El hijo del amado
HASTA DE ESPALDAS lo reconocemos. Y no es f¨¢cil alcanzar una familiaridad de ese calibre. De hecho, todos tenemos la experiencia de habernos acercado en la calle, desde atr¨¢s, a un cu?ado que al darse la vuelta resultaba un extra?o. Las espaldas mienten mucho. A un amigo m¨ªo le ocurri¨® ayer mismo con un viandante al que confundi¨® con su padre. Cuando le toc¨® el hombro y se enfrent¨® a su rostro, cay¨® en la cuenta del enga?o y record¨®, de paso, que su padre hab¨ªa fallecido meses antes. Se nos olvida con frecuencia que los padres han muerto (aunque no los de todos, claro, por fortuna).
Pero a lo que ¨ªbamos: f¨ªjense en esos hombros, en esas orejas, en esa nuca desnuda y carnosa, en ese pelo. Cierren un segundo los ojos y les vendr¨¢ el nombre del individuo a la memoria: Kim ?Jong-?un, en efecto. No podr¨ªa ser otro. Ahora bien, estamos dando por supuesto que el reconocimiento procede de la visi¨®n de los rasgos f¨ªsicos del dorso del l¨ªder coreano, cuando quiz¨¢ provenga del entorno. Del relato ambiental, dir¨ªamos. El sujeto aparece observando el lanzamiento de un misil: he ah¨ª un primer dato, pues no hay tanta gente aficionada a ese espect¨¢culo. Pero ahora viene lo mejor: ?a qu¨¦ jefe de Estado se le habr¨ªa ocurrido que le colocaran en medio de la pista de despegue una mesa de oficina? Una mesa de oficina con su flexo y todo, no se lo pierdan, y una silla de despacho que canta m¨¢s que una tar¨¢ntula en un plato de nata (cortes¨ªa de Raymond Chandler). Ninguna duda, pues. Si se volviera, ver¨ªamos el rostro del Supremo L¨ªder, o como quiera que sea conocido el hijo del Amado.?
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.