La ¨²ltima moda en California: pagar por pasear detr¨¢s de un reba?o de cabras
Los urbanitas californianos pagan por la experiencia de pasear sin m¨®vil un par de horas por el campo tras un reba?o. La idea es conectarse con el presente.
PASTOREA EL PASTOR a las cabras, o las cabras al pastor? Filos¨®fica cuesti¨®n que no deber¨ªa estar plante¨¢ndome en este momento. De hecho, no deber¨ªa estar pensando en nada. Porque, contrariamente al sentido m¨¢s com¨²n de la palabra, nuestro meditar de hoy no es reflexionar. Es otra cosa, algo as¨ª como vaciar la mente. Salir de ella. La pastora-meditadora nos ha dicho que las cabras son ¡°expertas en meditaci¨®n¡±, porque siempre est¨¢n en el presente. No piensan en el futuro ni en el pasado.
Intentad ser una cabra m¨¢s, nos ha dicho Gloria, la pastora. Hace tres a?os que mont¨® este negocio. Ella no lo llama negocio. Es un proyecto de investigaci¨®n sobre la vida sostenible en el campo. Sus ¡°paseos silenciosos de meditaci¨®n con cabras¡± cuestan 45 d¨®lares (unos 36 euros). Gloria dice que normalmente vienen ocho personas cada fin de semana. Urbanitas entusiastas de la vida campestre. O cr¨¦dulos objeto del ¨²ltimo timo de la corriente del bienestar. Seg¨²n se mire. En el sur de California, donde estamos, no es raro pagar buenos d¨®lares por abrazar vacas, pavos o cerdos en granjas-zoo que viven de ello. Y Gloria ha sabido combinar esta ansia de contacto con los animales con la moda del mindfulness, aunque tambi¨¦n ?organiza eventos educativos sin meditaci¨®n silenciosa de por ?medio. Si los urbanitas disfrutan, y ella consigue mantener a sus cabras, todo el mundo gana. Los rumiantes no parecen molestos, mucho m¨¢s en su elemento que con otros experimentos a los que se atreven en otras partes, como meterlos a ?hacer yoga.
Ahora mismo estamos en la ladera norte del bosque nacional de Los ?ngeles. Andamos entre los arbustos acompa?ando a un grupo de 38 cabras (37 hembras y un macho). A todos nos ha fascinado lo que nos ha contado Gloria sobre su vuelta a las ra¨ªces, su manera de hacer queso, el parto de una cabra la noche anterior. No hemos protestado cuando ha comentado que los cabritos macho que nacen se los come porque no quiere que su reba?o ?aumente demasiado deprisa. Quiere controlar el impacto que causan en el monte. Lo aceptamos, porque la vida del campo es as¨ª.
El paso del tiempo es incierto cuando no se puede mirar la hora o hacerse un selfie con una cabra
Pero eso ha sido antes, al llegar. Luego hemos dejado los m¨®viles y nos hemos puesto a caminar en silencio, en busca del nuevo santo grial: desconectar del mundo virtual, reconectar con la naturaleza, con uno mismo. Intentamos concentrarnos en las cabras, lo que hacen, lo que escuchan, lo que ven. Comen con verdadera ansia, como sin creerse que los arbustos seguir¨¢n estando ah¨ª ma?ana o pasado. Eso es estar en el presente.
¡°Un truco para evitar pensar es centrarse en uno de los sentidos¡±, aconseja la pastora. Con los ojos cerrados, el masticar de las cabras es un sonido relajante, como de lluvia. Despu¨¦s de deambular de un arbusto a otro, un¨¢nimemente deciden trotar cuesta abajo hacia el establo. Las seguimos, o nos siguen, no est¨¢ claro.
Meditar es estar en el momento, ha dicho Gloria, como ¨²nica gu¨ªa. ?Cu¨¢nto quedar¨¢ para que terminen las dos horas? El paso del tiempo es incierto cuando no se puede mirar la hora o hacerse un selfie con una cabra. Cuando terminemos de pasear y meditar, nos sentaremos a comer una ensalada de farro y podremos comentar la experiencia, satisfechos con las dos horas de ¡°reseteo mental¡±. Los urbanitas-meditadores intercambiaremos recomendaciones sobre restaurantes org¨¢nicos o informaci¨®n sobre las enzimas de la leche de cabra. Y despu¨¦s nos meteremos en nuestros coches y volveremos con cierta ansia a nuestros ordenadores y a nuestros sof¨¢s. Pero eso ser¨¢ luego. Ahora estamos presentes, en el momento. Con las cabras. Intentando no pensar.
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