William Kentridge: ¡°Hay que tomarse en serio el absurdo¡±
Este sudafricano, ¨²ltimo premio Princesa de Asturias de las Artes, es un dibujante que filma sus lienzos. ¡°Dibujos animados de la edad de piedra¡±, los llama. Construye escenograf¨ªas y act¨²a. Estudi¨® Ciencias Pol¨ªticas en su pa¨ªs durante el apartheid. Se form¨® como dramaturgo en Par¨ªs y comenz¨® a ganarse la vida como artista con 34 a?os y dos hijos. El Reina Sof¨ªa expone su obra teatral.
VENGO DE VER a viejos amigos en el Prado¡±, informa William Kentridge. Ha ido a ver a Goya, uno de los pocos artistas que siempre le han interesado. Toda su familia (su mujer, que es reumat¨®loga; sus tres hijos ¡ªpara los que cocin¨® durante toda la infancia mientras ella trabajaba en el hospital¡ª e incluso su padre, un c¨¦lebre abogado nonagenario, defensor de Nelson Mandela y Desmond Tutu) lo acompa?¨® a recoger el Premio Princesa de Asturias de las Artes. En el Museo Reina Sof¨ªa de Madrid, donde la exposici¨®n Basta y sobra (hasta el 19 de marzo de 2018) repasa su producci¨®n esc¨¦nica, Kentridge (Johannesburgo, 1955) empieza hablando de otros sudafricanos ilustres: Coetzee (¡°Ha escrito los mejores libros sobre Sud¨¢frica¡±) y Nadine Gordimer (¡°Fui al colegio con su hijo. Siempre le dec¨ªa a mi madre que ojal¨¢ fuera como la de Hugo, porque siempre estaba en casa. ¡®?A qu¨¦ se dedica esa se?ora?¡¯, quiso saber ella, que era abogada. ¡®Es mecan¨®grafa¡¯, contest¨¦. Lo deduje porque estaba todo el d¨ªa tecleando. Luego se hicieron amigas¡±).
En 1977, cr¨ªtic¨® al alem¨¢n Joseph Beuys porque, para usted, esparcir miel en el edificio principal de la Documenta de Kassel no era arte pol¨ªtico. En su concepci¨®n, el arte pol¨ªtico implicaba ¡°arriesgarse a ser encarcelado o a recibir electrodos en los test¨ªculos¡±. ?Le ha ocurrido? He sido arrestado, pero no torturado. Dije eso cuando estudiaba porque en Sud¨¢frica la pol¨ªtica ten¨ªa que ver con arrestos y persecuci¨®n. Eso hace incomprensible una visi¨®n abstracta del arte pol¨ªtico.
?Siempre debe implicar riesgo para el artista? No. Hay un tipo de arte pol¨ªtico que tiene que ver con la representaci¨®n de las certezas, pero a m¨ª me interesa m¨¢s la ambig¨¹edad y la incertidumbre. Normalmente lo pol¨ªtico exige un significado inequ¨ªvoco a favor o en contra. Creo que la contradicci¨®n y la paradoja son m¨¢s certeras que aquello que no deja lugar a dudas.
?Qu¨¦ hace que una obra se perciba como verdadera? Si les das la misma fotograf¨ªa a dos personas distintas, cada uno dir¨¢ cosas diferentes. Eso significa que solo pueden estar hablando de s¨ª mismos. No ven la fotograf¨ªa, se ven a ellos. Por eso una de las funciones del artista es recordar al espectador que cuando mira una obra no est¨¢ viendo una verdad, sino una proyecci¨®n.?
?Cu¨¢l es el papel de un artista en el siglo XXI? Todav¨ªa estamos tratando de entender qu¨¦ sucedi¨® hace cien a?os con los dada¨ªstas. Les debemos poder trabajar con sonido, textos, poes¨ªa, silencio y con todo tipo de im¨¢genes.?
