Pedro Nobre, el cient¨ªfico del sexo: ¡°Hoy se practica menos sexo en las parejas y m¨¢s en solitario¡±
?Por qu¨¦ nos excita lo que nos excita? ?Mujeres y hombres se encienden de forma distinta? ?Somos m¨¢s o menos abiertos que nuestros abuelos? Desde su laboratorio en la Universidad de Oporto, este doctor en Psicolog¨ªa Cl¨ªnica y presidente de la Asociaci¨®n Mundial para la Salud Sexual observa la reacci¨®n humana a los est¨ªmulos er¨®genos. Y sus conclusiones tambi¨¦n ayudan a entender c¨®mo somos: ¡°La diversidad sexual¡±, sostiene Nobre, ¡°no puede ser considerada una patolog¨ªa¡±.
DOS PERSONAS copulan fren¨¦ticamente en la pantalla del voluntario Paulo. Bajo un discreto pa?o, su pene est¨¢ ligado a un sensor; c¨¢maras t¨¦rmicas miden la temperatura de sus ¨®rganos y otras c¨¢maras visuales registran hacia d¨®nde se le van los ojos. Al otro lado del tabique, delante de unas pantallas, In¨¦s y Raquel observan en tiempo real la evoluci¨®n gr¨¢fica de respuesta sexual a los diferentes est¨ªmulos que recibe Paulo. ?l es uno de los voluntarios, una de las cobayas humanas del SexLab de la Universidad portuguesa de Oporto, el laboratorio de investigaci¨®n en sexualidad que se dedica a estudiar la respuesta fisiol¨®gica genital en el hombre y en la mujer. Once investigadores procedentes de diversas ramas cient¨ªficas, de la psicolog¨ªa a la neurociencia, desarrollan en el SexLab proyectos sobre el sexo en diferentes circunstancias de la vida, como casos de discapacidad f¨ªsica o parejas que acaban de ser padres. El portugu¨¦s Pedro Nobre (Mozambique, 1970), doctorado en Psicolog¨ªa Cl¨ªnica por la Universidad de Coimbra, es el creador y director del SexLab desde el a?o 2008 y tambi¨¦n director del primer doctorado en Sexualidad de Europa. Editor asociado del Journal of Sexual Medicine, Nobre ha publicado casi un centenar de art¨ªculos en medios internacionales de su especialidad y preside la Asociaci¨®n Mundial para la Salud Sexual (WAS, por sus siglas inglesas). Fundada en 1978, agrupa a 110 asociaciones dedicadas a trabajar por la salud y los derechos sexuales de las personas en cualquier rinc¨®n del mundo, de cualquier creencia y condici¨®n. La WAS aprob¨® en 2014 la Declaraci¨®n Universal de los Derechos Sexuales.
Una vez sabido que el sexo est¨¢ tambi¨¦n en la cabeza, ?para qu¨¦ necesitamos un laboratorio sobre la sexualidad? Pues para conocer los mecanismos de respuesta; del sexo desconocemos a¨²n casi todo, la mente y los genitales no tienen siempre la misma reacci¨®n al est¨ªmulo sexual. Hay una discrepancia en la respuesta genital fisiol¨®gica medida objetivamente en el laboratorio y la respuesta sentida, subjetiva, medida en encuestas o autorrelatos; y a¨²n desconocemos por qu¨¦ existe esa discrepancia.
C¨¢maras t¨¦rmicas y visuales, sensores genitales y cardiacos miden en su laboratorio la respuesta de voluntarios a la visi¨®n de pel¨ªculas pornogr¨¢ficas. ?Reaccionan hombres y mujeres de forma distinta? El hombre habitualmente solo responde a los est¨ªmulos sexuales de su preferencia; es decir, si es gay, reacciona a im¨¢genes de relaciones entre homosexuales, pero no a las de heteros, y viceversa.
