Las juergas de Ava Gardner, Frank Sinatra y Marlon Brando en Madrid
En sus habitaciones y salones han dormido, bebido, celebrado fiestas y corrido juergas desde Frank Sinatra hasta Marlon Brando. El madrile?o hotel InterContinental abri¨® hace justo 65 a?os en una Espa?a deslumbrada por Hollywood. Esta es una cr¨®nica sentimental de unos a?os irrepetibles.
EL 24 DE DICIEMBRE de 2017, Nochebuena, el se?alado d¨ªa en que Ava Gardner habr¨ªa cumplido 95 a?os, y me acerco al hotel donde la diva se coron¨® como reina de la noche de Madrid desde la primera vez que resonaron sus pasos de tac¨®n alto en el suelo de m¨¢rmol de Carrara de su suntuoso vest¨ªbulo. Ahora se llama hotel InterContinental Madrid (paseo de la Castellana, 49), pero en aquellos a?os de glamour, lujo y desvar¨ªo ?hollywoodiense fue bautizado como Castellana Hilton. Sucede que hoy tambi¨¦n es mi cumplea?os y quiero brindar con Ava, y con todos los ?fantasmas que a¨²n pululan por el hotel, con un vodka dry bien mezclado con sus l¨¢grimas de Noilly Prat. Pero antes de visitar el bar hago un quiebro para subir a la habitaci¨®n que siempre ocupaba Ava y en la que residi¨® por primera vez en cuanto pis¨® Madrid. All¨ª me planto, frente a la suite presidencial 716, tambi¨¦n llamada suite Mir¨®. Me acompa?an dos amables empleadas del hotel que se ofrecen a mostrarme la estancia en la que tantas historias sucedieron, confundidas la mayor¨ªa por la fantas¨ªa y la leyenda. Cuando abren la puerta disimulo como puedo la descarga de emoci¨®n que me atraviesa el pecho. El sue?o de un mit¨®mano. Vuelan los aires de furia de Frank Sinatra frente a su Ava desmelenada, con su media sonrisa, tan bella en su r¨ªmel corrido de ira.
Se abre la puerta de la ¡®suite¡¯ presidencial 716, donde tantas historias sucedieron, confundidas por la fantas¨ªa y la leyenda
El hotel ha sufrido varias modificaciones desde el momento en que el Hilton cambi¨® de manos, pero la suite 716 apenas ha sido retocada y sigue teniendo la misma estructura elegante y distinguida. Al entrar se halla una gran sala de estar, y de frente, una cristalera que da acceso a una terraza privada que ocupa el chafl¨¢n del ¨¢tico del edificio, con vistas al paseo de la Castellana. Y a la derecha, su dormitorio, con dosel recogido sobre una cama grandiosa; y all¨ª tambi¨¦n un gran ba?o, una cocina y varios armarios. Y en la parte opuesta, un discreto escritorio de a?ejo casta?o oscuro. Una magn¨ªfica habitaci¨®n de 140 metros cuadrados cuya tarifa en la actualidad supera los 1.000 euros por noche. Repaso con la vista cada uno de sus rincones, abro de par en par las puertas de la terraza y pido a mis acompa?antes que me permitan estar a solas un rato all¨ª dentro.
Ante m¨ª, por el amplio sal¨®n de estar de la 716, pasa Frank Sinatra con su orgullo italiano y 20 peluquines en uno de sus maletines de viaje. Su colecci¨®n de biso?¨¦s superaba los 60, pero Franky no lo ocultaba. Era uno de esos casos de hombres que se avergonzaban de su calvicie, pero no de sus peluquines. Dicen que solo una vez se dej¨® ver sin peluqu¨ªn en p¨²blico, el d¨ªa del funeral de su amigo Gary Cooper, en se?al de respeto. El a?o 1953 tocaba a su fin y Frank apareci¨® en el Castellana Hilton al enterarse de la relaci¨®n de su amada Ava con el torero Luis Miguel Domingu¨ªn. Apenas llevaban dos a?os casados y ya se hab¨ªan distanciado, pero Frank no pudo soportar el desplante con el torero y reaccion¨® como un loco, destrozando el mobiliario y lanz¨¢ndole a la cara a Ava un fajo de billetes de 100 d¨®lares: ¡°Aqu¨ª tienes los 19.000 d¨®lares que me dejaste¡±.
La relaci¨®n entre los dos astros fue un c¨®ctel explosivo de amor y odio que se prolong¨® hasta la muerte de ella. Pero el idilio de Ava con el torero lastim¨® el coraz¨®n de Frank. La leyenda dice que cuando Ava y Luis Miguel acabaron de hacer el amor en esa suite del Hilton, ¨¦l se levant¨® y comenz¨® a vestirse. ¡°?Ad¨®nde vas?¡±, le pregunt¨® ella. ¡°A contarlo¡±, contest¨® ¨¦l. Aunque, como suele ocurrir, se funde la realidad con la fantas¨ªa en todos los sucesos de fuste. Carlos Abella tiene escrito que cuando le pregunt¨® a Luis Miguel por ese episodio, este le dijo: ¡°?T¨² crees que yo hice eso? No, hombre, no. Me qued¨¦ en la habitaci¨®n con ella, pero luego, cuando estuve con los amigos, me pareci¨® ingenioso contarlo de esa manera¡±.
