La banalidad de los abusos
No sirve resignarse o esconderse ante la violencia a la espera de que pase de largo; necesitamos denunciar su poder destructivo, especialmente a los ni?os, para que aprendan a rechazarla
Tomo prestado el t¨ªtulo de este art¨ªculo de la expresi¨®n ¡°la banalidad del mal¡±, que fue acu?ada por Hannah Arendt (1906-1975) en su libro Eichmann en Jerusal¨¦n, cuyo subt¨ªtulo es Un informe sobre la banalidad del mal. El conocido relato, inspirado en las declaraciones de Eichmann durante su juicio oral, muestra c¨®mo en la Alemania nazi sus dirigentes llegaron a banalizar la barbarie que estaban cometiendo a fuerza de convivir con ella.
En los ¨²ltimos a?os, en M¨¦xico estamos conviviendo con una aut¨¦ntica epidemia de violencia, presenciando episodios diarios de abuso tanto estructural, como dom¨¦stico; feminicidios y actos de violencia de g¨¦nero; violencia cometida por parte de grupos criminales, como por parte de quienes los combaten; tanto f¨ªsica, como verbal y psicol¨®gica. Vemos escenas violentas en el tr¨¢fico entre conductores, entre usuarios de servicios p¨²blicos y los funcionarios que los atienden, y tambi¨¦n en los actos de corrupci¨®n y de extorsi¨®n, en los robos y asaltos, en los secuestros...
Las estad¨ªsticas sobre muertes violentas muestran una tasa mantenida de unos 2.200 homicidios mensuales a nivel nacional, con m¨¢s de 24,000 muertos tan solo en 2016, y que representan la expresi¨®n m¨¢s dram¨¢tica de una sociedad resignada a aceptar la violencia como un fen¨®meno inevitable. Y estas cifras llevan repiti¨¦ndose desde hace al menos una d¨¦cada bajo gobiernos de distintos tintes pol¨ªticos, sin que aparentemente nada ni nadie haya sido capaz de frenar esta espiral destructiva en la que estamos inmersos.
Resignarse ante tanta violencia tiene el peligro de llegar a normalizarla o ¡°banalizarla¡±, como resultado de su aparente inevitabilidad. Sin embargo, la violencia genera un coste social e individual enorme que ninguna sociedad deber¨ªa ignorar. De manera especial, los ni?os, desde edades muy tempranas, interiorizan los comportamientos violentos de los que son testigos a diario como parte del comportamiento humano normal, de manera que tender¨¢n a replicarla, a medida que vayan creciendo, como una forma aparentemente v¨¢lida de relacionarse con el otro.
En la Ciudad de M¨¦xico trabajamos en un barrio marginal que se caracteriza por una poblaci¨®n formada principalmente por familias j¨®venes con ni?os peque?os que emigran del campo a la ciudad. En cuanto consiguen generar ingresos, muchas familias se mudan a barrios m¨¢s c¨¦ntricos, a viviendas mejores y que tambi¨¦n les supone menor gasto en transporte. El cambio continuo de los habitantes de Jardines de San Juan Ajusco supone tambi¨¦n menos arraigo vecinal, menos ¡°verg¨¹enza social¡±.
En este contexto es a¨²n m¨¢s necesario mostrar y hablar de la violencia como lo que es: una lacra social que ha infectado los ambientes p¨²blicos y privados de la sociedad mexicana y que solamente podr¨¢ ser combatida si la nombramos como tal. En la lucha contra la violencia no sirve resignarse o esconderse a la espera de que pase de largo, como si de una tormenta se tratara; necesitamos denunciar su poder destructivo, especialmente a los ni?os y j¨®venes, para que aprendan a rechazarla, cada cual en su entorno personal, familiar y social.
Los ni?os interiorizan los comportamientos violentos como una forma v¨¢lida de relacionarse con el otro
En el Centro San Jos¨¦, mediante un proyecto de la Asociaci¨®n Nuevos Caminos ofrecemos una oportunidad de educaci¨®n y desarrollo a menores de un entorno de riesgo social. Asisten a clases ni?os y ni?as en edad preescolar que, adem¨¢s de educaci¨®n temprana, tienen garantizada una alimentaci¨®n completa que muchas veces no pueden ofrecerles en casa. (Seg¨²n un informe de Unicef el 61,2% de los menores de cinco a?os en M¨¦xico sufre pobreza patrimonial). El desarraigo de estas familias, junto con las condiciones de pobreza en las que viven, genera maltrato y violencia dom¨¦stica que casi nunca se denuncian.
Este curso escolar celebramos 12 a?os de trabajo no solo con los ni?os y ni?as de Jardines de San Juan Ajusco, sino tambi¨¦n con sus padres y madres. Est¨¢ comprobado que los peque?os requieren de especial apoyo en esta etapa de la vida en la que desarrollan su seguridad y cimientan su autoestima. Recibir amor y estimulaci¨®n temprana es vital para romper el c¨ªrculo de violencia en el que crecen estos peque?os, y al que est¨¢n habituados sus progenitores, que tambi¨¦n crecieron en condiciones de pobreza extrema.
En el Centro San Jos¨¦ ofrecemos herramientas pedag¨®gicas para relacionarse con sus hijos. A los ni?os les ofrecemos tambi¨¦n un entorno de seguridad y cari?o, y a trav¨¦s del juego les ense?amos para qu¨¦ sirven las manos: no sirven para pegar, sino para abrazar, no sirven para ara?ar, sino para acariciar¡Trabajando con estas familias vamos sembrando peque?as semillas de cambio, con miras de acabar con la lacra de la violencia en esta sociedad.
Pablo Cirujeda trabaja en M¨¦xico hace 10 a?os y es un apasionado por entender mejor al ser humano. Experto en conectar las realidades tan distintas que conviven dentro de la misma Ciudad de M¨¦xico y en forjar alianzas que apoyen el Centro Comunitario San Jos¨¦.
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