?Y qu¨¦ pasa con la mujer? La gran mayor¨ªa tiene respuesta sexual fisiol¨®gica ante est¨ªmulos muy diversos, aunque no tengan que ver con su preferencia. La reacci¨®n fisiol¨®gica es independiente de su preferencia sexual. Si es hetero, im¨¢genes de relaciones l¨¦sbicas o entre homosexuales le provocan la misma reacci¨®n que su preferencia sexual. Incluso hay respuesta fisiol¨®gica, que no emotiva, cuando se le proyectan v¨ªdeos de relaciones sexuales entre chimpanc¨¦s. No es solo nuestro laboratorio quien lo dice, sino que hay ya varios estudios y desde muy diferentes perspectivas.
?Y? Y las interpretaciones son variadas, pero la hip¨®tesis m¨¢s recurrente es que la mujer est¨¢ preparada para responder sexualmente en t¨¦rminos fisiol¨®gicos a est¨ªmulos que no tienen nada que ver con sus preferencias. La no especificidad de la respuesta ser¨ªa un mecanismo de adaptaci¨®n, o de autoprotecci¨®n. Con una perspectiva evolucionista, la mujer est¨¢ preparada para experiencias traum¨¢ticas; es decir, tiene la capacidad de lubricar incluso en experiencias involuntarias. La investigaci¨®n de laboratorio se ha confirmado con los propios relatos de mujeres. No sienten placer, no hay respuesta emocional, pero s¨ª fisiol¨®gica.
?Esa respuesta involuntaria puede suponer un segundo castigo para la mujer violentada? S¨ª, porque a menudo arrastra un sentimiento de autoinculpaci¨®n. Pero estos estudios eliminan la culpabilizaci¨®n. La mujer no debe sentirla por lubricar cuando fue violada porque es una respuesta de autodefensa; hay que quitarle ese peso.
Quiz¨¢ tambi¨¦n habr¨ªa que dec¨ªrselo a esos forenses, polic¨ªas y jueces empe?ados en buscar pruebas f¨ªsicas en la v¨ªctima¡ Es un buen ejemplo de implicaci¨®n social de estos estudios y del avance del conocimiento del comportamiento sexual. Pese a hablar hoy d¨ªa tanto de sexo, perviven mitos enormes, y este es uno de ellos. En Portugal hemos visto recientemente que un juez recurr¨ªa a la Biblia para justificar la violencia contra una mujer casada que hab¨ªa mantenido relaciones con otro hombre. Si eso ocurre con un juez, significa que hay mucho por hacer en la investigaci¨®n y en la informaci¨®n sexual de la sociedad. Esos mitos son factores de riesgo en otros campos de la vida, como el judicial.
Primero el sexo estaba entre las piernas; despu¨¦s, tambi¨¦n entre las cejas, y ahora vemos que no hay que despreciar el entorno social. Hay una dimensi¨®n sociocultural que condiciona inmensamente al sexo, como vemos en los tribunales de justicia, y que se une a la dimensi¨®n f¨ªsica y a la psicol¨®gica. Para m¨ª, como psic¨®logo, lo m¨¢s interesante es c¨®mo conseguimos percibir lo que pasa en nuestro ser con nuestras ilusiones y nuestro conocimiento. La respuesta sexual depende del comportamiento f¨ªsico, pero tambi¨¦n, fundamentalmente, de c¨®mo nos evaluamos nosotros mismos.
Ah¨ª s¨ª que no habr¨¢ problema, seguro que nos valoramos por encima de la realidad, ?no? Pues es al contrario. Una de las investigaciones que desarrollamos es sobre la disfunci¨®n er¨¦ctil. Es muy interesante, porque el hombre tiende a subestimar su respuesta f¨ªsica: cree que es menor a la real.
