Bailando en las calles
Hace un a?o se estrenaba 'La, la, land', un nuevo ejemplo de la intimidad entre cine musical y experiencia urbana.
Todos los balances cinematogr¨¢ficos del 2017 han tenido que coincidir en que uno de sus acontecimientos del a?o fue el estreno, hace ahora un a?o y en diferentes pa¨ªses, de La, la, land, la pel¨ªcula dirigida por Damien Chazelle que tantos y tan merecidos elogios y premios mereciera. Adem¨¢s de Ryan Gosling y Emma Stone, hay en la pel¨ªcula otro protagonista: la ciudad de Los ?ngeles y un mont¨®n de sus escenarios m¨¢s identificadores, como el observatorio y el Cathy's Corner en Griffith Park, el Hermosa Beach Pier, el Colorado Street Bridge de Pasadena, el Light House Caf¨¦ o uno cualquiera de los nudos de autopistas que rodean la ciudad¡ Ese rasgo ¨Clos espacios urbanos no como escenarios, sino como estrellas de la pel¨ªcula¨C es consustancial al cine musical. Los amantes del g¨¦nero lo saben bien: Les Parapluies de Cherbourg, The Band Wagon, West Side Story, On the town, Un, dos, tres, al escondite ingl¨¦s y tant¨ªsimos otros musicales son la prueba de hasta qu¨¦ punto las calles, las plazas, los parques de una ciudad son el proscenio natural para que los personajes demuestren que solo bailar puede servirles para expresar lo que sienten.
Como pasa con la danza contempor¨¢nea ¨Cpi¨¦nsese en el montaje URBS, de la core¨®grafa ?ngels Margarit o en la red festivales Dancing Cities¨C, esa virtud vertebradora de los exteriores urbanos en los musicales responde al lugar central del cuerpo en la actividad tanto ordinaria como excepcional que se desarrolla en las calles de cualquier ciudad. En efecto, el cuerpo y lo urbano tienen en com¨²n que est¨¢n en estado de agitaci¨®n permanente, incluso de forma larvada cuando su actitud es la de un aparente reposo. El cuerpo del peat¨®n ¨Ccuerpo sin sujeto, cuerpo solo secuencia de actos¨C consiste en una sucesi¨®n de descargas de energ¨ªa sobre espacios dispares que se suceden en tiempos m¨¢s bien breves, nudo de conexiones con otros cuerpos con los que se cruza o junto a los que camina.
Recu¨¦rdese c¨®mo Jane Jacobs, en su fundamental Vida y muerte de las grandes ciudades (Capit¨¢n Swing), no encontraba otra imagen mejor que la de la danza para describir la fluidez incesante de la vida en las aceras, ¡°pero no una danza de precisi¨®n y uniforme en la que todo el mundo levante la pierna al mismo tiempo, gire al un¨ªsono y haga la reverencia en masa, sino a la manera de un enredado ballet en el cual cada uno de los bailarines y los conjuntos manifiestan claramente sus elementos distintivos, que, como milagrosamente, se dan vigor y densidad mutuamente, componiendo entre todos un conjunto arm¨®nico y ordenado. El ballet de las aceras de una ciudad nunca se repite a s¨ª mismo en ning¨²n lugar, es decir, no repite la representaci¨®n como en una gira; incluso en un mismo y ¨²nico lugar, la representaci¨®n est¨¢ llena de improvisaciones¡±.
Es como si en la calle ya se desplegara lo que el cine musical explicita: una vida social sin palabras, hecha de emparejamientos ef¨ªmeros, de individuos trazando filigranas en el espacio, intersecciones previstas o involuntarias..., articulaciones cuerpo-espacio-tiempo-energ¨ªa de las que el referente es siempre la danza. ?O no es la danza sino la puesta en escena de un orden basado en un aparecer, en un gesticular ante otros o con otros en un espacio, deviniendo visible, jugando hasta d¨®nde sea posible con el propio aspecto y el de los dem¨¢s, que es lo que no dejan de hacer las pr¨¢cticas viandantes? Como dice la canci¨®n "Dancing in the streets" que cantaban Martha & The Vandelas ¨Ccon una genial versi¨®n posterior de Mick Jagger y David Bowie?¨C, en la ciudad "hay m¨²sica en todas partes". Nuestros o¨ªdos no la escuchan, pero nuestros cuerpos la siguen sin saberlo.
Ese personaje de los musicales que, en la calle, de pronto se pone a danzar despliega la potencialidad del cuerpo como veh¨ªculo de expresi¨®n, en un marco en que las palabras suelen valer poco en la relaci¨®n entre desconocidos y en la que todo parece depender de elocuencias superficiales, no en el sentido de triviales, sino en tanto actos que son deslizamientos que extraen el m¨¢ximo provecho de los accidentes y elementos del terreno. Concreciones de tal constataci¨®n las tenemos en la est¨¦tica de buen n¨²mero de videclips ¨Centre tantos ejemplos, el de Spike Jonze para el tema "Prais you" de Fabtoy Slim¨C o en la l¨®gica de los flashmobs, con ejemplos tan famosos como el celebrado en el vest¨ªbulo de la estaci¨®n de Antwerp, en Amberes, el 23 de marzo de 2009.
Por supuesto que, ah¨ª afuera, los cuerpos no solo forman esa sociedad coreogr¨¢fica con otros cuerpos, sino con todos los dem¨¢s elementos m¨®viles e inm¨®viles del contexto en que se hallan. El cine musical lo refleja: el personaje que transita puede hacer su pareja de baile a una farola en Hollywood Bullevar, como Gene Kelly en Singing In The Rain; un expositor de postales en Las Ramblas de Barcelona, como Antonio Gades en Los Tarantos, o, por volver a la pel¨ªcula con que empez¨¢bamos, el sombrero que Ryan Gosling recoge del suelo en el muelle de Hermosa Beach en La, la, land. Ello es porque el cuerpo del viandante no es un cuerpo abstracto, la corporeidad como concepto, sino un cuerpo espec¨ªfico, concreto, definido, ese cuerpo que gesticula y, haci¨¦ndolo, se?ala, se dirige, punt¨²a, rodea, da vueltas sobre s¨ª mismo o sobre otros cuerpos u objetos, jalona. Cuerpo que est¨¢ en el espacio, que se constituye en epicentro de ese espacio, n¨²cleo desde el que parten radios que definen a su vez alrededores cada uno con su propio centro, que reconoce contornos, que instaura periferias cada vez m¨¢s lejanas, cuerpo que busca con la mirada o a tientas y que, a veces encuentra.
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