En los cincuenta hubo un Madrid que fue una fiesta. Por el Hilton pasaron Sophia Loren, Zsa Zsa Gabor, Bette Davis y Cary Grant
Cierto es que Ava Gardner beb¨ªa por los codos, iba rebotando de un bar a otro, de un tablao a otro, y luego remataba la faena con quien le daba la gana. Se cuenta que una noche, en plena Puerta del Sol, se descalz¨®, par¨® un cami¨®n de la basura y pidi¨® al conductor que le llevara al hotel. Pero el gran productor Tedy Villalba coment¨® en su momento que ¡°no era follar por follar, lo que le ocurr¨ªa era que le aterraba quedarse sola por las noches¡±. A Ava le gustaba ba?arse con leche en su suite e iluminarse tan solo con velas. En una ocasi¨®n, durante el rodaje de 55 d¨ªas en Pek¨ªn, se encaprich¨® de un botones del hotel, un joven chicarr¨®n de casi dos metros de altura, y le invit¨® a entrar a su suite. Enrique, uno de los ma?tres del hotel, ya fallecido, asegur¨® que dej¨® seco al chaval. La direcci¨®n del hotel quiso despedir al botones, pero Howard Newman, el jefe de publicidad de Bronston, le pregunt¨® al director: ¡°?Qu¨¦ hubiera hecho usted si Ava le pide guerra?¡±. Y ante tal cuesti¨®n el chico logr¨® salvar el cuello. M¨¢s all¨¢ de sus excesos, todo el mundo que tuvo contacto con Ava la recuerda como una se?ora muy amable con todo el personal, generosa en las propinas ¡ªse estiraba, a veces, con m¨¢s de 2.000 pesetas de la ¨¦poca¡ª y uno de los hu¨¦spedes con m¨¢s clase que pasaron por el hotel.
El Castellana Hilton se inaugur¨® en septiembre de 1953 ¡ªahora se cumplen 65 a?os¡ª y se convirti¨® en el hotel m¨¢s moderno de Madrid. Fue construido sobre el palacete del marqu¨¦s del M¨¦rito, del siglo XVIII, por el arquitecto Luis Mart¨ªnez-Feduchi, el mismo que proyect¨® el edificio Capitol de la plaza del Callao de Madrid. Espa?a empezaba a salir del aislamiento tras la Guerra Civil y el acercamiento a Estados Unidos era la prioridad de la pol¨ªtica exterior del r¨¦gimen franquista. Era el primer Hilton de Europa y para su inauguraci¨®n el presidente de la cadena, Conrad Hilton, flet¨® cuatro aviones de la TWA cargados de invitados. A la fiesta, que se prolong¨® durante tres d¨ªas, acudieron varios ministros franquistas y multitud de estrellas de Hollywood. Fueron unos a?os en los que hubo un Madrid que era una verdadera fiesta. Sophia Loren, Charlton Heston, Gina Lollobrigida, Zsa Zsa Gabor, Bette Davis, Cary Grant, Robert Mitchum o Marlon Brando, entre otros, se alojaron en sus habitaciones. Aparte de Ava Gardner, fueron Bette Davis y Robert Stack los primeros en llegar al hotel con motivo del rodaje en Madrid de El capit¨¢n Jones (John Farrow, 1959), dos a?os antes de la gran producci¨®n Rey de reyes.
Enrique, el antiguo ma?tre del hotel que fue testigo de la fiesta de inau?guraci¨®n, dej¨® antes de morir un truculento testimonio relacionado con Marlon Brando. Seg¨²n su versi¨®n, Brando hac¨ªa que le subieran todos los d¨ªas a su suite uno o dos patos.
¡ª?C¨®mo los quiere? ¡ªle preguntaban¡ª ?En confit, a la naranja¡?
¡ªNo, no ¡ªinterrump¨ªa Brando¡ª. Vivos, los quiero vivos.
A la ma?ana siguiente, cuando llegaban las camareras a arreglar la habitaci¨®n, se encontraban una escena m¨¢s bien tremebunda: los patos yac¨ªan en el suelo degollados, algo desplumados y sobre un charco de sangre. Lo que hiciera en la soledad de su suite Marlon Brando con los patos es un misterio. Imper¨® la ley del silencio y el asunto jam¨¢s trascendi¨® m¨¢s all¨¢ de los muros del hotel.
El periodista Tico Medina tuvo ocasi¨®n de conocer a Brando en el estreno en Madrid de Un tranv¨ªa ?llamado deseo. Tico, tirando de ingenio, se las arregl¨® para hacerle una entrevista a Brando a bordo de uno de aquellos viejos tranv¨ªas que sub¨ªan por la Castellana y pasaban junto al Hilton.