¡°Una de nuestras investigaciones aborda la disfunci¨®n er¨¦ctil. Es muy interesante: el hombre tiende a subestimar su respuesta f¨ªsica, cree que es menor que la real¡±
Un pensamiento contrario a la imagen del macho. En realidad, lo que sucede es que los que se subestiman hoy son los que se sobrestimaron ayer. Es una caracter¨ªstica com¨²n del macho, sea hetero o gay, cuyas carencias est¨¢n relacionadas con la idea de estar siempre dispuestos y fallos cero. La disfunci¨®n er¨¦ctil, que es normal que nos ocurra varias veces en periodos a lo largo de la vida, bien por estr¨¦s, cansancio, disgustos o problemas m¨¦dicos, es interpretada por esos hombres como el fin del mundo. Caen en un precipicio no solo como hombres, sino como personas. Se convierten en individuos vulnerables en su vida profesional, en sus c¨ªrculos sociales. Hay estudios que muestran una relaci¨®n entre disfunci¨®n er¨¦ctil y desempleo. Es como si su incompetencia sexual se extendiera a la incompetencia en todas las facetas de la vida. Es m¨¢s, aunque tengan erecciones, las desvalorizan, no las estiman lo suficiente; de hecho, la mayor¨ªa de las personas con disfunci¨®n er¨¦ctil pierden la erecci¨®n solo instantes antes de la penetraci¨®n.
Base importante de su laboratorio sexual, como en los que existen por el mundo, es la pornograf¨ªa. A la vista de sus investigaciones, ?aconsejar¨ªa alguna modificaci¨®n a sus guionistas? La pornograf¨ªa es un medio muy fuerte de influencia sociocultural; para muchos j¨®venes es, y siempre lo fue, el primer acceso a la informaci¨®n sexual. Los mensajes que pasa la pornograf¨ªa son potenciadores de mitos y creencias que van a quedar impresos en esos j¨®venes para siempre. Son mensajes irreales con un list¨®n alt¨ªsimo, con esas erecciones de 30 minutos y orgasmos exagerados; el fracaso nunca sale en el porno. En el caso de la mujer se transmite que el orgasmo es con el coito. La idea de que la mujer alcanza el orgasmo porque es penetrada es un mito. Desde los a?os sesenta sabemos, gracias a Masters y Johnson (matrimonio estadounidense pionero de la investigaci¨®n en este campo), que la mejor forma para alcanzar el orgasmo es estimular el cl¨ªtoris, la zona m¨¢s sensible en la mujer. Con ese mensaje repetitivo, la mujer piensa que es anormal si no tiene orgasmo durante la penetraci¨®n, y el hombre piensa que tiene eyaculaci¨®n precoz si no aguanta 20 minutos durante la penetraci¨®n, cuando la media real est¨¢ entre 2 y 5 minutos. La industria pornogr¨¢fica tiene un impacto social con esos patrones irreales e inadecuados.
Contra la pornograf¨ªa, ?educaci¨®n sexual en las escuelas? S¨ª, es uno de los puntos de la carta de derechos de nuestra asociaci¨®n. Pero el panorama no es muy favorable. Ense?amos, pero ?qu¨¦? En Estados Unidos hay una corriente que aconseja la abstinencia sexual como principal m¨¦todo para evitar infecciones o embarazos no queridos. En Portugal, la ense?anza sexual insiste m¨¢s en los riegos, es decir, en una visi¨®n negativa m¨¢s que en la positiva. La sexualidad es bienestar y hay que enfocarla con una visi¨®n positiva y derrumbando mitos. Hay que quitar presi¨®n al chico, que se siente obligado a no fallar nunca, y tambi¨¦n a las chicas, que sienten la presi¨®n de ser multiorg¨¢smicas o de satisfacer a la pareja. El sexo es bienestar y placer, pero no una obligaci¨®n.
