanes, el islamismo de los Hermanos Musulmanes surge de la variante sun¨ª (dominante), que tambi¨¦n sigue la mayor¨ªa de los gobernantes ¨¢rabes.
De ah¨ª que Emiratos haya aparcado los recelos hist¨®ricos con Arabia Saud¨ª y haya apoyado la intervenci¨®n militar que lanz¨® en Yemen en 2015. En la crisis con Qatar, algunos observadores a?aden como causa de su alineaci¨®n con Riad la creciente competencia que le planteaba Doha con su apuesta por convertirse en centro a¨¦reo regional, sus museos o su empe?o por el Mundial de F¨²tbol de 2022.
Ya no basta, sin embargo, con la diplomacia de la chequera con la que Arabia Saud¨ª, la vig¨¦sima econom¨ªa del mundo, manejaba las crisis regionales desde la barrera o bajo el paraguas del gran aliado americano. Ahora, los cambios en la pol¨ªtica exterior de Washington y el declive de El Cairo y Damasco obligan a actuar. La debilidad ¨¢rabe, sumada a las intervenciones militares estadounidenses en Afganist¨¢n e Irak, ha ofrecido una oportunidad de oro a su rival hist¨®rico, Ir¨¢n.
Al¨ª Jamenei, de 78 a?os, l¨ªder supremo de Ir¨¢n.
Encabeza el rechazo a la presencia de EE UU en Oriente Pr¨®ximo. Elegido de por vida por una asamblea de notables, sucedi¨® al carism¨¢tico Jomeini, fundador de la Rep¨²blica Isl¨¢mica. Como los monarcas ¨¢rabes del otro lado del Golfo, a los que achaca falta de historia y cultura, se financia con el petr¨®leo. Como ellos, ha apoyado unas revueltas ¨¢rabes (Bar¨¦in) y no otras (Siria), justificando como "despertar isl¨¢mico" esos frustrados intentos de librarse de la tiran¨ªa.
Por primera vez desde principios del siglo XX, Ir¨¢n est¨¢ extendiendo su influencia pol¨ªtica y militar a lo que siempre ha considerado su ¨®rbita natural, tal como ha se?alado el analista egipcio Tarek Osman. Es decir, inmiscuy¨¦ndose, a trav¨¦s de fuerzas afines locales, en todos aquellos pa¨ªses en los que hay comunidades chi¨ªes: desde el Levante mediterr¨¢neo hasta la pen¨ªnsula ar¨¢biga, pasando por Irak.
Para los saud¨ªes y sus aliados, esa pol¨ªtica intervencionista est¨¢ desestabilizando Oriente Pr¨®ximo. Que las grandes potencias, con EE UU a la cabeza, alcanzaran un entendimiento con Teher¨¢n respecto a su programa at¨®mico fue la gota que colm¨® el vaso. La enorme desconfianza hacia la Rep¨²blica Isl¨¢mica qued¨® en evidencia con los WikiLeaks, la filtraci¨®n de decenas de miles de cables diplom¨¢ticos estadounidenses en 2010. ¡°Una guerra convencional ahora ser¨ªa preferible a un Ir¨¢n nuclear¡±, llega a decir MBZ, el heredero de Emiratos. Los monarcas ¨¢rabes entienden que el relevo de presidente no es suficiente para cambiar el comportamiento iran¨ª. Dada la primac¨ªa pol¨ªtica del l¨ªder supremo, har¨ªa falta un cambio de r¨¦gimen, algo fuera de su alcance salvo que lograran convencer a Washington.
Si entonces el pa¨ªs que presid¨ªa Barack Obama apost¨® por el di¨¢logo con Teher¨¢n y rebaj¨® la tensi¨®n, hoy le ha sucedido un hombre que reniega del acuerdo nuclear y desconf¨ªa de Ir¨¢n tanto como los iran¨ªes de EE UU. Los halcones ¨¢rabes se han sentido reivindicados con la l¨ªnea dura de Trump y no pierden ocasi¨®n de echar le?a al fuego.
Una vez m¨¢s, no todos est¨¢n de acuerdo. En aquellos d¨ªas de la tensi¨®n nuclear, Qatar se ofreci¨® para mediar. Pero en Riad, Abu Dabi y El Cairo se daba por hecho que Doha era un flanco d¨¦bil a la hora de hacer causa com¨²n frente a Ir¨¢n. Aunque apoy¨® la intervenci¨®n saud¨ª para aplastar la revuelta en Bar¨¦in y m¨¢s tarde particip¨® simb¨®licamente en la guerra de Yemen, Qatar (y de forma m¨¢s discreta Om¨¢n y Kuwait) siempre ha mantenido una actitud mucho menos militante hacia el vecino del otro lado del golfo P¨¦rsico.
