?Cu¨¢ntas conferencias m¨¢s sobre deforestaci¨®n?
Un foro internacional sobre los bosques en Roma deja a los asistentes con la pregunta en la boca: ?No es mejor dejar de hablar y ponerse ya manos a la obra para preservarlos y proteger a quienes los habitan?
Tras d¨ªas de debates y encuentros, con expertos en bosques y representantes del sector forestal intercambiando impresiones y datos, la conferencia internacional contra la deforestaci¨®n celebrada en Roma (Italia) se preparaba este jueves para elaborar unas conclusiones finales, unos "mensajes clave" y una "llamada a la acci¨®n", en la jerga de Naciones Unidas. Pero en una sala de conferencias de la sede de la FAO (agencia de la ONU para la alimentaci¨®n y la agricultura), el embajador holand¨¦s Hans Hoogeveen hac¨ªa una reflexi¨®n: "?No nos hemos ya puesto de acuerdo muchas veces en esos mensajes clave? He visto llamadas a la acci¨®n en las que ya coincidimos todos en 1996. Y ha habido progresos, pero no los suficientes. Podr¨ªamos pedir disculpas por ello. Quiz¨¢ ese podr¨ªa ser un mensaje clave".
Esa sensaci¨®n de d¨ªa de la marmota flotaba en un ambiente en el que se analizaba la responsabilidad de cada sector y se compart¨ªan cientos de iniciativas para frenar una deforestaci¨®n que, si bien se ralentiza, no termina de frenar. Y que cada d¨ªa se revela m¨¢s da?ina para la Tierra pero, sobre todo, para nosotros. "No se trata de salvar el planeta, sino el bienestar humano", apuntaba la antrop¨®loga costarricense Christiana Figueres.?
Porque los bosques, adem¨¢s de secuestrar carbono, previenen la erosi¨®n de la tierra y proveen agua para los cultivos (e incluso, parece seg¨²n los ¨²ltimos estudios, tambi¨¦n influyen en la distribuci¨®n de las lluvias). Por eso es una peligrosa paradoja que cada vez se talen m¨¢s para la actividad agr¨ªcola, como se ha repetido en esta conferencia. La directora general adjunta de la FAO, Maria Helena Semedo, puso un punto optimista al se?alar que en los ¨²ltimos 25 a?os, m¨¢s de 20 pa¨ªses han mejorado su situaci¨®n alimentaria al tiempo que manten¨ªan o aumentaban su cubierta forestal. Pero entre 2000 y 2010, el mundo perdi¨® siete millones de hect¨¢reas forestales y gan¨® seis millones de hect¨¢reas para cultivo o pasto de animales, seg¨²n el ¨²ltimo informe de la FAO. En los tr¨®picos, 4 de cada 10 hect¨¢reas de bosque talado se destinaron a la agricultura comercial.
Y si parte de esa deforestaci¨®n es achacable a grandes explotaciones e inversores (hasta el 40% en las ¨¢reas tropicales), tambi¨¦n son muchos los casos (un 33% en el tr¨®pico) en que los peque?os productores de subsistencia que viven junto al bosque se ven empujados a abrir hueco para sus animales, o para plantar algo que les d¨¦ de comer (y de vivir). Roselyn Fosuah Adjei es coordinadora del programa REDD+ (que busca incentivar a los pa¨ªses a reducir las emisiones de carbono que proviene de la p¨¦rdida de ¨¢rboles) en Ghana, e insist¨ªa en esto: "Muchas veces es un problema de formas de ganarse la vida. Mientras no demos a la gente que vive junto al bosque una alternativa para ganarse la vida, o m¨¦todos para cultivar sin da?arlo, podemos seguir discutiendo eternamente". Adjei apuntaba que, con la cantidad de fondos que se han movilizado hasta el momento se podr¨ªan haber conseguido resultados, de haberlos dirigido a generar oportunidades para los habitantes de las zonas boscosas en pa¨ªses como el suyo. "Porque ellos dicen: 'yo no puedo perder mi medio de vida solo porque la ciencia lo diga", ilustraba.
La ciencia, los expertos acad¨¦micos, han estado presentes en Roma junto a representantes de comunidades forestales, ONG o agencias. "Los bosques parecen estar en una sala de baile, esperando a que les inviten a bailar", comentaba el embajador holand¨¦s. "En la conferencia de los oc¨¦anos de Nueva York cuatro fundaciones privadas pusieron 4.000 millones de d¨®lares para la causa de los mares: los bosques tambi¨¦n tienen que pedir un baile, con ayuda de la ciencia". Esa ciencia que, conven¨ªa Vincent Gitz, director del Centro de Investigaci¨®n Forestal Internacional (Cifor, por sus siglas en ingl¨¦s), tiene que seguir revelando nuevas utilidades de los bosques y nuevas formas de medir su importancia para que protegerlos empiece a verse de verdad como algo prioritario por los Gobiernos. "Porque no veo muchos ministros aqu¨ª", lamentaba Hoogeveen.
Y tambi¨¦n por las empresas, pr¨¢cticamente ausentes del encuentro. Christopher Stewart, director de Responsabilidad Social Corporativa del gigante agr¨ªcola Olam, lamentaba haber participado en tres mesas de debate por la incomparecencia de otras compa?¨ªas del sector. Esa falta de implicaci¨®n viene, seg¨²n Stewart, de una concepci¨®n err¨®nea de la sostenibilidad. "Muchas empresas llevan a?os pensando que sostenibilidad es hacer algo bien para que las ONG no se te echen encima. Pero ser sostenible, realmente, es garantizar tu futuro y por tanto ser m¨¢s competitivo".
Si se muestra al sector privado ese valor, se interesar¨¢n por la deforestaci¨®n. En caso contrario, seg¨²n Stewart, sus asientos volver¨¢n a estar vac¨ªos en la pr¨®xima reuni¨®n. Esa a la que la joven bi¨®loga peruana Carla Madue?o se negaba a asistir. "No quiero volver a sentarme aqu¨ª en 30 a?os para decir de nuevo lo importantes que son los bosques", ha aseverado. "No s¨¦ cu¨¢ntos acuerdos necesitamos, lo que s¨¦ es que necesitamos m¨¢s convicci¨®n. Ya no se trata de avanzar o estar parados: tenemos que ponernos a volar".
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