Sus investigaciones se centran en grados y tipos de respuestas sexuales de las personas, pero las hay que no tienen ninguna, ni f¨ªsica ni emocional. Es un ¨¢rea muy intrigante la de los asexuados. Aunque pocos, hay hombres y mujeres que no sienten atracci¨®n sexual por nada. Son como otra identidad sexual, una categor¨ªa diferente. Se ha investigado mucho a partir de autorrelatos, pero creo que no hay ning¨²n estudio sobre actividad cerebral. Neurol¨®gicamente no lo conseguimos explicar. Son personas extra?as ¡ªpor su escaso n¨²mero¡ª, pero no significa que sean enfermas. No tienen ninguna patolog¨ªa; no tienen atracci¨®n sexual f¨ªsica ni emocional por otras personas, pero s¨ª emociones, amigos y vida social. No son asociales, son asexuales.
En el lado opuesto de los asexuados nos encontramos con los famosos, casi siempre de Hollywood, que van a desintoxicarse de sus pulsiones excesivas. Probablemente este tipo de personas con deseo sexual excesivo siempre existi¨® y forma parte de la diversidad sexual, pero ?cu¨¢l es la frontera? La primera y fundamental es el consentimiento de terceros. Alguien que tiene deseo sexual m¨¢s elevado que el resto necesita expresarse y puede hacerlo si tiene el consentimiento de terceros. En las cl¨ªnicas se atienden casos de parejas, un miembro con mucho deseo y otro con poco, pero no es un problema, es una discrepancia que quieren corregir juntos. Es negativo y arriesgado establecer un patr¨®n a partir del cual hay que tratar como enfermas a personas con mucho deseo sexual. En el Manual de los trastornos mentales [de la Asociaci¨®n Estadounidense de Psiquiatr¨ªa] se discuti¨® durante a?os si hab¨ªa que incluirlas y no hubo consenso de la comunidad cient¨ªfica. Tampoco lo hay en el propio diagn¨®stico del deseo sexual excesivo.
Si se considerara perturbados mentales a Bill Cosby o a Harvey Weinstein, por ejemplo, ir¨ªan a una cl¨ªnica y no a una c¨¢rcel¡ Lo que no es consentimiento es delito. Esta moda americana de las cl¨ªnicas de adicci¨®n al sexo, que comienza a llegar a Europa, es por la necesidad de preservar sus relaciones familiares, y para ello tratan el deseo sexual como si fuera una patolog¨ªa. El riesgo a medio-largo plazo es que repudiemos a personas sexualmente satisfechas. Cada vez hay m¨¢s parejas que deciden no practicar la monogamia; eso implica consentimiento, es parte de esa diversidad, cada d¨ªa mayor, que intenta estimular la Asociaci¨®n Mundial para la Salud Sexual. No debemos demonizar el sexo con tratamientos que coartan deseos sexuales perfectamente leg¨ªtimos. Esas cl¨ªnicas son una moda creciente en Estados Unidos y van a dar problemas de autoinculpaci¨®n y patol¨®gicos. Pero practicar el sexo sin el consentimiento del otro es, antes que nada, un delito.
Hasta los a?os ochenta, el Manual de trastornos mentales consideraba la homosexualidad una patolog¨ªa. Solo si la persona se sent¨ªa mal; si se sent¨ªa bien con su condici¨®n, no lo era. Si consider¨¢semos patol¨®gica la diversidad en funci¨®n de un malestar emocional, en realidad estar¨ªamos tratando como un trastorno el deseo sexual: si lo tienes muy bajo, eres un enfermo; si lo tienes muy alto, tambi¨¦n. Est¨¢s discriminado porque quedas fuera de lo que se considera normal.
