Conflicto y patrimonio en Buenos Aires
Un simposio y unas luchas hablan en la capital argentina de qu¨¦ representa y a qui¨¦n pertenece un entorno urbano
El 15 de diciembre, hace unos d¨ªas, se cerraban las III Jornadas de Antropologia del Conflicto Urbano, que, luego de haber elegido Barcelona y R¨ªo de Janeiro para sus dos ediciones anteriores, ten¨ªan lugar en Buenos Aires, convocadas como las anteriores por el Observatori d'Antropologia del Conflicte Urb¨¤ y ahora tambi¨¦n por el Instituto de Investigaciones Gino Germani de la Universidad de Buenos Aires. El asunto de la cita: el patrimonio no solo como conjunto de tesoros preservables, sino como categor¨ªa pol¨¦mica que enmascara una problem¨¢tica urbana mucho m¨¢s densa, incluyendo la derivada de su papel de coartada para el saqueo capitalista de las ciudades.
Se debate con frecuencia a prop¨®sito de qu¨¦ debe entenderse por patrimonio urbano, sobre todo a partir de la evidencia de c¨®mo son puestas las aplicaciones de tal etiqueta al servicio de diversas formas de marketing territorial, predispuestas para vender al mejor precio posible paisajes a promotores tur¨ªsticos o inmobiliarios. Podemos ponernos de acuerdo, de entrada, acerca de que la definici¨®n de patrimonio remite, en su origen, a lo que una generaci¨®n hereda de la que le precede, lo que permite a un cierto linaje reproducirse; tambi¨¦n a lo que una persona o un grupo considera que posee, todo lo que ha de administrar y ceder luego a sus descendientes, sus propiedades, no s¨®lo en el sentido de sus posesiones, sino en el de lo que le es propio, sus cualidades, lo que le dota de particularidad.
Cuando los expertos inventar¨ªan lo que, seg¨²n ellos, debe ser considerado patrimonio urbano, lo que hacen es atender elementos supuestamente idiosincr¨¢sicos, nudos o n¨²cleos fuertes de una morfolog¨ªa urbana, que se presume que contienen rasgos arquitect¨®nicos, art¨ªsticos, tradicionales o hist¨®ricos que merecen ser enfatizados, en detrimento de otros que se desechan o sencillamente pasan desapercibidos. Subrayados en su ubicaci¨®n natural por el diagn¨®stico del especialista, se entiende que esos materiales espaciales a reconocer como erario com¨²n expresan elocuentemente virtudes colectivas que deben durar, ingredientes de los que ¨Cse insin¨²a¨C depende la pervivencia misma de la ciudad que los exhibe como sus atributos extensivos.
Es as¨ª que ciertos fragmentos o lugares de la trama urbana aparecen resaltados en los mapas tur¨ªsticos o en las gu¨ªas oficiales, indicando la presencia de edificaciones singulares, monumentos caracter¨ªsticos o v¨ªas reputadas por su pintoresquismo. Edificios concretos pero tambi¨¦n barrios enteros pueden ser enaltecidos por alg¨²n factor significativo que los hace dignos de ser tenidos en consideraci¨®n. De hecho, se experimenta en los ¨²ltimos tiempos una tendencia a monumentalizar centros urbanos al completo y hay ciudades que han sido ¨ªntegramente tematizadas para hacer de ellas polos de atracci¨®n para el turismo de masas o el inter¨¦s inversor. En todos esos casos no es exactamente la parcela acentuada y lo que contiene lo que se reclama como expresi¨®n de una determinada sociedad, sino m¨¢s bien una selecci¨®n de elementos agudos que se dictamina que pueden resumir una evocaci¨®n hist¨®rica o literaria, concretar una adscripci¨®n sentimental, sintetizar una identidad o convertirse en simples reclamos para crear oferta de barrio o ciudad.
Ahora bien, habr¨ªa otra forma de entender el patrimonio si nos pregunt¨¢ramos de qui¨¦n lo es, es decir qui¨¦nes pueden vindicarlo como suyo porque da forma espacial a su existencia y, sobre todo, a su dignidad. Porque un centro urbano o cualquier otra porci¨®n de ciudad suelen ser declarados patrimonio para que las instituciones relaten a trav¨¦s suyo su propio pasado o los mercaderes de ciudades los conviertan en negocio, pero esos pedazos de ciudad remarcados son sobre todo patrimonio de la sociedad que los habita o los usa y que, haci¨¦ndolo, tiene siempre la ¨²ltima palabra sobre qu¨¦ son y que significan.
En efecto, las consecuencias de la patrimonializaci¨®n de una ciudad o de uno de sus sectores implica casi siempre la expulsi¨®n de los que un d¨ªa fueron sus moradores fijos o habituales. As¨ª, por ejemplo, las consecuencias de la homologaci¨®n por la UNESCO de un conjunto urbano son las mismas por doquier: gentrificaci¨®n, tematizaci¨®n tur¨ªstica, deportaci¨®n de vecinos insolventes o de presencias consideradas inconvenientes, aumento de la vigilancia policial¡ Casos entre muchos como los de los centros hist¨®ricos de Salzburgo o Quito, o la ciudad de Valpara¨ªso, demuestran c¨®mo de ellos se ha acabado desterrando buena parte de esa misma humanidad de la que hab¨ªan sido declarados patrimonio.
