?Qui¨¦n teme al Estado federal?

Se debat¨ªa en las Cortes de 1931, con la vista puesta en la ya entonces famosa cuesti¨®n catalana, la definici¨®n del Estado cuando los diputados convinieron en suprimir aquello de que Espa?a era una Rep¨²blica de ¡°tendencia federativa¡±, expresi¨®n que a Manuel Aza?a le parec¨ªa una desdicha. ¡°?Qu¨¦ es una Constituci¨®n que tiende a ser algo y no llega a serlo?¡±, se preguntaba. Al fin, los diputados optaron por definir la Rep¨²blica como un Estado integral, en el que eran compatibles, como dijo Jim¨¦nez de As¨²a, junto a la gran Espa?a, las regiones, cada una de ellas recibiendo ¡°la autonom¨ªa que merece por su grado de cultura y de progreso¡±.

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La experiencia se repiti¨® en los mismos t¨¦rminos y por id¨¦ntica cuesti¨®n d¨¦cadas despu¨¦s, cuando en 1977 los diputados de las Cortes autodeclaradas constituyentes acometieron con la t¨¦cnica empleada por sus predecesores republicanos la tarea de organizar territorialmente el Estado. Distinguieron, a instancia de los diputados catalanes, lo que en 1931 se denomin¨® regiones de las nacionalidades. Como entonces, nadie sab¨ªa en qu¨¦ vendr¨ªa a acabar aquella segunda experiencia de una Constituci¨®n que, sin decirlo, era tambi¨¦n de tendencia federativa.

En los a?os treinta nunca llegaron a saberlo. Ahora, s¨ª; ahora ya lo sabemos. Una Constituci¨®n que no define claramente las competencias y que deja la solidaridad entre las comunidades aut¨®nomas al albur de las pol¨ªticas de los partidos, acaba transform¨¢ndose en una fuente de conflictos y discordias interminables. Primero, entre el Estado que tiende a ser federal pero no llega a serlo y cada una de sus comunidades; y adem¨¢s, entre los partidos que gobiernan esas comunidades, afectados todos del prurito de marcar diferencias identitarias o de alimentar rencores y emulaciones.

Son muchos a?os y al fin todos los poderes territoriales del Estado est¨¢n constituidos. Si otros fueran los h¨¢bitos pol¨ªticos, quiz¨¢ los partidos que hoy se presentan al veredicto de las urnas en Catalu?a situar¨ªan como cuesti¨®n prioritaria abrir el camino de una reforma constitucional que acabara convirtiendo de una buena vez este Estado de tendencia federal en un Estado federal. Capital acad¨¦mico y saber t¨¦cnico no falta para la empresa, pero, lamentablemente, el empecinamiento de los partidos catalanes en sus posiciones de ruptura y quiebra de la Constituci¨®n no permite abrigar ninguna expectativa razonable.