Duchamp cuestion¨® lo que pod¨ªa ser el arte exponiendo un urinario en la Sociedad de Artistas Independientes de Nueva York. Pero a usted no le interesa. Porque opt¨® por convertirse en un artista enigm¨¢tico jugando al ajedrez durante 20 a?os. Para m¨ª eso irradia una actitud muy europea de cansancio y falta de inter¨¦s por el mundo, incluso de cinismo, que tambi¨¦n forma parte del legado europeo. Tengo una relaci¨®n de amor-odio con Duchamp y otros artistas, como Bruce Nauman, porque trabajaban con la seguridad de estar en el centro del mundo. Am¨¦rica en los ochenta, Par¨ªs en los veinte. Eso ha cambiado. Ahora es posible trabajar en la periferia y mostrar tu trabajo en el Reina Sof¨ªa, algo impensable hace 20 a?os.?
?Su periferia, Johannesburgo, no es hoy como esos antiguos centros: el lugar de mayor inter¨¦s? La periferia es un lugar con inter¨¦s filos¨®fico, geogr¨¢fico y econ¨®mico. Desde la distancia uno ve errores en Europa que han sido cruciales en nuestra vida.
?Qu¨¦ errores? Parece como si Europa se hubiera cre¨ªdo con el derecho a morir tranquilamente en la cama y la destrucci¨®n de las Torres Gemelas hubiera despertado a Occidente. En ?frica la gente sabe que no hay certezas ni seguridades. Est¨¢n acostumbrados a la supervivencia.
?Aqu¨ª hemos vivido con un sentido de seguridad infundado? Esa enso?aci¨®n se rompi¨® con el trauma del 11-S. En Sud¨¢frica siempre hemos sabido que la vida es riesgo.?
Usted se hizo un nombre como artista con el fin del apartheid. ?El mensaje m¨¢s que el medio es lo que debe ser contempor¨¢neo en el arte actual? Esa pregunta implica que uno sabe lo que hace de entrada, y eso a m¨ª no me interesa. Parto de no saber qu¨¦ estoy haciendo, de no controlarlo por completo. No planifico. Entiendo lo que hago cuando lo hago.?
Pero empezar¨¢ con una idea. Claro, y luego aparecen los problemas, y lo tangencial llega para salvar el proyecto. Fund¨¦ la incubadora The Centre for the Less Good Idea para potenciar una manera de crear m¨¢s abierta entre m¨²sicos, bailarines y artistas. Es fundamental tener flexibilidad para evitar apriorismos y reconocer lo que est¨¢s haciendo por encima de lo que pensabas hacer.
?Encuentra m¨¢s temas indagando en s¨ª mismo o en el mundo? Un artista indaga siempre en sus miedos y deseos.?
Pertenece a una familia de abogados. Y estudi¨® Ciencias Pol¨ªticas antes de hacer teatro en Par¨ªs. Eran abogados capaces de imaginar una vida distinta para sus hijos. Mi madre siempre me apoy¨®. Mi padre era m¨¢s esc¨¦ptico. Est¨¢ orgulloso, pero no termina de entender por qu¨¦ a la gente le interesa lo que hago. A veces me pregunta por qu¨¦ hago las cosas, si realmente creo que son necesarias.
¡°Una de las funciones del artista es recordar al espectador que cuando mira una obra no est¨¢ viendo una verdad, sino una proyecci¨®n. Se ve a s¨ª mismo¡±
?Qu¨¦ le contesta? Que igual son esenciales porque no son necesarias.
Naci¨® en Johannesburgo y ha vivido en una minor¨ªa dentro de la minor¨ªa blanca: la de los que se opon¨ªan al apartheid. Su familia defend¨ªa los derechos de los negros. ?C¨®mo fue su infancia? Privilegiada, blanca, suburbana. Ten¨ªamos cuidadoras y sirvientes. Fui a un colegio al que solo pod¨ªan ir chicos blancos. Y me parec¨ªa que eso era lo normal. Si lo hubiera visto desde fuera, me habr¨ªa dado cuenta de que era enfermizo, pero dentro todo se vive como si fuera natural. Has de tener una edad para preguntarte por qu¨¦ hay autobuses para blancos y otros para negros, por qu¨¦ las mejores playas son para los blancos y las peligrosas para los negros. Es el absurdo endiablado, pero uno vive en ¨¦l.?