¡°No habl¨® mucho¡±, me comenta Tico. ¡°Hicimos las fotos y al parar en el hotel me invit¨® a su habitaci¨®n. Me mostr¨® una especie de trapito enrollado manchado con un color m¨¢s bien oscuro y que reposaba sobre su mesita de noche. Era una compresa femenina usada. ¡®Mira¡¯, me dijo, ¡®este es el pa?o m¨¢s ¨ªntimo de mi adorable esposa india, Anna¡±.
¡°En aquel Madrid estaban muy en boga unas fiestas de ambiente gay de las que se hablaba hasta en Nueva York¡±
El escritor y cin¨¦filo Jes¨²s Garc¨ªa de Due?as recuerda divertido aquellos d¨ªas de vino y rosas del Hilton en los que ejerc¨ªa de jovenc¨ªsimo periodista de Triunfo. ¡°Era un ?mundo de lujuria y de alcohol. Las fiestas en las habitaciones del Hilton eran de ¨®rdago y siempre hab¨ªa alg¨²n cliente que protestaba airadamente. Y luego sal¨ªas a la calle y en la puerta del hotel te abordaban dos o tres polic¨ªas secretas para interrogarte con malos modos acerca del sarao. ¡®?Qui¨¦n hab¨ªa en esa fiesta?, ?qu¨¦ hac¨ªa la gente?, ?hab¨ªa drogas?¡¯, te preguntaban los siniestros agentes¡±.
Hab¨ªa unas fiestas de ambiente gay que estaban muy en boga en Madrid y se hablaba de ellas hasta en Nueva York, como recuerda Garc¨ªa de Due?as. ¡°Despu¨¦s de un par de copas en el Hilton se iban al Chicote a comprar coca¨ªna y de ah¨ª directos a tres lugares de ambiente que traspasaron fronteras. Eran tres casas privadas: la de Luis Escobar, marqu¨¦s de las Marismas; la del figurinista Vit¨ªn Mar¨ªa Cortezo y la del pintor paname?o Pablo Runyan. En esta ¨²ltima casa se sent¨® a mi lado Leonard ?Bernstein; yo ten¨ªa 19 a?os y era muy ingenuo. El caso es que mientras yo alababa su m¨²sica, la cuarta de Brahms y todo eso, el ?genio empez¨® a meterme mano y sal¨ª de all¨ª pitando con la ayuda de mi amigo pintor¡±.
Al productor Enrique Herreros no se le olvida la primera vez que pis¨® el Castellana Hilton. Era el 22 de noviembre de 1963 y se iba a celebrar una gran fiesta por el comienzo del rodaje de La ca¨ªda del Imperio Romano; ¨¦l era uno de los organizadores. Pero, cosas de la vida, todo se fue al traste porque fue el fat¨ªdico d¨ªa que asesinaron al presidente estadounidense John Fitzgerald Kennedy en Dallas.
Poco despu¨¦s, a Herreros le toc¨® seguir de cerca a Robert Mitchum, quien apareci¨® por Madrid para el rodaje de Villa cabalga y tambi¨¦n se hosped¨® en el Castellana Hilton. Enrique Herreros fue su cicerone madrile?o: ¡°Se celebr¨® la rueda de prensa en un sal¨®n del hotel y uno de los periodistas, Felipe Navarro, Yale, se levant¨® y pregunt¨® a Mitchum: ¡®?Cu¨¢ntas veces ha estado en la c¨¢rcel?¡¯. ¡®Seven [Siete]¡¯, respondi¨® Mitchum. ¡®?Por qu¨¦ entr¨® la ¨²ltima vez en prisi¨®n?¡¯, insisti¨® Yale. ¡®For pissing in the grass [Por mear en la hierba]¡¯, concluy¨® el ?astro¡±.¡°Tras tomar un par de copas en el bar del hotel¡±, relata Herreros, ¡°el productor me pidi¨® que le paseara por Madrid y no nos alejamos mucho. Justo enfrente del hotel, al otro lado de la Castellana, se hallaba un afamado club de se?oritas llamado San Jorge, decorado con pinturas del artista vasco Juan de Echevarr¨ªa. Al entrar al club, Mitchum exclam¨®, en grave y sonoro ingl¨¦s americano: ¡®?Aqu¨ª hay acci¨®n!¡¯. El t¨ªo no paraba de fumar marihuana y a m¨ª me estaba entrando un mareo tremendo. A Mitchum le gustaba mear en la hierba, pero sobre todo fum¨¢rsela, ya lo creo. Y all¨ª pasamos un rato largo. Y yo, m¨¢s ahumado que nunca¡±.
Van desfilando los recuerdos y yo me acerco, por fin, a la barra del hotel y le pido al barman un vodka dry, que me sirve con destreza. Y ah¨ª me quedo, solo y envuelto en mis pensamientos, ajeno al traj¨ªn navide?o del hotel, fantaseando a lo tonto con que Ava se apareciera a mi lado con su invencible aroma para brindar por nuestro cumplea?os. Pero ?bah, qu¨¦ cosas!
El caso es que escuch¨¦ unos tacones lejanos. Y ech¨¦ un trago largo al coleto. Por si las moscas.
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