El a?o feminista
Si el movimiento contra el acoso sexual resiste los ataques, puede marcar la historia del feminismo
El a?o que est¨¢ a punto de terminar ha sido escenario de un movimiento que puede traer magnificas consecuencias: las mujeres han empezado a reclamar su voz en el espacio p¨²blico y a denunciar sistem¨¢ticamente el acoso sexual a que son sometidas en ese espacio com¨²n. Si ese movimiento resiste los ataques a que ha sido sometido y consigue mantenerse en el tiempo, puede ser uno de los acontecimientos que marquen la historia del feminismo.
Es innegable que la situaci¨®n de las mujeres ha experimentado un cambio impresionante, si no en todo el mundo (India sigue siendo un pa¨ªs terriblemente cruel, incluso peor que algunas teocracias isl¨¢micas) s¨ª al menos en su parte m¨¢s desarrollada. Pero, como mantiene la fil¨®sofa Amelia Valc¨¢rcel, ¡°ellas, las mujeres, han cambiado, pero se han encontrado con que ellos, los hombres, mantienen sus propias y viejas reglas¡±.
Ellos, los hombres, ocupan el espacio p¨²blico en mucha mayor parte de lo que les corresponde y, por primera vez, parece que las mujeres se han hartado de esa actitud. El caso m¨¢s emblem¨¢tico es el famoso despatarre masculino, la tendencia de los hombres a sentarse en un espacio p¨²blico, invadiendo el lugar de la mujer, encogida a su lado. Sin embargo, la ocupaci¨®n m¨¢s grave es la que se produce a la hora de hablar. La BBC public¨® que, pese a la creencia de que las mujeres hablan m¨¢s que los hombres, hay evidencia de que ocurre lo contrario. La historiadora Mary Beard ha documentado hasta qu¨¦ punto los hombres creen que son ellos quienes deben hablar en el espacio p¨²blico y otro estudio, titulado Silent Sex, asegura que hace falta que haya cuatro mujeres por cada hombre para que se conserve un cierto equilibrio en el espacio com¨²n. Es famoso el estudio que demostr¨® la escandalosa cantidad de veces que Sonia Sotomayor, miembro del Tribunal Supremo de EE UU, era interrumpida por sus colegas.
La reacci¨®n de las mujeres frente a esta exhibici¨®n de poder masculino, esta especie de machorragia que padecen muchos hombres, incapaces de controlar su tendencia a ocupar todo el espacio p¨²blico, bien sea con desparrame f¨ªsico o con hemorragia verbal, empieza a ser consistente. ¡°Deje de interrumpirme¡±, ¡°deje de explicarme lo que acabo de decir¡± son frases que pronuncian cada d¨ªa m¨¢s mujeres, hartas de la presi¨®n que padecen.
M¨¢s importante a¨²n es el movimiento conocido como Me, too que ha arrancado en EE UU como una denuncia del acoso sexual que padecen las actrices en el mundo del espect¨¢culo, Me, too se est¨¢ extendiendo a otros ¨¢mbitos de trabajo y ya son bastantes empresas en las que se colocan listas para que las mujeres afectadas denuncien a los protagonistas de ese acoso f¨ªsico. La protesta iniciada en Hollywood ha llegado incluso a India, donde la ministra de la Mujer ha enviado una carta de 25 directores de cine y famosos actores pidi¨¦ndoles que acaben con los ataques a las mujeres en Bollywood.
¡°Van a acabar con la confianza entre hombres y mujeres¡±, se quejaba recientemente un columnista estadounidense, ¡°si no podemos hablar con naturalidad¡±. ?Qu¨¦ tiene que ver la confianza con las continuas apelaciones a la condici¨®n sexual del interlocutor? La confianza no desaparecer¨¢ porque los hombres cambien sus viejas reglas.
Como ocurre siempre con las reivindicaciones feministas, nada ser¨¢ f¨¢cil. Hace tiempo que existe en el llamado internet profundo una red, Manosphere, que re¨²ne a grupos de hombres que se sienten v¨ªctimas de la nueva presencia femenina y que denuncian lo que ellos llaman p¨¦rdida de valor cultural de lo ¡°masculino¡±. Igual que renacen los grupos supremacistas blancos, est¨¢n renaciendo grupos de supremacistas machos. Un peligro.
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