?Con cu¨¢ntos a?os vio ese absurdo? Con cinco vi en el despacho de mi padre fotos de negros asesinados. Y ¨¦l me explic¨® que las opciones eran abandonar Sud¨¢frica para no afrontar el problema, como hicieron muchos blancos, o enfrentarse a ¨¦l desde dentro. Pero hacer eso te dejaba en una posici¨®n poco limpia. Para oponerse al apartheid viviendo en ¨¦l, uno deb¨ªa aprender a convivir con la contradicci¨®n. Mi familia eligi¨® esa opci¨®n convencida de que, a pesar de todo, hab¨ªa cosas que pod¨ªan hacer.?
Su madre defend¨ªa en juicios de forma gratuita a los negros. Su padre defendi¨® a Mandela y al obispo pacifista Desmond Tutu¡ Y yo tuve una vida de blanco. En nuestra casa entraban los negros que representaba mi madre o los amigos de mis padres, pero eran pocos. Recuerdo que un hombre vino a casa y fue a la cocina a saludar a los sirvientes. Ellos se azoraron porque era el jefe del Congreso Nacional Africano, el predecesor de Mandela.
Su mujer [Anne Stanwix] es australiana. Lleg¨® con 16 a?os, se conocieron en el instituto y desde entonces permanecen juntos. No est¨¢ mal para un hombre que se describe como instalado en la duda perpetua. Forma parte de mis contradicciones. Poco antes de conocerla, en 1966, con 13 a?os, decid¨ª que hab¨ªa nacido en el pa¨ªs equivocado y con cinco a?os de retraso. Si hubiera tenido 18 en Par¨ªs, Berl¨ªn o Berkeley, habr¨ªa formado parte de la revuelta estudiantil en lugar de estar atrapado en Sud¨¢frica, donde no pasaba nada.?
Pero pas¨®. A mediados de los a?os setenta, el barrio de Soweto se rebel¨®. S¨ª, y tuve mi Mayo del 68. Pero me recuerdo leyendo en el peri¨®dico lo que suced¨ªa fuera y pensando: ¡°Vaya, la vida me ha pasado de largo¡±.?
Su abuela materna fue la primera abogada sudafricana. S¨ª. Todos mis abuelos eran abogados, ellos y ellas. Sus familias llegaron de Lituania y de Alemania.?
Todos eran jud¨ªos. ?Es usted religioso? No. No fui educado as¨ª. Mi abuelo lo intent¨®, pero mi madre no ten¨ªa ning¨²n inter¨¦s. Luego mi mujer, que es cat¨®lica, quiso que recuperase mi religiosidad. Aunque fuese la jud¨ªa¡?
?La liturgia? S¨ª, las formas: ayuno, celebraci¨®n¡ Espiritualidad quiero pensar que ya tengo. Le hago caso para que est¨¦ contenta.?
En 1990, el presidente Frederik de Klerk comenz¨® a eliminar leyes discriminatorias y liber¨® a Nelson Mandela tras 27 a?os encarcelado. ?Recuerda el fin del apartheid? La gente como nosotros, estudiantes o profesionales liberales, llevaba tiempo esper¨¢ndolo. Cuando el Parlamento anunci¨® que ser¨ªa liberado y que los partidos dejar¨ªan de estar prohibidos faltaban cuatro a?os para las primeras elecciones, pero sacamos el champ¨¢n. Sab¨ªamos que el pa¨ªs ser¨ªa otro. Aunque no todo el mundo lo quer¨ªa. La mayor¨ªa de blancos hubiera preferido mantener sus privilegios.?
?C¨®mo cambi¨® su vida? Las organizaciones que ten¨ªan prohibido hablar pasaron a hacerlo sin miedo. Hubo cuatro a?os de negociaciones e intentos de evitar las elecciones, pero Sud¨¢frica no result¨® ser un pa¨ªs de fundamentalistas, sino de gente dispuesta a pactar. Pactar es un signo de madurez, no consigues todo lo que quieres, pero es la ¨²nica manera de conseguir algo.?