Se ha desatado una carrera armament¨ªstica que da jugosos beneficios a EE UU y Rusia
A falta de dragones que les ayuden a conquistar el Trono de Hierro, las rivalidades han desatado una carrera armament¨ªstica que proporciona jugosos beneficios a EE UU y Rusia. Los pa¨ªses del Consejo de Cooperaci¨®n del Golfo, excepto Bar¨¦in, han aumentado significativamente sus compras de armas en los ¨²ltimos a?os. En el quinquenio 2012-2016, Arabia Saud¨ª y EAU se han convertido en el segundo y tercer importador del mundo en t¨¦rminos absolutos, seg¨²n datos del Instituto Internacional de Investigaci¨®n de la Paz de Estocolmo (SIPRI). Las compras iran¨ªes de armamento han disminuido, en parte porque se encuentra sometido a un embargo parcial de la ONU, pero tambi¨¦n porque intenta desarrollar una industria local; su programa de misiles despierta enormes suspicacias m¨¢s all¨¢ de la regi¨®n.
La vieja enemistad entre Riad y Teher¨¢n es heredera del enfrentamiento hist¨®rico entre ¨¢rabes y persas, y se alimenta de las diferencias confesionales entre sun¨ªes y chi¨ªes. Se trata sin embargo de meros envoltorios ideol¨®gicos para una lucha por el liderazgo geopol¨ªtico que se intensific¨® a partir de 2011, cuando la Rep¨²blica Isl¨¢mica intervino a favor del r¨¦gimen de Damasco frente a la revuelta popular. Ese apoyo y la ayuda de Rusia han impedido que Bachar el Asad perdiera el trono republicano que hered¨® de su padre, tal como deseaban (y financiaban) los saud¨ªes y sus aliados.
Cuando se ha tratado de frenar a Ir¨¢n, Arabia Saud¨ª no ha tenido empacho en aliarse con los islamistas, ya sea en Bar¨¦in, Yemen o, de forma m¨¢s evidente, en Siria. Ha defendido el ?statu quo en Manama o en El Cairo (sin ¨¦xito), pero no en Tr¨ªpoli o Damasco. Las diferencias ¨¦tnicas y confesionales resultan insuficientes para explicar los enfrentamientos. Los intereses entrecruzados que subyacen a esa lucha de poder dan lugar a aliados inesperados.
En Irak, EE UU e Ir¨¢n, sin relaciones diplom¨¢ticas desde hace cuatro d¨¦cadas, han terminado siendo los principales pilares del sistema de gobierno puesto en pie tras el derrocamiento de Sadam Husein, mientras las monarqu¨ªas del Golfo abandonaron el pa¨ªs siguiendo la estela saud¨ª. (Riad, que estaba molesto porque Washington hab¨ªa entregado Bagdad a los iran¨ªes, ?intenta ahora regresar). A pesar de que aliados locales de Teher¨¢n combatieron la ocupaci¨®n estadounidense, una vez retirado el Ej¨¦rcito de las barras y estrellas, ambos han apoyado a los sucesivos Gobiernos iraqu¨ªes.
Pero ha sido sobre todo en Siria donde se han evidenciado las contradicciones regionales. All¨ª, Ir¨¢n y EE UU estaban en trincheras opuestas. Qatar y Turqu¨ªa, que en Egipto y Libia se alineaban frente a Arabia Saud¨ª y Emiratos, compart¨ªan con estos el objetivo general de derribar al r¨¦gimen de Damasco (aunque no siempre han respaldado a los mismos grupos) hasta el ascenso de los kurdos sirios, cuando Ankara empez¨® a temer un contagio dentro de sus fronteras, y Arabia Saud¨ª alcanz¨® un entendimiento con Rusia.
¡°La exclusi¨®n [por parte de sus vecinos] ha llevado a Qatar a los brazos de los iran¨ªes¡±, advierte Daud Abdullah, director del portal de noticias Middle East Monitor, cercano a los islamistas. En su opini¨®n, ¡°esa estrategia ha desembocado en una reordenaci¨®n geopol¨ªtica en la regi¨®n: de un lado, Ir¨¢n, Turqu¨ªa y Qatar; de otro, Egipto, Arabia Saud¨ª y los pa¨ªses del Golfo¡±. A?ade tambi¨¦n a este campo a Israel, el enemigo de los ¨¢rabes por antonomasia. ¡°Aunque no se habla de ello, es el asunto clave¡±, asegura.
Solo frente a la amenaza del Estado Isl¨¢mico todos los pa¨ªses de la zona concurrieron, de mejor o peor gana, al llamamiento de Washington. Ahora, ante la derrota militar de ese grupo (otra cosa es la pervivencia de su ideolog¨ªa), resurgen las rencillas aparcadas para combatirlo. Al mismo tiempo, con la ca¨ªda de los precios del petr¨®leo, las monarqu¨ªas del Golfo est¨¢n perdiendo su principal (y para algunos ¨²nica) fuente de poder. El entorno no es prometedor. En los pa¨ªses que se han librado de la guerra predomina el autoritarismo. En los que han sufrido la destrucci¨®n material y moral de un conflicto armado perdura la cultura de venganza. Todos carecen de una sociedad civil fuerte.
Nadie tiene una bola m¨¢gica para ver el futuro, pero los observadores consultados coinciden en que, sin un arreglo entre Ir¨¢n y Arabia Saud¨ª, la paz y la estabilidad son muy dif¨ªciles. Entre tanto, un nuevo descenso de los precios del petr¨®leo podr¨ªa limitar los recursos que unos y otros pueden destinar a aventuras b¨¦licas, pero tambi¨¦n exacerbar su sentido de vulnerabilidad y ?lanzarlos al vac¨ªo.?
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