?El siglo XXI va a ser el del tercer sexo? Ni el sexo naci¨® ayer, ni toda su diversidad en el siglo XXI. El transg¨¦nero y la transexualidad, cosas diferentes, siempre existieron. No es una moda, lo que est¨¢ de moda es hablar de ello. Es importante que no se trate como una patolog¨ªa, aunque ambos siguen incluidos en el Manual de trastornos mentales. Hay una pol¨¦mica entre profesionales que no es tanto m¨¦dica como administrativa. En pa¨ªses con seguros m¨¦dicos, el paciente es atendido si tiene un diagn¨®stico. Sin diagn¨®stico, el seguro no cubre los gastos. Si el transg¨¦nero se considera enfermedad, el seguro, la Seguridad Social, cubre el tratamiento; de lo contrario, no. Hay mucha discusi¨®n entre los profesionales de salud y los grupos transexuales sobre c¨®mo construir el mejor de los dos mundos. Desde la asociaci¨®n que presido hemos propuesto a la Organizaci¨®n Mundial de la Salud que la transexualidad salga del cap¨ªtulo de enfermedades mentales y pase a un cap¨ªtulo, m¨¢s neutro, llamado ¡°Condiciones relacionadas con la salud sexual¡±. La salud es m¨¢s amplia que la dolencia.
?Estar¨¢n normalizados los ba?os p¨²blicos para tres sexos? Una parte de las personas que se sienten atrapadas en un sexo que no es el suyo cambian su cuerpo, pero otra parte prefiere seguir con cuerpo de mujer y mente de hombre o al rev¨¦s. Son el tercer sexo, que la comunidad cient¨ªfica est¨¢ de acuerdo en aceptar como otra variante de la diversidad sexual. Pero en el caso de los ba?os p¨²blicos, yo soy m¨¢s favorable a la inclusi¨®n. ?Por qu¨¦ no unisex?
¡°Hoy la actividad sexual se extiende en el tiempo mucho m¨¢s que hace tres d¨¦cadas: es normal que se mantenga m¨¢s all¨¢ de?los 70 a?os, incluso de los 80¡±
Nunca se ha hablado tanto y tan abiertamente de sexo, nunca se ha visto tanto sexo en la tele y en la calle. Sin embargo, hay estad¨ªsticas que dicen que las parejas de hoy tienen menos relaciones sexuales que las de anteriores generaciones. ?C¨®mo se explica? Si hablamos de nuestro entorno, de los pa¨ªses desarrollados, parece que es as¨ª. Hay menos sexo hoy entre las parejas y, a la vez, hay m¨¢s masturbaci¨®n, lo que es muy interesante. Una explicaci¨®n es el tiempo o la falta de ¨¦l; el tiempo es un factor fundamental en el sexo. Otro factor es la tecnolog¨ªa; nos hablamos por WhatsApp o Twitter. La sexualidad es algo m¨¢s global que el sexo, es comunicaci¨®n. En el mundo hay menos comunicaci¨®n personal y, por tanto, m¨¢s sexo solitario. Es m¨¢s f¨¢cil, m¨¢s r¨¢pido. Y una mala se?al para la humanidad, pues el sexo es comunicaci¨®n, proximidad, contacto f¨ªsico.
Es dif¨ªcil pensar en el sexo de nuestro abuelos. ?Hac¨ªan lo mismo que nosotros? No hay muchos estudios de sus h¨¢bitos. El primero es de los a?os cuarenta, del zo¨®logo Alfred Kinsey, que pas¨® de investigar las avispas a la sexualidad de las personas. Lo sorprendente fue c¨®mo mostr¨® que aquello que cre¨ªamos raro no lo era tanto, como la homosexualidad y la sexualidad femenina. Hab¨ªa diversidad, aunque hoy hay m¨¢s. El sexo anal siempre existi¨®, aunque hoy su pr¨¢ctica es mayor.
Me resisto a mirar la foto de mis abuelos con esos ojos. Quiz¨¢ sus nietos no tanto. Los estudios longitudinales en el tiempo muestran que hoy la actividad sexual se alarga mucho m¨¢s. Es muy normal que se mantenga m¨¢s all¨¢ de los 70 a?os, incluso de los 80, y sobre todo en las mujeres, si comparamos con 30 a?os atr¨¢s. Esto s¨ª que es una singularidad respecto a nuestros abuelos.?
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