?Estudi¨® pol¨ªtica para formarse? Me interesaban los libros prohibidos. Si estudiabas pol¨ªtica, pod¨ªas ir a la biblioteca y sacar libros de Marx. Si no, que te pillaran con esos libros era delito. Semanalmente, una revista gubernamental recordaba o ampliaba la lista de t¨ªtulos censurados. Lo pol¨ªtico y lo pornogr¨¢fico compart¨ªan categor¨ªa: lo prohibido.?
?Por todo eso fue un artista tard¨ªo? Siempre dibuj¨¦, luego en Francia hice teatro. Y dud¨¦. Ten¨ªa 34 a?os, dos hijos y todav¨ªa dudaba.
?Lo manten¨ªa su mujer? Me regal¨® tiempo para dudar.
En su primera obra abord¨® el apartheid en p¨®steres para los sindicatos. S¨ª, pero con un lenguaje de arte reivindicativo. Me cost¨® entender que estaba tratando con condescendencia a la gente. Y eso me llen¨® de dudas. Me di cuenta de que con lo que hac¨ªa le estaba diciendo a la gente lo que ten¨ªa que pensar, que es una forma de decirles que est¨¢n menos preparados y son menos inteligentes o sensibles que t¨². Eso me puso en mi sitio: no quer¨ªa dedicarme a decirle a la gente lo que ten¨ªa que pensar. Decid¨ª que si algo me interesaba, tal vez podr¨ªa interesarle a m¨¢s personas. Y decid¨ª hacer las cosas para m¨ª, para entender, sin una ambici¨®n concreta. Lo curioso es que al trabajar as¨ª me result¨® m¨¢s f¨¢cil abordar temas pol¨ªticos. Llegaron con naturalidad.?
En 25 a?os, ?c¨®mo ha evolucionado su pa¨ªs? Mucha gente esperaba un cambio de vida radical. Y lo que ha pasado es que hay una clase media blanca y otra negra que, num¨¦ricamente, ya son iguales (cuatro millones cada raza). Pero para la clase trabajadora la vida no ha cambiado. Su situaci¨®n, aunque no es igual de mala, es de gran pobreza y desesperaci¨®n.
?Qu¨¦ sucedi¨® con los privilegiados? Muchos han mantenido los privilegios. Los grandes beneficiados de los ¨²ltimos 25 a?os han sido los hombres de negocios blancos.?
?Est¨¢ diciendo que la libertad no cambia las cosas? Las cambia. Pero no implica igualdad econ¨®mica. Los mineros siguen siendo negros; los que limpian, tambi¨¦n.?
¡°Para oponerse al ¡®apartheid¡¯ viviendo en ¨¦l, uno deb¨ªa aprender a convivir con la contradicci¨®n. Mi familia eligi¨® esa opci¨®n para enfrentarse a ¨¦l desde dentro¡±
En 1996, el Comit¨¦ de Verdad y Reconciliaci¨®n demostr¨® no tener ni mucha verdad ni mucha reconciliaci¨®n. Esa fue una idea muy cristiana defendida por Desmond Tutu. La gente se iba a perdonar. Iba a olvidar los abusos sufridos. La verdad les dar¨ªa valor para hacerlo. Esa esperanza siempre me pareci¨® muy optimista. Cre¨ªa que la gente no ser¨ªa tan generosa como Mandela o Tutu, que no perdonar¨ªan y olvidar¨ªan con tanta facilidad. Pero la primera parte, la comisi¨®n de verdad, fue sorprendente. En casi todos los pa¨ªses la amnesia nacional llega tras los grandes problemas y las grandes injusticias. Sucedi¨® en Espa?a tras la Guerra Civil. Se ha hablado con objetividad de Franco solo recientemente. En Francia ocurri¨® lo mismo con los colaboracionistas. No se pudo hablar del apoyo a los nazis durante 30 a?os. Por eso en Su?d¨¢frica fue tan chocante que desde el principio se creara una comisi¨®n para investigar la violaci¨®n sistem¨¢tica de los derechos humanos. Su mecanismo era conceder inmunidad y amnist¨ªa si confesaban lo que hab¨ªan hecho. Sacrificaron la justicia por la verdad, por la memoria. As¨ª, si aceptabas que la gente que hab¨ªa hecho cosas terribles no tuviera que pagar por ello, pod¨ªas saber lo que hab¨ªa ocurrido. Esa ¨¦tica contable fue un pacto con el diablo: al margen de lo terrible que fuese lo que hab¨ªan hecho, no ten¨ªan que pagar por ello si lo confesaban.?