Pero hay otras maneras de reconocer un entorno urbano como patrimonio, no en tanto que "hist¨®rico", "cultural", "art¨ªstico", etc., sino simplemente como patrimonio social, esto es patrimonio de la sociedad que lo llena de vida y de vidas. Ello no depende de ning¨²n negociado administrativo, ni de ning¨²n peritaje t¨¦cnico y menos de la bendici¨®n de la UNESCO; depende de los procesos reales que hacen de las plazas y calles de una ciudad espacios para la memoria y la acci¨®n colectivas. Estas din¨¢micas, porque son urbanas, pueden incorporar e incorporan factores conflictivos, en el sentido de que hacen emerger las contradicciones y los contenciosos de que est¨¢n hechas todas las sociedades, m¨¢s a¨²n las metropolitanas por su complejidad.
Como para confirmarlo, el encuentro sobre la relaci¨®n entre patrimonio y conflicto urbano que se produjo en las aulas de la Facultad de Ciencias Sociales de la UBA, tuvo su ilustraci¨®n en las calles que la rodean. En efecto, en los mismos momentos en que en las sesiones del evento se hablaba del asunto en teor¨ªa, ese mismo asunto estallaba afuera como realidad. Los d¨ªas 13 y 14 de diciembre ¨Clos mismos que los del simposio acad¨¦mico¨C miles de personas, muchas procedentes de los barrios populares y de las villas miseria, convocadas por movimientos como Barrios de Pie, inundaban el centro de Buenos Aires: el entorno de la Plaza de Mayo, la Avenida 9 de Mayo, el Obelisco, los alrededores del Congreso y otros "lugares emblem¨¢ticos" de la capital. Protestaban contra el intento del gobierno de Mauricio Magri de aprobar una ley que recortaba un 13% las pensiones y las prestaciones sociales, afectando a millones de argentinos, y todo para satisfacer las exigencias de instancias como, por ejemplo, la Organizaci¨®n Mundial de Comercio ¨Cque justo tambi¨¦n en esas fechas se reun¨ªa en Puerto Madero¨C de un dr¨¢stico ajuste econ¨®mico que compensase la deuda externa y la inflaci¨®n, en un pa¨ªs maltratado por el despido masivo de trabajadores, el aumento de precios, la corrupci¨®n, la fuga masiva de capitales¡ Merecieron la pena la protesta y padecer la violencia policial que cay¨® sobre ella: la ley qued¨® suspendida.
Como tantas ciudades ¨Ccasi todas¨C Buenos Aires tambi¨¦n est¨¢ en venta. Como corresponde, se han abierto las debidas oficinas destinadas a gestionar y proteger el "patrimonio urbano", luego de hab¨¦rselo inventado, es decir despu¨¦s de que expertos dictaminaran qu¨¦ merec¨ªa ser indultado de la violencia urban¨ªstica. Barrios al completo han sido ya reclamados por y para las clases medias y el turismo ¨CSan Telmo, Palermo, Recoleta, La Boca¡¨C y la calle Florida es promocionada como decorado de un imaginario porte?o por el que pululan Gardel, Girondo, Borges o Piazzola. Pero, desmintiendo esa imagen tranquilizadora, pero falsa, de los spots publicitarios o de los itinerarios tur¨ªsticos por "lo que hay que ver", Buenos Aires es otra cosa y mucho m¨¢s. Buenos Aires es sobre todo una ciudad-pasi¨®n hecha de luchas humanas, generadoras ellas tambi¨¦n de su propia cartograf¨ªa salpicada de puntos resaltados ¨Ccon sus calles, sus plazas, sus edificios singulares, sus monumentos¡¨C, una cartograf¨ªa de la que los expertos en patrimonio no saben absolutamente nada.
Lo que ocurr¨ªa dentro de un encuentro sobre el patrimonio como conflicto ¨Co al contrario, del conflicto como patrimonio¨C quedaba corroborado en el exterior, en las calles de la realidad. Frente a las calificaciones y clasificaciones jur¨ªdico-administrativas que embalsaman barrios enteros para convertirlos en "rincones incomparables", es decir mercader¨ªa, muchas veces o de vez en cuando se levanta el desacato innumerable de las pr¨¢cticas y las po¨¦ticas ordinarias o excepcionales de una sociedad real, que una y otra vez hace suyos, porque son suyos, muchos de esos puntos resaltados en los cat¨¢logos de "bienes culturales", los apea de su solemnidad, los desviste de su arrogancia, les arranca de su pedestal, los emancipa de quienes, afirmando preservarlos, los ten¨ªan secuestrados.
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