La soledad intervenida
Junto a la indigencia y la enfermedad, la soledad es un los grandes males de nuestro tiempo
data:image/s3,"s3://crabby-images/7dfc4/7dfc42ae3d691096314b03212ae757320b480893" alt="Fotograma de la película 'La soledad', dirigida por Jaime Rosales.
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Recientes teor¨ªas astrof¨ªscas postulan la soledad de nuestro planeta como fuente de vida. No basta la adecuada distancia respecto a la estrella central. Es necesario estar en un lugar de la galaxia lo suficientemente apartado de las aniquiladoras explosiones de rayos gamma, que se multiplican en una gran parte del universo imposibilitando la aparici¨®n de seres celulares. Solo aqu¨ª estamos a salvo de esa lluvia, solo aqu¨ª calienta el sol sin hacer da?o. Y toda esa orquesta de estampidos en el cosmos, en equilibrio delicado pero implacable, parece propiciar que continuemos, girando y girando, con nuestra propia melod¨ªa. El f¨ªsico cu¨¢ntico John Wheleer sostuvo que el universo deb¨ªa producir seres conscientes para tornarse real. Somos un milagro y hacemos un milagro. Nuestra soledad es un privilegio.
Otros art¨ªculos del autor
El gobierno de Reino Unido acaba de crear un ministerio contra la soledad, a la que considera uno de los grandes males de nuestro tiempo junto a la indigencia y la enfermedad. Sostiene que la soledad mata tanto como el tabaco ¡ªaunque el tabaco alivie nocivamente a muchos fumadores solitarios¡ª, y que el ej¨¦rcito de personas aisladas en la desgracia de la incomunicaci¨®n cuesta al Estado una suma inadmisible en sanidad y en servicios sociales. Hay que ahorrarse la soledad. Y m¨¢s si los m¨¦dicos confirman que una persona sola reduce sus a?os de vida en un porcentaje considerable frente a las que viven en familia.
Depende de la familia, puede pensar uno, aunque el diagn¨®stico de la soledad contempor¨¢nea se explica tambi¨¦n por la desaparici¨®n paulatina de lugares tradicionales de encuentro en estas ciudades nuestras entregadas a las franquicias. Tabernas, iglesias, clubes nocturnos, fiestas de guardar o de resguardarse, se est¨¢n convirtiendo en espacios donde cada uno va a lo suyo o con los suyos y, cada vez m¨¢s asfixiante, con esa maquinita en la mano que nos conecta con el mundo digital pero nos desconcentra de lo que tenemos m¨¢s cerca.
La soledad parecer¨ªa imposible para el 'homo tecno-mercator' en el que nos hemos ido transformando
La soledad parecer¨ªa imposible para el homo tecno-mercator en el que nos hemos ido transformando, rehenes de nuestros tel¨¦fonos, a trav¨¦s de los cuales conversamos, nos informamos, nos despertamos, hacemos el amor a distancia y, sobre todo, la compra; con los cuales nos pueden seguir el rastro en casa o all¨¢ donde vayamos, seamos delincuentes o alpinistas, gregarios o eremitas. A trav¨¦s del m¨®vil, podemos ser salvados, perseguidos, estafados, calumniados, ensalzados y deseados. All¨¢ donde haya un repetidor de ondas, nuestra soledad podr¨¢ ser intervenida.
D¨ªa a d¨ªa estamos delegando vertiginosamente nuestra intimidad a cambio del control que recibimos y ejercemos; nuestra independencia a cambio de la comodidad. Si la polic¨ªa quiere, no hay rincones secretos con un m¨®vil en el bolsillo, ni conversaci¨®n que no pueda ser lanzada a las fieras. Hoy es casi imposible estar radicalmente solo. Sin embargo, as¨ª se sienten muchos en nuestras sociedades, tanto que la soledad se est¨¢ convirtiendo en un asunto de Estado, como primero lo fue de la industria del ocio.
Aunque es fundamental seguir consolidando la solidaridad (y no el control) como principio prioritario de nuestra organizaci¨®n social, nuestra soledad ser¨¢ siempre un asunto intransferible. Lo que hagamos con ella resulta crucial para cada uno y para los dem¨¢s. Crear, destruir, acaparar, compartir, comprender, ignorar, conectarse, desconectarse, salir de ella, permitir visitas; todo comienza en la soledad. Saber estar solos conlleva la libertad de saber ser y la responsabilidad de saber hacer. Saber habitar la soledad, la casa, y este planeta ¨²nico y diferente en la inmensidad del Universo y que, sin embargo, nos empe?amos en destruir, con sus otros habitantes animales y vegetales. Entonces, una vez que consumamos la Tierra, la soledad ya no ser¨¢ solo nuestra: afectar¨¢ a todos los mundos. Contra la soledad dijo Rimbaud: "Yo es otro". Y Rilke: "El amor consiste en esto, que dos soledades se protejan, se acaricien y se acojan una a la otra". Pero para ser otro, primero hay que saber ser uno mismo.
Ernesto P¨¦rez Z¨²?iga, novelista y poeta, es autor de No cantaremos en tierra de extra?os (Galaxia Gutenberg, 2016).
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