Como la Iglesia cat¨®lica, el perd¨®n tras el arrepentimiento y la confesi¨®n. Pero una cosa es saber la verdad y otra perdonarla. Mucha gente relaciona perdonar con dejar de pensar, con olvidar. Yo creo que solo se puede perdonar cuando has conseguido no sentir dolor. Lo que alegaron es que si los juzgaban no dir¨ªan la verdad y no habr¨ªa ni verdad ni justicia. Ganaron.?
Su padre decidi¨® irse antes del final del apartheid. S¨ª, y mi madre y mis hermanos. Se hartaron de la corrupci¨®n en los juzgados. De mi familia solo quedamos mi mujer y mis tres hijos. Nos reunimos en Londres. Mi padre continu¨® como abogado all¨ª y mi madre sigui¨® trabajando en la organizaci¨®n que hab¨ªa fundado en Sud¨¢frica, The Legal Resource Center, para ofrecer asesoramiento legal gratuito.? ?
Uno de sus hermanos es escritor. ?C¨®mo hay tantos artistas en una familia de abogados? Mis antepasados llegaron de Lituania siendo muy pobres. Uno era profesor de hebreo, otro herrero. La siguiente generaci¨®n pudo ir a la universidad, todos consiguieron una profesi¨®n mejor pagada, pero sufrieron presi¨®n familiar para convertirse en profesionales. Para cuando llegamos nosotros, esa presi¨®n hab¨ªa desaparecido. Es curioso observar la psicodin¨¢mica de lo que somos: hoy la incertidumbre ha igualado al mundo. Antes formarse en la universidad era asegurarse un trabajo. Ya no.?
Ahora no hay certezas. ?Hoy se hubiera podido permitir usted dudar tanto? Me pregunto muchas veces c¨®mo pude vivir tan tranquilo todos esos a?os que dediqu¨¦ a decidir qu¨¦ quer¨ªa ser. Aun as¨ª, me aconsejaron que, hiciera lo que hiciera, me especializara. Si iba a dibujar, que dibujara. Si prefer¨ªa el cine, que filmara¡ De lo contrario, me convertir¨ªa en un amateur. Me llev¨® tiempo aprender que la ¨²nica manera de convertirme en artista pasaba por no especializarme y mezclar lo que sab¨ªa. A veces es necesario construir un sinsentido para demostrar las limitaciones del sentido.
?Es usted rico? Tengo m¨¢s dinero del que necesito. Pero no tengo grandes necesidades.
?Por qu¨¦ borra y rehace continuamente sus trabajos? Supongo que por inseguridad. Necesito permanecer en la provisionalidad. A veces filmo los dibujos y se convierten en dibujos animados de la edad de piedra. Otras, con m¨²sicos o actores, mi trabajo se transforma en una ¨®pera. Pero la parte estrat¨¦gica se apoya en el dibujo.
Lo absurdo es clave en sus obras. ?C¨®mo bromear en situaciones tr¨¢gicas? Lo absurdo no es ni est¨²pido ni tonto. Se refiere siempre a una l¨®gica que se ha roto. La idea de que una nariz pueda abandonar una cara plantea una l¨®gica falsa, que nos sirve para hablar del miedo a las jerarqu¨ªas o de la divisi¨®n de uno en varias personas. Si quieres hablar del apartheid en Sud¨¢frica, esos recursos sirven. El absurdo rompe la l¨®gica racional y se apoya en la irracional. Hay que tomarse en serio lo absurdo.?
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