Las mil y una exclusiones de la mujer magreb¨ª
Un bus exclusivamente femenino ha sido la ¨²ltima idea del alcalde de Rabat para evitar los roces en el transporte p¨²blico
Cuesta creer que puedan cosecharse votos proponiendo un autob¨²s ¡°rosa¡±, solo para mujeres, en Marruecos, pero esta ha sido la reciente idea del alcalde del partido islamista de Rabat, y hay quien cree que algunas chicas se alegrar¨¢n ante la perspectiva segregacionista, con la esperanza de no sufrir roces y tocamientos en las abarrotadas unidades de Stareo (el nombre de la empresa que da servicio en la regi¨®n).
Quienes hayan pasado alg¨²n tiempo padeciendo el transporte p¨²blico urbano en Marruecos, tal vez piensen que, adem¨¢s, muchas mujeres se sentir¨¢n aliviadas con la idea de contar con algo parecido a un autob¨²s en condiciones, en lugar de tener que subir a esas cajas de lata sucia, con los asientos arrancados, agujeros en la carrocer¨ªa y la densidad demogr¨¢fica del cuento de los elefantes en el Fiat 600.
Frotamientos no consentidos es lo menos que puede experimentar cualquier ser humano, del sexo que sea, en un bus urbano o un grand taxi compartido, esos viejos Mercedes que albergan a siete personas en su interior y que hoy est¨¢n siendo reemplazados por coches nuevos, con siete plazas de verdad. Hace unos meses, una chica con discapacidad fue agredida sexualmente, a plena luz del d¨ªa, en un bus urbano, en Casablanca (a unos 90 kil¨®metros de Rabat); tal vez episodios como ese hayan llevado al alcalde a proponer ese autob¨²s que a algunos les sonar¨¢ a soluci¨®n y a otros a descabellada idea segregacionista.
Las mujeres marroqu¨ªes, que toman una parte importante de las decisiones familiares e incluso sobre la vida de los hombres de su hogar, tambi¨¦n hacen ruido en la calle, dan alg¨²n codazo y se dejan o¨ªr durante el d¨ªa... Pero al caer la tarde tienen que dar un paso atr¨¢s si no quieren ser etiquetadas, incluso por las propias mujeres con las que se cruzan. En los buses, sobre todo en aquellos que pasan por los barrios populares, donde no cabe un alfiler, las m¨¢s j¨®venes soportan toda clase de frotes masculinos, una situaci¨®n con causas que parecen insalvables con el lamentable servicio de transporte urbano actual.
?El autob¨²s exclusivamente femenino es una soluci¨®n? Discriminar, seg¨²n la RAE, es ¡°seleccionar excluyendo¡±, y puede que buena parte de las mujeres de este pa¨ªs est¨¦n acostumbradas a ser discriminadas u opten por autosegregarse en el espacio p¨²blico, en nombre del pudor y la seguridad. Los espacios de exclusi¨®n dependen, por supuesto, del nivel sociocultural y del contexto, ya sea urbano o rural. Pero, en general, la separaci¨®n va desde la estricta divisi¨®n en la mezquita y en el hammam (ba?os de solo mujeres o solo hombres) hasta los horarios diferenciados de algunas instalaciones deportivas, como las piscinas climatizadas, que a veces tambi¨¦n suelen contar con horarios mixtos.
Hay chicas marroqu¨ªes con velo que se peinan detr¨¢s de un biombo, en la peluquer¨ªa, y a quienes solo atienden las peluqueras y nunca los peluqueros; hay quienes cruzan el Estrecho para ir a la playa en la Costa del Sol, pero que no pisar¨ªan jam¨¢s, en ba?ador, una playa marroqu¨ª; hay quienes fuman dentro de casa o en restaurantes internacionales, pero no se atreven a hacerlo en su propio balc¨®n (por los vecinos). Casi todas las mujeres de Marruecos se abstienen de poner un pie en ciertas cafeter¨ªas donde los excluyentes ojos masculinos est¨¢n siempre alerta; y, en los bares en los que se sirve alcohol, a veces solo hay extranjeras y chicas locales que se dedican a la prostituci¨®n durante las noches de copas ¡ªimprescindible para empezar a comprender tan complejo fen¨®meno, la pel¨ªcula Much loved, de Nabil Ayouch¡ª.
Tambi¨¦n hay muchas mujeres profesionales, y en la ciudad, que se divierten en restaurantes caros y cenan con vino en Casablanca, T¨¢nger, Rabat, Essaouira o Marrakech, y muchas chicas universitarias que se reir¨¢n de la propuesta del alcalde islamista, probablemente porque nunca han tenido que coger un autob¨²s urbano. Pero el espacio p¨²blico, mal que les pese, les est¨¢ parcialmente vedado: aunque no haya represi¨®n formal ni prohibici¨®n privada, la propia adecuaci¨®n a las reglas sociales tradicionales y familiares propicia la autocensura.
Justamente en la p¨¦rdida de m¨¢s y m¨¢s espacio p¨²blico y en el estigma de g¨¦nero se basan algunas de las m¨¢s voces que se oponen a ese autob¨²s rosa. Esta segregaci¨®n, seg¨²n esa parte de la opini¨®n, no har¨ªa sino contribuir a la p¨¦rdida de un amplio territorio de la vida p¨²blica de las mujeres, a estigmatizar (o a dejar a su suerte) a las valientes que decidieran seguir utilizando el bus mixto y ser¨ªa claudicar ante el manspreading social, para que los hombres sigan abriendo las piernas hasta ocupar todo el espacio disponible.
A juicio del soci¨®logo Abdessamad Dialmy, la segregaci¨®n sexual es una respuesta f¨¢cil que no busca cambiar un comportamiento machista y mis¨®gino, ¡°reforzado por la uni¨®n del integrismo religioso y la miseria sexual¡±. La miseria sexual a la que alude el experto se derivar¨ªa de un ordenamiento jur¨ªdico fuertemente ligado a la religi¨®n, que penaliza acciones del ¨¢mbito ¨ªntimo como las relaciones extraconyugales y que somete a los m¨¢s j¨®venes, con menos recursos, a la abstinencia, cuando no los empuja a obtener placer de los roces furtivos. Ese autob¨²s no impedir¨ªa el acoso intrasexual, opina Dialmy, quien aboga por hacer del tema de la miseria sexual un asunto de salud p¨²blica y una prioridad educativa por la libertad sexual y religiosa del individuo y contra el machismo. En definitiva, incluir en lugar de discriminar... Y un transporte p¨²blico digno para todas las identidades de g¨¦nero.
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