Los rompedores de huevos
Hablar hoy de un horizonte de guerra nuclear no es abonarse al apocalipsis. Es una alerta razonada, pero con eco muy minoritario en las ¨¦lites que gobiernan el mundo.
Las frases m¨¢s terribles son tal vez las que disimulan la crueldad de su intenci¨®n con una apariencia de simpleza, de observaci¨®n banal, como aquella que estremeci¨® al psiquiatra y escritor Carlos Castilla del Pino: ¡°Yo cre¨ªa que este hombre habr¨ªa pasado ya a mejor vida¡±. Algo as¨ª, apoyando el tono hist¨®rico en los colmillos, pod¨ªa significar una condena a muerte. A esta escuela peligrosa pertenece un proverbio que, con su envoltura de l¨®gica campechana, se adapta a todos los abusos: ¡°No se puede hacer una tortilla sin romper huevos¡±.
Esta, la de romper huevos, era una de las met¨¢foras favoritas de Goebbels, el jefe de propaganda nazi, en sus arengas radiof¨®nicas. Pero tambi¨¦n parece que era una de las preferidas en el refranero estalinista. El escritor rumano Panait Istrati, un revolucionario honesto, conocido como el M¨¢ximo Gorki de los Balcanes, viaj¨® a la Uni¨®n Sovi¨¦tica a finales de los a?os veinte. Ya hab¨ªa comenzado la ¨¦poca de las grandes purgas, que se llevaron por delante tanto a los opositores como a los mejores bolcheviques. Los juicios, cuando se celebraban, ten¨ªan la forma ama?ada de los autos de fe del Santo Oficio de la Inquisici¨®n. A Istrati le lleg¨® el hedor de las cloacas del r¨¦gimen y no se tap¨® las narices ni mir¨® hacia otro lado. El comisario encargado de despejarle las ideas utiliz¨® un argumento que cre¨ªa definitivo. Por supuesto: ¡°No se puede hacer una tortilla sin romper huevos¡±. Y cuenta el fil¨®sofo Slavoj ?i?ek que Istrati respondi¨®: ¡°Muy bien. Veo perfectamente los huevos rotos. Pero ?d¨®nde est¨¢ la tortilla?¡±.
El camino hacia el horror siempre est¨¢ pavimentado por el asfalto de la indiferencia de una mayor¨ªa
Hace pocos d¨ªas se entreg¨® el Premio Nobel de la Paz a la Campa?a Internacional para Abolir las Armas Nucleares (ICAN, en siglas en ingl¨¦s). Es una iniciativa que une a cientos de asociaciones pacifistas de un centenar de pa¨ªses. Ha conseguido que muchos Estados se sumen a un tratado para la prohibici¨®n total del armamento nuclear. Parece m¨¢s que una utop¨ªa en tiempos de distop¨ªa. Los pa¨ªses que s¨ª cuentan con arsenal at¨®mico no est¨¢n por hacer una buena tortilla, a pesar de la cantidad de huevos rotos y antes de que sea imposible. El siglo XX ha sido un maldito siglo de huevos rotos. La creaci¨®n de Naciones Unidas y la Declaraci¨®n Universal de Derechos Humanos pudo ser el comienzo de una magn¨ªfica tortilla. Hab¨ªa huevos rotos por todas partes. Hasta que la Industria de Huevos Rotos se puso en marcha otra vez con la Guerra Fr¨ªa. Volvieron rachas de esperanza, algo de esperanza, con gente como Olof Palme, Gorbachov, Isaac Rabin y Obama, por citar l¨ªderes que llegaron a gobernar. Pero tambi¨¦n a la esperanza le rompieron los huevos. Volvemos a vivir tiempos en los que domina el pensamiento peligroso de los fan¨¢ticos. El Nobel de la Paz, en esta ocasi¨®n, no ha sido una condecoraci¨®n de metal falso. Ha hecho algo m¨¢s visible lo que no est¨¢ ¡°bien visto¡±. El activismo ciudadano por la paz en unos tiempos de alocado incremento de la producci¨®n armament¨ªstica, negocio siempre unido a la producci¨®n de odio, como el proyectil necesita la espoleta. Pero el camino hacia el horror siempre est¨¢ pavimentado por el asfalto de la indiferencia de una mayor¨ªa. ¡°Todo lo que la tiran¨ªa necesita para afianzarse¡±, advirti¨® Thomas Jefferson, ¡°es que la gente de buena conciencia permanezca en silencio¡±.
Hablar hoy de un horizonte pr¨®ximo de guerra nuclear no es abonarse al apocalipsis. Es una alerta razonada, pero con eco muy minoritario en las ¨¦lites que gobiernan el mundo. Es sorprendente que haya sorprendido tanto este Nobel de la Paz. Lo que dice Beatrice Fihn, directora de la Campa?a Internacional para Abolir las Armas Nucleares: ¡°Nos encontramos en un momento crucial, el riesgo de guerra nuclear est¨¢ otra vez en la agenda¡±.
Sin saber muy bien c¨®mo ha ocurrido, estamos sufriendo un proceso de descivilizaci¨®n. Esa sensaci¨®n de que el planeta est¨¢ en manos de una tiran¨ªa difusa, de varias caras, pero en la que los tiranos, los que se comportan como tales o aspiran a serlo, tienen en com¨²n su condici¨®n de rompedores de huevos. No venimos precisamente de un pasado ed¨¦nico, pero es desolador que se multipliquen los mandamases con ese perfil. Y lo que es peor: el estilo cunde, se extiende m¨¢s all¨¢ de la pol¨ªtica. Hasta en la gastronom¨ªa triunfan los rompedores de huevos incapaces de hacer una tortilla.?
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