Hasta Churchill asumi¨® que estaba equivocado
Cambiar de opini¨®n ha sido habitual en pol¨ªtica en momentos cruciales: en busca de un bien mayor que la palabra dada
Uno de los momentos m¨¢s bellos de la literatura universal relata la historia de un cambio de opini¨®n. Pertenece a la Il¨ªada, el texto fundacional de nuestra cultura. Para vengarse de la muerte de su amado Patroclo, el griego Aquiles mata en combate al h¨¦roe troyano H¨¦ctor y luego mancilla su cad¨¢ver en vez de darle sepultura. Ayudado por los dioses, el padre de H¨¦ctor y rey de Troya, Pr¨ªamo, logra escabullirse de la ciudad asediada para colarse en el campamento griego con la intenci¨®n de convencer al h¨¦roe iracundo de que le permita enterrar dignamente a su hijo. Homero construye una escena que, casi tres milenios despu¨¦s de su composici¨®n, sigue resultando emocionante, durante la que Aquiles, finalmente, cede. Poco antes, cuando los dioses debaten lo que est¨¢ ocurriendo en la tierra y contemplan el cad¨¢ver del enemigo vencido arrastrado detr¨¢s de un carro, Apolo exclama: ¡°?Maldito Aquiles, que no tiene mente sensata ni juicio flexible, y que solo conoce ferocidades!¡±. Hasta los dioses consideraban el ¡°juicio flexible¡±, la capacidad para cambiar de opini¨®n, una virtud y no un defecto.
Cambiar de opini¨®n es una actitud vista demasiadas veces como un problema, casi como una traici¨®n a los principios, cuando en realidad la historia nos demuestra que, como en el caso de aquella vieja pelea al principio de nuestro mundo, es una virtud. Dudar, preguntarse, rectificar, dar vueltas, renunciar a la seguridad de la verdad, dejarse convencer por los argumentos del otro ¡ªo por lo menos sopesarlos seriamente¡ª han evitado que algunos pol¨ªticos cometan errores catastr¨®ficos, aunque hayan tenido que tragarse sus palabras ¡ªla propia formulaci¨®n de esta expresi¨®n resulta siempre negativa¡ª.
Por ejemplo, los socialdem¨®cratas alemanes hab¨ªan prometido que, de ninguna manera, volver¨ªan a pactar una gran coalici¨®n con los conservadores de Angela Merkel. Sin embargo, el pasado fin de semana dieron marcha atr¨¢s. Lograr mejoras en la lucha contra la temporalidad laboral, el reagrupamiento familiar de los refugiados, la estabilidad de Europa o evitar una posible nueva subida de la ultraderecha en unas elecciones repetidas se convirtieron en objetivos pol¨ªticos mucho m¨¢s importantes.
Lo mismo se puede decir cuando, en la prehistoria de nuestra democracia, los socialistas de Felipe Gonz¨¢lez pasaron del ¡°OTAN no, bases fuera¡± a defender la entrada en la organizaci¨®n atl¨¢ntica, paso previo imprescindible para lograr la adhesi¨®n a la entonces Comunidad Europea. No tiene nada que ver con el viejo axioma de Groucho Marx ¡ª¡°Estos son mis principios y, si no le gustan, tengo otros¡±¡ª. Todo lo contrario: la capacidad de rectificar, de adaptarse a los tiempos, permite que las ideas se conviertan en un impulso, no en un cors¨¦, resulta una forma de defender un bien mayor.
Una pel¨ªcula reciente nos muestra otro de esos momentos cruciales. Se trata de El instante m¨¢s oscuro, que relata las primeras semanas de Winston Churchill como primer ministro de Reino Unido, al principio de la II Guerra Mundial. Los nazis avanzaban a toda velocidad por Europa, ocupando pa¨ªs tras pa¨ªs, mientras las tropas brit¨¢nicas se encontraban arrinconadas en Dunkerque. Churchill, que entonces no era el m¨ªtico dirigente, sino un pol¨ªtico engorroso para su propio partido, que hab¨ªa tomado una decisi¨®n militar desastrosa en la I Guerra Mundial ¡ªGal¨ªpoli¡ª, deb¨ªa decidir si negociaba con Hitler. Ante la magnitud de la debacle, con el cataclismo anterior que engull¨® a varias generaciones de brit¨¢nicos en su mente, decidi¨® negociar¡ s¨®lo para cambiar de opini¨®n al poco tiempo.
El guionista del filme, Anthony McCarten, que tambi¨¦n ha escrito un libro sobre aquellos d¨ªas de mayo de 1940, declar¨® a la BBC: ¡°Sometido a grandes presiones, Churchill se pregunta ¡®?Tal vez est¨¦ equivocado?¡¯. Decid¨ª escribir el libro, del que luego surgi¨® la pel¨ªcula, bas¨¢ndome en esa pregunta. Creo que plantearse esto es un requisito imprescindible para convertirse en un gran l¨ªder y Winston se mostr¨® capaz de serlo en ese mismo momento¡±.
Cuando rectifica, cuando decide que de ninguna manera se puede negociar con un dictador como Hitler, el personaje, interpretado por Gary Oldman, asegura: ¡°Aquellos que no cambian de parecer nunca cambian nada¡±. Mostr¨® la flexibilidad y el juicio que los dioses pidieron a Aquiles. Y salv¨® a su pa¨ªs de convertirse en un vasallo de los nazis.
Si le ha gustado el tema siga leyendo
El declive de la homeopat¨ªa, un negocio fomentado por el sistema.? La terapia alternativa m¨¢s popular y comercial de la pseudociencia no ha podido demostrar que sea curativa en absoluto, y empieza a ser desterrada de las aulas.
Ofensiva contra la ciencia. El rechazo a las vacunas, el ataque a los transg¨¦nicos o la negaci¨®n del cambio clim¨¢tico son la nueva versi¨®n del viejo ataque a la ciencia.
El precio de la incultura cient¨ªfica. M¨¦dicos, farmac¨¦uticos, universidades y pol¨ªticos deber¨ªan buscar v¨ªas para expulsar a los charlatanes de la vida p¨²blica
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.